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martes, 2 de septiembre de 2014

Mario Draghi presidente del BCE + Francia + Italia piden una especie de reactivación Keynesiana (emitiendo dinero y gastando más o para curar al enfermo o para permitir que el agónico viva solo un tiempo más) si Alemania se opone y colisionan podría ser el fin de la Eurozona. del WSJ

Mario Draghi presidente del BCE + Francia + Italia  piden una especie de  reactivación Keynesiana (emitiendo dinero y gastando más o para curar al enfermo o para permitir que el agónico viva solo un tiempo más) si Alemania se opone y colisionan podría ser el fin de la Eurozona.


Nota del autor del blog:
cuando era funcionario de Italia privatizo la gigantesca empresa de Hidrocarburos de Italia
ENI y… y… y….  vendió los activos a Goldman Sachs el banco  de los estafadores, hoy el petroleó  esta por las nubes. Privatizo casi todo para que así Italia entre a la Eurozona.-luego Goldman Sachs pedía que el petróleo suba a US$200
Goldman Sachs era y es  un banco de accionistas judíos , esos capitales judíos se beneficiaron de la privatización  de la riqueza de Italia .

Draghi tiene ante sí una éra de turbulencias

http://lat.wsj.com/news/articles/SB10001424052970204730204580129851546206686?tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052970204730204580129851546206686.html

Por SIMON NIXON
martes, 2 de septiembre de 2014 13:05 EDT




El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, junto a la presidenta de la Fed, Janet Yellen. Reuters

¿Qué pretendía Mario Draghi?

Incluso diez días después del discurso del máximo responsable del Banco Central Europeo en la reunión anual de gobernadores de bancos centrales en Jackson Hole, nadie lo tiene muy claro: ni los mercados, ni los responsables de las políticas monetarias en Berlín, Bruselas y París, ni tampoco muchos de sus colegas.

Para la mayoría de observadores, su llamamiento a los países para que permitan que la política fiscal desempeñe un mayor papel en el proceso de sacar a la eurozona de su actual estancamiento fue inesperado.

Al igual que la mayoría de gobernadores de bancos centrales, Draghi suele evitar hacer comentarios sobre política fiscal más allá de hacer hincapié en la necesidad de mantener la credibilidad de las normas fiscales de la eurozona.

Pero en esta ocasión daba la impresión de estar pidiendo tiempo muerto a las políticas de austeridad de la eurozona.

Sorprende aún más porque este verano no hubo datos macro que justificaran un cambio tan drástico de tono.

Es cierto que el crecimiento del segundo trimestre fue menor del esperado y que las previsiones de crecimiento para este año y el próximo se están rebajando.

 Además, la inflación fue de tan sólo el 0,3% en julio, aunque esta cifra reflejaba en gran medida el descenso de los precios del petróleo, que debería impulsar el gasto de los consumidores.

Pero es importante destacar que la inflación subyacente fue del 0,9%. El euro se ha depreciado un 5% desde comienzos del verano, lo que también ha supuesto un impulso. La mayoría de economistas esperan que el BCE rebaje su previsión de inflación, aunque sólo ligeramente.

Pero pese a todo, quizá el cambio radical de Draghi no debería haber extrañado. En verano, parece haberse desilusionado cada vez más con la configuración institucional de la eurozona, que claramente considera inadecuada para superar los retos económicos que afronta.

En julio, pronunció un duro discurso en el que pedía que se le otorgaran a Bruselas nuevas competencias para supervisar las reformas estructurales en los estados miembros.

Fue un reconocimiento implícito de que teme que las instituciones políticas de algunos países podrían ser demasiado débiles para imponerse a los intereses creados. Este último llamamiento a los gobiernos para que coordinen sus políticas fiscales sigue un patrón similar.

El argumento principal para cualquier unión política es su capacidad para absorber los impactos y diluir los riesgos. Siendo iguales las demás cosas, la unión política debería permitir mantener una mayor deuda con menor coste, incrementando la prosperidad de sus integrantes.

Pero en la eurozona, las demás cosas no son iguales.

Pese a los esfuerzos por mejorar la distribución de los riesgos a través de los nuevos fondos de rescate y la creación de una unión bancaria, cada uno de los miembros tiene menos herramientas a su disposición para absorber los impactos que un estado independiente.

Como no hay una verdadera unión política, la cohesión a largo plazo de la unión monetaria depende en gran medida de que sus miembros se protejan ellos mismos contra los impactos reduciendo su deuda y mejorando la competitividad: dando lugar a lo que el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ha llamado una "unión de estabilidad".

¿Está perdiendo Draghi la fe en la capacidad de la eurozona para sustentar una unión de estabilidad?

Tiene buenos motivos para hacerlo. Recordemos qué ha pasado desde que tomó a los mercados por sorpresa con su discurso de 2012 en el que habló de que se haría "lo que sea necesario" para salvar el euro.

Entonces, el recién elegido presidente francés François Hollande acababa de anunciar su intención de cumplir sus promesas electorales de subir impuestos y rebajar las edades de jubilación que le había exigido el ala izquierdista de su partido. Esto resultó en una destrucción de la confianza, el fin de la recuperación y el aumento del desempleo a un máximo récord del 10,3% en julio.

En enero de este año, Hollande reconoció su error y comenzó las reformas. Pero no terminó de dar el giro total hasta la semana pasada, cuando retiró de sus puestos a los ministros del ala izquierdista contrarios a las reformas. En el proceso se han perdido dos años.

Lo mismo puede decirse de Italia.

En julio de 2012, el primer ministro, Mario Monti, acababa de acordar con el Parlamento suavizar la reforma laboral tras seis duros meses de negociaciones. La experiencia agotó su capital político. Aunque su gobierno continuó a trancas y barrancas otros nueve meses, no intentó aplicar más reformas de calado. Su sucesor, Enrico Letta, pasó nueve infructuosos meses intentando llegar a un acuerdo para reformar la ley electoral mientras la economía del país se estancaba y este año fue sustituido por Matteo Renzi, que también pasó sus cinco primeros meses de mandato buscando sacar adelante la reforma política.

Renzi acaba de anunciar un paquete de reformas económicas. Pero el coste de los dos años que ha perdido Italia ha sido inmenso.

El resultado es que la eurozona apenas está en mejores condiciones para absorber un gran impacto que hace dos años, justo cuando tiene ante sí eventuales grandes choques derivados de las tensiones geopolíticas a lo largo de sus fronteras este y sur.

Los ratios deuda/PIB son mayores que hace dos años, el desempleo en la eurozona se mantiene en niveles similares a los del año pasado y se corre el riesgo de caer en la deflación.
La falta de crecimiento en Alemania, Francia e Italia, las tres mayores economías del bloque, está limitando el crecimiento del conjunto de la eurozona de un modo que no puede contrarrestar ningún crecimiento derivado de las reformas en países como España, Irlanda y Portugal.

El mensaje de Draghi en Jackson Hole es que cree que el reto de crecimiento para la eurozona es ya tan grande que debe actuar más como una unión política tanto en lo referente a la política fiscal como a la monetaria, además de en la supervisión de las reformas estructurales para diluir los riesgos y absorber los impactos.

Eso podría poner al máximo responsable del BCE en colisión con Alemania, que ya está preocupada por la abierta disposición de Draghi a embarcarse en un programa de compra de deuda estatal a gran escala, algo que las autoridades alemanas advierten que será llevado inevitablemente ante el tribunal constitucional.


Hay quien cree que el llamamiento de Draghi a una mayor coordinación de las políticas fiscales nacionales fue una petición más o menos clara a Alemania para que abandone su estrategia de reducción de la deuda y se embarque en un programa de estímulo fiscal, algo a lo que este país se resistirá con total seguridad.

También le podría enfrentar a las instituciones en Bruselas, alarmadas por su uso de la palabra "flexibilidad", muy cargada políticamente, porque consideran que ha adoptado el mismo vocabulario que los Gobiernos francés e italiano, que piden más "flexibilidad" para interpretar las normas fiscales.

Bruselas ya se ha resignado a tener que llegar a un acuerdo con Francia y quizá también Italia sobre sus límites de déficit, quizá utilizando la crisis de Ucrania como excusa. Pero esperan lograr grandes reformas y compromisos de gastos a cambio.

Draghi tendrá la posibilidad de aclarar su postura en su rueda de prensa mensual de esta semana. Pero ha sentado las bases para que vivamos unos meses políticamente turbulentos.


Si se materializa algún otro gran choque, la eurozona tendrá que unirse más o correrá el riesgo de acabar desintegrándose.

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