Mario
Draghi presidente del BCE + Francia + Italia piden una especie de reactivación Keynesiana (emitiendo dinero y
gastando más o para curar al enfermo o para permitir que el agónico viva solo
un tiempo más) si Alemania se opone y colisionan podría ser el fin de la
Eurozona.
Nota del autor del blog:
cuando era funcionario de Italia privatizo la gigantesca empresa de Hidrocarburos de Italia ENI y… y… y…. vendió los activos a Goldman Sachs el banco de los estafadores, hoy el petroleó esta por las nubes. Privatizo casi todo para que así Italia entre a la Eurozona.-luego Goldman Sachs pedía que el petróleo suba a US$200
cuando era funcionario de Italia privatizo la gigantesca empresa de Hidrocarburos de Italia ENI y… y… y…. vendió los activos a Goldman Sachs el banco de los estafadores, hoy el petroleó esta por las nubes. Privatizo casi todo para que así Italia entre a la Eurozona.-luego Goldman Sachs pedía que el petróleo suba a US$200
Goldman Sachs era y es un banco de accionistas judíos , esos capitales
judíos se beneficiaron de la privatización de la riqueza de Italia .
Draghi
tiene ante sí una éra de turbulencias
http://lat.wsj.com/news/articles/SB10001424052970204730204580129851546206686?tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052970204730204580129851546206686.html
Por SIMON NIXON
martes,
2 de septiembre de 2014
13:05 EDT
El
presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi,
junto a la presidenta de la Fed, Janet Yellen. Reuters
¿Qué pretendía Mario Draghi?
Incluso diez
días después del discurso del máximo responsable del Banco Central Europeo en
la reunión anual de gobernadores de bancos centrales en Jackson Hole, nadie lo tiene muy claro: ni los mercados, ni los
responsables de las políticas monetarias en Berlín,
Bruselas y París, ni tampoco muchos de sus colegas.
Para la
mayoría de observadores, su llamamiento a los países para que permitan que la política fiscal desempeñe un mayor papel en el proceso
de sacar a la eurozona de su actual estancamiento fue inesperado.
Al igual que la mayoría de
gobernadores de bancos centrales, Draghi suele evitar hacer comentarios sobre
política fiscal más
allá de hacer hincapié en la necesidad de mantener la credibilidad de las
normas fiscales de la eurozona.
Pero en esta
ocasión daba la impresión de estar pidiendo tiempo muerto a las políticas de
austeridad de la eurozona.
Sorprende
aún más porque este verano no hubo datos
macro que justificaran un cambio tan drástico de tono.
Es cierto
que el crecimiento del segundo trimestre fue menor del esperado y que las
previsiones de crecimiento para este año y el próximo se están rebajando.
Además, la inflación
fue de tan sólo el 0,3% en julio, aunque esta cifra reflejaba en gran
medida el descenso de los precios del petróleo, que debería impulsar el gasto
de los consumidores.
Pero es
importante destacar que la inflación subyacente fue del
0,9%. El euro se ha depreciado un 5% desde comienzos del verano, lo que
también ha supuesto un impulso. La mayoría de economistas esperan que el BCE
rebaje su previsión de inflación, aunque sólo ligeramente.
Pero pese a
todo, quizá el cambio radical de Draghi no debería haber extrañado. En verano,
parece haberse desilusionado cada vez más con la configuración institucional de
la eurozona, que claramente considera inadecuada para superar los retos
económicos que afronta.
En julio, pronunció un duro discurso
en el que pedía que se le otorgaran a Bruselas nuevas competencias para
supervisar las reformas estructurales en los estados miembros.
Fue un
reconocimiento implícito de que teme que las
instituciones políticas de algunos países podrían ser demasiado débiles para
imponerse a los intereses creados. Este último llamamiento a los gobiernos
para que coordinen sus políticas fiscales sigue un patrón similar.
El argumento
principal para cualquier unión política es su capacidad para absorber los
impactos y diluir los riesgos. Siendo iguales las demás cosas, la unión política debería
permitir mantener una mayor deuda con menor coste, incrementando la
prosperidad de sus integrantes.
Pero en la
eurozona, las demás cosas no son iguales.
Pese a los
esfuerzos por mejorar la distribución de los riesgos a través de los nuevos
fondos de rescate y la creación de una unión bancaria, cada uno de los miembros
tiene menos herramientas a su disposición para absorber los impactos que un
estado independiente.
Como no hay una verdadera unión
política, la
cohesión a largo plazo de la unión monetaria depende en gran medida de que sus
miembros se protejan ellos mismos contra los impactos reduciendo su deuda y
mejorando la competitividad: dando lugar a lo que el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ha llamado una "unión de
estabilidad".
¿Está perdiendo Draghi la fe en la capacidad
de la eurozona para sustentar una unión de estabilidad?
Tiene buenos
motivos para hacerlo. Recordemos qué ha pasado desde que tomó a los mercados
por sorpresa con su discurso de 2012 en el que habló de que se haría "lo que sea necesario" para salvar el euro.
Entonces, el
recién elegido presidente francés François Hollande
acababa de anunciar su intención de cumplir sus promesas electorales de subir
impuestos y rebajar las edades de jubilación que le había exigido el ala
izquierdista de su partido. Esto resultó en una destrucción de la confianza, el
fin de la recuperación y el aumento del desempleo a un
máximo récord del 10,3% en julio.
En enero de
este año, Hollande reconoció su error y comenzó las reformas. Pero no terminó
de dar el giro total hasta la semana pasada, cuando retiró de sus puestos a los
ministros del ala izquierdista contrarios a las reformas. En el proceso se han
perdido dos años.
Lo mismo puede decirse de Italia.
En julio de
2012, el primer ministro, Mario Monti, acababa
de acordar con el Parlamento suavizar la reforma laboral tras seis duros meses
de negociaciones. La experiencia agotó su capital político. Aunque su gobierno
continuó a trancas y barrancas otros nueve meses, no intentó aplicar más
reformas de calado. Su sucesor, Enrico Letta,
pasó nueve infructuosos meses intentando llegar a un acuerdo para reformar la
ley electoral mientras la economía del país se estancaba y este año fue sustituido por Matteo Renzi, que también pasó sus
cinco primeros meses de mandato buscando sacar adelante la reforma política.
Renzi
acaba de anunciar un paquete de reformas económicas. Pero el coste de los dos años que
ha perdido Italia ha sido inmenso.
El resultado
es que la eurozona apenas está en mejores condiciones para absorber un gran
impacto que hace dos años, justo cuando tiene ante sí eventuales grandes
choques derivados de las tensiones geopolíticas a lo largo de sus fronteras
este y sur.
Los ratios deuda/PIB
son mayores que hace dos años, el desempleo en la eurozona se mantiene en niveles
similares a los del año pasado y se corre el riesgo de caer en la deflación.
La falta de crecimiento en Alemania, Francia e Italia, las tres mayores economías del
bloque, está limitando el crecimiento del conjunto de la eurozona de un modo
que no puede contrarrestar ningún crecimiento derivado de las reformas en
países como España, Irlanda y Portugal.
El mensaje
de Draghi en Jackson Hole es que cree que el reto de crecimiento para la
eurozona es ya tan grande que debe actuar más como una unión política tanto en
lo referente a la política fiscal como a la monetaria, además de en la
supervisión de las reformas estructurales para diluir los riesgos y absorber
los impactos.
Eso
podría poner al máximo responsable del BCE en colisión con Alemania, que ya está preocupada por la
abierta disposición de Draghi a embarcarse en un programa de compra de deuda estatal a gran escala, algo que las
autoridades alemanas advierten que será llevado inevitablemente ante el tribunal constitucional.
Hay quien
cree que el llamamiento de Draghi a una mayor coordinación de las políticas
fiscales nacionales fue una petición más
o menos clara a Alemania para que abandone su estrategia de reducción de la
deuda y se embarque en un programa de estímulo fiscal, algo a lo que este
país se resistirá con total seguridad.
También le
podría enfrentar a las instituciones en Bruselas,
alarmadas por su uso de la palabra "flexibilidad", muy cargada
políticamente, porque consideran que ha adoptado el mismo vocabulario que los Gobiernos francés e italiano, que piden más
"flexibilidad" para interpretar las normas fiscales.
Bruselas ya se ha resignado a tener que
llegar a un acuerdo con Francia y quizá también Italia
sobre sus límites de déficit, quizá utilizando la crisis de Ucrania como excusa. Pero esperan lograr grandes
reformas y compromisos de gastos a cambio.
Draghi
tendrá la posibilidad de aclarar su postura en su rueda de prensa mensual de
esta semana. Pero ha sentado las bases para que vivamos unos meses políticamente turbulentos.
Si se
materializa algún otro gran choque, la eurozona tendrá
que unirse más o correrá el riesgo de acabar desintegrándose.
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