Hacia
un nuevo desorden mundial
http://elpais.com/elpais/2014/09/24/opinion/1411554705_054704.html
Henry
Kissinger sostiene que
el deterioro del liderazgo de Estados Unidos dividirá el planeta en esferas
regionales de influencia. Pero falta saber cómo evolucionará China y cuál será el papel de
India y Alemania
IAN
BREMMER
26
SEP 2014 - 00:00 CEST
EDUARDO
ESTRADA
En su nuevo
libro, el exsecretario de Estado Henry Kissinger
afirma que “el caos amenaza” el orden mundial “junto a una interdependencia sin
precedentes” entre países. Tiene toda la razón. La globalización de la
economía mundial ha ido acompañada de amenazas que traspasan las fronteras: “La
propagación de las armas de destrucción masiva, la desintegración de Estados,
las consecuencias de la destrucción medioambiental, la persistencia de
conductas genocidas y la difusión de las nuevas tecnologías”.
Sin embargo,
al tiempo que la prosperidad y los problemas mundiales están cada vez más
entrelazados, aumentan también los conflictos
geopolíticos entre naciones-estado tradicionales.
El principal
motor de toda esa volatilidad es el
deterioro del orden mundial encabezado por Estados Unidos, lo que llamo el G-cero, la idea de que vivimos un vacío de poder
creciente en el mundo, sin que ningún país ni grupo de países pueda llenarlo a
corto plazo.
Estados
Unidos tiene cada vez menos voluntad y menos poder de influencia, precisamente cuando más importante
es un liderazgo internacional.
Ya no tiene la excepcional capacidad
para organizar la agenda y las instituciones mundiales que tenía, y no existe ninguna estrategia eficaz para intentar recuperarlo.
Esa circunstancia
refuerza y conecta los conflictos geopolíticos que parecen surgir hoy en todas
partes, como en el Mar del Sur de China, Ucrania, Irak
y Siria.
Si no abordamos esos problemas, ¿qué
ocurrirá en este mundo desordenado?
Kissinger
imagina algo que en definitiva
es realpolitik, pero a escala regional, en vez de mundial. Vivimos en un mundo
de regiones, en el que distintos países
tienen distintas esferas de influencia, a veces contrapuestas y a veces no.
Es una
perspectiva completamente verosímil y, a juzgar por los hechos recientes,
parece que nos encaminamos en esa dirección.
Será un mundo de vencedores y
vencidos, en el que unas regiones mantendrán el orden y la
estabilidad mejor que otras.
Al hemisferio occidental no le iría
mal, dado su aislamiento de las zonas geopolíticas más calientes.
Para
Eurasia y Oriente Próximo, el futuro está más lleno de conflictos, en un mundo sin normas ni
árbitros comunes.
La
zona de más incertidumbre es Asia, con el máximo potencial pero con la posibilidad de sufrir los conflictos más graves.
…………………………………..
Ahora bien, debemos poner en duda una
hipótesis fundamental en la que se basa la predicción de Kissinger:
¿tiene sentido
olvidarse de la dimensión global?
Es razonable
pensar que el orden mundial va a dividirse en esferas regionales de influencia.
Si tuviera que definirme, seguramente estaría de acuerdo, pero sin poner la
mano en el fuego. Sobre todo, por la enorme incertidumbre que envuelve el
futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China.
La zona asiática es la de máximo potencial,
pero también la que puede sufrir conflictos graves
Independientemente
de lo que ocurra en los próximos años, está claro que Estados Unidos y China seguirán siendo durante bastante tiempo las dos
potencias de mayor tamaño e influencia.
Son los dos
países que más peso económico tienen en el mundo; en el futuro tendrán también
seguramente el mayor peso cultural, político
y ciberbélico (para no hablar del poder militar convencional). El libro
anterior de Kissinger, On China, demuestra que es muy consciente de la enorme y
creciente influencia del país asiático. En mi opinión, hay dos posibles
situaciones que impedirían la existencia de un mundo de regiones: que las
relaciones entre Estados Unidos y China mejoren de
manera radical, o que se estropeen del todo.
Si los dos
gigantes logran empezar a coordinarse ante muchas de las crisis
internacionales, la fragmentación del mundo en regiones de influencia que
predice Kissinger no se produciría.
La entente EE UU-China podría alimentar una estructura organizativa
de carácter global.
En el caso opuesto, el antagonismo entre los dos podría
agudizarse tanto que las diversas esferas de influencia en el mundo acabaran
por repartirse entre dos opciones radicalmente contrarias que obligarían a muchos países a elegir. Esa
situación sería mucho más conflictiva y tendría ramificaciones geopolíticas de
guerra fría.
China no
está preparada aún para inclinarse hacia un lado u otro: sigue considerándose
un país pobre y está emprendiendo una transformación económica histórica.
Pero esa transformación, tenga éxito
o no, cambiará el papel de China en el mundo, y, si bien tendrá profundas repercusiones en el
ámbito geopolítico de China, que es Asia, serán más amplios los interrogantes,
aún sin respuesta, sobre si el resultado podría ser un verdadero Nuevo Orden
Mundial.
¿Qué lugar le corresponde a India en ese futuro?
En muchos
sentidos, a India le interesa que las
predicciones de Kissinger, aunque pesimistas, resulten ciertas.
India es el
típico elemento de equilibrio regional; le beneficia un mundo que no tenga un
marco global restrictivo.
En un mundo
de regiones, India puede diversificar y proteger sus intereses estableciendo
múltiples pactos y fomentando unas sólidas relaciones de trabajo entre los
países occidentales, los grandes mercados emergentes y otros países de la zona.
En una situación de posible conflicto entre
Estados Unidos y China, a India le sería difícil elegir entre la
proximidad y la importancia económica de China y los valores y el sistema de
gobierno de Estados Unidos.
Incluso en un orden de colaboración entre los dos,
India podría salir perjudicada, porque China tendría una influencia
desproporcionada en Asia.
A medida que
los dos países más poblados del planeta sigan creciendo, aumentarán las disputas por los recursos naturales, el agua y los
alimentos. India podría ser víctima de acuerdos entre Estados Unidos y
China que implicaran concesiones norteamericanas a cambio del apoyo chino en
las cuestiones mundiales más acuciantes.
Una UE encabezada por Berlín podría cambiar por completo la orientación de Europa
Hay otros
dos ámbitos en los que tampoco estoy totalmente de acuerdo con las afirmaciones
de Kissinger.
He explicado
cómo podríamos ver un orden global en vez de regional. Por otro lado, podría
ocurrir que las instituciones de gobierno se descompusieran en estructuras
incluso por debajo del nivel regional. Con peligros todavía presentes y sin una coordinación mundial para afrontarlos, los atentados
terroristas, la guerra cibernética, las epidemias y las consecuencias del
rápido cambio climático —con unos Gobiernos sin la capacidad ni la
coordinación necesarias para reaccionar— podrían minar las estructuras regionales
e incluso nacionales. Es lo que ya está sucediendo en Irak,
Libia, Yemen y Afganistán (para no hablar de los países de África
occidental asolados por el ébola). ¿Se extenderá esa tendencia durante los
próximos decenios? Es posible, sobre todo si aumentan el vacío de liderazgo
global y las desigualdades entre ricos y pobres.
En segundo
lugar, Kissinger se muestra resignado ante la idea de que Europa no es capaz de
cambiar de verdad. Cree que se ha propuesto “sobrepasar el Estado” con un
proyecto supranacional y que eso “provoca un vacío interno de autoridad y un
desequilibrio de poder en sus fronteras”.
Kissinger
insiste todavía en su famosa afirmación de que Europa “no tiene una dirección” ni un número de teléfono al que llamar.
Aunque sigue
siendo verdad, la Alemania de Merkel ofrece muchos argumentos para ser la que
atienda la llamada. En un orden mundial más disfuncional y volátil, las
peticiones de que Alemania asuma el liderazgo se multiplicarán. De aquí a un tiempo, una UE encabezada por
Alemania podría cambiar por completo la orientación de Europa, quizá para
reforzar la relación transatlántica o quizá para debilitarla y acercarse mucho
más a China.
Kissinger
acierta al describir la evolución del orden mundial y cómo está hoy descomponiéndose. Sus predicciones indican lo que es más
probable que suceda. Pero, con la tremenda volatilidad geopolítica que se
cierne en el horizonte, sospecho que no vamos a tener la certeza que a él le
gustaría.
Ian
Bremmer es presidente
del Eurasia Group y profesor de investigaciones
globales en la New York University. Pueden
seguirle en Twitter en @ianbremmer o @eurasiagroup.
Traducción
de María Luisa Rodríguez Tapia
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