The
Economist: “Fiebre en alza”
http://gestion.pe/tecnologia/the-economist-fiebre-alza-2089623
Jueves, 20 de febrero del 2014
TECNOLOGÍA07:55
Hay razones
para creer que el reciente boom biotecnológico no terminará en otra decepción.
La
expectativa era evidente entre los inversionistas y ejecutivos asistentes a la
conferencia de Biotechnology Industry Organization
(Organización de la Industria Biotecnológica), celebrada la semana pasada en Nueva York.
Es que la
semana previa ocho empresas del sector lanzaron sendas ofertas públicas
iniciales en Estados Unidos y lograron levantar más de US$ 500 millones.
Durante el
evento, el prominente inversionista Oleg Nodelman
bromeó que todavía tenía maletines llenos de dinero en efectivo por si alguna
empresa los quería.
Lo hizo
durante un panel de discusión en el que se analizó la posibilidad de que el
reciente boom en el sector sea duradero.
La
biotecnología consiste en la creación de medicinas y otros productos útiles
haciendo uso de la “caja de herramientas de la naturaleza” —es decir, adaptando
o aprovechando procesos que desarrollan los organismos vivos—.
Por ejemplo,
Argos Therapeutics, una de las empresas que
levantó capital fresco, trabaja en lograr que los sistemas inmunológicos
combatan el cáncer de riñón o la infección
por VIH.
El sector ha
pasado por ciclos de auges y caídas desde su aparición en la década de 1970.
El año
pasado, más empresas se enrolaron en el mercado bursátil estadounidense que en
cualquier otro periodo desde el 2000.
En los
últimos doce meses, el índice S&P 500 creció 20%,
pero la cotización de las acciones
biotecnológicas aumentó en casi tres veces ese porcentaje.
Una de las
principales causas de este nuevo boom fue que los inversionistas, llenos del
dinero que hicieron con las firmas de Internet, se entusiasmaron con el Proyecto Genoma Humano y se
esperanzaron en que este esfuerzo orientado a trazar el código genético
completo del homo sapiens generaría la proliferación de nuevos y rentables
tratamientos.
Pero el
florecimiento de la biotecnología está tomándose su tiempo, pues la biología es
compleja y las medicinas tienen el hábito de ser demasiado tóxicas o no
funcionar como deberían. Boston Consulting Group
estima que el 90% del dinero gastado en investigar nuevas medicinas termina en
unas que no sirven.
Y si se
obtiene una que funcione, la empresa debe ganarse el favor de los más estrictos
reguladores y convencer a gobiernos, aseguradoras y pacientes de que su
medicina vale lo que están pagando por ella.
Claro que si
se superan esos obstáculos, los retornos pueden ser fabulosos. El veterano
inversionista Stelios Papadopoulos sostiene que
mucha de la reciente alza en las cotizaciones de las biotecnológicas no se debe
a la especulación sino a que el sector está comenzando a producir tratamientos
prometedores.
Por ejemplo,
la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados
Unidos (FDA) aprobó en diciembre una medicina para tratar la hepatitis C y este año podría
reportarle a su productora, Gilead, ingresos por más de US$ 3,000 millones.
También se
espera que Biogen Idec gane más de US$ 1,000
anuales por una píldora para la esclerosis
múltiple —que la FDA aprobó el año pasado— y sus acciones crecieron cerca
de 90% en el 2013.
La pregunta
es si estos éxitos son excepciones o señales de otras victorias venideras.
Hay varias
razones para tener la esperanza de que incluso si el actual frenesí bursátil es
pasajero, las empresas biotecnológicas continuarán prosperando.
En primer lugar, muchas firmas pequeñas se
han convertido en los motores de investigación de las grandes, que tienen más
experiencia en las pruebas clínicas finales, que son más costosas, así como en
introducir las medicinas en el mercado y comercializarlas.
Segundo, y más importante, las empresas están
por fin recogiendo las recompensas de estudiar el genoma humano. A medida que
los científicos encuentran las causas genéticas subyacentes de una enfermedad,
abren nuevas rutas para desarrollar tratamientos.
Y estos
avances están haciendo que las pruebas clínicas sean menos costosas, lo que
hace que valga la pena investigar enfermedades raras y otras que hasta ahora
son difíciles de tratar.
Aprendiendo de los errores
Los
inversionistas de largo plazo que respaldan la biotecnología están intentando
evitar los errores que cometieron en el pasado. Por ejemplo, Index Ventures, basada en Ginebra
(Suiza), no otorga dinero para la construcción de laboratorios lujosos,
sino que junta a equipos pequeños de científicos y ejecutivos para que
supervisen la investigación en nuevas líneas de medicamentos con potencial, y
tercerizan el grueso del trabajo a contratistas externos.
Este esquema
hace que los costos sean más predecibles y facilita la interrupción de un
proyecto si no muestra buenas perspectivas.
Si bien hay
razones para el optimismo, no existe garantía de que el actual boom perdurará.
En estos
tiempos de claridad es tentador olvidar los días oscuros que las compañías
tuvieron que soportar.
También es
incierto que las aseguradoras y los gobiernos continúen pagando altos precios a
las empresas biotecnológicas —cada terapia por paciente de un tratamiento para
la fibrosis quística comercializado por Vertex
cuesta nada menos que US$ 294,000—.
La pregunta
más importante es si la investigación se ha vuelto efectivamente más
productiva.
Más del 80%
de los encuestados recientemente por Mark Schoenebaum,
analista de ISI Group, dice que sí.
Pero el
propio Schoenebaum no está convencido. “No
estoy diciendo que no haya ocurrido, pero no he sido totalmente persuadido”,
explica y añade que aún no se dispone de información estadística que permita
alcanzar conclusiones definitivas.
Y a pesar de
todos los avances en el estudio del genoma y la mayor sofisticación que han
alcanzado las empresas biotecnológicas y sus inversionistas, todavía hay “mucha
suerte involucrada en investigación y desarrollo”.
Traducido
para Gestión por Antonio Yonz Martínez
©
The Economist Newspaper Ltd,
London, 2014
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