Italia:
Arde Roma, y retorna la inestabilidad política
y económica / Bruselas ve peligrar esa quietud engañosa de los últimos tiempos. Extraído
del diario El País.
Bruselas
reclama reformas a Roma.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/13/actualidad/1392324076_022867.html
La UE ve peligrar la estabilidad
económica italiana de los últimos tiempos
CLAUDI PÉREZ Bruselas 13
FEB 2014 - 21:41 CET16
El primer
ministro italiano, Enrico Letta, en octubre
pasado. / G. C. (GETTY IMAGES)
Aquel ex
cantante de cruceros que era Silvio Berlusconi
juró y perjuró ante el mismísimo BCE que haría
reformas en uno de los momentos álgidos de la crisis; pasado el susto, no hizo nada.
Su sucesor,
el profesor Mario Monti, ungido por los socios
europeos para sacar a Italia del marasmo, puso las cuentas públicas más o menos
en orden pero tampoco aprobó medidas de calado.
La
socialdemocracia sigue
por esa senda: el primer ministro Enrico Letta
no consiguió aprobar la reforma de la ley electoral y tampoco ha sacado
adelante nada realmente sustancioso.
La izquierda italiana se suicidó este jueves,
con un Matteo Renzi llevando al precipicio a
Letta para dejar paso a una “nueva fase”, “a un programa radical de reformas”.
Reformas:
esa es la palabra mágica, mil veces prometida; también desde Bruselas el vicepresidente
Olli Rehn explicaba esta semana que Italia “debe
poner en marcha de una vez por todas reformas serias”. Ahora, las cosas
se complican.
Más allá de
ese ensalmo de las reformas invocado para acabar con una década larga de
estancamiento, Bruselas teme que el lío político en Italia desempolve una crisis europea
que los más optimistas daban por zanjada.
El euro ha
entrado en una fase de tranquilidad.
No hay
crecimiento, pero tampoco jaleo en los mercados;
No mejora el paro, aunque tampoco hay algaradas
en las calles;
No se ve la salida del túnel, pero al menos se
ha esfumado esa agonía apocalíptica de antaño.
En fin, calma chicha (o puede que estado de
negación) que sabe a gloria tras varios años de ir y venir del abismo, y ante
la perspectiva de las elecciones de mayo. “Hay
una posibilidad de que todo eso pueda volver a estar en peligro”,
apuntan fuentes diplomáticas.
Italia no es fácil de resumir; así suele
ocurrir con las cosas interesantes. Sigue siendo el país del diseño, del
estilo, de las firmas mundiales de lujo, un lugar con regiones inmensamente
ricas, cargado de brillo y energía.
Pero a la
vez el PIB italiano es hoy inferior al
de hace 10 años.
Su
competitividad no ha resistido el embate de la competencia global.
Casi ningún
otro país tiene un historial reciente tan estropeado; según el FMI, la última década italiana es un desastre
solo comparable al de Zimbabue y Portugal.
Y, a la vez, Italia no sufrió burbujas inmobiliarias, su déficit está en torno
al 3% del PIB y el paro se mantiene en un admirable (desde la perspectiva
española) 13%. Aunque ese largo estancamiento ha dejado secuelas: la banca
italiana está en el punto de mira de los mercados y la
deuda pública asciende al 130% del PIB. Las dudas están ahí.
Con ese mar
de fondo y anticipando lo que venía, Letta —un pata negra de Bruselas, como
Monti— hizo el miércoles un movimiento a la desesperada. Anunció un paquete de
reformas dotado de un fuerte perfil europeo: pidió un cambio en las reglas de
déficit público, que a pesar de las sucesivas flexibilizaciones de la Comisión han funcionado como una especie de corsé
durante la crisis.
Roma asumirá la presidencia rotatoria de la UE
en julio, y Letta pretendía dar entonces un volantazo (con escasa probabilidad
de éxito) para dotar de reglas fiscales más generosas a la eurozona, junto con
otras medidas polémicas para un socialdemócrata, como el contrato único. El
ataque de Renzi ha impedido ver hasta qué punto esta vez iba en serio, y abre
un horizonte peligroso por el flanco
de la estabilidad política.
Renzi, además, está menos
comprometido con Letta para con el proyecto europeo, algo que en los círculos de
Bruselas se ve con suspicacia ante la cercanía de los comicios.
“Italia necesita lo que
no han sabido darle sus últimos líderes: un programa reformista ambicioso y a
la vez políticamente aceptable por los sectores más reacios al cambio”, explicaban fuentes europeas minutos
antes de consumarse el petardazo.
Necesita eso
y, probablemente, otra política económica europea, con estímulos desde el centro
y con una unión bancaria más ambiciosa de la que se perfila. Pero ni Alemania
está por la labor ni Italia ha hecho demasiado al respecto, salvo algún intento
de Monti al principio.
La estrategia de Roma ha consistido en no aparecer en los radares de
los mercados;
en usar
todo tipo de tácticas de distracción para esconderse detrás de otros países con
problemas.
Un ejemplo:
Italia envió a Bruselas un
presupuesto bien armado para 2014, con el objetivo de pasar el examen de la Comisión; una vez pasado el peligro, acordó un paquete
complementario de 400 millones.
Otro: Letta
descartó la creación de un banco malo con el peregrino argumento de que podría
despertar recelos en el mercado. Prefirió armar una operación extraña para
regalar 3.500 millones a sus bancos (a través de una ampliación de capital del
Banco de Italia), ante la sospecha de que sufrirán en el examen del BCE.
De cara a los socios, los italianos
son únicos maquillando sus crisis. Pero todo Aquiles tiene su talón: la falta de energía de
Letta para imponer reformas o la ambición de Renzi —tanto monta— abocan a
Italia a su enésima crisis política, que se superpone a
una crisis económica de baja intensidad pero tan prolongada que hace
pensar en nuevos incendios. Arde Roma, y
Bruselas ve peligrar esa quietud engañosa de los últimos tiempos.
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