El trauma de la isla del tesoro
http://economia.elpais.com/economia/2013/03/22/actualidad/1363980589_009295.html
PAUL
KRUGMAN
24
MAR 2013 - 00:00 CET42
Hace un par de años, el periodista Nicholas Shaxson publicó un libro fascinante y
descorazonador titulado Treasure Islands (islas del tesoro), en el que
explicaba la manera en que los paraísos fiscales
internacionales —que también son, como el autor señalaba,
“jurisdicciones con secreto bancario” en las que muchas reglas no se aplican— debilitan las economías en todo el mundo.
No
solo escamotean los ingresos a unos Gobiernos escasos de dinero y facilitan la
corrupción, sino que distorsionan el movimiento de capital, lo que contribuye a
alimentar crisis financieras cada vez más grandes.
Sin embargo, una cuestión en la que Shaxson no profundiza
demasiado es qué pasa cuando una jurisdicción con secreto bancario entra en
quiebra. Esa es la historia de Chipre en estos momentos. Independientemente de
cuál sea el desenlace para el propio Chipre (pista: seguramente no va a ser
feliz), el lío de Chipre muestra hasta qué punto sigue sin reformarse el
sistema bancario mundial, casi cinco años después de que comenzara la crisis
financiera mundial.
En cuanto a Chipre: puede que se pregunten por qué le
importa a alguien un pequeño país con una economía no mucho mayor que la del
Scranton metropolitano, en Pensilvania. Sin embargo, Chipre es un miembro de la eurozona, de modo que los acontecimientos
que tienen lugar ahí pueden provocar el contagio (por ejemplo, pánicos
bancarios) en países más grandes. Y
hay otra cosa más: aunque la economía chipriota sea diminuta, Chipre es un
actor financiero sorprendentemente importante, con un sector bancario cuatro o cinco veces más grande de lo que se podría
esperar si se tiene en cuenta el tamaño de su economía.
¿Por
qué son los bancos chipriotas tan grandes?
Porque el país es un paraíso fiscal en el que las
corporaciones y los extranjeros acaudalados ponen su dinero a buen recaudo.
Oficialmente, el 37% de los depósitos en los
bancos chipriotas proceden de no residentes; la cifra verdadera, una vez que se
contabiliza a los expatriados ricos y a las personas que son residentes en
Chipre solo de nombre, seguramente es mucho más elevada. Básicamente, Chipre es
un lugar en el que la gente —sobre todo, pero no solo, los rusos— oculta su
riqueza tanto a los recaudadores de impuestos como a los reguladores.
Independientemente del lustre que queramos darle, es básicamente una cuestión
de blanqueo de dinero.
Los ricos siguen utilizando libremente los paraísos
fiscales para evitar pagar impuestos como la gente de a pie
Y lo cierto es que gran parte de la riqueza nunca se
movió; solo se volvió invisible. Sobre el papel, por ejemplo, Chipre se
convirtió en un enorme inversor en Rusia, mucho mayor que Alemania, cuya
economía es cientos de veces mayor. Naturalmente, esto no era en realidad más
que “viajes de ida y vuelta” para los rusos que utilizaban la isla como refugio
fiscal.
Desgraciadamente para los chipriotas, entró suficiente
dinero de verdad para financiar algunas inversiones realmente malas, ya que sus bancos adquirieron deuda griega y
concedieron préstamos para una inmensa burbuja inmobiliaria. Antes o
después, las cosas estaban abocadas a salir mal. Y así ha sido.
¿Y
ahora qué?
Hay un fuerte paralelismo entre la situación en Chipre en estos momentos y la de Islandia
(una economía de tamaño similar) hace unos años.
Al igual que Chipre ahora, Islandia tenía un sector
bancario enorme, inflado por los depósitos extranjeros, que era sencillamente
demasiado grande para ser rescatado. La respuesta de Islandia fue básicamente
dejar que quebraran los bancos y aniquilar a esos inversores extranjeros, a la
vez que se protegía a los depositantes nacionales; y los resultados no fueron
demasiado malos. De hecho, Islandia, con una tasa de desempleo bastante
inferior a la de la mayor parte de Europa, ha capeado la crisis
sorprendentemente bien.
Desdichadamente, la respuesta de Chipre a su crisis ha sido un absoluto
desastre. Esto refleja, en parte, el hecho de que ya no tiene su propia divisa,
lo que le hace depender de los responsables de tomar las decisiones en Bruselas
y en Berlín, los cuales no han estado dispuestos a dejar que los bancos
quiebren abiertamente.
Pero también refleja las pocas ganas del propio Chipre
para aceptar el final de su negocio de blanqueo de dinero; sus líderes todavía
están tratando de limitar las pérdidas para los depositantes extranjeros con la
vana esperanza de que pueda reanudarse la normalidad, y estaban tan ansiosos
por proteger a las grandes fortunas que han intentado limitar las pérdidas de
los extranjeros expropiando a los pequeños depositantes nacionales. Al final,
sin embargo, los chipriotas de a pie han manifestado su indignación, el plan ha
sido rechazado y, a estas alturas, nadie sabe qué pasará.
Yo supongo que, al final, Chipre adoptará una solución
parecida a la islandesa, pero a menos que acabe viéndose obligado a abandonar
el euro en los próximos días —una posibilidad real— es posible que primero
pierda mucho tiempo y dinero en medias tintas para evitar enfrentarse a la
realidad al tiempo que incurre en deudas enormes con países más ricos. Ya
veremos.
Pero detengámonos un minuto para pensar en el increíble
hecho de que los refugios fiscales como Chipre, las islas Caimán y muchos más
sigan funcionando más o menos igual que antes de la crisis financiera mundial.
Todo el mundo ha visto el daño que los banqueros fuera de control pueden
infligir, pero así y todo, gran parte del negocio financiero mundial sigue
canalizándose a través de jurisdicciones que permiten a los banqueros esquivar
hasta las normativas más suaves que hemos establecido.
Todo el mundo se lamenta por los déficits
presupuestarios, pero a pesar de ello, las sociedades anónimas y los ricos
siguen utilizando libremente los paraísos fiscales para evitar pagar impuestos
como la gente de a pie.
Así que no lloren por Chipre; lloren por todos nosotros,
que vivimos en un mundo cuyos líderes parecen decididos a no aprender de los
desastres.
Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de 2008
© New York Times Service 2013
Traducción de News Clips
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