EEUU
en camino a la hiperinflación si la fe
en el dólar se desvanece antes de los próximos 5 años
Nota del autor del blog : esa desconfianza
ya ha comenzado hace algunos años y se acentúa a medida que la deuda de EEUU en
lugar de disminuir aumenta cada vez mas y mas y EEUU paga sus deudas con dinero sin respaldo
como si fueran dólares falsos; si los dólares
que están en todo el mundo dando vueltas como esos (billones en poder de las
chinos) regresaran mañana mismo entonces EEUU entraría en hiperinflación al día
siguiente y no esperar al 2050 cuando según las proyecciones tenga un déficit fiscal
del 21%.pero invertir en oro es riesgoso pues es muy volátil además que el oro
se puede fabricar por reacciones nucleares de otros elementos de menor número atómico.
Digamos podrían meterle un rayo beta (un electrón al núcleo del mercurio o una
suma de neutrones a otros elementos menos pesados) no habría problema de radiactividad pues todos los
isotopos del oro son inestables y decaen rápidamente excepto uno .
La
fe mundial en el dólar no es inquebrantable
http://online.wsj.com/article/SB10001424052702304176904579113211601313796.html?mod=WSJS_inicio_LeftTop
SPANISH October
7, 2013, 5:18 p.m. ET
la figurita la saque de http://www.larouchepub.com/spanish/other_articles/2013/0218_hyperinflation.html
Por MICHAEL J. CASEY
Escondido al
pie de un comunicado de Fitch Ratings en
respuesta a la paralización del gobierno de Estados Unidos, una sola línea
captó la magnitud de lo que está en juego en la lucha presupuestaria interna de
Washington.
Preocupado
de que "la confianza del inversionista en la plena fe y crédito de EE.UU.
se vería socavada" si el Congreso no eleva el límite de
endeudamiento gubernamental "en forma oportuna", Fitch
señaló que esta "'fe' es un sostén clave del papel del dólar
estadounidense como moneda de reserva mundial, y la razón por la cual la
calificación 'AAA' de EE.UU. puede tolerar un
nivel de deuda pública sustancialmente más alto que otros países con
'AAA'".
De manera
apropiada, la palabra "fe" se escribió entre comillas. El término
capta la realidad de que el ingrediente más importante de nuestro sistema
financiero mundial es efímero. Es un
estado mental: difícil de medir y complicado de explicar. También funciona
en ambos sentidos: los inversionistas necesitan la "fe" de EE.UU.,
mientras que EE.UU. necesita la "confianza" de los inversionistas
extranjeros. Y como sugiere Fitch, la
permanencia de este estado mental recíproco no está garantizada.
La sabiduría
popular dice que si la paralización gubernamental se transforma en una lucha
sobre el límite de endeudamiento y llegamos al plazo estimado del 17 de octubre sin que el Congreso eleve ese límite,
los inversionistas -nerviosos- se comportarán igual que durante una disputa
similar en 2011, y comprarán notas y
bonos del Tesoro. La lógica de esta respuesta contradictoria es que, en un sistema financiero mundial centrado
en el dólar, los activos que hay que tener durante una crisis son los más
líquidos y confiables que haya; y eso significa los títulos del Tesoro, el
mismo instrumento que ahora está en riesgo de cesación de pagos.
Pero es muy
fácil imaginar que esta confianza en los títulos del Tesoro -y, en general, en
el dólar- se agote en algún punto. Claro, el temor de que China pierda confianza en el compromiso de EE.UU. de
pagar el US$1 billón en títulos del Tesoro que
tiene el gobierno chino -una idea que cobró fuerza en los años posteriores a la
crisis- ha resultado ser exagerado. Pero eso no significa que el banco central
chino y otros enormes inversionistas en el dólar no se cuestionen de vez en
cuando si el dólar merece mantener indefinidamente su papel de moneda de
reserva, especialmente cuando la Oficina de Presupuesto
del Congreso publica una alarmante proyección de "un escenario fiscal alternativo", bajo el cual el déficit podría
alcanzar 21% del producto interno bruto en 2050.
En efecto,
la rapidez con que China está abriendo su cuenta de capital e
internacionalizando el yuan tiene como fin convertir su moneda en rival del
dólar.
A todo esto
se suma el comportamiento de los legisladores estadounidenses. Esta disfunción
es precisamente el tipo de preocupación que pone a prueba la fe del
inversionista.
Desde que Richard Nixon desvinculó al dólar del oro, el valor de
la moneda estadounidense se ha basado en nada más que la fe y la lógica circular. La gente confía en el dólar
porque confía en que el propio gobierno de EE.UU. pagará sus deudas y protegerá
el valor de su moneda.
Pero esto no
es un estado estático.
La percepción de la gente cambia con
el tiempo.
Los
inversionistas sopesarán su fe ante cualquier evidencia que se presente.
En el lado
positivo está el hecho de que el gobierno de EE.UU. nunca ha incumplido el pago
de su deuda. Y si el Congreso no considerara la disparatada
medida de impedir que el Tesoro emita más deuda con la cual financiar
sus obligaciones existentes, no habría razón para que esto cambie pronto, al
menos en el sentido puro y técnico de un pago incumplido.
El verdadero
temor es que si las posturas partidistas impiden un acuerdo para recortar el
gasto y elevar los impuestos con el fin de contener la creciente deuda
estadounidense por el programa Medicare y la Seguridad
Social, entonces el problema de la deuda se solucionará a través de la inflación.
Eso destruiría el dólar y sería una cesación de pagos de facto ante los inversionistas extranjeros, que perderían
dinero a través del tipo de cambio.
Cualquier
inversionista que realmente tema esto no esperará a que suceda. Y si varios
comienzan a moverse, podrían generar una profecía autocumplida que causaría la
tan temida crisis del dólar.
Eso podría
parecer un poco exagerado en este momento.
De hecho, el
dólar se ve beneficiado actualmente por comparaciones favorables. EE.UU. está
menos afectado por deudas y barreras estructurales al crecimiento que sus
contrapartes europeos.
En tanto,
los mercados emergentes están alcanzando los límites de su otrora rápido
crecimiento. Sobre una base relativa, el dólar se ve bien.
Pero tal
como descubrieron el año pasado los países miembros de la zona euro, los
inversionistas pueden perder rápidamente la confianza en el sistema político de
un país, en su capacidad de adaptarse a los cambios y crear estructuras
estables para construir el futuro. Si Washington se mantiene en esta senda,
también podría ser víctima de una pérdida de "fe". Y eso desestabilizaría
todo el sistema financiero mundial.
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