Análisis:
¿A Dilma y Lula les ha nacido un hijo rebelde? extraído del diario Elpais
La crisis política
económica social de Brasil contada de forma amena.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/19/actualidad/1371600999_885375.html
JUAN ARIAS 19 JUN 2013 - 02:16 CET131
Dilma
se ha encontrado con el expresidente Lula, en São Paulo después del estallido
de protestas en la calle.
Cualquier
periodista hubiese dado lo que fuera por asistir a lo que los dos se habrán
dicho en este momento en que el país está en llamas.
Ambos han sido los protagonistas de una década
de Gobierno en la que Brasil se impuso como un país con voluntad de cambio
real, sobre todo en el ámbito social, aunque también económico.
El mundo creyó en el despertar del
gigante americano,
cada día con más fuerza dentro del continente y más integrado en la geopolítica
mundial.
Se llegó a
decir, quizás con excesivo énfasis, que la historia de Brasil se dividía entre
antes y después de Lula y Dilma, el
extornero sindicalista y la exguerrillera llegada a la presidencia de la
mano del primer mandatario obrero de este país.
El
presidente Obama llegó a afirmar que :
Lula era el político “más popular del
mundo” y hoy se dice
que Dilma es la “segunda mujer más
poderosa del planeta”.
La
magia de los números
llevó al mundo cifras envidiables de progreso: 30 millones de pobres que se sentaban al banquete de la clase media;
un país sin desempleo; un crecimiento
económico soñado en Europa; una fuerza de confianza mundial que hizo que se
le otorgasen a Brasil, juntos, el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos.
Lula y Dilma eran como esos padres
que se sienten orgullosos de ver a sus hijos salir de la penuria; ponerse la corbata para ingresar en
la universidad; poder llevar un móvil en el bolsillo junto con las llaves de
una moto y hasta de un coche.
Los hijos crecieron, llegaron a saber
más cosas de la vida
y de la política que sus padres, manejaban
mejor que ellos todos los endiablados laberintos de la moderna tecnología de la
información.
Y empezaron a hacer preguntas a sus
padres.
Y se
permitieron hacérselas hasta escabrosas.
Y lo que era
peor, hasta a disentir de ellos.
Llegaron hasta el extremo de reprocharles lo que aún no les habían dado o a echarles
en cara que lo que habían recibido estaba averiado, que el juguete funcionaba
mal.
Y lo peor
fueron las preguntas impertinentes, como casi todas las que los hijos que
crecen hacen a los padres.
Lula había
llegado a elogiar el sistema de salud de Brasil
con una frase que hoy hubiese preferido olvidar. Dijo que
había llegado "asi a la perfección", y añadió que en Brasil hasta daban ganas de enfermarse para poder
disfrutar de un hospital.
Los hijos fueron un día a uno de esos
hospitales y vieron que era mejor estar sanos.
Dilma y Lula se sintieron orgullosos ante el
mundo cuando conquistaron para el país el Mundial de
fútbol y los Juegos Olímpicos.
Y volcaron
en sus preparación miles de millones de dólares.
Y explicaron lo que esos acontecimientos traerían a Brasil de belleza, alegría y de masas de turistas.
Y los hijos que se subían, pagando
caro, a un autobús público en las grandes urbes -a empujones, algunos
intentando entrar por las ventanas, con peligro además de ser ellos asaltados y
ellas violadas- en vez de alegrarse con los estadios de primer
mundo, ingratos, empezaron a decir: “Podemos prescindir de la Copa, pero no de
transportes, escuelas y hospitales dignos”.
Todas estas
cosas y muchas más que aparecían en las manifestaciones y protestas callejeras,
algunas amenazadoras, como “no nos representáis”,
debieron ser examinadas por Dilma y Lula, mientras el dólar subía y la Bolsa
bajaba.
Ha habido hijos tan desagradecidos
que han llegado a pedir a través de Internet la salida de Dilma de la presidencia.
Más de 140.000 habían firmado para ello hasta esta mañana.
Es como si el hijo, que ha crecido y
se ha rebelado, pidiera que los padres salieran de casa. Injusto.
No sé si
sabremos lo que Dilma y Lula habrán decidido hacer y decir al hijo que se les
ha rebelado y prefiere vivir en la pospolítica.
Al hijo que
para protestar y actuar en la sociedad ya no necesita afiliarse al partido o al
sindicato del padre, o ser llevado de la mano por él a manifestarse en las
calles contra el patrón.
Lo sabe ya
hacer solo y con mayor libertad. “No necesitamos ser de un partido para indignarnos y
protestar”, se leía esta mañana en Facebook.
En São
Paulo, un sondeo reveló que el 80% de los 65.000 que
salieron a la calle no era de ningún partido.
Dilma ya ha
dicho hoy: “Mi gobierno está atento a esas voces por el cambio y está
comprometido con la justicia social”. Y añadió: “esas voces necesitan ser
oídas”.
También los
padres, cuando conversan sobre los hijos que se rebelan y protestan, suelen decirse
entre ellos: “Tenemos que escucharles”.
Sin duda
Dilma y Lula habrán salido del encuentro con esa voluntad de escuchar, de
dialogar con los hijos rebeldes.
El miedo de muchos es que quizás esos
hijos no quieran ya hablar con ellos.
Puede que
prefieran que les dejen a ellos hablar por su cuenta.
Es
un momento difícil y al mismo tiempo apasionante el que está viviendo Brasil. En los aspectos
positivos que pueda entrañar la protesta, que ya abraza
casi al país entero, podría servir a los países hermanos del continente.
Solo las
aguas paradas acaban pudriéndose. Solo las familias en las que parece que reina
una calma chicha suelen surgir las mayores tragedias.
Mejor
gritar, dicen los psicólogos, que tragarse la rabia.
De gritos y
rabias, están llenas las biografías de Lula y Dilma.
Nadie mejor
que ellos para guiar a esos hijos rebeldes hacia un crecimiento político que
tenga en cuenta que hoy el mundo es otro del que ellos vivieron; que la
política no puede hacerse como ellos la hicieron aunque fuese con sudor y
sangre, y que los hijos quieren ser protagonistas de lo
que nace más que sepultureros de lo que ya ha muerto.
Y en cuanto
a la pretensión peligrosa de algunos de echar a los padres de casa por la
fuerza, por mucho que cambie hoy la política, en democracia, existe un solo
modo legítimo de hacerlo, que es el voto libre.
El año que viene los brasileños irán
a las urnas.
En el
secreto de conciencia del voto podrán resolver sus conflictos. Y que sean
también ellos leales con la ética política.
Ayer alguien
hizo esta pregunta escabrosa, esta vez a los manifestantes: “¿Por qué los que gritan contra los políticos corruptos
acaban después votándoles en las urnas?”.
Sería una
buena pancarta para enarbolarla en las próximas marchas callejeras.
Nota del autor del blog: Leí una pancarta que decía "era un país muy desgraciado no tenia para construir escuelas pero si para estadios de miles de millones de dólares."
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