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miércoles, 1 de septiembre de 2021

Afganistán, durmiendo con el enemigo.

 Afganistán, durmiendo con el enemigo.

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Guadi Calvo.








Los ataques al aeropuerto de Kabul, del pasado jueves 26, revindicados por la Willat Daesh-Khorasan, el capítulo centroasiático del Daesh o Estado Islámico, que han dejado hasta ahora 170 muertos, de ellos una treintena de talibanes y trece militares estadounidenses, estas últimas muertes, más allá de consideraciones moralistas, le aporta al atentando un volumen extremo, cómo siempre que muere tropa occidental.

Además, el hecho provocó 1301 heridos, el último y de mucha gravedad, el presidente norteamericano Joe Biden, quien no podrá quitarse nunca las esquilaras políticas de la explosión. La muerte de los trece soldados, resuena mucho más por dos motivos: se produce después de un año sin que se haya registrado ninguna baja de soldados norteamericanos y además se convierte en el ataque terrorista que más muertos norteamericanos provocó desde agosto del 2011, cuando un misil Taliban derribó un helicóptero Chinook, provocando la muerte de treinta efectivos norteamericanos en la provincia de Wardak.

En su página Amaq Media, el Daesh, justifica su acción amparándose en que los talibanes están asociados a los norteamericanos, permitiendo el escape de “espías” y negociando con la sangre de sus hermanos, entre otras acusaciones. Además, describe con cierta sorna que los shahids (mártires) como se denomina a los atacantes suicidas, había conseguido sortear las medidas de seguridad de fuerzas estadounidenses y la milicia del reinstaurado Emirato Islámico de Afganistán, consiguiendo aproximarse a cinco metros de los controles del ingreso al aeropuerto.

Este hecho señala el relanzamiento de la lucha de la Willat Khorasan, que desde 2015, pretende hacer pie en Afganistán, intentando rivalizar con el Talibán, y consigue el beneficio extra de ganar espacio en los medios de comunicación, lo que ha sido parte fundamental de su estrategia del Daesh, para atraer nuevos combatientes a su causa, en todos los países en los que opera.

Si bien no era un secreto para nadie que los hombres del extinto Abu Bakr al-Bagdadí operaban en Afganistán, los ataques del jueves le han dado una caja de resonancia extraordinaria, tanto o quizás más, que la serie de ataques en Paris, Niza, Bruselas Barcelona, Manchester y otras ciudades europeas, cuyo núcleo se desarrolló entre 2015 y 2017.

Referido estrictamente a Afganistán el Daesh, más allá de algunos choques armados con el Taliban, sus operaciones se han concentrado, en Kabul, contra objetivos civiles: Escuelas, Universidades, Hospitales y Centro Sociales, apuntado particularmente a la etnia hazara, y también a chiítas y sikhs.

Se estima que el Daesh Khorasan, cuenta con una dotación de poco más de dos mil hombres, un número extremadamente pequeño, frente a los cerca de 100 mil, con los que se estima, cuenta Emirato Islámico de Afganistán. La estrategia del Daesh, apunta, a convocar con ataques de resonancia mediática, no solo a milicianos del Talibán, que puedan sentirse defraudados, por la apertura dialoguista de sus líderes, y la falta de rigor a la hora de aplicar la Sharia o ley islámica, además de llamar a los “hermanos” que operan en organizaciones afines en países vecinos a Afganistán.

La instalación del Daesh Khorasan, en Afganistán, se produjo un año después de su lanzamiento internacional, tras la captura de Mosul (Irak) y Raqqa (Siria) en 2014, tras escindirse de al-Qaeda y adjurar del emir de la organización y heredero de Osama bin Laden, el egipcio Aymán al-Zawahiri.

La nueva franquicia del Daesh, se consolido con desertores del Talibán, contrarios a cualquier negociación con Washington y en discordancia por la negativa de los Mullah de adscribir a la “yihad internacional”, a los que se sumaron llegados, desde Siria e Irak, veteranos sauditas, iraquíes, kuwaitíes, pakistaníes, uzbekos, chechenos y uigures de Xinjiang, la provincia autónoma China e incluso un contingente de indios que se incorporaron más tarde. Su primer emir fue el pakistaní, Hafiz Saeed Khan, muerto durante un ataque aéreo norteamericano en la provincia afgana de Nangarhar, en julio de 2016, con las sucesivas muertes de sus líderes hizo que este año alcanzará el liderazgo el pakistaní Aslam Farooqi, antiguó militantes de Lashkar-e-Toiba una organización integrista que opera casi con exclusividad en Cachemira, y que también combatió en Siria, junto y los hombres de al-Bagdadí. 

Con los primeros avances del Daesh, por tierra afgana se produjeron choques con los talibanes, como los registrados en abril de 2017, tras la captura por parte del Daesh, de tres colaboradores del Taliban, encargados de comerciar opio en la norteña provincia de Jawzjā, al mes siguiente unos veintidós combatientes de ambos grupos murieron tras enfrentarse en cercanías de la frontera iraní. En el mes de julio de 2018, se volvieron a producir choques entre milicianos de las dos organizaciones en Darzab, también en la provincia de Jawzjā. Una batalla que se extendió por casi veinte días, en la que la mayoría de los participantes del Daesh, terminaron muertos. También en la provincia de Helmand, junto a Pakistán, epicentro de la producción de opio y heroína, libraron una batalla donde murieron 150 combatientes, de ambas fuerzas.

Detrás de las fronteras.

De ahora en más el Daesh Khorasan, tendrá que buscar apoyo en organizaciones hermanas que operan en los países fronterizos con Afganistán, si quiere subsistir, ya que la búsqueda de los drones norteamericanos será implacable, como lo demostró en muchas ocasiones, golpeando a lo que pueda parecerse, aunque sea remotamente, a cualquier objetivo que pudiera parecer enemigo, cómo lo que acaba de suceder este último domingo 29, en cercanías del Aeropuerto de Kabul, donde un misil lanzado contra presuntos terroristas, que había vuelto a atacar con cohetería contra el aeropuerto, terminó asesinando a diez miembros de una sola familia, de ellos seis niños, en el barrio kabulí de Khair Khana, al norte de la capital.

A diferencia con el Taliban, que no pretende operar fuera de su país, el Daesh, aspira a conformar un emirato lo más extenso posible, sin respetar las fronteras nacionales pretendiendo ocupar, además de Afganistán, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán e incluso parte de Irán. 

En vista de la situación que se estaba dando en Afganistán los mandatarios de Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, se reunieron el pasado seis de agosto, en la ciudad de turkmena de Awaza, donde además de cuestiones de desarrollo económico, la disputa fronteriza en el valle de Ferganá, que incluye el este de Uzbekistán, el sur de Kirguistán y el norte de Tayikistán, se observó con particular atención la crisis afgana, sin que su hubiera producido todavía la caída de Kabul.

Hay que tener en cuenta son miles los milicianos centroasiáticos, que han acudido a Siria e Irak, a partir de 2013, se calcula que unos cuatro mil, solo, entre tayikos y uzbekos, que se unieron al Daesh, algunos de ellos oficiales de alto rango pertenecientes a las fuerzas de seguridad de sus países. Sin conocerse la cantidad de bajas que sufrieron esos contingentes, los sobrevivientes o bien retornaron a sus países de origen para continuar la lucha en organizaciones como el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU) o el Movimiento Islámico de Turkestán Este (MITE) o siguieron junto al Daesh, por lo que se cree muchos de ellos puedan estar en Afganistán.

En la región también se encuentra, el prácticamente desarticulado Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (MITO), una organización separatista, que operó con particular virulencia en la provincia china de Xinjiang, en la que habita la minoría étnica uigur de fe islámica, que responsables de distintos atentados en esa provincia e incluso, en octubre de 2013 llegó a atacar la mítica Ciudad Prohibida en pleno centro de Beijing, a más de cuatro mil kilómetros de Xinjiang. En el atentado, cinco personas murieron y 40 resultaron heridas, tras la explosión del coche bomba, que se estrelló bajo el retrato de Mao Zedong que preside la entrada, se conoció que estaba ocupado por tres uigures. Si bien el MITO se conformó con la asistencia de al-Qaeda, la única organización no afgana aliada al Taliban, dado que una delegación de mullahs ya visitó China, hace poco menos de un mes en procura de asistencia económica y respaldo político; el MITO podría vincularse al Daesh Khorasan, para reactivar su causa.

En Pakistán que históricamente ha sido un gran productor de grupos terroristas, como el Tehreek-e-Taliban (TTP), también conocidos como los talibanes paquistaníes, más allá de que hace años se ha desvinculado de sus vecinos, se ha unido al Daesh, operando en la intransitable provincia de Warzaquistan. Cómo la mayoría de los grupos terroristas pakistaníes, se cree tiene una “alianza estratégica” con el poderoso servicio de inteligencia de ese país el Inter-Servicios (ISI).

Todas estas especulaciones comenzarán a develarse a partir del martes 31, cuando finalmente el último soldado norteamericana abandone derrotado Afganistán, después de veinte años, y todos queden durmiendo con el enemigo.


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