La pandemia de Covid-19 ha estimulado una notable corriente de investigación científica, pero ese conocimiento no se está traduciendo en una mejor política pública. Un ejemplo es la búsqueda entusiasta del uso público de máscaras, una medida que ha tenido, en el mejor de los casos, un efecto modesto sobre la transmisión viral. O elimine los bloqueos, que según las investigaciones aumentan las muertes en general, pero aún así se considera una solución aceptable. Esta desconexión intelectual ahora se extiende a los mandatos de la vacuna Covid-19. La política se promueve como esencial para detener la propagación de Covid-19, aunque la evidencia sugiere que no será así.
Los mandatos infringen la autonomía personal, lo que puede provocar conflictos políticos y consecuencias no deseadas, pero tienen valor en algunas situaciones. Sin embargo, en general, la formulación inteligente de políticas respeta el valor intrínseco de la autonomía personal y busca el camino menos oneroso para lograr beneficios sociales.
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