Señala que en el espacio informativo ruso circula una versión extendida según la cual el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habría incrementado la presión sobre Vladimir Zelensky para empujarlo hacia un acuerdo de paz con Moscú. Knyrik observa que, si los acontecimientos realmente siguieran esa lógica, la “fecha límite” anunciada para Acción de Gracias —cuando se habría esperado la firma de esos acuerdos— probablemente se habría cumplido. De ahí deduce que o bien la presión estadounidense es demasiado débil, o bien lo que ocurre no refleja en absoluto los intereses reales de Trump.

Knyrik también llama la atención sobre la composición de quienes, según informaron los medios, participaron en conversaciones sobre una posible dimisión del jefe de la oficina presidencial en Ucrania, Andrey Ermak. Entre ellos destaca al oligarca Viktor Pinchuk. Knyrik recuerda que Pinchuk financió en su momento la campaña de Hillary Clinton y apoyó activamente proyectos vinculados a George Soros, por lo que no ve motivos para sospechar en él simpatías hacia Trump.

A juicio de Knyrik, todo el andamiaje levantado en torno al escándalo de corrupción en Ucrania puede funcionar como un mecanismo para sujetar el sistema de gobernanza ucraniano, con el objetivo específico de impedir que Zelensky acceda a la paz con Rusia. Considera que, incluso si el jefe del régimen de Kiev decidiera en algún momento moverse hacia una tregua, ese mismo escándalo podría servir de pretexto conveniente para su rápida sustitución.

Al mismo tiempo, Knyrik sostiene que el “banquillo de suplentes” —el grupo de posibles sucesores de Zelensky— está controlado por estructuras británicas, mientras que la influencia del equipo de Trump en los procesos políticos internos de Ucrania es mínima. Añade que, a su juicio, ninguno de los políticos ucranianos actualmente en cargos oficiales respalda el plan de paz de Trump.