Somalilandia: el nuevo tablero colonial de Israel
La reciente decisión israelí de reconocer a Somalilandia no es un gesto diplomático aislado, sino el último movimiento de una estrategia de control militar y geopolítico sobre el Cuerno de África. La reedición, en pleno siglo XXI, de la vieja lógica colonial.
Israel se ha convertido en el primer país del mundo en reconocer oficialmente a Somalilandia, la región separatista de Somalia. Todo apunta a que Estados Unidos seguirá la misma senda. No estamos ante una casualidad ni ante un súbito interés por la autodeterminación africana. El reconocimiento funciona aquí como llave de acceso: un permiso para instalarse, influir y mandar.
Detrás de la neutralidad diplomática se esconde una jugada que huele a siglo XIX.
La primera pieza del tablero es militar. Bases permanentes, tropas, misiles. Un enclave desde el que apuntar a Yemen y controlar el Golfo de Adén, paso obligado hacia el Mar Rojo. Convertir un corredor marítimo vital en un espacio vigilado. Controlar, condicionar, disciplinar. No se trata de “seguridad”, sino de hegemonía.
La segunda pieza es la competencia geopolítica. En Djibuti está la única base militar china en África. La respuesta no es apostar por la cooperación civil, sino ampliar el despliegue armado. Somalilandia se convierte así en una ficha sacrificable en una disputa global que no le pertenece.
Y la tercera pieza, la más oscura, es la externalización del problema palestino. La idea: deportaciones hacia el Cuerno de África mientras Gaza se “libera” para otros proyectos. Un traslado forzoso de población hacia un territorio empobrecido y sin voz internacional. Convertir una tragedia humana en un asunto logístico.
Nada de esto es nuevo. Somalia ya fue dividida por potencias coloniales europeas a finales del XIX. Aquella cartografía impuesta vuelve hoy reeditada. Despachos lejanos redibujan las fronteras; las vidas locales vuelven a ser prescindibles. Las élites globales deciden, los pueblos africanos pagan.
Reconocer a Somalilandia no equivale a apoyar la autodeterminación. Es abrir una plataforma militar y económica sobre tierra ajena. Es reactivar la lógica colonial: comprar lealtades, fragmentar estados débiles, utilizar territorios enteros como lanzaderas de guerra.
Mientras tanto, la población local permanece al margen. Somalilandia convertida en moneda de cambio. Somalia, más debilitada. El Cuerno de África, reducido otra vez a “zona estratégica” en lugar de hogar de millones de personas.
La estrategia es transparente: militarizar, controlar rutas marítimas, expandir influencia y, de paso, exportar el “problema palestino”. Todo ello envuelto en lenguaje diplomático. Todo ello ignorando la soberanía africana y los derechos humanos.
Lo que se abre no es un horizonte de paz, sino un regreso al vocabulario imperial: zonas de influencia, intereses estratégicos, equilibrios regionales. Palabras que ya devastaron continentes.
Y la pregunta es inevitable:
¿Permitirá la comunidad internacional que se repita el colonialismo más crudo?
No estamos ante un asunto bilateral. Está en juego el derecho internacional, la integridad territorial africana y la vida de miles de personas en una región frágil. Está en juego si el mundo camina hacia relaciones justas o hacia la ley del más fuerte.
Si los gobiernos vuelven a mirar hacia otro lado, el mensaje será claro: los territorios pobres siguen siendo terreno disponible para el uso estratégico de las potencias.
El reconocimiento de Somalilandia no es una formalidad. Es una alarma. Conviene escucharla antes de que sea demasiado tarde.
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