El
arte de la guerra de Sun Tzu comentado por el diario el País
(de
utilidad para los islámicos de Egipto).
La
cultura estratégica de China
http://elpais.com/elpais/2013/07/17/opinion/1374072124_932896.html
Para la
sabiduría milenaria de Oriente, la fuerza material no es la clave del poder.
Conquistar
una posición invencible pasa, más bien, por la construcción de una civilización
espiritualmente superior a todas las demás
XULIO RÍOS 22 AGO 2013 - 00:00 CET
EULOGIA
MERLE
Podemos,
quizá, aceptar que China, como muchos vaticinan, se convierta a corto plazo en
la primera potencia económica del planeta. Aunque la gloria no está del todo
cantada, tanto en función de las dificultades de su proceso de reforma como de
las reacciones de los países desarrollados de Occidente a través, entre otros,
del fomento de acuerdos de libre comercio de gran amplitud, dicha realidad
pudiera llegar a confirmarse en pocos años.
Otra cosa
es, sin embargo, que China disponga de los atributos indispensables para
afirmarse como una potencia global integral. Y no se trataría tanto de sus
insuficiencias en materia tecnológica o militar, que trata de corregir a
marchas forzadas habilitando políticas y presupuestos millonarios, ni del
agravamiento de las contradicciones sociales o políticas, que le exigirán por
largo tiempo una exhaustiva atención a los asuntos internos, sino de algo más
sutil y de mayor alcance, esto es, la carencia de un pensamiento, de una
ideología que pudiéramos calificar de universal.
A día de
hoy, su influencia cultural es limitada y viable solo y de manera limitada en
su entorno más inmediato. Entendida como reto ideológico a Occidente, plantea
numerosas reservas. Si su modelo económico, aún singular en muchos aspectos,
sugiere la imposibilidad de su traslación automática a otras latitudes, en el
orden del pensamiento, también sus especificidades culturales y nuestro
distanciamiento respecto a sus claves, dificultan su universalización o
siquiera el mínimo mestizaje.
Dicho esto,
cabría señalar igualmente que Oriente nos es indispensable y que la primacía
excluyente del pensamiento occidental es una muestra de provincialismo de
nuestra cultura, ajena a cualquier empeño auténticamente cosmopolita. Se ha
avanzado mucho en las últimas décadas en la interacción económica con Asia,
pero poco en la comprensión de su universo espiritual.
El
reconocimiento de ese foso inmenso inspira una dinámica política cultural
exterior por parte de China que ha ganado intensidad en los últimos años. Su
objetivo a medio plazo, como en otros campos, es incrementar su presencia e
influencia política más allá de la Gran Muralla, pero ahora mismo se
conformaría con ser más entendida y aceptada, enarbolando la bandera del
respeto a la diversidad.
A la
inevitable curiosidad, debe sumarse la idoneidad de la cultura para llegar a
comprender la lógica y el proceder de las autoridades chinas, muy deudoras de
sus raíces más profundas, donde radican las principales fuentes de su
previsibilidad.
La historia
tiene un papel central, y gobiernan con una mano en el presente y otra en el
pasado
Dos textos
nos serían hoy de mucho provecho en esta labor tan indagatoria como
interactiva. El más conocido es El arte de la guerra, de Sun Zi; quizá menos,
Las 36 estratagemas, un clásico de la estrategia taoísta.
El arte de la guerra de Sun Zi tiene más de
2.000 años de antigüedad, pero sigue abordándose como una obra plenamente
actual. Lo es por la acertada contundencia de muchos de sus aforismos, pero,
sobre todo, porque es parte
sobresaliente de ese legado de la milenaria civilización china que ejerce una
poderosa influencia en la conducta política y en la mentalidad de los
dirigentes actuales. Estos conceden al conocimiento de la historia un papel
central en su formación, gobernando con una mano en el presente y otra en el
pasado.
La esencia del pensamiento de Sun Zi
consiste en la apuesta por métodos no violentos para alcanzar la victoria en un
conflicto.
El arte de la guerra se fundamenta en
el engaño, dejó
escrito, y siempre es preferible ganar
sin luchar.
Gran parte de la cultura estratégica de China
suscribe la idea de que no es la fuerza material la clave del poder —lo cual no quiere decir que sea
irrelevante—, sino la moral y la
inteligencia. Es la atracción cultural la fuerza más eficaz para doblegar
cualquier hostilidad.
Por eso la
construcción de una civilización espiritualmente superior a todas las demás es
el principio de cualquier posición invencible y el fomento de su poder seductor
la mejor garantía para una convivencia pacífica. La similitud con el poder
blando es notoria. Tal era, en parte, la lógica que inspiró los reinos
tributarios de China durante varios siglos.
Si El arte de la guerra es una obra
de todos los tiempos, objeto de estudio en las academias militares de todo el
mundo, en universidades y escuelas de negocios, desde el punto de vista de las
relaciones internacionales reviste el máximo interés en un momento de
transición como el actual.
La agresividad no es sinónimo de
vigor; sirven más la fragilidad y la capacidad de adaptación
Son muchos
quienes en China comparan la fluidez del
tiempo presente con la época de los Reinos Combatientes (siglos V a III antes
de Cristo) cuando este libro tuvo mucho predicamento.
Fue una
etapa en la que diversos feudos pugnaban por hacerse con el poder central,
inmediatamente posterior a Sun Zi (Periodo de la Primavera y Otoño) y previa a
la fundación de China. Aquella era una China internamente multipolar y el juego
de relaciones y conflictos entre los actores emergentes, que no estaban en
condiciones aún de superar el poder hegemónico, sugiere hoy el estudio de sus
acciones para intuir y orientar los vectores de conformación del orden de la
posguerra fría. Los estrategas chinos llevan años estudiando a conciencia aquel
periodo histórico tratando de deducir las claves aplicables al tiempo presente.
La propia escuela del PCCh y de su
ejército es muy deudora de esta obra de Sun Zi.
Mao reconocía abiertamente su influencia en las estrategias que
le permitieron vencer a un rival
infinitamente más poderoso como el Kuomintang. Otro tanto podemos adivinar
cuando Deng Xiaoping enfatizaba su principal contribución a la política exterior
de la China posmaoísta: no hay que apresurarse, hay que esperar el momento. Esa
paciencia, cultivada con las alianzas (llámense OCS, BRICS u otras) es lo que
permite ganar en el último momento. Observar la política exterior de China y
contrastarla con El arte de la guerra de Sun Zi ilumina sus contornos y ayuda a
entender mejor la razón y sentido último de muchos comportamientos.
Por su parte, Las 36
estratagemas constituye una reflexión
sobre el arte de la victoria, reuniendo las leyes para el éxito en la contienda
con el adversario. La más celebrada en
China es la que invita a la fuga en condiciones adversas.
Nada que ver con nuestro deshonor.
Mao, con su
Larga Marcha, la evidenció como un modo de avanzar.
La
importancia atribuida a este texto era tal que siempre ha estado rodeado de
mucho secreto y solo circulaba en núcleos reducidos de estrategas militares.
Hasta 1979 ha permanecido oculto al gran
público.
El
pragmatismo y la flexibilidad sobresalen como sus principales principios
inspiradores.
Ambas obras son de gran
aplicación en todos los contextos competitivos y en ellas encontraremos algunos
trazos básicos del pensamiento chino, moldeadores de su filosofía y aplicables
tanto en la política interna como en la diplomacia, la comunicación, la gestión
en sentido amplio, los negocios o en la vida social. No solo en el orden
militar. Toda una despensa de instrumentos con
vocación práctica.
Ambas tienen en común la fabulación
de estratagemas para vencer por medio del engaño y las argucias psicológicas en
un contexto de hostilidad. El más sabio es aquel que no combate o que si se ve obligado a hacerlo,
se comporta como el agua, obteniendo la victoria sin luchar. Si uno analiza la
política continental hacia Taiwán puede comprender cabalmente el sentido de esta
estrategia. La agresividad no es
sinónimo de vigor; el poder en Oriente se asocia más con la fragilidad y la
capacidad de adaptación.
Para la
mentalidad occidental no resulta fácil la comprensión profunda de los
contenidos de estas obras. La complejidad de las ideas que incorporan y la
necesidad de trascender el sentido literal de cada una de las expresiones exige
un conocimiento íntimo de la cultura y civilización china para explorar sus
sutilezas y desgranar sus sentidos metafóricos. Pero el esfuerzo vale la pena.
Su incorporación al bagaje propio nos libraría de nuestro unilateralismo
armándonos de razones para reivindicar un ecumenismo de nuevo signo.
Xulio
Ríos es director del Observatorio de la Política China.
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