Análisis:
Se puede venir una primavera musulmana en la federación rusa con desenlace de
guerra civil. Extraído del diario Elpaís .
Rusia
teme el avance del islamismo radical.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/30/actualidad/1377881177_453246.html
La inestabilidad en la regiones rusas
de mayoría musulmana inquieta al Kremlin
RODRIGO FERNÁNDEZ Moscú 30 AGO 2013 - 18:46 CET31
Aviones de
combate Sukhoi Su-27 durante una exhibición cerca de Moscú. / MAXIM SHEMETOV
(REUTERS)
Nota del autor del blog: en el mapa se ven los países musulmanes que integran la federación rusa es por eso que el Kremlim no se atreve a combatir a los sunies en Siria , en cambio si los puede ayudar en Egipto pues los militares son pro norteamericanos y están en contra de los sunies islámicos. Es decir mientras EEUU se mete en Siria , los rusos se meterán en Egipto, es solo un ajedrez politico.
El Kremlin tiene pocas esperanzas de poder evitar que
EEUU ataque a Siria, pero de todas maneras insiste en que es necesario buscar
una salida política al conflicto y advierte que, de lo contrario, la guerra
civil proseguirá en ese país de Oriente Medio, que es prácticamente su último
aliado, junto con Irán, en la región. Mientras tanto, un ex alto mando de las
fuerzas antiaéreas rusas afirmó ayer que Damasco tiene sistemas de defensa
antimisil rusos que pueden “dar una respuesta digna” a los ataques
estadounidenses.
Las
principales razones de la insistencia conciliadora rusa hay que buscarlas en la
experiencia de los últimos años: en todos los países árabes en los que últimamente ha habido cambios de
régimen se ha instaurado, cuando no el caos, la inestabilidad.
E
inestabilidad y caos es precisamente lo que Moscú no desea.
Rusia ya
permitió hace dos años que se atacara a un régimen con el que tenía buenas
relaciones: el de Gadafi en Libia.
Aquella vez
no utilizó su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y el
excéntrico dictador cayó para morir a manos de la turba enfurecida le dio
muerte.
El resultado
ha sido el caos: grupos armados
continúan actuando por su cuenta, el gobierno central no controla el país y, lo
más preocupante, el islamismo radical se ha reforzado.
Y es este el
principal temor del Kremlin, su mayor preocupación: la divulgación del islam
fundamentalista.
El problema para la Federación Rusa es que
forman parte del país varias repúblicas en las que la
mayoría de la población es musulmana. Donde más hay es en el Cáucaso del Norte —Chechenia, Daguestán, Ingushetia,
Kabardina-Balkaria, Karachayevo-Cherkesia—, pero no se limita a esta
zona; de hecho la principal república musulmana rusa es Tatarstán. En todas ellas, pero principalmente en las caucásicas,
ha surgido el problema del terrorismo inspirado en el islam radical suní. Si
hay un verdadero peligro para la estabilidad política de Rusia, es este. De ahí
la inquietud y también el cabreo que experimentan las autoridades rusas al ver
lo que sucede en los países árabes.
Es verdad
que Moscú vende armas a sus amigos en esa región —a Siria
e Irán— pero no es menos cierto que se ha abstenido de sumistrarles los
armamentos más modernos y que incluso ha dado largas cuanto ha podido al
cumplimiento de contratos ya firmados. Según datos del Instituto Internacional
de Estudios para la Paz de Estocolmo se estima que las ventas de armas rusas a
Siria fueron de unos 122 millones de euros tanto en 2009 como en 2010. Pero
según escribía la revista Time hace 20 días,
el Kremlin habría rechazado una oferta de Arabia Saudí de comprarle armas por
más de 11.000 millones de euros y garantías de que los países árabes del Golfo
no amenazarían la hegemonía del gas ruso en Europa a cambio de que Moscú dejara
de obstaculizar los proyectos de resolución sobre Siria en el Consejo de
Seguridad.
La única
base fuera del espacio de la Comunidad de Estados Independientes que le queda a
Rusia es la naval de Tartus. Pero paradójicamente Moscú decidió evacuar su
personal militar de esa base en junio pasado. El Kremlin no quiere perder a sus
hombres ni verse envuelto en un conflicto militar.
Pero tampoco
quiere que el régimen de El Asad caiga y que en su lugar lleguen al poder
suníes radicales o un gobierno débil que será incapaz de controlar a estos. De
ahí que majaderamente repita que la alternativa a una salida
diplomático-política es una guerra civil sin fin.
Además de
los intereses geopolíticos y de los ya citados estratégicos —impedir que se
extienda aún más el islam fundamentalista—, el Kremlin tiene que tomar en
consideración los ánimos de sus ciudadanos y de sus institutos influyentes,
como es la Iglesia Ortodoxa.
Ya se ha
visto lo que ha sucedido con los coptos
en Egipto después de que llegaran al poder los Hermanos Musulmanes, y los
rusos no tienen dudas de lo que les sucederá a los
cristianos cuando la oposición triunfe en Siria. Los ortodoxos bajo El
Asad no han tenido mayores problemas, pero tanto observadores como políticos y
sacerdotes rusos están convencidos de que estos serán perseguidos por el nuevo
régimen. Probablemente la misma suerte les espere a otros grupos como los
drusos y peor les irá a los alauitas.
Pero hay
más: los rusos no creen que El Asad haya utilizado armas químicas, como afirman
Estados Unidos, Francia e Inglaterra, sino que sospechan que los responsables
pueden ser algunos grupos de la oposición.
Como ha
subrayado Alexéi Pushkov, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados
rusa, “en mayo de 2013 algunos observadores de la ONU, entre los que se cuenta Carla del Ponte, que fue fiscal jefe del Tribunal de Derecho
Penal para la ex Yugoslavia, hicieron declaraciones en las que apoyaban
las denuncias de que los que habían usado armas químicas eran los rebeldes con
el fin de poder acusar de ello al gobierno sirio”. Por si esto fuera poco,
señala Pushkov, Iraq informó que “descubrieron tres
fábricas clandestinas que estaban produciendo sarín y que esas plantas
pertenecían a grupos asociados con Al Qaida y los rebeldes sirios”.
Pushkov se
refería en estas declaraciones a acusaciones anteriores, pero Moscú piensa que
también el ataque del pasado día 21 no es obra del gobierno sirio —ese mismo día llegaban los inspectores de la ONU— sino
de la oposición en su afán de lograr que por fin comiencen los bombardeos
estadounidense contra El Asad.
La escalada
militar en Siria puede dar comienzo a una guerra mayor, opinan algunos polítologos
rusos: por un lado, la 'colación suní' que cuenta entre sus filas a los suníes
sirios, Arabia Saudí y Qatar, contra el 'eje chií', formado por Siria e Irán,
más algunas organizaciones como la libanesa Hezbolá y al que podría ser
arrastrado también Iraq. El mismo Pushkov
considera que los suníes no se contentarán con Damasco y que después irán a por
Bagdad.
Por último,
tampoco cree Rusia que el objetivo de la oposición y de sus aliados sea
establecer la democracia en Siria —Arabia Saudí, Qatar
y los grupos suníes que combaten a El Asad no tienen nada de democráticos—,
ni tampoco se fía de las razones humanitarias que da Washington y sospecha que
Estados Unidos se guía más bien por sus intereses geopolíticos y económicos.
El Kremlin
tiene poco que perder en estos momentos al insistir en su posición
conciliadora, ya que no hay en la agenda con Estados Unidos ningún progreso en
lo que los separa, especialmente en lo que se refiere a los planes de
Washington sobre el escudo nuclear.
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