La escalada de tensión militar entre las grandes potencias mundiales es una constante en los últimos años. El expansionismo ruso de la última década, cristalizado en la adhesión de Crimea y en la actual invasión de Ucrania, ha puesto a Occidente ante la cruda realidad de que los grandes conflictos militares no han concluido. Ni la democracia liberal está en expansión, como vaticinaba Francis Fukuyama en El fin de la historia, ni se trata en este caso de un choque de civilizaciones, como postulaba Samuel Huntington. El control del territorio y los recursos es lo que subyace en la política exterior de Putin y en la de China. El gigante asiático ha redoblado su amenaza sobre Taiwán, y algunos expertos consideran que Xi Jinping no desaprovechará la 'oportunidad de oro' que tiene para tomar el ansiado territorio.

Así lo piensan los investigadores Hal Brands y Michael Beckley, que publicarán este mes un libro titulado Danger Zone: The Coming Conflict with China (Zona de peligro: el conflicto con China que se avecina). Los autores publican un resumen del mismo en un artículo de The Wall Street Journal este sábado, donde subrayan que los movimientos recientes del país asiático no son simplemente bravatas, sino los primeros pasos de lo que probablemente se convertirá en una invasión relámpago en esta misma década.

Ambos profesores universitarios consideran que China se encuentra en una encrucijada, con amenazas internas y externas, lo que le llevará a aumentar su agresividad en política exterior, como ha ocurrido en el caso de otros estados en el pasado (citan la Alemania de 1914 y el Japón de 1941). La invasión de Taiwán "le daría a Pekín una posición dominante en el Pacífico Occidental y aterrorizaría a los aliados de EEUU como Filipinas y Japón. Además, consolidaría el legado de Xi Jinping como líder a la par de Mao Zedong", señalan.

De esta forma, los autores, que colaboran en el American Enterprise Institute - un think tank ligado al pensamiento conservador -, apuntan que China ha mantenido una presión sobre Taiwán pero desde las acciones pacíficas, con la idea siempre presente de anexionarse el territorio que consideran propio. "Pero entre ahora y el final de la década, China tiene una oportunidad tentadora de asegurarse la unificación por la fuerza", gracias a la expansión de su capacidad militar y a los ensayos constantes de "asaltos anfibios a gran escala". Todo ello al tiempo que la tecnología militar estadounidense se queda anticuada y los relevos presupuestados no estarán disponibles hasta la década de 2030.

"Si llega la guerra, es probable que se produzca mediante la aplicación masiva de la fuerza. En teoría, Pekín podría tratar de obligar a Taiwán a unificarse con una operación más limitada, como un bloqueo por mar y aire o la incautación de las pequeñas islas costeras de Taiwán. Sin embargo, ninguna de estas opciones garantizaría la capitulación taiwanesa, y todas ellas darían tiempo a Taipei, Washington y otras democracias para establecer represalias. Para lograr sus objetivos, China tiene que actuar a lo grande y brutalmente desde el inicio", subrayan los investigadores.

Brands y Beckley se atreven a aventurar la estrategia a seguir por el gigante asiático: "Su plan de guerra bien podría implicar un ataque sorpresa aéreo y con misiles contra Taiwán y las bases militares estadounidenses en el Pacífico, ataques a las comunicaciones satelitales que sustentan la maquinaria de guerra estadounidense y una ola de sabotaje y asesinatos dentro de Taiwán—todo como preludio de una invasión masiva aerotransportada y anfibia". La rapidez del ataque, sostienen, paralizaría al ejército invadido y al de EEUU. De hecho, consideran que en el mejor de los casos se podría repetir una situación como la actual en Ucrania, con un tercer territorio en liza como chispa que inicie un conflicto entre dos superpotencias con capacidad nuclear.

"Una guerra chino-estadounidense podría intensificarse rápidamente porque involucrará tecnologías que funcionan mejor cuando se usan primero, incluidos ataques cibernéticos, misiles hipersónicos y guerra electrónica. El bando que está perdiendo podría decidir usar armas nucleares de baja potencia para cambiar el rumbo [del conflicto] u obligar a su oponente a rendirse", aventuran los investigadores. Creen, además, que esto produciría unas consecuencias económicas "horrendas" y recuerdan que el 90% de los chips de alta tecnología se producen en Taiwán.

Para evitar que China ose acometer la invasión que ellos prevén, los autores sugieren que EEUU y el territorio en disputa conviertan "el Estrecho de Taiwán en una trampa mortal" colocando "hordas de lanzamisiles, drones armados, bloqueadores electrónicos y sensores en el mar y en tierra". "Estas redes difusas de municiones y bloqueadores serían difíciles de eliminar para China sin comenzar una guerra regional. Podrían instalarse en prácticamente cualquier cosa que flote o vuele, incluidos buques de carga, barcazas y aviones", proponen.

También invitan a reforzar las instalaciones militares de EEUU a lo largo del este de Asia, así como aumentar la producción de munición para aumentar las reservas y poder producir más en caso de conflicto, y aportar "dinero, hardware y experiencia" a Taiwán para que refuerce su defensa. "En resumen, Washington debe privar a Pekín de cualquier esperanza de asestar un golpe de gracia, y así enfrentarlo con la perspectiva de una guerra larga y agotadora que pudiese amenazar el control del poder del Partido Comunista Chino en su país", aseveran.

A ello agregan la necesidad de que EEUU implique a otros países aliados: "Las armadas india y australiana podrían ayudar a Washington a ahogar las importaciones de petróleo de Pekín a su paso por el estrecho de Malaca. Las potencias europeas clave, especialmente Reino Unido y Francia, pueden contribuir con submarinos y combatientes en tierra; más importante, pueden imponer sanciones tecnológicas y económicas dolorosas. Sancionar a China sería obviamente más complicado que sancionar a Rusia, razón por la cual EEUU y sus aliados necesitan planear estos castigos ahora, antes de que comience una crisis".

"EEUU puede ganar una competición prolongada contra una formidable pero vacilante China, pero solo si se prepara ahora para la posibilidad muy real de un ataque dramático contra Taiwán", concluyen los investigadores.