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jueves, 14 de junio de 2018

El BCE pondrá punto final al programa de compra de activos a final de año

El BCE pondrá punto final al programa de compra de activos a final de año

Draghi alarga tres meses los estímulos que han apuntalado la economía pero les pone fecha de caducidad si la inflación y el petróleo no lo tuercen

Mario Draghi, presidente del BCE, el lunes en Bruselas en una reunión del Eurogrupo. GEERT VANDEN WIJNGAERT (AP) / VÍDEO: QUALITY-EBS
Europa y el mundo redescubren los riesgos políticos: Italia y el último G-7 son la prueba. La recuperación de la eurozona pierde fuelle. Los mercados están cada vez más nerviosos. La inflación no termina de volver a pesar de la subida del precio del petróleo. Y aun así, el Banco Central Europeo está cerca de la retirada de estímulos: el plan de compras se amplía tres meses (del posible final en septiembre hasta diciembre) pero con una intensidad más baja, de 15.000 millones. Y lo más importante: el BCE ha puesto hoy fecha final al QE europeo, que suma 2,4 billones de euros (más de dos veces el PIB español) desde 2015. Las compras de deuda y otros activos acabarán a finales de año, a no ser que la inflación y otros indicadores den sorpresas. Y las primeras subidas de los tipos de interés podrían llegar en verano de 2019.
Se acerca el fin de una era: el de los programas multimillonarios de compras de activos, el de los tipos de interés negativos, el de todo tipo de políticas extraordinarias para una crisis extraordinaria que ha durado 10 años y que ha dejado cicatrices que siguen al rojo vivo. "El Consejo de Gobierno seguirá realizando compras netas de activos al ritmo de 30.000 millones al mes hasta el fin de septiembre de 2018. El Consejo de Gobierno anticipa que, tras esa fecha, y sujeto a los datos que confirmen la previsión del BCE sobre inflación a medio plazo, el ritmo mensual de compras netas se reducirá a 15.000 millones de euros hasta diciembre de 2018, y entonces las compras netas terminarán", señala la nota del BCE previa a la rueda de prensa que ofrecer su presidente, Mario Draghi. Los tipos de interés siguen intactos, en terreno negativo.
Las Bolsas han registrado avances por el tono de Draghi: la jugada entraba dentro de lo esperado y el jefe del BCE admite que la eurozona "necesita aún un estímulo monetario significativo". Además, Draghi vincula la retirada de las medidas extraordinarias a que la inflación siga acercándose al objetivo del BCE (el 2%). El euro, eso sí, se debilita: ha perdido los 1,17 dólares por unidad. Pero las cauciones de Draghi han evitado una sacudida mayor.
En la reunión de abril, Draghi dejó claro que el Eurobanco no discutía entonces los próximos pasos. Pero desde ese momento sus consejeros han ido entreabriendo la puerta a la retirada de medidas extraordinarias, en particular el programa de activos (QE, por sus siglas en inglés) que ha anestesiado los mercados desde 2015. El economista jefe del banco, Peter Praet, lanzó una primera señal clara hace unos días. Los halcones —los partidarios de retirar estímulos cuanto antes— llevan meses esperando ese momento. Draghi y el vicepresidente Luis de Guindos, que se estrenaba en un consejo extraordinario celebrado en Riga (Letonia), marcan así la nueva hoja de ruta del banco central.
Y aun así, el BCE tiene un dilema por delante. La inflación se recupera por el aumento de los precios del petróleo, pero el índice subyacente (sin los elementos más volátiles, y que para Draghi ha sido el dato fundamental durante toda la Gran Crisis) sigue anclado alrededor del 1% y con pocos visos de animarse a subir. La eurozona creció el 2,3% en 2017, pero la reactivación empieza a mostrar signos de cansancio. El petróleo ha subido en torno a un 20% desde febrero; esa subida es de alrededor del 30% por la debilidad del euro. El alza del crudo permite acercarse al mandato del Eurobanco (por debajo pero cerca del 2% de inflación), pero a la vez puede hacer mella en la recuperación, tras un arranque del año dubitativo, que ha hecho desaparecer la euroforia, el optimismo asociado a la actividad económica.
Los últimos datos, en fin, son mixtos: ni buenos ni malos. La producción industrial de la zona euro desacelera, pero el empleo se sigue recuperando. Fráncfort tiene que dar alguna indicación acerca de si se trata solo de una corrección en el ritmo de crecimiento o, tal vez, de un posible riesgo de recaída en la recesión. Las incertidumbres están ahí, en los indicadores de confianza y en los niveles de volatilidad del mercado. Y sobre todo en Italia, auténtico quebradero de cabeza para las instituciones europeas y en especial para un BCE presidido por un italiano, Draghi. "Las incertidumbres van al alza, sobre todo por factores geopolíticos, aunque los riesgos en la eurozona están equilibrados", ha sentenciado Draghi.
Es probable que los tipos de interés negativos sigan ahí durante al menos un año. Y a los mercados les quedan todavía unos meses de anestesia vinculados al QE europeo. Pero cualquiera de esos riesgos políticos (Italia o el proteccionismo de Trump, por ejemplo) puede provocar una nueva sacudida. Nueva era en el BCE, sí. Pero aquello de Rafael Sánchez-Ferlosio: "La nueva era; la vieja desventura".

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