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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Sendero luminoso propone un método para democratizar la democracia de la que se narra en le Monde Diplomatique (un partido comunista militarizado que sirva al proletariado nacional y mundial y no sea un instrumento de ajedrez de las diversas potencias imperialistas) Las democracias son una farsa, el 90 % (de 60 países democráticos) piensan que los gobiernos no los representan. // Encontrado en Le Monde Diplomatique de Noviembre y Sol Rojo de octubre

Sendero luminoso  propone un método para democratizar la democracia de la que se narra en le Monde Diplomatique (un partido comunista militarizado que sirva al proletariado nacional y mundial y no sea un instrumento de ajedrez de las diversas potencias imperialistas) Las democracias son una farsa,  el 90 %  (de 60 países democráticos) piensan que los gobiernos no los representan

 
 La revolución francesa 


 la revolución Rusa

 
 la revolución d e  Mao Tse Tung en China 


Nota del autor del blog; Si bien no está en el Corán debiera meditarlo todo buen yihadista como  cultura general,  

Y aunque parece que asistimos al triunfo generalizado de la democracia, más bien asistimos al ocaso de sus éxitos

Democratizar la democracia  (editorial de Noviembre del 2015)

http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=2ef9e37c-bc32-483f-b47b-dff79d6603f1

Ignacio Ramonet

En el marco de la globalización económica, el sistema democrático se enfrenta a una paradoja: los ciudadanos se desinteresan de la política, tal y como lo demuestra el incremento de la abstención en muchas elecciones. Pero, por otra parte, esos mismos ciudadanos desean controlar mejor la acción pública y participar más en la elaboración de proyectos que les conciernen directamente. ¿Cómo conciliar estas dos tendencias?

Por primera vez, hay en el planeta más sistemas democráticos y más alternancias democráticas de Gobierno que nunca. Hace cuarenta años, durante la transición en España, había apenas unas 30 democracias. Actualmente, el número de países democráticos –en distintas fases de consolidación– es superior, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a 85. O sea, la democracia se ha convertido en el sistema de Gobierno con mayor legitimidad en el mundo global. Sin embargo, nunca hemos estado tan descontentos con la democracia. Los síntomas de este malestar son cada día más visibles. El número de posibles electores que decide no votar es cada vez mayor. Según una encuesta realizada por Gallup Internacional en 60 países “democráticos”, sólo uno de cada diez encuestados pensaba que “el Gobierno de su país obedecía a la voluntad del pueblo”.

En muchos Estados democráticos se observa también el (re)surgimiento de partidos de tradición antiparlamentaria, en su mayoría de derecha populista o de extrema-derecha. Países de indiscutible tradición democrática –Suiza, Dinamarca, Finlandia– están hoy gobernados por (o gracias al apoyo de) partidos de extrema derecha que cuestionan la legitimidad del funcionamiento democrático actual. Pero también muchos ciudadanos corrientes, brutalmente golpeados por la crisis (véase, en España, el Movimiento 15-M), cuestionan la sumisión del sistema democrático a los nuevos megapoderes financieros y mediáticos. Existe, pues, un rechazo respecto del funcionamiento actual de la democracia. La confianza en los representantes políticos y en los partidos se está erosionando. El sistema representativo parece incapaz de dar respuesta a las nuevas exigencias políticas. Y un sector importante de población ya no se contenta con la emisión de su voto cada tantos años, sino que quiere participación.

En esta situación, resulta cada vez más difícil llevar a cabo reformas o tomar decisiones políticas de cierto alcance. Los intereses de poderosos lobbies o grupos de presión, las campañas mediáticas, pero también la defensa de derechos legítimos adquiridos por parte de determinados grupos de ciudadanos, dificultan los cambios. La política ya no se atreve a tocar ciertos temas y, si lo hace, tiene a veces que enfrentarse a fuertes resistencias; en muchos casos debe dar marcha atrás.
La mayoría de los ciudadanos están convencidos de que la democracia es la mejor fórmula de Gobierno existente pero, por otro lado, en mayoría también, desconfían de sus representantes políticos y de los partidos. Recordemos lo que decía nuestro amigo José Saramago: “Es verdad que podemos votar. Es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger a nuestros representantes en el Parlamento. Es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno. Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto, su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia”.


Es decir, estamos frente a una paradoja dramática: nunca hemos tenido tanta democracia, pero tampoco nunca ha habido tanta desafección y tanta desconfianza con respecto a la democracia representativa.

Entre las causas de esa desafección podríamos citar las diez siguientes:
1) Demasiadas desigualdades (ricos cada vez más ricos, pobres más pobres).

2) Crisis del Estado y de lo público, atacados por las teorías neoliberales adictas al “Estado mínimo”.

 3) Carencia de una sólida cultura democrática.

4) Nefasto efecto de los casos de corrupción de políticos (tan frecuentes en España).

5) Dificultades en la relación entre los partidos y el resto de la sociedad civil.

6) Subordinación de la actividad política a los poderes fácticos (mediáticos, económicos, financieros).

7) Sumisión de los Gobiernos a las decisiones de organizaciones supranacionales (y no democráticas) como el Banco Central europeo (BCE), el G-20, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Organización Mundial del Comercio (OMC), etc.
8) Incremento de los enfrentamientos entre la sociedad civil y los Gobiernos.

9) Discriminaciones o exclusiones hacia categorías sociales o de género (inmigrantes, homosexuales, sin papeles, mujeres, gitanos, musulmanes, etc.).

10) Dominación ideológica de grupos mediáticos que asumen el papel de oposición, y defienden sus intereses y no los de los ciudadanos.

En muchos países, el crecimiento macroeconómico no se traduce en mejoras en el nivel de vida de la población humilde, lo que crea malestar microsocial. Existe un dato alarmante: una investigación realizada en América Latina por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló que el 45% de los latinoamericanos decía preferir someterse a una dictadura que les garantizase empleo y salario suficiente a vivir en una democracia que no los sacara de la miseria...

Esto significa que muchos de los desafíos para la democracia vienen de la pobreza y de la desigualdad. Tocamos ahí el núcleo fundacional del pensamiento democrático moderno. Jean Jacques Rousseau decía, en El Contrato Social, que “el Estado social será ventajoso para los seres humanos sólo cuando todos posean algo y ninguno tenga demasiado”.


Por otra parte, en el marco de la globalización neoliberal, el Estado pierde capacidad reguladora sobre un mercado que, a su vez, deja de ser nacional. Las empresas transnacionales y los mercados financieros dejan de necesitar al Estado como soporte. De esta manera, lo característico hoy es el debilitamiento de los Estados. La era de los Estados nacionales, y sobre todo, la era del Estado democrático, culminó con la aparición de realidades políticas como los partidos de masas, la cultura de masas y el convencimiento colectivo de que los súbditos dejaban de ser súbditos (a los cuales se ordena) para convertirse en ciudadanos (a los cuales hay que convencer).

Hoy, el Estado nacional cede parte de sus poderes a instancias supranacionales (por ejemplo, la Unión Europea) y también a instancias subnacionales (en España, las autonomías), dado que globalización y descentralización se dan, universalmente, como dos procesos coetáneos. La globalización vuelve a la democracia menos relevante pues cada día son menos las decisiones importantes que se toman dentro del ámbito de los Estados nacionales. La “democracia realmente existente” vive, de ese modo, un conjunto de transformaciones que la sitúan muy lejos de sus tres modelos matrices: la reforma parlamentaria británica de 1689, la revolución americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789.
 El elector deja de ser un ciudadano (que hay que convencer) para convertirse en un consumidor (al cual hay que seducir). En este panorama cultural, el ejercicio de la democracia representativa deja de ser una actividad llena de sentido para convertirse, a ojos de los ciudadanos, en un espectáculo interpretado por una “casta” ajena, en el que no participa realmente.


Tenemos así una doble transformación. Por un lado, la globalización ha disminuido el peso del Estado nacional y la relevancia de la vida política democrática. Y, por otro lado, la transformación cultural, que lleva a la “tele-video-política”, ha erosionado la relación entre los ciudadanos y la cosa pública.


Podemos decir que estamos, pues, en una situación en la que los instrumentos de la democracia forjados durante dos siglos dejan de ser eficaces. Y aunque parece que asistimos al triunfo generalizado de la democracia, más bien asistimos al ocaso de sus éxitos. Porque prevalece una marcada exclusión de la mayoría de la población con respecto a la toma de decisiones sobre los asuntos públicos. De manera que el consenso se reduce a minorías (la “casta”) no representativas de la pluralidad de intereses de una sociedad.

Así han emergido las exigencias de una “democracia directa” y de la participación ciudadana en la gestión pública, que pueden verse como las dos caras de la democracia participativa. Después de América Latina, Europa vive hoy un debate entre democracia representativa y democracia participativa. La principal expresión de la democracia participativa es la “participación ciudadana”, un proceso mediante el cual el ciudadano se suma, de forma individual o colectiva, a la toma de decisiones, al control y a la ejecución de las decisiones en los asuntos públicos.

La sociedad civil y algunos movimientos sociales estiman que los partidos son los principales causantes de la desafección ciudadana frente a la democracia. Es un debate, en nuestra opinión, estéril: no hay democracia sin partidos y los males de los partidos son, en parte, los mismos que aquejan a otros sectores de la sociedad. Pero los partidos deben asumir que ellos solos ya no son suficientes para hacer democracia. Tienen que reconstruir su legitimidad a base de transparencia y de democracia interna. Y admitir que a la gente ya no le basta con depositar un voto en las urnas cada cuatro o cinco años... Los ciudadanos ya no aceptan ver su papel en el debate público limitado a eso.

Las Constituciones de Venezuela (1999), de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009), entre las más avanzadas del mundo en esta materia, hablan de “democracia participativa” y ya no de democracia representativa. Porque se proponen, en efecto, democratizar la democracia. Aunque, en general, hay consenso en torno a la necesidad de conservar la democracia representativa, aparece ahora de forma evidente la necesidad de fortalecer, dentro de ella, los mecanismo de participación para tratar de superar el divorcio entre política y ciudadanía.


Recordemos que la introducción de mecanismos de democracia directa (la iniciativa legislativa popular y la consulta popular mediante plebiscito o referéndum) no debilita a la democracia representativa. Lo demuestra el hecho de que esos mecanismos existen, por ejemplo, en Suiza, en Italia, en Estados Unidos y, cada vez más, en la Unión Europea. Existe también el “mandato revocatorio”, que sólo se ha establecido, a escala nacional, en Venezuela (incluso para el Presidente de la República). Venezuela es el único país del mundo en el que se ha efectuado, en 2005, una consulta popular para revocar el mandato presidencial. Ganada, por cierto, por el Presidente Hugo Chávez. Pero la revocatoria local sí que existe para instancias subnacionales (regionales, municipales) en otros Estados latinoamericanos: Argentina, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, etc.

Finalmente, lo que debe quedar claro es que nuestras democracias necesitan nuevos pactos sociales y constitucionales (urgencia, en España, de una nueva Constitución federal) para construir democracias de ciudadanos –y no sólo democracias electorales– en la que no puede haber exclusiones. Además, el modelo representativo no ha dado respuestas satisfactorias a temas tan actuales como los problemas del medio ambiente, las amenazas a la biodiversidad, el calentamiento global, el desempleo, el envejecimiento demográfico de las sociedades europeas, la cibervigilancia masiva, las migraciones, la marginación y la pobreza del mundo.

Si la democracia sigue siendo el modelo que mejor promueve el debate y el diálogo como mecanismos de resolución de los conflictos sociales, el sistema representativo impide una participación real y eficiente de la ciudadanía. Resulta evidente, por consiguiente, que la defensa del bien común a largo plazo sólo es posible con –y no contra– los movimientos sociales y los ciudadanos. De ahí la urgencia de democratizar la democracia.
………………………………………
Sendero Luminoso propone fundar partidos comunistas militarizados por todo el mundo para solucionar el problema de la democracia representativa.

http://www.solrojo.org/mpp_doc/mpp_20151007.html


Octubre del 2015

VIVA EL LXXXVII ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN
DEL PARTIDO COMUNISTA DEL PERU!
(CITAS)

Sobre Mariátegui: ( un ideólogo peruano muerto joven)
"En el año 75 se publicó "Retomar a Mariátegui y reconstituir su Partido"; en ese breve documento demostramos, frente a la negación de muchos que hoy se dicen mariateguistas, que Mariátegui era marxista-leninista "convicto y confeso" como él mismo, con justeza y razón, dijera; hemos planteado los cinco elementos constitutivos de su línea política general. Hemos hecho ver que en Mariátegui se encuentran tesis similares a las del Presidente Mao, basta recordar cuestiones referentes al frente único o al importante problema de la violencia. Mariátegui dice "el Poder se conquista con la violencia y se defiende con la dictadura", "la revolución es el parto sangriento del presente" y a lo largo de muchos años de su gloriosa vida reiteró persistentemente el papel de la violencia revolucionaria y de la dictadura; también decía que por más mayoría que se pudiera tener en un parlamento podría servir para licenciar un gabinete pero nunca a la clase burguesa, sumamente claro; asimismo debemos destacar porque es clave en su pensamiento: Mariátegui era antirrevisionista."
(Entrevista al Presidente Gonzalo, CC - PCP 1988)

Sobre la militarización de los Partidos Comunistas:
"El Presidente Gonzalo plantea la tesis de que a los Partidos Comunistas del mundo les corresponde militarizarse (...)
Primero, porque estamos en la ofensiva estratégica de la revolución mundial, vivimos el barrimiento del imperialismo y la reacción de la faz de la Tierra en los próximos 50 a 100 años, época signada por la violencia en que se expresan todo tipo de guerras, vemos cómo la reacción está militarizándose cada vez más, militarizando los viejos Estados, su economía, desarrollando guerras de agresión, traficando con las luchas de los pueblos y apuntando a una guerra mundial, pero siendo la revolución la tendencia principal en el mundo la tarea de los Partidos Comunistas es enarbolar la revolución plasmando la forma principal de lucha: la guerra popular, para oponer la guerra revolucionaria mundial a la guerra contrarrevolucionaria mundial."
(Línea de la construcción de los tres instrumentos de la revolución, PCP 1988)

Sobre las lecciones de la reconstitución del Partido:
"¿Qué lecciones podríamos sacar? La primera lección, la importancia de la base de unidad partidaria y su relación con la lucha de dos líneas; sin esta base y sus tres elementos
[1) marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo,
2) programa y
 3) línea política general] no hay sustento para la construcción ideológico-política del Partido; pero sin lucha de dos líneas no hay base de unidad partidaria. Sin una firme y sagaz lucha de dos líneas en el Partido no puede cogerse firmemente la ideología, no puede establecerse el programa ni la línea política general así como tampoco defenderlos, aplicarlos y menos desarrollarlos. La lucha de dos líneas para nosotros es fundamental y tiene que ver con concebir el Partido como una contradicción en concordancia con el carácter universal de la ley de la contradicción.

Una segunda lección, la importancia de la guerra popular; un Partido Comunista tiene como tarea central la conquista del Poder para la clase y el pueblo; un Partido una vez constituido y considerando las condiciones concretas tiene que bregar por plasmar esa conquista y solamente puede hacerlo mediante la guerra popular.

Tercera lección importante es la forja de una dirección, la dirección es clave; y, una dirección no se improvisa, requiere de largo tiempo, dura brega, ardua lucha para forjar una dirección, particularmente para que sea una dirección de la guerra popular.

Una cuarta lección que podríamos sacar es la necesidad de construir la conquista del Poder, porque así como se hace la guerra popular para conquistar el Poder, hay que también construir esa conquista del Poder; ¿qué queremos decir?, que hay que generar organismos superiores a los de la reacción. Creemos que éstas son importantes lecciones. Una final es el internacionalismo proletario, en siempre desenvolverse como parte del proletariado internacional, siempre concebir la revolución como parte de la revolución mundial, desarrollar la guerra popular -como dice la consigna partidaria- sirviendo a la revolución mundial; ¿por qué?, porque un Partido Comunista al fin y al cabo tiene una meta final insustituible: el comunismo, y a él, como ha sido establecido, ingresamos todos o no ingresa nadie. Creemos que éstas son las más saltantes lecciones que podríamos plantear."
(Entrevista al Presidente Gonzalo, CC - PCP 1988)

Sobre la fracción roja:
"Esta lucha llevó a que la fracción asuma sola la Reconstitución del Partido. Lenin dice que llegado un momento una fracción que es consecuente tiene que reconstruir el Partido; ésa fue la tarea que asumió la fracción. Aquí cabría preguntarse: por qué la fracción asumió la Reconstitución del Partido, por qué no se fundó otro como era la moda y lo sigue siendo hoy. La primera razón, porque el Partido fue fundado el 28 sobre claras bases marxista-leninistas y tenía entonces una gran experiencia, experiencia que está hecha de lecciones positivas y negativas, de ambas; pero hay algo más, Lenin nos dice que cuando uno está en un Partido que se desvía, se desenrumba o despeña en el oportunismo, tiene la obligación de bregar por reenrumbarlo y no hacerlo es un crimen político. Así, la fracción tiene la importancia de haber cumplido ese papel, de haber servido a la Reconstitución del Partido a partir de su construcción ideológico-política, basándose en el maoísmo, que entonces llamábamos pensamiento maotsetung y en el establecimiento de una línea política general. La fracción tiene el gran mérito de haber reconstituido el Partido y teniéndolo había ya el instrumento, el "heroico combatiente", el Partido Comunista de nuevo tipo, marxista-leninista-maoísta, la vanguardia política organizada, y no la "organización político-militar" como erróneamente suelen decir, el Partido necesario para lanzarse a la conquista del Poder con las armas en la mano a través de la guerra popular."
(Entrevista al Presidente Gonzalo, CC - PCP 1988)

¡Servir al pueblo, al proletariado y a la revolución mundial!:

"Hoy a un año, el histórico y magistral discurso del Presidente Gonzalo resplandece victorioso y desafiante ante el mundo, sus contundentes y vigentes palabras elevan aún más el optimismo de los comunistas y el pueblo y estremecen de pavor a los reaccionarios que como bestias heridas de muerte se hunden en medio del genocidio y lanzan furibundas y ridículas embestidas con las que pretenden encubrir que están podridos hasta el tuétano y que se aproximan a su fin, en tanto que nosotros los revolucionarios nos acercamos a la victoria, a la Conquista del Poder, pues la palabra del Partido es palabra cumplida y nosotros somos firmes seguidores de lo que el Presidente Gonzalo estableció: "En una ocasión prometimos solemnemente no dejar las armas hasta el comunismo, persistir en la brega por el comunismo así vinieran las superpotencias o potencias armadas hasta los dientes, con sus poderosas armas, los comunistas sabemos lo que queremos y por qué luchamos, nada debe ni puede detenernos en el cumplimiento de los objetivos del Partido, para servir al pueblo, al proletariado y a la revolución mundial". Al celebrar el 65 Aniversario de nuestro glorioso Partido, reafirmamos nuestra decisión inquebrantable de guiándonos por el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo proseguir la Guerra Popular sirviendo a la Revolución Mundial y nuestro compromiso de dar la vida por el Presidente Gonzalo, el Partido y la Revolución."
(Declaración, CC - PCP, 1993)
¡VIVA EL GLORIOSO PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ, SU COMITÉ CENTRAL Y TODO SU SISTEMA DE DIRECCIÓN!
¡VIVA EL PRESIDENTE GONZALO Y SU TODOPODEROSO PENSAMIENTO!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO, PRINCIPALMENTE EL MAOÍSMO!
¡POR LA RECONSTITUCIÓN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS COMO PARTIDOS MARXISTAS-LENINISTAS-MAOÍSTAS MILITARIZADOS!
¡APLASTAR A LA LOD Y A LA LOI DESARROLLANDO LA GUERRA POPULAR!



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