“Os
vamos a hacer lo que hacéis en Siria” La matanza empezó cuando Eagles comenzó a
cantar “besar al diablo”
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Los
atacantes gritaron en francés sin acento y dos hicieron estallar un cinturón
explosivo
ÁLEX
VICENTE /
DANIEL
VERDÚ
París
14
NOV 2015 - 21:40 CET
Investigadores
trabajan en la sala Bataclan el sábado en París. / LAURENT DUBRULE (EFE)
Pasada la
medianoche, en la sala parisina Bataclan se escucharon hasta siete disparos y
seis detonaciones. La policía acababa de entrar. Los agentes temían que los
asaltantes que se habían encerrado en la sala con cientos de personas que
asistían a un concierto de Eagles of Death Metal
terminaran haciéndola volar por los aires. Pero la masacre ya se había
ejecutado mucho antes.
El concierto
comenzó hacia las nueve de la noche. Unos 40 minutos después, mientras el
vocalista de la banda californiana empezaba a entonar el tema Kiss the Devil, el público escuchó varias detonaciones
junto a la puerta de entrada. Salidos de un vehículo negro estacionado junto al
Bataclan, tres terroristas acababan de asesinar a los guardias de seguridad
para acceder a la sala, antes de empezar a disparar a bocajarro entre el
público. “Os
vamos a hacer lo que vosotros hacéis en Siria”, gritaron los
responsables del ataque, de unos 30 años y tipología árabe, según varios
testimonios, que hablaban francés sin acento. Quienes se encontraban cerca del
escenario lograron escapar, igual que la banda. No así el resto de asistentes.
Presentes en
el concierto, Hervé Antoine y su hijo Lheureux
recuerdan que todo fue muy rápido.
“Comenzaron a oírse
disparos y los miembros del grupo se tiraron al suelo”, rememoran.
"Había sangre y cadáveres por todas parte,
era difícil no tropezarse. No paraban de disparar. Logramos escondernos detrás
de un mostrador mientras la gente iba cayendo muerta. Pero ellos seguían
disparando. Se hacía interminable”, relata Hervé.
Según los presentes, quienes se
movían o sacaban sus móviles eran eliminados al acto.
Su hijo
recuerda que, al final de esa tensa espera, la policía entró en la sala y lanzó
varias granadas intimidatorias. “Ahí empezaron los disparos. Creo que debieron
liquidarles, y entonces pudimos salir. Pero se hizo eterno”, afirma.
“Ha sido una
carnicería. Todos mis amigos se han quedado dentro”
La operación
policial que puso fin al secuestro de la sala fue conducido por dos unidades de
élite de la policía francesa pasadas las 12.30 de la noche. Encerrado en los
servicios junto a tres personas más, Pierre Janaszak, presentador radiofónico,
logró sobrevivir. Desde su escondite, escuchó a los terroristas negociar con la
policía. “Es culpa de vuestro presidente. No tendría que intervenir en Siria”,
decían. Según el fiscal de París, François Molins, también se refirieron a
Irak. Los tres terroristas fallecieron durante el asalto. Uno de ellos, por un
tiro de los agentes. Los otros dos
hicieron estallar su cinturón explosivo en los camerinos de la sala de
conciertos, según distintos testimonios. Uno de los autores del ataque al
Bataclan, identificado por la huella digital de un dedo amputado, es un
ciudadano francés nacido en 1985 en la periferia sur de París, fichado por los
servicios policiales por su “radicalización”.
La sala de
conciertos ya había sido objeto de otras amenazas. En 2011, el terrorista
Farouk Ben Abbes, integrante de un grupo vinculado a Al Qaeda en Gaza, confesó
a la Dirección General de la Seguridad Interior haber tenido en mente “un
proyecto de atentado contra el Bataclan”. Otro miembro del mismo grupo habría
confiado en un interrogatorio que el motivo era que “los propietarios de la
sala son judíos”. Su actual propietario es el industrial
Arnaud Lagardère, que adquirió el 70% de las acciones en septiembre de
este año.
En las
inmediaciones de la sala, algunos vecinos protestaban por la desprotección,
recordando que el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo tuvo lugar a
500 metros. La mayoría de comerciantes prefirieron cerrar ayer. Pero Jacky, que
regenta una tienda de antigüedades frente al Bataclan desde hace más de 40
años, decidió levantar la persiana. “No podemos bajar los brazos. No le negaré
que me da miedo terminar con una bala perdida. Pero no nos queda otro remedio
que seguir viviendo”. En plena Plaza de la República, un colectivo de street
art pintaba el lema de París: Fluctuat Nec Mergitur. Su traducción transcribe
lo que muchos sentían ayer: “Batida por las olas, pero no hundida”
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