Las
futuras guerras en Medio Oriente, El Magreb
y el Sahel por la tercerización del enriquecimiento
de uranio para las centrales nucleares europeas y japonesas y que sus
industrias sigan siendo competitivas frente a las de EEUU que tienen energía
barata producto de su gas de esquisto. Extraído del WSJ , del diario
español Elpais, de Swissinfo y la wikipedia. Parte 1
La tecnología
del la fractura hidráulica es inviable en Europa ya se intento con aguas geotermales
en Suiza y ocasionaba terremotos creo y contaminación de aguas subterráneas en
otras parte en cambio en EEUU si se puede pues no hay una gran densidad
poblacional en donde se extrae o son desiertos., en cambio en Europa si está muy densamente
poblada.
Europa está
incrementando su uso de carbón pero la demanda masiva es inviable pues los
tornados de grado 4 y 5 serian muy frecuentes
incluso en la costa atlántica de EEUU .
La gran revolución de la energía por Javier Solana extraído del
diario El país.
http://elpais.com/elpais/2013/11/20/opinion/1384946899_460165.html
Es urgente
encontrar un denominador común en la cumbre de Varsovia
JAVIER
SOLANA 21 NOV 2013 -
00:01 CET
Justo ahora
se está diseñando un nuevo acuerdo global sobre cambio climático en la cumbre
de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio
Climático (UNFCCC, en sus siglas en inglés) —el 22
de noviembre termina la decimonovena conferencia de las partes, COP19,
en Varsovia—, que se quiere culminar en 2015. Al
hilo de la negociación, y dado que la
mayoría de las emisiones de dióxido de carbono en el mundo provienen de la
producción eléctrica y el transporte, merece la pena revisar la gran
evolución que ha sufrido el panorama energético.
El siglo XXI será global y se definirá por
la interdependencia económica.
Por ello, la revolución de los hidrocarburos no
convencionales —que ha provocado un auténtico
terremoto— tendrá consecuencias a
escala mundial.
Ya se
empiezan, de hecho, a sentir.
Con la
explotación del fracking, y en solo cinco años, la producción estadounidense de petróleo ha crecido un 30% y
la de gas, un 25%.
El año
pasado, el gas de esquisto representó el 34% de toda la
producción de gas en Estados Unidos.
La
Administración de Información Energética americana (EIA, en sus siglas en
inglés) prevé que represente la mitad del total de gas
en 2040.
Estados Unidos va camino de la
autosuficiencia energética y está ya sacando partido de los beneficios económicos que ello
conlleva.
La
explotación del gas y petróleo no
convencional generó 2,1 millones de puestos de trabajo y 74.000 millones de
dólares para las arcas del Estado en 2012.
Su competitividad industrial se ha disparado dado el
diferencial de precio con Europa y Asia, y las
refinerías e industrias petroquímicas están acudiendo en masa a Estados Unidos.
Esto no
significa, sin embargo, que Estados Unidos pueda encerrarse en sí mismo.
La energía
es una commodity global en un mundo interconectado. Se aprecia perfectamente
cuando se mira al precio del petróleo, que se establece de manera global: la
historia enseña ejemplos suficientes de las pésimas consecuencias que tienen
los aumentos repentinos del precio del barril.
Aunque la aportación del petróleo al mix
energético está disminuyendo, y la capacidad excedente está razonablemente
asegurada —sobre todo por Arabia Saudí—, un
shock en los precios tendría efectos en todos los rincones del mundo.
El
coste actual de la contaminación es muy bajo; el nivel de urgencia es alto
Los precios
del gas, en cambio, varían mucho por regiones.
Desde los menos de cuatro dólares por MMBtu (unidad
estándar de medida) en Estados Unidos a los
aproximadamente 10 y 15 en Europa y Asia, respectivamente.
Hasta que el
mercado del gas se haga más líquido y global la diferencia persistirá.
Sin embargo,
la interdependencia económica global significa que a cada país le pesa la
factura de otros.
Si la
economía de una región empeora, todos los países —emergentes y desarrollados—
se resienten.
En
Europa, hasta ahora, los
recursos de esquisto han permanecido dentro de la roca, pero la revolución de los
hidrocarburos no convencionales en el otro lado del Atlántico ha tenido muchos
y diversos efectos.
En primer lugar, la
caída de la demanda estadounidense de gas natural licuado (GNL) ha
permitido que bajen los precios en Europa.
Eso ha dado
margen de negociación a los diferentes proveedores energéticos europeos con
gigantes como Gazprom —pese a los contratos de suministro de petróleo a largo plazo—.
Por otro
lado, la
competitividad está en peligro: las
compañías europeas pagan tres veces más que las americanas por el gas.
Es
improbable que esto cambie a corto plazo, ya que el coste de la licuación y del
transporte mantendrá el precio del GNL
alto incluso si EEUU permitiera más exportaciones.
Por último,
las fuentes de energía usadas en Europa están haciendo que el continente se
aleje gradualmente de sus objetivos de lucha contra el cambio climático.
En Estados Unidos, el gas natural le está ganado parte de la cuota tradicional que
llevaba el carbón en la producción
de electricidad, provocando una oferta
mayor de carbón barato para la exportación hacia Europa.
Especialmente
en Alemania, donde la energiewende
(transición energética) —puesta en marcha a raíz del desastre de Fukushima— ha
tenido un efecto perverso que ha
provocado un aumento del consumo de carbón en el país:
el carbón va camino de representar la
mitad del consumo energético de Alemania.
La posición
europea de campeona contra el cambio climático está en peligro.
Las emisiones de gases de efecto invernadero
han podido descender como consecuencia de la caída en producción durante la
crisis, pero el repunte en el uso del
carbón es una muy mala noticia ante el futuro.
El carbón también es el recurso
estrella en China, donde representa más de dos tercios del consumo energético.
Pero los mandatarios chinos saben que
la situación no es sostenible.
No solo por
la contaminación medioambiental, sino porque
la diversificación de fuentes energéticas es clave para la seguridad nacional y
la supervivencia del régimen.
La reciente
caída de las emisiones de gases de efecto invernadero corre el riesgo de ser
anulada por las emisiones del carbón
El volumen
de las reservas de energía no convencional en China está aún por determinar.
Sin embargo, la densidad de población y
la escasez de agua pueden ser factores que inhiban su explotación.
China mantiene intensos contactos para
asegurar y diversificar sus fuentes energéticas, tanto con productores
tradicionales en Oriente Medio como con
emergentes como Birmania o Rusia.
El mes
pasado, tras la primera visita de Dmitri Medvédev a
China como primer ministro, China acordó
con la empresa rusa Rosneft un contrato de suministro de petróleo por 10 años valorado en 85.000
millones de dólares.
El gas
natural, sin embargo, es la gran debilidad.
Los
gasoductos en Asia están subdesarrollados y los precios son los más altos del
mundo.
Los principales productores de gas rusos
comienzan a mirar hacia Asia, sobre todo
ahora que el suministro en Europa ha bajado por la campaña de diversificación de matriz energética.
Recordemos
que Rusia obtiene la mitad de su presupuesto federal de los ingresos por gas y petróleo.
El Gobierno
ruso tiene que moverse rápido para adaptarse a los cambios y sostener al
Estado.
Hay oportunidades bajo la taiga
siberiana, sobre
todo en la región de Bazhenov, que podría albergar una de las mayores reservas
de hidrocarburos no convencionales del mundo.
Sin embargo,
el Estado podría no ser capaz de atraer la inversión necesaria si no hace antes
una reforma fiscal.
La
revolución de los hidrocarburos no convencionales, que empezó en EE UU, está
provocando grandes cambios en todo el mundo. Incorporar el gas de esquisto al
mix energético mundial podría suponer un puente hacia un futuro bajo en
carbono.
Las
emisiones por la combustión del gas de esquisto pueden ser significativamente
menores que las del petróleo, si se
llegan a controlar las fugas de metano.
Sin embargo,
a través de interrelaciones complejas,
hemos visto un resurgir en el uso del carbón —altamente contaminante— en Europa.
China, por su parte, también sigue
dependiendo del carbón para el 70% de sus necesidades
energéticas.
De esta
manera, la reciente caída de las emisiones de gases de efecto invernadero —las
emisiones de CO2 en Estados Unidos están en su punto más bajo en 16 años, igual
que en Europa han descendido por la crisis— corre el riesgo de ser anulada por
las emisiones del carbón.
El problema
clave es que las fuentes baratas de
energía a veces conllevan grandes costes, que solo se revelan después de un
tiempo mayor, lo cual dificulta la formulación de políticas para regular su
uso.
Las
externalidades medioambientales de la combustión de carbón son importantes y
deben ser tratadas.
Es
fundamental que la comunidad internacional alcance un denominador común lo
suficientemente ambicioso en Varsovia.
Si no, no
seremos capaces de limitar el aumento de la temperatura global hasta niveles
sostenibles.
El coste
actual de la contaminación es demasiado bajo; sin embargo, el nivel de urgencia
es muy alto.
Javier
Solana es distinguido
senior fellow de Brookings Institution y presidente del Centro de Economía y Geopolítica Global de ESADE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario