El
fascismo se come a Europa parte II extraído del diario español Elpais.
“Es
urgente una gran batalla europeísta”
contra el ascenso del
fascismo se entiende.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/10/31/actualidad/1383252211_143749.html
El primer
ministro italiano teme que Europa no se dé cuenta del avance de la anti
política
PABLO ORDAZ
Andrea Bachstein (Süddeutsche Zeitung), .
Lizzy Davies (The
Guardian), .
Philippe Ridet (Le Monde), .
Tomasz Bielecki (Gazeta Wyborcza) y
Fabio Martini (La Stampa).
Roma 1
NOV 2013 - 00:00 CET11
El primer ministro italiano, Enrico Letta. / A. SCATTOLON
El
socialdemócrata Enrico
Letta (Pisa, 1966) lleva seis meses al frente
del Gobierno de Italia, pero aún no ha ocupado el apartamento reservado
al primer ministro en la tercera planta del palacio Chigi. Tal vez porque
prefiere que su familia siga viviendo en el barrio de Testaccio —sus hijos van
a la escuela pública— o quizá porque no se fía de que Silvio Berlusconi, con
quien mantiene un tormentoso pacto de Gobierno, llame por su cuenta al camión
de la mudanza. Como si no tuviera problemas en casa, Enrico Letta ha convertido
en una misión la lucha contra los populismos.
Teme que, al igual que sucedió en
Italia, Europa no se dé cuenta del avance de la antipolítica hasta que sea
demasiado tarde.
Pregunta. ¿Hasta qué punto es el populismo un peligro creciente para la
estabilidad de Europa?
Respuesta.
Aunque está muy subestimado, existe un riesgo muy grande de que el
próximo mes de mayo se elija el Parlamento Europeo más antieuropeo de la
historia.
Lo más
probable es que en algunos de los grandes países y también en los más pequeños
nos encontremos con un crecimiento de todos los partidos y movimientos euroescépticos y
antieuropeos. Con un efecto muy negativo y peligroso. El año
próximo, Italia presidirá el segundo semestre, el primero de la nueva
legislatura, con el consiguiente cambio del presidente del Consejo Europeo y de la presidencia de la
Comisión.
El tema de fondo será pasar de la
legislatura de la austeridad (2009-2014) a la del crecimiento, pero el riesgo de encontrarnos con el
Parlamento más euroescéptico de la historia hace que este objetivo
nazca cojo, atascado.
Y de esto, aunque se hable en los
distintos países, se hace tímidamente.
Es urgente una gran batalla europeísta, la
Europa de los pueblos contra la Europa de los populismos: esto es lo que está en juego en los próximos seis
meses.
P. ¿Qué
posibilidades hay de que el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo se
convierta en el primer partido italiano en las elecciones europeas? ¿Cómo
pretenden conjurar esta posibilidad?
¿Qué es Europa? ¿Quién nos
representa? Las respuestas siempre balbucientes contribuyen a la victoria
de todos los populistas”
R. Es un
riesgo muy fuerte. Las elecciones europeas son el mejor terreno sobre el que el
Movimiento 5 Estrellas puede expresar su populismo. Y ya ha empezado. Y, frente
a esto, no podemos ser tímidos, debemos plantar una batalla con la cabeza alta,
planteando las razones de un europeísmo del cual hemos subestimado los aspectos
positivos. Empezando por decir que la profunda crisis económica y financiera no
es debida a Europa, sino a la poca Europa. Un ejemplo: han sido necesarias 27
cumbres europeas desde 2008 antes de llegar a la frase de Mario Draghi
—“whatever it takes”— para salvar el euro, una declaración que ha servido para
empezar a salir de la crisis. Poca
Europa significa que no existen las instituciones adecuadas. ¿Qué es Europa?
¿Quién nos representa?
Las
respuestas siempre balbucientes contribuyen a la victoria de Grillo, de Marine Le Pen, de Farage, de todos los
populistas. Hablo con mucha franqueza: las instituciones europeas están muy
fragmentadas: el presidente del Consejo, de la Comisión, el presidente de turno
del semestre, el Eurogrupo, el representante permanente… Cuando he hablado con
Obama en Washington le he dicho: es importante que vaya a Bruselas. Hasta
ahora, en cinco años, Obama no ha ido nunca….
P. ¿Qué le respondió?
R. Me dijo
que irá, pero el hecho de que en cinco años no haya venido, me hace pensar que
también desde la percepción americana hay una dificultad para interpretar a
Bruselas como el lugar de la representación europea. Probad a hacer un sondeo
entre los ciudadanos europeos con esta pregunta: ¿quién es el jefe de Europa?
Será interesante ver cuántos responden Merkel, cuantos
Barroso, cuántos Van Rompuy…
P. ¿Y cómo se puede corregir esto…?
“No esperaba tanto
racismo”
“Ahora que
han pasado seis meses desde el nacimiento de mi Gobierno, debo decir que estoy
muy orgulloso de la decisión de haber elegido a Cecile
Kyenge como ministra de Integración. Una decisión tomada en la soledad
total, pero que al final deja constancia de la determinación de este Gobierno
de hacer frente de forma radical a un tema cultural muy fuerte, afrontado hasta
ahora —también desde el punto de vista generacional— de un modo muy distinto.
Cuando yo iba a la escuela, éramos todos blancos. Mis hijos, en cambio,
experimentan ya desde la escuela pública elemental la diversidad en el color de
la piel. Es cierto, no me esperaba reacciones racistas tan violentas”.
Enrico
Letta tiene ese orgullo
y esa espina clavada. El orgullo de haber llevado al Gobierno a la primera
ministra negra de la historia de Italia. La pena de constatar que los episodios
racistas —también contra la ministra Kyenge— ensucian un día sí y otro también
las páginas de los periódicos. El Gobierno que se enorgullece por el
comportamiento de los vecinos de Lampedusa es
también el que mantiene una ley —la ya famosa
Bossi-Fini— heredada del populismo y la intolerancia. ¿Está satisfecho
de la forma en que Italia ha reaccionado a la tragedia de Lampedusa?
“Estamos poniendo una
generosidad y un esfuerzo extraordinario, desde el trabajo de nuestros
militares —mientras estábamos en el Consejo Europeo salvaron la vida a 700
personas— a los habitantes de Lampedusa, con quien tenemos una deuda de
reconocimiento. Es verdad que debemos hacer más, pero solos no podemos. Europa
tiene que saber que el problema de la inmigración o lo solucionamos entre todos o no tiene
solución”.
R. Si fuese
dictador europeo durante media hora, publicaría dos
edictos. Creo que el primero sería inmediatamente compartido por la
opinión pública: la unificación del
presidente de la Comisión y del presidente del Consejo Europeo en una única
figura. Esto se puede hacer sin cambiar los tratados, basta con proponer a
la misma persona. Una unión personal —digámoslo así— de las dos funciones ya
sería una decisión importante. Sé que desde el punto de vista de la perfección
jurídica de Bruselas estoy diciendo una especie de blasfemia porque el
presidente del Consejo desempeña un papel de gestión, mientras el presidente de
la Comisión tiene otra función, pero sería más práctico y todo el mundo lo
entendería. Con el segundo edicto
aboliría todos los acrónimos que son incomprensibles para todos. La
burocracia de Bruselas los utiliza como una brújula, pero el resto de la gente
se pierde. Solo basta pensar en el asunto de la crisis: EFS, ESM, SIX PACK TWO
PACK…, esto es, una lista de términos absolutamente incomprensibles entre los
que nos perdemos. Haría falta volver a llamar a las cosas por su nombre para
volver a acercar a los ciudadanos.
P. Las
elecciones son el próximo mes de mayo. ¿Qué propone para acercar a los
ciudadanos en tan escaso margen de tiempo?
R. Será
fundamental que Europa levante la bandera de la lucha contra el desempleo
juvenil. Convertirla en una lucha europea.
Si se lanza un gran proyecto para los
jóvenes, se hablará de ello en todo el continente.
Es más:
teniendo en cuenta que el Consejo Europeo de febrero se ocupará de políticas
económicas relacionadas con la industria, tenemos dos opciones. O podemos dar un mensaje burocrático o, en
cambio, emprender una virtuosa segunda vuelta. En la ida —los últimos 10
años— se ha teorizado que Europa no debía tener más industrias, que bastaba con
finanzas y servicios.
La cuestión ahora es cómo
reindustrializar de la manera más avanzada, buscando dar trabajo a nuestros jóvenes. Y está
también la cuestión de la inmigración. Europa se juega buena parte de sus
posibilidades de ganar a los populistas precisamente sobre este terreno. Con
una gestión equivocada del problema se pueden perder las elecciones europeas.
P. En
Italia, el populismo ha tenido una larga incubación. Umberto Bossi —el viejo
líder de la Liga Norte— entró en el Parlamento en 1987 y ahora, 26 años
después, uno de cada tres electores ha votado populismo, entre el Movimiento 5
Estrellas y la Liga. ¿No cree que sería necesario que ustedes —la política
tradicional— hicieran una autocrítica sobre los errores que han favorecido esta
escalada?
R. Sí, desde
luego. No quiero que se me malinterprete. Cuando hablo de populismos me refiero
a las políticas y a los representantes, pero sé que entre los ocho millones que
han votado al M5S, hay muchísimos electores que antes han votado por el Partido
Democrático (PD) y por las formaciones moderadas del centroderecha. He
reflexionado mucho sobre esto en los últimos meses: la sentencia sobre el
populismo no puede ser autoabsolutoria. No digo: nosotros somos buenos y ellos
malos. Si tantos electores que votaban por nosotros en el pasado han elegido
políticas populistas, los primeros que debemos preguntarnos por qué debemos ser
nosotros.
El 90% del éxito de los partidos populistas
en Italia no se ha basado sobre cuestiones de Europa o de las políticas
económicas, sino como reacción a una política que ha tardado demasiado tiempo
en renovarse y en reducir los costes.
Por eso, en
Italia, una de las claves del resultado de las próximas europeas dependerá de
si —como espero— se convierten definitivamente en leyes la abolición de la
financiación pública de los partidos y una nueva ley electoral. Y necesitamos
también un rejuvenecimiento general de la dirección de los partidos. Debemos
demostrar que la política en Italia es capaz de reformarse sin que sea
necesaria la toma de la Bastilla.
La cuestión
ahora es cómo reindustrializar de manera avanzada, buscando dar trabajo a
nuestros jóvenes”
P. Usted habla de la necesidad de la buena política, pero tanto el
anterior jefe del Gobierno, Mario Monti, como usted fueron apadrinados por el
presidente de la República y no por las papeletas de los electores. ¿No
fortalece esto también la antipolítica, la falta de fe en la democracia?
R. Este es
el motivo por el cual yo insisto tanto en que hay que cambiar las reglas
institucionales. Entre nosotros hay muchos conservadores que dicen que este Parlamento está deslegitimado y por
tanto no puede cambiar la Constitución. Pero yo les digo que, si no se cambia,
nuestro sistema continuará aumentando los populismos. El ciudadano tiene que
poder elegir un Parlamento, un presidente, un Gobierno. Pero en Italia tenemos
dos parlamentos [la Cámara de Diputados y el Senado] que tienen el mismo poder.
Creo que antes del verano podemos cerrar la partida del cambio de la
Constitución para reducir los parlamentarios y poner fin a un bicameralismo que
nos lleva a la inestabilidad. Yo trabajo para que, en las elecciones del 2015,
los ciudadanos puedan escoger entre dos opciones y esta elección se traduzca en
un Gobierno claro. En este sentido, la gran coalición que estamos viviendo en
Italia es un momento extraordinario en el verdadero sentido de la palabra. Lo
ordinario es la confrontación entre el centroderecha y el centroizquierda con
reglas institucionales que lo consientan.
P. La noche de las elecciones europeas, ¿a partir de qué resultado pueden
convertirse para usted en peligrosos los partidos populistas?
R. Sería un grandísimo problema si los
populistas europeos superan el 25%. Esto lo
debemos tener todos muy presente. Hay que tener en cuenta algo: desde 1979
hasta hoy todos los resultados de las elecciones europeas se han mirado en
clave nacional, para ver las consecuencias internas de la subida o la bajada de
tal o cual partido.
Nunca en estos 35 años se ha mirado
el resultado de forma conjunta. Ahora, en cambio, por primera vez la partida será de
europeístas contra populistas. Y creo que esta dinámica será idéntica en el
resto de los grandes países. Será importante en Italia, pero también en
Alemania, donde todos irán a ver —también yo— si Alternativa
[para Alemania] está todavía bajo el 5% o ha crecido; será fundamental
obviamente en Francia y en Reino Unido y lo será
también en España, donde habrá que ver si los dos grandes partidos
retienen todavía el 80% del electorado o si, por el contrario, empieza a pasar
como aquí en los últimos cinco años: en 2008, los dos grandes partidos juntos
reunían casi el 70% del electorado y hoy son menos del 50%.
No pienso
hablar de Berlusconi. No diré nada, porque si digo algo titularéis con él”
P. Hablando de Italia, ¿Silvio Berlusconi y sus problemas con la justicia
continúan poniendo en riesgo el Gobierno de coalición?
R.
[Sonriendo] No pienso hablar de Berlusconi. No diré nada, porque si digo algo
titularéis con Berlusconi. Quiero hablar de Europa.
P. Pero
al menos diga si también mete a Berlusconi en el saco de los populistas…
R. Bueno, un
poco sí, un poco sí…
P. ¿Qué quiere decir un poco?
R. El PDL es
una mezcla entre las dos cosas. Berlusconi en estos años ha mantenido
posiciones populistas y a la vez otras más institucionales y moderadas. Pero
Italia tiene la gran fortuna de tener un presidente de la República que se ha
echado a la espalda la misión imposible de gestionar un resultado electoral tan
difícil y en un momento tan crítico para salir de la crisis. Italia tiene que
estar muy agradecida a Napolitano y tenemos que
apoyarlo en su esfuerzo de mantener unido al país durante esta difícil
transición.
Esta
entrevista ha sido realizada conjuntamente con Andrea Bachstein (Süddeutsche
Zeitung), Lizzy Davies (The Guardian), Philippe Ridet (Le Monde), Tomasz
Bielecki (Gazeta Wyborcza) y Fabio Martini (La Stampa).
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