El mundo avanza, no obstante, los precios, a niveles récords de consumo de petróleo y quizá pronto de carbón. (Foto: Getty Images)
El mundo avanza, no obstante, los precios, a niveles récords de consumo de petróleo y quizá pronto de carbón. (Foto: Getty Images)

La guerra de agresión que Rusia impuso sobre Ucrania ha merecido una fuerte respuesta en otro ámbito de la confrontación: el económico. Las guerras modernas se libran cada vez más en el terreno económico que en el militar. Más aún, entre las grandes potencias nucleares; toda vista de que un enfrentamiento atómico conduciría al fin de la civilización moderna.

En este momento, cuando las sanciones económicas han privado a Europa de petróleo y gas ruso en mayor o menor medida, el escalamiento de los precios del crudo está obligando a Alemania a reabrir sus plantas de producción de energía a base de carbón. Este último es el rey de las energías ‘sucias’. La poderosa Alemania, con el partido ecologista más fuerte de Europa en la propia coalición de gobierno, tiene que retroceder en su política de reducción de emisiones al compás de la artillería que sacude el este de Ucrania.

El mundo avanza, no obstante, los precios, a niveles récords de consumo de petróleo y quizá pronto de carbón.

Toda la perorata de un mundo limpio y de políticas de subsidio para reducir las emisiones resultan hoy estériles para detener el calentamiento global y la concentración de CO2 en la atmósfera que en mayo superó las 420 ppm. Era 280 ppm en la era preindustrial.