HOSPITALES DESBORDADOS
Una isla con dos vacunas y sin jeringuillas: cómo la gota del covid colmó el vaso cubano
Cuba ha desarrollado las primeras dos vacunas para el covid de América Latina. Sin embargo, carece de jeringuillas para administrarlas y de la atención hospitalaria necesaria para atender a los enfermos
Aunque el estallido de las históricas protestas en Cuba este domingo ha sorprendido al mundo, el acelerado deterioro de las condiciones de vida en la isla estaba a la vista de todos. El Confidencial encargó la semana pasada un reportaje a Amaury Valdivia, nuestro colaborador en el país, para explicar la difícil situación que atraviesan los cubanos por la pandemia del coronavirus y los graves problemas de desabastecimiento, que se suman a la larga lista de adversidades que los ciudadanos han tenido que afrontar en los últimos años.
Recibimos el texto horas antes de que iniciaran las inéditas manifestaciones que han puesto a Cuba en la primera línea de la atención mediática mundial. Un relato desde dentro de la crisis que sirve para explicar cómo el covid acabó colmando la paciencia del pueblo cubano.
***
Si mañana tuviera que salir de casa junto a mi familia, por una urgencia, nuestra reserva de medicamentos sería lo primero que me apresuraría a tomar. No fotos ni recuerdos familiares, sino la pequeña bolsa de nailon en que mi esposa atesora sus pastillas para el hipotiroidismo, los antihistamínicos de mi hijo, algunos analgésicos y un blíster con 12 cápsulas de Cefalexina de 500 miligramos.
Formalmente esos antibióticos vencieron en abril, pero como aprendiera mucho tiempo atrás mi familia paterna, una medicina caducada puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. A finales de los 60, una de mis tías sobrevivió gracias a unas pastillas en esas condiciones, obtenidas mediante los canjes que años antes habían acordado Cuba y Estados Unidos, para que Kennedy pudiera recuperar los prisioneros de su fallida invasión por Bahía de Cochinos.
Aquella convicción, tal vez irresponsable, desde el comienzo de la pandemia demostró ser un invaluable ejercicio de previsión. Y en el último año y medio incluso nos permitió donar algunos blísteres de Levotiroxina sódica, "acaparados" por mi esposa cuando en las farmacias podían encontrarse todos los fármacos prescritos por los médicos.
El grupo de intercambio de medicamentos a través del cual ayudamos a otras personas es uno de los muchos surgidos en Facebook al impulso de la necesidad. Casi cualquier municipio de Cuba tiene varios de esos espacios virtuales que paulatinamente han ido extendiéndose al mundo físico. Uno de los que más miembros reúne en mi ciudad natal cuenta hasta con voluntarios que se encargan de llevar las donaciones a quienes, por edad u otros motivos, les resulta imposible ir a buscarlas. "Aunque no siempre logramos proveer el tratamiento completo, sí es una gran ayuda, sobre todo en los casos más necesitados", le contó a una radioemisora local Guelmis Imbernó, una de sus administradoras.
Durante meses la solidaridad ciudadana y los esfuerzos del Gobierno consiguieron mantener bajo control la pandemia. Diciembre de 2020, considerado en su momento un "mal mes", cerró con un promedio de 150 casos diarios, cifra que hoy añorarían la mayoría de las provincias. No fue hasta el 31 de enero cuando por primera vez Cuba rebasó la "frontera" de los 1.000 diagnósticos positivos en una jornada, y comenzó a acentuarse la parábola que este viernes alcanzó la cota impresionante de 6.400 nuevos enfermos detectados en 24 horas; 3.500 de ellos solo en la provincia de Matanzas.
En Matanzas hay una crisis profunda, con pacientes que muchas veces son enviados a sus casas, a la espera de que se desocupen camas
Ese territorio, ubicado 100 kilómetros al este de La Habana, con poco más de 700.000 habitantes, sumó en la última quincena 14.361 contagiados y 38 muertes, incluida la de un bebé de dos meses de nacido. Las imágenes que llegan desde sus hospitales y centros de aislamiento dan cuenta de una crisis profunda, con pacientes que deben aguardar durante horas por una primera consulta y muchas veces son enviados de vuelta a sus casas, a la espera de que se desocupen camas para poder ingresarlos.
El pasado viernes, el presidente Miguel Díaz-Canel se vio obligado a reconocer la gravedad del momento en la capital matancera. "Estamos haciendo un gran esfuerzo, pero más ingresos significan más pacientes con posibles complicaciones, más demandas de medicamentos y camas en los servicios de terapia intensiva. Y todo ello en un país que hoy casi no tiene entradas de divisas".
Bajo el imperio de la necesidad
En la costa norte de Matanzas, a medio camino entre esa ciudad y la vecina Cárdenas (el epicentro del brote actual) se ubica Varadero.
En el principal balneario de la isla apenas viven 5.000 personas. Para atender sus más de 22.000 habitaciones hoteleras cada día miles trabajadores se trasladaban desde los municipios cercanos, en un trasiego que solo interrumpió la pandemia. Pero, tras el cierre de los primeros meses, el Gobierno se vio obligado a reabrir algunos alojamientos bajo el entendido de que los turistas se mantendrían en las instalaciones y no interactuarían con la población local. También se anunciaban estrictos protocolos para evitar que los empleados residentes fuera de Varadero se contagiaran y terminaran propagando el virus en sus comunidades. Era la misma premisa que guiaba la reapertura de los cayos, las paradisíacas islas turísticas unidas a Cuba por carreteras tendidas sobre el mar.
Entre lo pretendido y la realidad medió una distancia que ahora se cuenta en vidas humanas.
El reinicio de las operaciones en Varadero no fue acompañado por los masivos arribos de vacacionistas canadienses y europeos que tradicionalmente predominaban en el balneario, sino de rusos, y en una escala menor a la que hubieran podido anticipar los pronósticos más pesimistas. Según estadísticas oficiales, durante los primeros cuatro meses de este año (temporada alta) llegaron a la isla 64.000 vacacionistas, solo un 6% de los que lo hicieron el año pasado en el mismo periodo, y un magro 3,6% de los recibidos en 2019, calendario en el que la industria del ocio local ya había comenzado a resentirse por las sanciones de la Administración de Donald Trump.
El presidente republicano aprovechó su mandato para desmontar todos los puentes tendidos entre La Habana y Washington durante la era Obama, dictando alrededor de 200 nuevas medidas en contra del "régimen" dirigido por Raúl Castro y Díaz-Canel. Sus ataques se intensificaron luego de la expansión del covid-19 por el continente, llegando al punto de presionar a aerolíneas de terceros países para que no trasladaran insumos médicos a la isla.
La caída de los ingresos turísticos coincidió en el tiempo con una severa disminución de los obtenidos a través de la exportación de servicios profesionales. La activa campaña de la Casa Blanca forzó a varias capitales a reducir sus contingentes de colaboradores cubanos o a cerrar por completo los convenios, siguiendo el ejemplo de Jair Bolsonaro y Jeannine Añez, en Brasil y Bolivia. Venezuela, en tanto, apenas ha podido mantenerse al día en sus pagos por las numerosas misiones que funcionan en su territorio.
La crisis de las remesas, la puntilla
A las crisis turística y de las misiones se sumó desde 2020 la de las remesas.
El año se había iniciado con la convocatoria a un "parón" de esos envíos, lanzada por el más conocido de los 'influencers' de la comunidad asentada en el sur de la Florida. Pero, más allá de la alharaca inicial, fueron necesarias varias órdenes ejecutivas de Trump, cancelando licencias como la de la Western Union y colocando a la mayoría de las financieras cubanas en la lista negra del Departamento del Tesoro, para que disminuyera de manera sensible el flujo de divisas hacia La Habana.
Hoy, solo es posible mandar dinero a Cuba desde Estados Unidos utilizando a emigrados que se dedican a llevarlo como parte de sus equipajes, cobrando comisiones de entre el 30% y el 50%. Tal esquema tiene el inconveniente adicional de que las remesas no puedan hacerse en dólares, pues desde junio el Gobierno de la isla dejó de aceptarlos en efectivo quejándose de que Washington persigue a los bancos extranjeros en que intentan depositarlos.
La falta de dinero ha impactado con fuerza en las tres principales partidas de gastos del país: el combustible, los alimentos y los insumos sanitarios. Son efectos sobre los que ningún cubano de la isla necesita explicaciones. Escribo estas líneas en medio de la madrugada y de un apagón que pasa de las cinco horas, en la terraza de mi casa, a la que salí para huir del calor abrasador que se respira en las habitaciones. Cuando amanezca, me iré a hacer alguna de las tantas colas de la semana, para comprar los alimentos o las medicinas que encuentre; por ropas y electrodomésticos solo pueden preocuparse los más favorecidos.
Vacunas sin vehículo para administrarlas
Un par de días atrás me inyectaron la primera de las tres dosis de Abdala, el candidato cubano que este viernes se convirtió oficialmente en vacuna. En las próximas semanas deberán alcanzar la misma condición las Soberanas, las otras propuestas de inmunógenos ideadas y producidas por científicos de mi país. Son las primeras creadas en América Latina, un logro impresionante, pero en el proceso el Gobierno cubano se quedó sin dinero siquiera para comprar las jeringuillas con las cuales aplicarlas.
Las vacunaciones que desde hace dos meses tienen lugar en La Habana y algunos de los municipios más poblados del interior fueron posibles gracias a las donaciones enviadas desde el exterior (solo en España se acopiaron más de tres millones de jeringuillas). La escasez es tal que en la mayoría de los hospitales y clínicas los médicos y enfermeras cuidan lo más posible los guantes, y usan mascarillas que no reúnen todas las condiciones de bioseguridad. "El esfuerzo que están haciendo es impresionante", afirmó días atrás el primer secretario de Partido Comunista en Matanzas, que rumores aseguraban que había contraído el virus junto a varios dirigentes de la provincia.
Los médicos y enfermeras cuidan lo más posible los guantes y usan mascarillas que no reúnen todas las condiciones de bioseguridad
Mientras, dentro de la isla y en distintas partes del mundo, cientos de cubanos organizan donaciones para enviarlas a las localidades más afectadas por la actual ola de contagios. "Vamos a descansar las batallas y vamos a ocuparnos de lo primordial", pidió ayer desde España Masiel Rubio, una de las promotoras del movimiento.
Y Ariel Ruiz Urquiola, un biólogo disidente radicado en Europa que en el pasado acusó al Gobierno de haberle contagiado con el sida, le reclamó a la ONU una "intervención humanitaria" en Cuba.
Mientras tanto, la exactriz de cine para adultos Mia Khalifa pasó en un mismo día de cuestionar el embargo/bloqueo de los Estados Unidos a llamar "basura" al presidente Díaz-Canel. "Obtenga más información sobre este problema antes de culpar al embargo. Este es un resultado de la dictadura", la recriminó en Twitter una usuaria cuyo perfil la ubica a medio camino entre La Habana y Los Ángeles. Cómoda posición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario