China teje una telaraña sobre el África negra
MAPAS
La República Popular ejerce de potencia global en un continente lleno de oportunidades
Pekín tiñe de rojo África. Porque pese a la zancadilla que para su imagen y reputación ha supuesto la crisis del coronavirus , China teje una telaraña sobre el continente con el fin de retener y devorar los recursos que están en la base de su ascenso como potencia más emergente del siglo XXI. También para buscar nuevas oportunidades de negocio que puedan llevarla más allá.
Sobre el mapa, África, y dentro de ésta (la a menudo olvidada) África subsahariana, que amenaza estos días con ver millones de hambrientos por la Covid-19, ya es uno de los principales objetivos del Imperio del Centro. Los datos hablan por sí solos. Y sus proyectos no dejan a nadie indiferente.
Los recursos más preciados del digital siglo XXI
En un especial sobre África de Vanguardia Dossier , Isabelle Ramdoo, asociada sénior del Foro Intergubernamental sobre Minería, Minerales y Metales para el Desarrollo Sostenible, especificaba cómo la riqueza de África se halla en sus suelos: tiene el 24% de las tierras cultivables –aunque apenas un 9% de la producción agrícola. Pero, sobre todo, en su subsuelo, con un tercio de las reservas minerales del mundo.
No es para menos. Las materias primas de una importancia clásica, como el petróleo y el gas, siguen siendo de especial relevancia en países como Nigeria y Angola, Argelia, Libia o Egipto. Lo mismo que el uranio en Namibia y Níger. O el oro en Ghana, Sudáfrica y Sudán. Pero si hablamos de platinoides, esenciales para los catalizadores, bujías, discos duros, fibras ópticas, pilas de combustible de última generación, etc., es cuando se habla casi en exclusiva de Sudáfrica y Zimbabue. Lo mismo que pasa para las baterías con el cobalto, con la República Democrática del Congo como país destacado. El mismo que concentra las mayores reservas de tántalo, un metal imprescindible para los hoy tan habituales móviles, GPS, satélites, televisores de plasma u ordenadores.
El continente africano representa un pequeño porcentaje en la producción de los recursos minerales mundiales, sobre el 5 y 6% del total en 2017, pero tiene altos porcentajes en algunos de los de mayor valor en la economía digital de hoy.
No es raro, en consecuencia, que China sea uno de los principales clientes de África, necesitada como está de las materias primas que centran la economía globalizada del siglo XXI. En su caso, además, se opta por matar dos pájaros de un tiro porque, ante la posible falta de capital en los países africanos, cobra incluso en especie. “A cambio de la financiación de las infraestructuras, varios países africanos han pagado sus deudas a China con barriles de petróleo o minerales estratégicos”, resumía Ramdoo.
Financia infraestructuras de tamaño faraónico
Un buen ejemplo de beneficio compartido es la inversión china en Etiopía, en la Gran Presa del Renacimiento, el megaproyecto que concentra los esfuerzos energéticos del único país africano nunca colonizado. El objetivo es aprovechar los recursos hídricos del Nilo Azul, uno de los principales afluyentes del Nilo y que, por eso mismo, da oxígeno –desde hace cientos de años– a Egipto. Una obra faraónica, esencial para sustentar su desarrollo y autonomía presente y futura, y en la que China financia sobre el 30% de los costes.
(Infraestructura, de hecho, que estuvo en el centro de una enconada disputa regional por su control y consecuencias para el cauce del Nilo, la base de la economía y vida diaria de toda la zona. Un intenso debate sólo solventado tras el principio de acuerdo a tres bandas entre Etiopía, Sudán y Egipto de 2015 pero que hoy continúa en desarrollo.)
Pero Pekín no se queda ahí: también invierte, por ejemplo, en el puerto de su cercana y geopolíticamente relevante Yibuti, a las puertas del mar Rojo en su camino hacia Suez, el paso obligado para los barcos mercantes entre Europa y Asia. Muchos, precisamente, de origen chino. Como también sucede al unir por ferrocarril las zonas interiores ricas en materias primas y las costas, por ejemplo de este pequeño país y Etiopía. O incluso con los planes de hacerlo de océano a océano, desde Angola a Tanzania, pasando por la R.D. del Congo y Zambia. O a Kenia con Uganda y Sudán del Sur. O la rica en crudo Nigeria con sus puertos. O al construir gasoductos y un largo etcétera que en su mayor parte toman la forma de zona portuaria.
Es así que, por las necesidades actuales, los países africanos empiezan a ver en China no sólo a un más que posible cliente de sus productos, sino, también, un compañero de viaje ; como un inversor en varias de las infraestructuras del continente básicas en el momento en que sus recursos miran al exterior.
La globalización, la base de su relación comercial
Porque China es la fábrica del mundo. Produce cerca del 25% de las manufacturas globales. Y con los bolsillos llenos, rastrea el mapa en busca de activos. Tanto que hoy ya es también uno de los cinco socios comerciales preferentes de África con unas inversiones que se acercan a los niveles de las tradicionales potencias en la zona: Francia, Reino Unido y EE.UU., las dos primeras marcadas, a su vez, por su pasado colonial. Pekín, en cambio, persigue un win-win sin reparar demasiado en ningún condicionante previo. Tampoco el político. El negocio es el único fin, como ya expresa en otras partes del globo.
Según el Center for International Development, en el continente africano aún viven más de 500 millones de las personas más pobres del mundo. Pero África también alberga a ocho de las diez economías que tendrán el crecimiento estimado más rápido del mundo durante la próxima década. Es así que ambos se encuentran a inicios de este siglo XXI. Y es así que la realidad local cada vez más esconde lo que Irene Yuan Sun cita en The Next Factory of the World: How Chinese Investment is Reshaping Africa (Harvard, 2017) y reproduce Vanguardia Dossier:
“En los últimos 15 años, las fábricas chinas han sido expulsadas de China por el aumento de los costes y muchas de ellas han acabado en África. Estas sólo hicieron dos inversiones en África en el 2000 y hoy hacen centenares todos los años. (…) Nuestro trabajo de campo en ocho países africanos descubrió más de mil quinientas empresas chinas dedicadas a la manufactura. Algunas de esas compañías se sienten atraídas por el rápido crecimiento de los mercados internos de países como Nigeria, cuya población superará a la de EE.UU. en el 2050. (…) Otras empresas chinas tienen un modelo de negocio diferente: aprovechan los costes laborales comparativamente bajos de África para producir bienes destinados a la exportación a los mercados desarrollados. En Lesoto [por ejemplo], las fábricas de ropa chinas fabrican pantalones de yoga para Kohl’s, vaqueros para Levi’s y ropa deportiva para Reebok. Casi toda la producción de Lesoto se transporta [después] en camiones hasta buques portacontenedores que zarpan con destino a los consumidores estadounidenses”.
China mira a África pensando en su lugar en el globo. África mira a China pensando en sí misma y su porvenir.
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