Cómo el gobierno de Biden adelanta un gran reajuste en las relaciones de EE.UU. con Arabia Saudita
- Frank Gardner
- Corresponsal de seguridad de la BBC
Esta semana, el gobierno del presidente Joe Biden ha dado una nueva señal de cómo planea distanciarse de las políticas para Medio Oriente de su predecesor Donald Trump.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que el nuevo mandatario tiene la intención de "recalibrar" su relación con Arabia Saudita, un aliado clave de Estados Unidos.
El presidente Trump, a través de su yerno Jared Kushner, forjó un estrecho vínculo personal con el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman, lo que en gran medida le dio rienda suelta a la forma en que usó el armamento suministrado por Estados Unidos en Yemen.
El presidente Biden, al parecer, prefiere tratar con su padre, el rey Salman, que tiene más de 80 años y una mala salud. Y a partir de ahora, reza una declaración del Departamento de Estado de EE.UU., la política estadounidense debe priorizar el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos.
Entonces, ¿qué significa esto para ambos países y qué riesgos implica para Washington y Riad?
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Cambios tácticos
Para el príncipe heredero de Arabia Saudita, conocido como MBS, significa que los buenos tiempos del presidente Trump han terminado.
Para que los sauditas retengan a Estados Unidos como su socio estratégico y como "paraguas" de seguridad a largo plazo, es necesario hacer concesiones para ajustarse a una forma de pensar muy diferente en la Casa Blanca.
- No habrá más apoyo estadounidense a la guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen. Bien, dicen los saudíes, de todos modos hemos estado tratando de encontrar una manera de poner fin a esa guerra.
- Arregla la ruptura con Qatar, dice Washington. Ya está hecho.
- Liberen a las activistas que defienden los derechos de las mujeres sauditas, dicen las voces en el Congreso de EE.UU. y, la semana pasada, la activista más destacada, Loujain Al-Hathloul, fue entregada a su familia, aunque en libertad condicional.
La alianza entre Arabia Saudita y Estados Unidos tiene raíces profundas. Se remonta a una reunión histórica a bordo de un buque de guerra estadounidense en 1945 entre el fundador de Arabia Saudita, el rey Abdulaziz y el presidente Roosevelt.
Ha sobrevivido a las turbulencias del embargo petrolero de 1973, a la Guerra del Golfo de 1991 y a los ataques del 11 de septiembre de 2001, donde la mayoría de los secuestradores suicidas de al-Qaeda eran ciudadanos sauditas
Es posible que los sauditas se sientan profundamente incómodos con el nuevo equipo en la Casa Blanca (sus líderes tardaron varios días en felicitar a Joe Biden), pero no están dispuestos a cambiar a Estados Unidos por algún otro socio de la noche a la mañana.
Ellos saben que si la muy poderosa Quinta Flota de Estados Unidos alguna vez se retirara del Golfo, el archirrival de Arabia Saudita, Irán, llenaría rápidamente el vacío y se convertiría en la potencia dominante en la región.
Por ahora, el gobierno de Biden se ha comprometido a ayudar a Arabia Saudita a defenderse de los ataques, incluyendo los ejecutados con los drones armados lanzados por las fuerzas hutíes en Yemen.
El poder detrás del trono
Para Estados Unidos, existen riesgos en el enfoque de Biden. El rey Salman está ahora demasiado débil para asumir un papel activo y práctico en el funcionamiento cotidiano de Arabia Saudita.
Entonces, en la práctica, Washington podría encontrarse lidiando con su hijo, MBS, durante varias décadas más, le guste o no.
Para la mayoría de los gobiernos occidentales, MBS aún está considerado como tóxico, ya que está contaminado por la sospecha generalizada de que ordenó el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, algo que él niega.
Pero MBS es muy popular dentro de Arabia Saudita, especialmente entre los jóvenes, que dan la bienvenida a sus reformas sociales.
Con apenas 35 años de edad, está mucho más cerca de los jóvenes de la nación que los gobernantes octogenarios a los que el país se ha acostumbrado. También ostenta todas las palancas del poder, habiendo puesto bajo su control directo a las Fuerzas Armadas, al Ministerio del Interior y a la Guardia Nacional.
Con una astucia casi maquiavélica se ha enfrentado a todos los obstáculos posibles en su camino, incluyendo la detención del hombre que era el favorito de Estados Unidos para ser el próximo rey: el discretamente competente exministro del Interior y príncipe heredero Mohammed Bin Nayef, depuesto por MBS en un golpe encubierto en 2017.
Una ruta delicada
Pero cuando se trata de la presión de Estados Unidos para influir en los asuntos de Arabia Saudita, las cosas no siempre han salido como Washington quería.
Como secretaria de Estado de Estados Unidos en 2005, Condoleeza Rice denunció la autocracia en la región e instó a los saudíes a adoptar la democracia y celebrar elecciones libres. Entonces, los gobernantes sauditas metieron el pie tentativamente en las aguas democráticas y permitieron elecciones municipales limitadas.
¿El resultado? Una victoria contundente para los candidatos islamistas conservadores, en su mayoría antioccidentales. Entonces, como el liderazgo saudí dijo a sus aliados estadounidenses después: "Tengan cuidado con lo que desean".
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