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Economista
egipcio Samir Amin predijo con 2 años y
medio de anticipación lo que representaban los hermanos musulmanes en Egipto (una
élite de sectarios y matones suníes islámicos al servicio de EEUU, Israel,
y Arabia Saudita.) y en contra d e las aspiraciones populares de progreso. (Querían
gobernar con leyes de hace mil trescientos
años cuando no se inventaba el capitalismo)
Sin embargo el analista no propone
una solución al actual estado de cosas
en Egipto y esta es la disolución del ejercito que es la columna vertebral del
estado proimperilista que hace negocios principalmente con EEUU y Europa y la confiscación
de los grandes capitales y el reparto de los latifundios d e los campesinos
ricos al pueblo ( esos campesinos ricos son la clase social de los señores feudales
o hacendados en idioma peruano) guillotinados
y barridos en Europa hace siglos .
En la actualidad la clases medias no
puede liderar una revolución por incapacidad de clase solo aspira a simples
reformas económicas, la que deber liderar la revolución es el proletariado maoísta
egipcio. (La consigna para 80 millones de egipcios es “lean por lo menos el manifiesto comunista de Marx
y Engels”)
El fracaso delos hermanos musulmanes representa el
fracaso en la exportación de ideologías retrogradas a medio oriente y el Magreb
.
El analista Samir Amin disecciona la
situación de Egipto
“La
gran apuesta de Estados Unidos son los Hermanos Musulmanes”
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=127208
Pascual Serrano
Rebelión
Escrito el 27 de abril del
2011
La presencia
en la localidad gallega de Pontevedra del experto en
política internacional y en el mundo árabe Samir Amin con motivo de la
XXVIII Semana Galega de Filosofía organizada por el Aula Castelao, nos ofreció
la oportunidad de repasar los convulsos acontecimientos de los últimos meses en
esta región. Desde 1980 preside el Foro del Tercer Mundo y el Foro Mundial de
las Alternativas.
Su trabajo
se caracteriza por la defensa de una voz común para los países periféricos y
desfavorecidos y la condena del modelo de globalización neoliberal que no deja
de incrementar las desigualdades sociales a nivel local e internacional.
Nacido en
Egipto y recién llegado de este país, nos pudo ofrecer su interpretación y
análisis del desarrollo de la rebelión egipcia, el repaso a los diferentes
actores y los intereses y estrategias de las diferentes potencias
internacionales.
Con el anterior
presidente Hosni Mubarak ya fuera del poder y en manos de los jueces, un
gobierno provisional al frente del país, y un ejército jugando un papel
excepcional, la primera incógnita es cómo se presentan la correlación de
fuerzas y quiénes son los actores del tablero egipcio.
En opinión
de Samir Amin, la naturaleza y composición del
movimiento de rebeldía que se produjo en Egipto lo integran varios elementos
diferenciados.
En primer
lugar, y con la mayor fuerza, unos jóvenes politizados y organizados que
alcanzan perfectamente el millón pero que no tienen partido ni organización
definida.
A ellos se suman desde el primer día los comunistas, quienes a pesar de la
represión sufrida bajo el régimen de Mubarak tienen una fuerza y presencia
importante.
A pesar de
la diferencia ideológica, se crea una sintonía y unidad de acción importante
entre los jóvenes y los comunistas que se basa en la reclamación de democracia
para el país. Pero no una democracia que se limite a unas elecciones libres,
sino una democratización de la sociedad, es decir, una democracia social, no
necesariamente socialista, que reniega, tal y como se aprecia en sus slogans y
pancartas, de las instituciones financieras internacionales como el BM y el
FMI.
Piden nacionalización de los sectores
estratégicos y el fin de los procesos privatizadores.
Igualmente,
en el marco internacional exigen una política exterior independiente respecto a
Israel y Estados Unidos, no olvidemos que Mubarak fue uno de los leales aliados
de estos países en el mundo árabe.
Sobre este
colectivo cae el principal coste de víctimas por la represión, para empezar
unos trescientos muertos el 25 de enero.
El
siguiente grupo lo integran lo que se denominaría la clase media democrática. Se trata de una clase media
integrada por profesionales liberales y técnicos. Sus reivindicaciones son de
carácter democrático sin replantearse la economía liberal ni posicionarse como
anticapitalistas.
Por último,
a la masa en rebeldía se le sumarían los pequeños
campesinos cuyas tierras se ven amenazadas por los grandes propietarios, colectivos
obreros -muy bien organizados- que han logrado consolidar un sindicalismo
independiente a partir de las huelgas de 2007 y otros sectores marginales y
populares de difícil ubicación ideológica. Todos ellos lograron sumar quince
millones de personas movilizadas en la calle.
Frente a
esta masa que pide cambios, se encuentra lo que Samir Amin denomina el bloque
de la reacción. En
él se integran una burguesía económicamente solvente, proestadounidense,
con gran capacidad de consumo.
Son decenas de miles y controlan el sistema
productivo del país y los medios de comunicación. En este mismo bloque
reaccionario se encuentran los campesinos ricos, beneficiarios del modelo
neoliberal que han logrado ir apropiándose de los recursos del pequeño
campesinado. Este
sector ha desarrollado una clase media adinerada, que son los hijos de estos
campesinos ricos. Este bloque de la reacción es la base social del islamismo
político, al igual que en Occidente históricamente formaran la base de la
democracia cristiana.
Así, las instituciones y
dirigencias islamistas de Egipto cumplen el mismo papel reaccionario que
históricamente ha cumplido la Iglesia católica en Occidente.
Uno de los instrumentos del bloque de
la reacción es el control del ejército, hoy con un papel fundamental a través
del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que tutela la evolución de los
cambios en Egipto. Se trata de un ejército que se ha desarrollado a la sombra
de la corrupción generada por el dinero procedente de Estados Unidos, que no
tenía como objetivo modernizar las fuerzas armadas sino corromper al estamento
castrense y conseguir que se incorporara a la burguesía capitalista.
En el bloque de la reacción
encontramos también a los partidos burgueses. Si bien los jueces disolvieron el partido de
Mubarak, el PND, sus miembros se han ido reorganizando en varios partidos más o
menos desconocidos, con líderes apenas significados pero que cuentan con el
apoyo y el dinero de Estados Unidos y de la Unión Europea. Se trata de
ayudas, según señala Amin, procedentes tanto de la derecha europea como de los
partidos socialdemócratas, no olvidemos que el PND, antes de su disolución,
pertenecía a esta internacional.
Otra potencia
económicamente solvente que está financiando a estos partidos reaccionarios es
Arabia Saudí.
Pero quizás
el actor que merece una especial atención, y sobre el cual la opinión de Samir
Amin resulta muy clarificadora, son los Hermanos Musulmanes.
Aparentemente
opositores históricos a Mubarak, fueron tolerados por su régimen y nunca fueron
una verdadera oposición que promoviera cambios sustanciales a la dictadura.
Creados en 1927 por los
británicos, Amin
recuerda que ya apoyaron las dictaduras fascistas de
Egipto antes de Nasser.
Su papel siempre ha sido de apoyo a
la reacción y nunca a favor de las luchas populares, las diferentes
movilizaciones y huelgas obreras anteriores a la rebelión siempre contaron con
la oposición de los Hermanos Musulmanes que no dudaron en ponerse al lado de
Mubarak a la hora de poner en marcha la represión.
Samir Amin aclara que se trata de un partido de corte totalmente fascista, con un
líder a semejanza de un führer, el único con
derecho a la palabra, el resto de la militancia debe acatar sus órdenes tal y
como establecen sus estatutos.
Los
cuadros de la organización son reclutados de entre la clase media burguesa y
los campesinos ricos.
Logran
ganarse a algunos sectores empobrecidos a través de sus políticas de caridad y
no les falta el dinero de Arabia Saudí.
Los Hermanos Musulmanes poseen una milicia que
reclutan entre el lumpen,
lograron la
excarcelación de 17.000 delincuentes comunes a los que proveyeron de armas y
dinero para que hicieran el trabajo sucio y participaran en la represión contra
los manifestantes al lado de la policía.
El
apoyo internacional del bloque reaccionario procede de Estados Unidos, Israel y
Arabia Saudí.
Estados
Unidos no reconocerá su estrategia de apoyo al islam político, aparentará que
lo teme pero, de esta forma, ellos legitiman su guerra permanente contra el
terrorismo, que en realidad tiene otros objetivos: entre ellos, el control militar
del planeta destinado a reservar para los Estados Unidos, Europa y Japón el
acceso exclusivo a los recursos. Al mismo tiempo le permite
alimentar la islamofobia entre la opinión pública occidental y de esta forma el
rechazo a los inmigrantes.
En el caso de Israel,
el bloque reaccionario egipcio le satisface porque no se replantea el dominio y
la ocupación palestina, y Arabia Saudí porque necesita una Egipto sumiso y poco
independiente para poder tener la hegemonía en la región. Arabia Saudí siempre será enemiga de un Egipto
independiente y antiimperialista.
El bloque
reaccionario se consolida tras el derrocamiento de Mubarak por lo que Samir
Amin no duda en calificar de golpe de Estado. Obama, el
primer ministro israelí y el rey saudí apoyaron a Mubarak hasta el último
momento. Sin embargo, la inteligencia
del ejército le hizo vislumbrar la imposibilidad de mantener el régimen sin
mancharse con una sangrienta represión y optaron por el golpe de Estado. A
Estados Unidos y Europa no les quedó otra opción que aceptarlo e intentar
dirigir la transición.
Cómo se
vislumbra esa transición es la incógnita que le planteamos a Samir Amin. En su
opinión, el
gobierno provisional de transición que hoy está al frente de Egipto está
formado por un equipo de tecnócratas mediocres y reaccionarios sin capacidad de
liderar cambios políticos.
Su dedicación prioritaria es manejar
pequeñas concesiones al movimiento popular para lograr su división.
Y su
estrategia a medio plazo es la celebración de unas elecciones rápidas, con una
transición breve que no permita dar
tiempo a que el movimiento popular se organice y prepare y, de esta forma,
lograr legitimar un gobierno de reacción.
Es por ello que Obama ya ha dado el
certificado de demócratas a los Hermanos Musulmanes, sabedor de que, con su
poder, dinero y organización, hoy son sus grandes aliados para un Egipto
neoliberal que reprima cualquier movimiento de
izquierdas.
Por su parte, la
izquierda, en opinión de Samir Amin, apuesta por una gran alianza de partidos,
sindicatos independientes, organizaciones campesinas, jóvenes independientes,
etc... que ya está en marcha como una Alianza Democrática Nacional
Popular y que cuenta con comités locales en todos los barrios. Para garantizar
una verdadera transición democrática se requiere que sea larga y con un régimen
de libertades que permita la maduración y desarrollo de las diferentes opciones
políticas. Mientras tanto se requiere un gobierno de transición que incluya al
mayor espectro político y social: jóvenes, comunistas, clase media. Las
elecciones se podrían celebrar entonces en torno a septiembre-octubre de 2011.
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