La policía y partidarios del régimen hacen frente a las protestas en Teherán.“No es justo que los jóvenes profesionales tengan que irse del país en busca de trabajo y un futuro mejor, mientras que el sistema derrocha el dinero en conflictos como los de Irak y Siria”
Las quejas contra la política económica de Rohaní se transforman en críticas al sistema islámico y el líder supremo
ALI FALAHI
ÁNGELES ESPINOSA
Teherán / Dubái 30 DIC 2017 - 20:45 CET
Una joven levanta el puño durante los choques entre manifestantes y policía en la Universidad de Teherán. AFP
La tensión se ha apoderado este sábado del centro de Teherán al coincidir una manifestación oficial de apoyo al sistema islámico con un nuevo llamamiento a protestar contra las políticas económicas del Gobierno. Un enorme dispositivo policial ha impedido que los descontentos hicieran oír sus eslóganes en la capital, como la víspera hicieron en otras ciudades iraníes. Sin embargo, el eco del malestar se ha propagado como la pólvora a través de las redes sociales a la vez que las protestas adquirían un tinte político y alcanzaban al líder supremo. A pesar de que las autoridades han advertido contra las concentraciones ilegales, no han logrado frenar el efecto dominó.
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Desde primera hora, las principales calles y plazas de Teherán estaban tomadas por los antidisturbios. Su presencia no desalentó, sin embargo, a los más osados. “Ni Gaza, ni Líbano, me sacrifico por Irán”, logró corear un grupo en la céntrica plaza de Enghelab antes de que la policía dispersara a sus integrantes. Varias decenas de alumnos se congregaron frente a la Universidad de Teherán, pero han sido acallados al grito de “sediciosos” por centenares de basiyíes y agentes de paisano.
“No es justo que los jóvenes profesionales tengan que irse del país en busca de trabajo y un futuro mejor, mientras que el sistema derrocha el dinero en conflictos como los de Irak y Siria”, declara Ramin, estudiante de química de la universidad Azad, que simpatiza con las protestas. “La gente tiene razón, hay muchos problemas económicos, los sueldos son muy bajos, pero tengo miedo de que estas manifestaciones se conviertan en conflictos como los de esos países”, señala Vahid, un joven dependiente de una tienda de ropa que ha salido a ver lo que pasa
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Pero si en Teherán, el despliegue policial y la movilización de afines al régimen lograron frenar las expresiones de descontento, no sucedió lo mismo en Zanyán, al norte de Irán. La extensión de la protesta a esta ciudad confirma la amplitud del malestar.
Las quejas empezaron el pasado jueves en Mashhad, una ciudad de dos millones de habitantes situada al noreste. Dos mil personas se concentraron contra la subida de los precios y la mala situación económica en general. Al día siguiente, el ejemplo se propagó por todo el país con manifestaciones en Teherán, Isfahán, Kermanshah, Rasht, Qom, Sari, Hamedán y Qazvin. Aunque los participantes en cada una de ellas no fueron muy numerosos, se trata de la mayor oleada de contestación desde las protestas que siguieron a la controvertida reelección de Mahmud Ahmadineyad en 2009.
Significativamente, los eslóganes contra el presidente Hasan Rohaní, reelegido el pasado mayo, se transformaron enseguida en críticas a la política exterior de Irán, en particular su intervención en Siria e Irak, que supone grandes gastos para el país. “Deja Siria y piensa en nuestra situación”, coreaban los manifestantes en Sari, una ciudad cercana al mar Caspio. En otros casos, del “Muerte a Rohaní” se pasó a “Muerte al dictador”, un lema que se generalizó en 2009 en referencia al líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí.
A la vista de la situación, las autoridades reorientaron la convocatoria anual para marcar el fin de aquella insumisión popular, prevista para hoy, en una muestra de apoyo al líder supremo. Los medios oficiales destacan el respaldo “épico” de los iraníes al sistema. Pero en Qom, la ciudad que alberga al alto clero chií y se considera el centro espiritual de la República Islámica, los manifestantes renegaban de ésta y clamaban por una “república iraní”.
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”Muchos han perdido sus ahorros en instituciones de crédito que se han quebrado, pero si las manifestaciones se intensifican, van a reprimir a la gente con mano dura, en eso los reformistas y conservadores son iguales”, advierte Morteza, un empleado de banca jubilado.
En Mashhad, Kermanshah, Teherán y otras ciudades ha habido decenas de detenciones, aunque según la radiotelevisión estatal (que no ha cubierto las protestas), la mayoría ya ha quedado en libertad. En varios casos, la policía recurrió a gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a los concentrados.
“Todavía es muy pronto para decir si son realmente motivos económicos los que han provocado estas manifestaciones”, advierte el economista Saeed Laylaz, consejero habitual de los presidentes reformistas. En su opinión, “las disputas internas han sido la razón principal del inicio de las protestas en Mashhad”. También subraya que durante los últimos cuatro años ha mejorado la economía de Irán. “El Gobierno ha logrado reducir la tasa de la inflación por debajo del 10 %, por primera vez en medio siglo. No descarto que los problemas económicos hayan influido, pero no se debe olvidar que hasta hace unos años Mashhad era la capital del blanqueo de dinero, ahora el Gobierno les ha cerrado los canales, les ha privado de muchos beneficios que tenían antes, así que se entiende que hayan provocado estas protestas como medida de presión”, explica.
Se trata de un análisis que comparten otros observadores, que han visto la mano de los ultras tras la protesta inicial en Mashhad con el fin de debilitar al Gobierno. Mencionan el peso que tiene en esa ciudad Ebrahim Raisí, el candidato que perdió las últimas elecciones ante Rohaní y que ha convertido la defensa de los pobres en su lanza contra las políticas reformistas. No ayuda que en su canal de Telegram (una red social muy popular en Irán) colocara un mensaje cuestionando la crítica a las protestas. “Este apoyo tácito, le delata”, ha denunciado Mohamed Ali Abtahi, que fuera vicepresidente durante el mandato del Mohamed Jatamí.
Si bien las protestas políticas son inusuales en Irán (debido al control del aparato de seguridad), no es raro encontrarse con pequeñas manifestaciones de trabajadores despedidos o personas que han perdido sus ahorros en algún chiringuito financiero. Lo que ha sorprendido a los analistas es lo rápido que se han difundido, no sólo a través de las redes sociales, sino de los medios de comunicación conservadores.
Si los ultras estaban detrás, se extiende la convicción de que les ha salido el tiro por la culata. La reacción del presidente de EE UU, Donald Trump, que ha aprovechado la ocasión para fustigar a los dirigentes iraníes en su Twitter, les pone contra las cuerdas. Hasta el poderoso ayatolá Ahmad Alamolhoda, suegro y mentor de Raisí, se ha visto obligado a intervenir para aclarar que los eslóganes críticos fueron cosa de un pequeño infiltrado entre los manifestantes.
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