Mecanismo de las transnacionales israelíes para
lucrar con el sufrimiento del pueblo palestino, con el sufrimiento del pueblo israelí
y con las guerras contra los pueblos árabes y tal vez persa. Parte I
Las raíces del conflicto entre árabes y palestinos
Una explicación histórica encontrada en un blog que cita una fuente de 1974
Publicado en Martes 13 enero, 2009 de PiensoLuegoPiensoLuegoExisto (PLPLE)
El siguiente es un trabajo escrito por Rodolfo Walsh en el
diario Noticias,
en Junio de 1974.
Aunque me faltan muchos puntos por estudiar, los que he visto
son todos certeros e históricamente correctos y reales. Generalmente hablando,
Walsh no es digno de mi entera devoción en cuanto a opiniones, pero bastante en
cuanto a hechos históricos. Nótese que ésto fue escrito hace más de 30
años, pero sin embargo los problemas siguen siendo los mismos de siempre y
buscando con la persecusión de los mismos fines. Hoy, muchos se asombran con la
invasión de Gaza por parte de Israel como respuesta a los cohetes lanzados por
Palestina. Queda mucha historia por recorrer (por lo menos, puedo facilitarles
partes del pasado).
El escrito es largo, por lo que recomiendo leerlo con tiempo. La nota que
figura debajo puede estar editada o rediagramada para ajustarse mejor a la
lectura:
TRES MILLONES DE PALESTINOS DESPOJADOS DE SU PATRIA
CUESTIONAN TODO ARREGLO DE PAZ EN MEDIO ORIENTE
¿Palestinos? No sé lo que es eso,
declaró en una oportunidad la ex primer ministro de Israel, Golda Meir.
Se conoce la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia,
Vietnam, colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de
liberación. Muyaidín? El enemigo no existe y todo está en orden. Cada una de
estas negativas ha hecho correr un río de sangre pero no ha detenido la
historia.
Desde hace un cuarto de siglo la política oficial del Estado de Israel
consiste en simular que los palestinos son jordanos, egipcios, sirios o
libaneses que se han vuelto locos y dicen que son palestinos, pero además
pretenden volver a las tierras de las que se fueron voluntariamente en 1948, o
que les fueron quitadas no tan voluntariamente en las guerras de 1956 y 1967.
Como no pueden, se vuelcan al terrorismo. Son en definitiva terroristas
árabes.
Es inútil que en el Medio Oriente estos argumentos hayan sido
desmantelados, reducidos a su última inconsecuencia. Israel es Occidente y en
Occidente la mentira circula como verdad hasta el día en que se vuelve
militarmente insostenible. La hoja 1974 de esta historia no ha sido todavía
doblada y ya tiene varios renglones sangrientos: Keriat Shmonet, Kfair, Maalot,
Nabatyé. Es difícil entenderla si se ignoran las hojas 1967, 1948, 1917, y aún
las anteriores, incluso las que se salen de la historia y se hunden en la literatura
religiosa.
EN EL PRINCIPIO FUE…
Primero –dicen– fueron los caanitas y después fueron los hebreos. Faltaban
mil años para que naciera Cristo cuando Saúl fundó su reino, que después se
partió en dos. Hace casi 2700 años el reino de Israel fue abatido por los
asirios. Hace 2560 años el reino de Judá fue liquidado por los babilonios, y en
el año 70 de nuestra era los romanos arrasaron Jerusalén.Estos son los
precedentes históricos del Estado de Israel, sus títulos de propiedad sobre
Palestina. El Sha de Irán podría alegar títulos análogos fundado en la
invasión persa del siglo VI antes de Cristo, la Junta Militar griega podría
recordar que Alejandro ocupó Palestina el año 331, Paulo VI acordarse de que en
el año 1099 los cruzados católicos fundaron el reino de Jerusalén.
Los propios historiadores árabes han señalado burlonamente que los caanitas
que ocuparon Palestina antes que los hebreos, venían de la península arábiga y
eran, en consecuencia, árabes. Con la destrucción de Jerusalén –dicen– empezó la
diáspora judía, la dispersión. Desde entonces, según la leyenda moderna, el
judío anduvo errante por el mundo esperando el momento de volver a Palestina.
¿Cuántos volvieron realmente? Historiadores ingleses afirman que en el
siglo XVI vivían en Palestina menos de 4.000 judíos, en el siglo XVIII, 5.000,
y a mediados del siglo pasado, 10.000. Es recién a fines de ese siglo cuando
algunos judíos empiezan a plantearse el retorno masivo, y cuando ese retorno
asume una forma política y una ideología: el sionismo. ¿Por qué?
UN FRUTO TARDIO DEL
CAPITALISMO
Una respuesta posible a esa pregunta surgió del campo de concentración nazi
de Auschwitz. La escribió en 1944, su último año de vida, un judío marxista de
26 años, Abraham León: -El sionismo, que pretende extraer su origen de
un pasado dos veces milenario, es en realidad el producto de la última fase del
capitalismo.
En esa fase todos los nacionalismos europeos han construido sus estados y
no necesitan ya de la burguesía judía que ayudó a construirlos, pero que ahora
es un competidor molesto para el capitalismo nativo. Repentinamente surge en
esos países el chovinismo antisemita, y se convierten en extranjeros
indeseables judíos integrados durante siglos a la vida de los mismos, que, como
dice León, -tenían tan poco interés en volver a Palestina como el millonario
norteamericano de hoy.
Las persecuciones del siglo XIX afectan más a la clase media judía que a la
clase alta, cuyos representantes notorios iban a lograr una nueva integración a
nivel del capital financiero internacional. Aquellos judíos europeos perseguidos
que descubrieron en el capitalismo la verdadera causa de sus males, se
integraron en los movimientos revolucionarios de sus países reales. El
sionismo evidentemente no lo hizo y se configuró como ideología de la pequeña
burguesía, alentada sin embargo por aquellos banqueros que –como los
Rotschild– veían venir la ola y querían que sus hermanos se fueran lo más lejos
posible. A fines del siglo pasado esa ideología encontró su profeta en un
periodista de Budapest, Teodoro Herzl, su programa en las resoluciones del
Congreso de Basilea de 1897 y su herramienta en la Organización Mundial
Sionista.
El retorno a Palestina tropezaba sin embargo con el
inconveniente de que el país estaba ocupado por una población –500.000
habitantes– que desde la conquista islámica del siglo VII era árabe.
Los fundadores del sionismo negaron el problema. En 1898 Herzl
hizo un viaje a Palestina y preparó un informe donde la palabra árabe
no figuraba. Palestina era una tierra sin pueblo donde debía ir el pueblo sin
tierra. El palestino se convirtió en el hombre invisible del Medio
Oriente. Algunos alcanzaron sin embargo a descubrirlo. El escritor francés Max
Nordau vio un día a Herzl y le dijo asombrado: -Pero en Palestina hay árabes y
agregó: -Vamos a cometer una injusticia.
EN MEDIO SIGLO EL
SIONISMO REEMPLAZÓ LA POBLACIÓN ÁRABE DE PALESTINA POR INMIGRANTES EUROPEOS
La idea del Estado Judío surgió a fines del siglo
pasado, como el último proyecto de un estado europeo cuando ya no existía en
Europa lugar para un nuevo estado. Ese estado debía en consecuencia instalarse
fuera de Europa y el lugar elegido resultó Oriente.La contradicción fue
resuelta a través de la ideología –el sionismo– y la ideología se alimentó en
el mito bíblico y en la simulación de que Palestina estaba deshabitada.
Históricamente, estas construcciones mentales producen víctimas. En 1900
había en Palestina 500.000 árabes y 30.000 judíos. Si en 1974 hay tres
millones de israelíes y 350.000 árabes, no hace falta preguntarse dónde están
las víctimas: están afuera de Palestina, expulsadas de su patria. Conviene
recordar –porque es la cuestión de fondo– cómo se produce ese trasvasamiento
sin precedentes en que la población de un país es reemplazada por otra.
Los primeros inmigrantes no provocaron la desconfianza
de los árabes. En 1883 los habitantes de Sarafand recibieron a los colonos que llegaban
con estas palabras. “Desde tiempo inmemorial somos hermanos de nuestros
vecinos, los hijos de Israel, y viviremos con ellos como hermanos.” Ocho años
después sin embargo los notables de Jerusalén pidieron al imperio otomano, que
gobernaba Palestina, que prohibiera la inmigración judía, y en 1898 los
árabes de Transjordania expulsaron violentamente una colonia judía. A
pesar de las prohibiciones oficiales la inmigración continuó, aprovechando la
corrupción de funcionarios turcos y de terratenientes árabes ausentistas que
vendían sus tierras. En 1907 se estableció el primer kibutz, granja
colectiva que desde el principio excluyó al trabajador árabe.
Cuando en 1914 los turcos hicieron su primer y último
censo, resultó que había en Palestina 690.000 habitantes, de los que 60.000
eran judíos. Ese año la guerra mundial dio al sionismo su gran oportunidad.
INGLATERRA REGALA
PALESTINA
“Foreign Office, Noviembre 2, 1917.
Querido Lord Rotschild:
Tengo mucho placer en transmitirle, de parte del
gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las
aspiraciones Judías Sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por
él. El gobierno de Su Majestad contempla con simpatía en establecimiento en
Palestina de un hogar nacional para el pueblo Judío, y usará sus
mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de ese objetivo, quedando
claramente entendido que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles
y religiosos de comunidades no-Judías existentes en Palestina, o los derechos y
el status político de que disfrutan los Judíos en cualquier otro país.
Le agradeceré ponga esta declaración en conocimiento
de la Federación Sionista.“
Este trozo de papel, en apariencia inofensivo, es el fundamento
moderno del Estado de Israel. Se lo conoce como de declaración
de Balfour, y lleva la firma del canciller inglés. Dos años después Balfour
aclaró lo que quería decir: “El sionismo, bueno o malo, es mucho más
trascendente que los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que ahora
habitan esa antigua tierra… En Palestina no pensamos llenar siquiera la
formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país.“
Dos años antes de la Declaración, Gran Bretaña había
prometido al Shariff Hussein, la independencia de los países árabes, a cambio
de su ayuda en la guerra contra Turquía, aliada de Alemania. Y en efecto fueron
soldados árabes los que liquidaron el dominio otomano en Medio Oriente.
La declaración Balfour se conoció después y, finalizada la guerra, sirvió
de base para la resolución de la Liga de las Naciones que convirtió a
Palestina en mandato británico. En la redacción de ese documento participó la
Organización Mundial Sionista.
A partir de ese momento la inmigración creció
inconteniblemente, organizada por la Agencia Judía, que formaba parte de la administración
británica. Cuando los ingleses hicieron su primer censo en 1922 había en
Palestina 760.000 habitantes, de los que algo más de 80.000 eran
judíos: o sea el 11%. Esa proporción había subido en 1931 al
16 y en 1936 al 28%. Ese año se produciría la primera rebelión
palestina contra los ingleses, que duró tres años y costó millares de muertos.
MANUAL DEL
COLONIALISMO
Todavía en 1917 David Ben Gurion afirmó que “en un sentido histórico y
moral” Palestina era un país sin habitantes. Ben Gurion no ignoraba que
el 90% de los habitantes eran árabes: decía simplemente que no existían como
seres históricos o morales. Por la misma época, según relata Fanon,
los profesores franceses de la Universidad de Argel enseñaban
seriamente que los argelinos eran más parecidos a los monos que a los hombres.
Este tren de pensamiento, llevado a sus conclusiones prácticas, puede encontrarse
en el propio fundador del sionismo, Teodoro Herzl. “La edificación del Estado
Judío escribió -no puede hacerse por métodos arcaicos. Supongamos que
queremos exterminar los animales salvajes de una región. Es evidente
que no iremos con arco y flecha a seguir la pista de las fieras, como se hacía
en el siglo XV. Organizaremos una gran cacería colectiva, bien preparada, y
mataremos las fieras lanzando entre ellas bombas de alto poder explosivo.”
Algunos colonizadores admitían que los palestinos eran hombres, aunque más
parecidos a los pieles rojas. “¿Quién ha dicho –preguntaba en 1921 la
Organización Sionista de Gran Bretaña– que la colonización de un territorio
subdesarrollado debe hacerse con el consentimiento de sus habitantes? Si
así fuera… un puñado de pieles rojas reinarían en el espacio ilimitado de
América.”
UN GHETO MÁS GRANDE
La mentalidad colonial marcó profundamente el establecimiento de la
inmigración judía en Palestina. Se formaron comunidades cerradas, exclusivas,
donde el árabe era un intruso. La reventa de tierras a los árabes
se convirtió en pecado que las organizaciones terroristas judías castigaron
sangrientamente. Aún a nivel de la clase obrera se instala una perversión de la
conciencia que convierte al trabajador árabe primero en competidor del
inmigrante, después en enemigo, finalmente en víctima.
La Histradut, central sindical judía, no admite en su
seno, los boicotea, prohíbe a las empresas judías que compren materiales
trabajados por los árabes. David Hacohen, miembro de la Histradut y años
después parlamentario israelí, ha recordado las dificultades que tuvo para
explicar a otros socialistas ingleses que “en nuestro país uno adoctrina a las
amas de casa para que no compren nada a los árabes, se piquetean las
plantaciones de citrus para que ningún árabe pueda trabajar en ellas, se vuelca
petróleo sobre los tomates árabes, se ataca en el mercado a la mujer judía que
ha comprado huevos a un árabe, y se los rompe en la canasta…”
La soberbia racial va moldeando esa sociedad en el más absoluto
aislamiento, como si todos los ghettos del mundo se juntaran en un ghetto más
grande, pero esta vez deliberadamente encerrado en sí mismo.
Simón Luvich, israelí exiliado en Londres, recuerda con asombro aquella
época de su infancia: “Para nosotros, los árabes eran una especie de exótica
minoría étnica, que a veces bajaba de las montañas con sus kufeyas… Nunca
entendimos de qué se trataba, porque no los veíamos.” Galili, ministro de
Información de Israel, seguía sin verlos en 1969: “No consideramos a los árabes
del país un grupo étnico ni un pueblo con carácter nacional definido.”
EN 1947, UNA
RESOLUCIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS QUITÓ A LOS PALESTINOS EL DERECHO A TENER UNA
PATRIA
“No es cruel que digamos que el comportamiento de los
israelíes sionistas con el pueblo original de Palestina es similar a la
persecución nazi contra los propios judíos.” (Mahmud Darwis, poeta
palestino).
El mandato británico sobre Palestina después de la
primera guerra mundial permitió cumplir con la promesa, contenida en la declaración
de Balfour de 1917, de establecer un hogar nacional judío en un territorio
poblado por los árabes. Para el sionismo el Mandato era una etapa
intermedia, necesaria antes de establecer una población propia en Palestina
como base del Estado Judío, objetivo permanente detrás de la fachada del hogar
nacional.
Gran Bretaña favoreció ese proyecto hasta que la inminencia de la segunda
guerra mundial le hizo ver que el riesgo de que los pueblos árabes se
alinearan junto a Alemania. Las falsas promesas de 1915 se
renovaron en 1939. En mayo de ese año el gobierno británico publicó un
Libro Blanco donde reafirmaba que no tenía el propósito de imponer la
nacionalidad judía a los árabes palestinos, prometía limitar a 75.000 el número
de inmigrantes en los próximos cinco años y, a partir de 1944, no admitir nueva
inmigración sin el consentimiento explícito de los árabes.
El Libro Blanco fue un producto tardío e ineficaz del colonialismo ingles.
En los primeros 20 años de Mandato la proporción de habitantes judíos
en Palestina pasó del 10 al 30%.Solamente en 1935 habían entrado más de
60.000 colonos: en 1940 la población judía se acercaba al medio millón.
ACEITANDO EL FUSIL
Los jefes de la Agencia Judía concibieron desde el principio la inmigración
como una colonización armada y construyeron una organización semiclandestina,
el Haganah, de la que en 1935 se separó un brote terrorista de ultraderecha, el
Irgun, cuyo lema era un mapa de Palestina y Transjordania atravesado
por un brazo armado y un fusil con el lema hebreo Rak Kach (Sólo así).
Inicialmente estas organizaciones se limitaron a asegurar mediante el terror
la vigencia del boycot antiárabe, pero a partir de 1939 empezaron a
prepararse para combatir, también a los ingleses. Curiosamente uno de
esos preparativos consistió en el ingreso masivo de judíos en el
ejército británico: al final de la segunda guerra su número llegaría a
27.000 hombres, que serían el núcleo del ejército judío para la confrontación
final en dos tiempos: contra los ingleses y contra los árabes.
EL EMPUJÓN NAZI
El estallido de la guerra llevó a su paroxismo la
persecución de los judíos en Alemania y brindó un nuevo argumento para la
inmigración en Palestina. Ben Gurion resumió en estos términos el
sentido y los límites de la alianza entre el sionismo y Gran Bretaña: “Lucharemos
junto a Gran Bretaña en esta guerra como si el Libro Blanco no existiera, y
lucharemos contra el Libro Blanco como si no existiera la guerra.”
En la práctica esto significó desconocer las cláusulas restrictivas del
Libro Blanco e intensificar la inmigración clandestina, aún desafiando
el bloqueo inglés. Buques cargados de inmigrantes europeos fugitivos del
nazismo empezaron a llegar a las playas palestinas. Cuando en 1940 los
ingleses pretendieron devolver el cargamento de dos de esos barcos, el buque
Patria que debía transportarlos confinados a la isla Mauricio, saltó en
pedazos en el puerto de Haifa. Allí murieron 250 personas, en su mayoría
mujeres y niños. Aunque el sionismo alegó que los propios refugiados
volaron el Patria, la opinión mundial se indignó ante la insensibilidad
británica.
Recién 18 años después un miembro del Comité de Acción Sionista, Rosenblum,
reveló que el Patria había sido volado por la Haganah, sin
consultar a las víctimas. “Con nuestras propias manos asesinamos a
nuestros hijos”, escribió Rosenblum.
LLEGAN LOS AMERICANOS
En 1942 el centro de gravedad del sionismo se había
desplazado de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El 11 de mayo de
ese año la Organización Sionista Americana publicó un manifiesto que luego fue
conocido como el Programa de Baltimore.Planteaba cuatro exigencias: el fin
del Mandato, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío, la
creación de un ejército judío, la formación de un gobierno judío.
En Jerusalén, la Agencia Judía adoptó el Programa de Baltimore como
política oficial del sionismo y se desligó del Mandato. Gran Bretaña
había cumplido su ciclo. Iba a librar aún acciones de retaguardia,
condenadas de antemano, pero dejaría en Medio Oriente –como en la India, como
en Irlanda– la semilla de un conflicto inagotable. Los norteamericanos
tomaron el relevo de los ingleses y no lo abandonaron hasta hoy.
Cuando en 1945 se desmoronó el nazismo y se abrieron las puertas de los
campos de concentración –las cámaras de gas, los patéticos restos de una
infinita carnicería–, un sentimiento de horror sacudió a Europa. Los
europeos tienen una singular capacidad para proyectar los propios demonios a
lejanos escenarios. Muchos franceses creen que las atrocidades de Hitler son
distintas de sus propios crímenes en Indochina y Argelia: ingleses que no han
oído de Kenya se asustan de las persecuciones de Stalin, y algunos italianos
están convencidos de que el fascismo nació en la Argentina.
De acuerdo con este esquema, el exterminio de los
judíos iba a ser purgado no en el lugar donde ocurrió, sino en Medio Oriente:
no por quienes lo ejecutaron o lo permitieron sino por gente que no tenía nada
que ver.
El proyecto de un Estado Judío en Palestina se
convirtió así en clamor mundial y los dirigentes sionistas lo explotaron
serenamente. Los 225.000 sobrevivientes de los campos de concentración fueron
canalizados a Palestina aumentando una población que ya al fin de la
guerra ascendía al 32%.
Entretanto se preparaba la guerra. No se había disipado
el humo sobre las ruinas de Berlín ni se había desenterrado el espanto total de
Auschwitz cuando David Ben Gurion, futura cabeza del Estado de Israel, negociaba
en Estados Unidos la compra de armamento pesado y la reorganización de la
Haganah por militares norteamericanos.
NACE UNA NACIÓN
Una fulgurante campaña de terror contra los ingleses precipitó el epílogo. En
febrero de 1947 Gran Bretaña anunció que, en esas condiciones, no estaba
dispuesta a seguir gobernando Palestina, y devolvió a las Naciones Unidas el
Mandato que le había entregado la Liga de las Naciones.
La Asamblea de la UN discutió siete meses el tema y finalmente elaboró una
solución salomónica. Palestina sería dividida en dos Estados: uno judío,
otro árabe. En ese momento había en Palestina 1.200.000 árabes y
600.000 judíos. Los palestinos poseían el 94% de la tierra y los judíos el 6%.
El Plan de Partición de las Naciones Unidas dividió el país en dos. En
uno, que se convertiría en el Estado de Israel, y que abarcaba el 60% de las
mejores tierras cultivables, había 500.000 judíos y 400.000 palestinos. En el
40% restante, que nunca llegó a convertirse en Estado, y que hoy forma parte de
Israel, había 800.000 palestinos y 100.000 judíos.
El mapa resultante es un notable ejercicio de topología en que ambos países
aparecen superpuestos, con pasadizos y corredores para comunicar regiones
separadas. Lo que no dice el mapa es que la mitad de las tierras de
propiedad palestina caían bajo jurisdicción israelí, y que en millares de casos
la aldea árabe quedaba separada de las tierras que cultivaban sus habitantes.
El 29 de noviembre de 1947, por una mayoría de dos tercios que encabezaban
los Estados Unidos y la Unión Soviética, la Asamblea de la UN aprobó el Plan de
Partición y desencadenó la desgracia del pueblo palestino, el genocidio, el
éxodo y la guerra. En la votación los norteamericanos presionaron hasta
el límite a los dóciles gobiernos asiáticos y latinoamericanos. Una empresa
yanqui compró a la vista de todo el mundo el voto de un país africano. El
secretario de Defensa norteamericano James Forrestal, que no era propenso a
escandalizarse, pudo escribir:“Los métodos que se han usado en la
Asamblea General para presionar y coercionar a otras naciones, bordean el
escándalo.”
Así nació Israel. Pero la historia no
terminaba. Al día siguiente de la votación, el sionismo lanzó todo el
peso del terror para despojar a los árabes del territorio que le había dejado
el Plan de Partición.
EL TERROR SIONISTA Y
EL ÉXODO PALESTINO. LA MASACRE DE DEIR YASSIN SENTÓ UN MODELO DE ESCARMIENTO
“Durante tres días, del 11 al 13 de diciembre,
atacamos en Haifa y en Jaffa, en Tireb y Yazur. Atacamos y volvimos a atacar en
Jerusalén… Las bajas enemigas en muertos y enemigos fueron muy altas.”
De este modo describe Menajem Begin, el jefe del Irgun, el comienzo de la guerra
que durante siete meses sacudió a Palestina en 1947-48. El objetivo de
esos ataques no eran ya los ingleses.
El 29 de noviembre las Naciones Unidas habían votado la partición de
Palestina y Gran Bretaña anunció el 14 de mayo de 1948 que retiraba sus últimas
tropas. El blanco de la ofensiva en que participaron la Haganah, el
Irgun y la Banda Stern era la población Palestina, desarmada y desorganizada.
En septiembre de 1946 la Haganah había caracterizado al Irgun y la Banda
Stern como“organizaciones que se ganan la vida mediante el gangsterismo, el
contrabando, el tráfico de drogas en gran escala, el robo a mano armada, el
mercado negro.”
Esta suma de dicterios expresaba en realidad diferencias políticas y de
método. Mientras la Haganah, brazo armado de la Agencia Judía, se definía como
socialista y buscaba una imagen de respetabilidad, el Irgun evolucionaba hacia
las posiciones fascistas que hoy sostiene el partido Herut, encabezado por el
mismo Begin y la Banda Stern era un grupo de desesperados de ultraderecha.
A pesar de las acciones espectaculares del Irgun,
Haganah fue siempre la organización de mayor peso y de ella surgieron los
líderes, hasta hoy, del Estado de Israel. Como jefe militar aparecía Moshe
Sneh. La cabeza real era Ben Gurion –luego primer ministro– y entre sus
dirigentes figuraban Moshe Dayan, hasta hace poco ministro de Defensa, y el
actual primer ministro Itshak Rabin.
Un comité anglonorteamericano de investigación sobre la violencia en
Palestina describió en 1946 los efectivos de la Haganah: una fuerza territorial
de reserva de 40.000 colonos, un ejército de campaña de 16.000, y una fuerza de
choque, el Palmach, que oscilaba entre 2.000 y 6.000. El Irgun tenia de 3.000 a
5.000 combatientes; la Banda Stern alrededor de 300.
Separadas por ácidas disputas, estas tres fuerzas confluyeron rápidamente
ante el anuncio de la retirada inglesa, aceptaron la hegemonía de la Haganah y pusieron
en práctica el llamado Plan D, que consistía en aterrorizar a la población
árabe en el período de vacío político comprendido desde el voto de la UN y la
retirada inglesa y limpiar de árabes el Estado Judío y ocupar todo el
territorio posible del Estado Árabe previsto por el Plan de Partición.
DEIR YASSIN
Las primeras operaciones combinadas de las organizaciones sionistas se
desataron endiciembre de 1947 sobre la carretera que unía los dos
principales baluartes judíos: la ciudad costera de Tel Aviv y el barrio judío
de Jerusalén. La carretera estaba flanqueada por aldeas árabes, lo que
equivalía al bloqueo de Jerusalén. La primera etapa consistió en operaciones de
hostigamiento contra esas aldeas, duró hasta marzo de 1948 y dejó 1700
muertos. La ofensiva en gran escala comenzó el 3 de abril cuando el Palmach
tomó por asalto la aldea de Qastall, situada sobre un cerro que dominaba la
carretera.
Seis días después el Irgun con el conocimiento de la Haganah, desarrolló
una operación que hasta el día de hoy aparece ante cien millones de árabes como
el símbolo del horror: el asalto y la masacre de Deir Yassin. Deir
Yassin era una pequeña aldea árabe situada cinco kilómetros al oeste de
Jerusalén. No tenía importancia estratégica alguna y sus habitantes
permanecían al margen de la conflagración. En la mañana del 9 de
abril, 200 efectivos del Irgun y la Banda Stern entraron a sangre y fuego casa
por casa, masacrando a 254 hombres, mujeres y niños, saquearon, violaron,
mutilaron cadáveres y los arrojaron a una fosa común.
El baño de sangre de Deir Yassin –admitió después el escritor judío Arthur
Koestler “fue la peor atrocidad cometida por los terroristas en toda
su carrera.”
DISCURSO DEL MÉTODO
En su libro La Rebelión, el autor de la masacre, Menajem Begin, aclaró sus
motivos. Después de Deir Yassin, dice, “un pánico sin límites asaltó a los
árabes, que empezaron a huir en salvaguarda de sus vidas.” Esta fuga en masa se
convirtió en un éxodo enloquecido e incontrolable. De los 800.000
árabes que vivían en el actual Estado de Israel, sólo quedaron 165.000.
La opinión de Begin es confirmada por Koestler: “La población árabe
fue presa del pánico y escapó de sus pueblos y aldeas lanzando el lastimero grito:
Deir Yassin. Huyeron de sus casas dejando a medio beber el último café en el
pocillo de porcelana.”
Si los detalles de la masacre de Deir Yassin merecen un tratamiento aparte
cuando se discuta el rol del terrorismo en las luchas palestinas, sus efectos
políticos y militares se hicieron evidentes enseguida. Tres días después el
Palmach tomó Kolonia sin lucha ydinamitó una por una las casas árabes. Cinco
aldeas más fueron destruidas por la fuerza de choque del Haganah antes del 17
de abril con un saldo de 350 muertos. El 21 de abril, dice
Begin, “todas las fuerzas judías penetraron en Haifa como un cuchillo
entra en la manteca. Los árabes escapaban aterrados gritando Deir Yassin.” Haifa
era la segunda ciudad de Palestina. En una semana su población se redujo de
60.000 a 9.000.
El 25 de abril el Irgun atacó Jaffa, la ciudad árabe
contigua a Tel Aviv. Al principio hubo resistencia, pero después se repitió el fenómeno:
los árabes escapaban por decenas de millares. Aquí no fue necesario el ejemplo
de Deir Yassin: los últimos defensores de Jaffa fueron fusilados sobre
el terreno, los sobrevivientes expulsados con lo puesto, y las casas
dinamitadas una tras otra. El mismo día la Haganah tomó Acre. Bastó
un megáfono y el anuncio de represalias, para que el éxodo se repitiera.
Mientras estos episodios se repetían en centenares de aldeas y decenas de
millares de familias palestinas ambulaban por los caminos que conducían al
Líbano, Siria, Jordania, las tropas británicas observaron con singular
indiferencia, limitándose a impedir que los incipientes ejércitos de
los países árabes violaran las fronteras del nuevo Estado de Israel.
El 14 de mayo las últimas columnas del ejército inglés desfilaron al son de
las gaitas por las calles de Jerusalén. En el primer minuto del 15, una
exclamación de júbilo brotó de las posiciones conquistadas por los israelíes:
era el Día de la Independencia.
Nathan Chowsi, un judío que emigró a Palestina en 1906, ha calificado ese
júbilo: “Los viejos colonos de Palestina podríamos relatar de que
manera nosotros, los judíos, expulsamos a los árabes de sus ciudades y sus
aldeas… Aquí había un pueblo que vivió 1300 años en su propia tierra.
Vinimos nosotros y convertimos a los árabes en trágicos refugiados. Y todavía
nos atrevemos a calumniarlos y difamarlos, a ensuciar su nombre. En
vez de sentirnos profundamente avergonzados por lo que hicimos, y tratar de
enmendar todo el mal que hemos cometido, ayudando a esos infelices refugiados,
justificamos nuestros actos terribles, y tratamos inclusive de glorificarlos.”
PRODUCTO DE TRES
GUERRAS Y DE INNUMERABLES PERSECUCIONES EL PUEBLO DE LAS TIENDAS AGUARDA SU
HORA
Esta es una transmisión de la Haganah, intimidando a
los árabes a que abandonen esta distrito antes de las 5:15 de la madrugada.
Tengan piedad de sus mujeres y de sus hijos y salgan de este baño de sangre.
Váyanse por el camino de Jericó, que todavía está abierto. Si se
quedan, vendrá el desastre.
Aún no había amanecido el 15 de mayo de 1948, Día de
la Independencia de Israel, cuando decenas de camiones equipados con
altoparlantes transmitían este mensaje a las poblaciones árabes. El desastre que
se invocaba no era una amenaza hueca. El recuerdo de la masacre de Deir Yassin
se unía en la mente de los palestinos al de decenas de pueblos y ciudades
ocupados a sangre y fuego.
El Plan Dalat o Plan D, puesto en ejecución por el
alto mando de la Haganah, al que se plegaron las otras dos organizaciones terroristas –Irgun y Stern-
incluyó trece campañas militares en regla entre el 1º de abril (Operación
Nachshon) y el 14 de mayo (Operaciones Ben Ami, Pitchfork y Schfilon). Ocho de
ellas se desarrollaron fuera de Israel. El resultado de estas operaciones fue la
ocupación de Haifa, Jaffa, Beisan, Acre, barrio residencial árabe de Jerusalén
y otras poblaciones menores, así como la“purificación” de Galilea.
Antes que Ben Gurion proclamara el Estado de Israel en un museo de Tel
Aviv, bajo un retrato de Teodoro Herzl fundador del sionismo, había ya 400.000
palestinos fugitivos. Pero en la madrugada del 15 las fuerzas
israelíes cruzaron arrolladoramente las fronteras del Estado árabe consagrado
por el Plan de Partición de la UN que, de ese modo, no llegó a existir. Es
entonces cuando se produce, según la historia oficial israelí, pródiga
en mitos, “la invasión de cinco poderosos ejércitos árabes contra
el indefenso Estado de Israel.”
EL COWBOY Y EL
PIELROJA
Después de la guerra del 48, cada bando hizo su balance militar. Solamente
la Haganah, que en 1946 tenía 65.000 hombres (fuente británica) y en 1948,
90.000 (fuente israelí), contaba un año antes de la guerra con 10.000 fusiles,
1.900 metralletas, 600 ametralladoras y 768 morteros: en este caso la fuente es
Ben Gurion. En los meses anteriores a la Partición, ese armamento se
multiplicó merced a la introducción clandestina de una fábrica capaz de
producir 100 metralletas y 50.000 balas por día. Y en vísperas de la guerra,
agentes israelíes contrabandearon por barco y por avión millares de fusiles y
ametralladoras checas.
Fuentes árabes estiman el total de sus fuerzas en 21.000 hombres mal
equipados, con largas líneas de comunicaciones. En Egipto reinaba el corrompido
rey Faruk, cuyo primer ministro Nokrashy no tenía el menor interés en mandar
hombres a Palestina, desafiando a los ingleses que aún ocupaban el
Canal de Suez. En Irak gobernaba un títere de los ingleses, Nuri as
Said. Siria acababa de independizarse de los franceses y su ejército
no superaba los 3.000 hombres. El ejército libanés tenía apenas 1.000 reclutas.
La única fuerza militar atendible, la Legión Árabe,
reunía 4.000 hombres adiestrados y conducidos por oficiales ingleses. El
Foreign Office llegó a un acuerdo con el rey Abdullah, por el que se impidió a
la Legión violar la frontera israelí. (Abdullah pagó después su traición a
manos de un refugiado palestino)
En estas condiciones la invasión de los poderosos
ejércitos árabes en apoyo de sus hermanos palestinos resultó apenas un gesto
desesperado. A pesar de todo, esas fuerzas consiguieron algunos éxitos iniciales,
cuyo eje era el bloqueo de Jerusalén, pero el 11 de junio aceptaron una tregua
que les hizo perder todas las ventajas conseguidas.
En menos de un mes la Haganah terminó de convertirse en un ejército
regular, y cuando el 7 de julio se reanudó la lucha, duró apenas diez
días. Ahora sí, los árabes estaban vencidos.
EL MASACRADOR DE LYDDA
En el contexto de la derrota, cabe el estilo de la victoria. El 11 de julio
de 1948, la población árabe de Lydda, que se había rendido a los israelíes, se
sublevó al advertir la presencia de unos tanques jordanos. El tercer regimiento
del Palmach liquidó en horas la insurrección,entrando casa por casa y disparando
sobre todo lo que se movía. Según fuente israelí, hubo 250 muertos. Según
fuente árabe, entre 500 y 1.700, de los cuales 150 fueron fusilados en la Gran
Mezquita convertida en prisión.
El escritor inglés Erskine Childers dice que una columna israelí entró en
el pueblo disparando en todas direcciones: “los cadáveres de
hombres, mujeres y niños quedaron desparramados en las calles, tras esta
carga implacablemente brillante.” Y dice quién iba al frente de la
columna: Moshe Dayan, un nombre que haría historia.
Tras la firma del armisticio, Israel se quedó con 3.500 kilómetros
cuadrados más de tierra palestina, Faruk se apropió la franja de Gaza y la
monarquía hachemita anexó la Cisjordania. Palestina había dejado de existir. Casi
900.000 palestinos se amontonaban en los campamentos de refugiados de Jordania,
Siria, Líbano, Gaza, alimentándose con las raciones de socorro de la UN. Una
generación entera nació y creció bajo las carpas. En 1954 eran más de un
millón, en 1956, 1.300.000. Otros 500.000 habían emigrado al Canadá, al Brasil
y a otros países.
En 1956 esos desterrados vieron pasar entre columnas
de polvo los tanques israelíes que se lanzaban sobre el Sinaí, mientras los
ingleses y los
franceses ocupaban el Canal. Meses después los vieron regresar. En 1967
el dios de la guerra volvió a tronar en los escuálidos campamentos del Pueblo
de las Tiendas.
LA PAZ ISRAELÍ
Fue con repugnancia que vi por televisión las escenas de Israel en aquellos
días; la ostentación del orgullo y la brutalidad del conquistador; los
estallidos del chauvinismo; y las salvajes celebraciones del inglorioso
triunfo, contrastando con las imágenes del sufrimiento y desolación árabe, las
caravanas de refugiados jordanos y los cadáveres de los soldados egipcios
muertos de sed en el desierto. Contemplé las figuras medievales de
los rabís y los khassidim saltando de alegría en el Muro de los Lamentos; y
sentí como los fantasmas del oscurantismo talmúdico –que bien conozco- se
amontonaban sobre el país, y cómo la atmósfera reaccionaria de Israel se volvía
densa y sofocante.
Este es el comentario de un escritor judío, Isaac
Deutscher, a la fulgurante campaña de los Seis Días que, en junio de 1967,
arrojó al ejército egipcio al otro lado del Canal de Suez. Sus glorias han sido
suficientemente cantadas.
Entre ellas no figura probablemente la expulsión de 250.000
palestinos que aún quedaban en Cisjordania y Gaza. En el vacío que
dejó el largo éxodo palestino, se estableció la Paz Israelí. El profesor de
matemáticas italiano le sacó la casa al tendero árabe. El lingüista inglés
construyó la suya sobre un espacio demolido. El pintor apátrida del Quartier
Latin se rodeó de un ambiente oriental. El ingeniero agrónomo argentino se fue
al kibutz donde ya no quedaba ni memoria del fellah que durante trece siglos le
preparó la tierra: como si no hubiera tierra en la Argentina.
LA LUZ DE LA ESPERANZA
En una oficina de Beirut, Abu Hatem, miembro del Comité Central de Fatah
(sigla de Movimiento Nacional de Liberación Palestina) enumeró ante el enviado
de Noticias las etapas de la Resistencia.
La primera etapa, antes de 1965, fue de preparación y organización.Llegamos
a la conclusión de que la lucha armada era la única salida para el pueblo
palestino, y desde ese año empezamos a ponerla en práctica. Fue una época
llena de dificultades: teníamos tantos enemigos… No eran sólo los israelíes,
sino también el imperialismo y los elementos reaccionarios en los países
árabes. Nuestro primer mártir, Ahmed Muza, fue abatido por el ejército jordano
al cruzar la frontera con Israel.
Nuestras operaciones militares fueron una de las razones que alegaron los
israelíes para desencadenar la guerra de 1967. Pero allí los países árabes
fueron derrotados y se instaló un clima de derrota. Era importante acabar con
ese clima, y por eso, apenas terminada la guerra, nosotros reanudamos las
hostilidades. Eso fue el 28 de agosto de 1967.
En cuatro meses, lanzamos 79 operaciones en el
interior de Palestina, pusimos fuera de combate a más de 300 sionistas, volamos dos trenes
militares, derribamos tres helicópteros, destruimos medio centenar de
vehículos, hicimos estallar el depósito de explosivos de Acre y bombardeamos
con bazukas los suburbios de Jerusalén y Tel Aviv. El precio fue
duro: perdimos 46 hombres, de los cuales la mitad eran cuadros de
conducción.Pero en todo el mundo árabe esa actividad de Fatah fue
percibida como una luz de esperanza, que se agrandó el 21 de marzo de 1968,
cuando dimos la batalla de Al Karameh”.
EL SIGNO DE KARAMEH
Si Deir Yassin es para los palestinos el recuerdo que sobrecoge y enfurece,
Al Karameh simboliza la recuperación de la propia identidad negada tras la
derrota, la confiscación, la persecución, el exilio. Dice un combatiente:
En esa época, nuestro problema era obtener bases permanentes. En la guerra
de junio habíamos perdido las bases de Gaza y Cisjordania. Entonces empezamos a
filtrarnos en Jordania, por separado, de a uno o de a dos. Así se formó la base
de Al Karameh, en el campamento de ese nombre que existía desde 1948. Juntamos
500 combatientes en la zona. De allí lanzamos una escalada operativa. El
gobierno de Jordania quería echarnos, pero no se atrevía. Los israelíes
empezaron a fastidiarse. Al fin planearon una operación de represalia en gran
escala, para aplastarnos. Concentraron 15.000 soldados, con tanques.
Pero estaban tan orgullosos de la victoria de junio, tan seguros de que nadie
podía oponerles resistencia, que no tomaron medidas de seguridad. Nosotros nos
enteramos 48 horas antes de la operación.
Llamamos a todas las organizaciones palestinas para que discutiéramos si
debíamos enfrentar el ataque o retirarnos. Algunos dijeron que los
principios de la guerrilla prohibían el choque frontal, que si el enemigo ataca
en fuerza, nosotros nos retiramos, todas esas cosas. Fatah sostuvo que todo
eso era cierto, pero que aquí lo fundamental era el marco político: la derrota
árabe, el pueblo desesperado. Fatah decidió dar la batalla, a todo o
nada. Sólo nos acompañó una pequeña organización, el Ejército de Liberación
Palestino. Con ellos distribuimos los 500 puestos de combate. No era
una emboscada, Al Karameh era terreno llano, con una población, una villa de
emergencia. Había que pelear como se pudiera. Durante toda la noche cavamos
pozos, nos enterramos, y esperamos el amanecer.
A las 5 de la mañana empezaron la preparación de artillería, después
avanzaron los tanques. Venían como para desfile. Traían periodistas y
Dayan les dijo que iban a almorzar en Amán, la capital de Jordania. Cuando
les paramos un tanque con un bazukazo, y después otro, se quedaron como
sorprendidos. No esperaban eso. Retrocedieron, después volvieron a avanzar.
Ahora venían con aviones y helicópteros además de los tanques. Les resistimos
trinchera por trinchera, les resistimos hasta el mediodía.
Y en esas siete horas interminables, detrás nuestro estaba el ejército
jordano, inmóvil. Los oficiales miraban la batalla con sus prismáticos. El
rey Hussein había ordenado no intervenir, y los oficiales miraban: oficiales
árabes. No se sabe quién dio el grito, quién no aguantó más. Y de pronto el
ejército jordano avanzaba, desobedeciendo órdenes, se juntaba con nosotros. Eso
fue a mediodía. A las ocho de la noche la división israelí empezó a retirarse.
No podíamos creerlo, era la primera vez que sucedía, la primera vez en
la historia. Y cuando avanzamos vimos el daño que les habíamos hecho:
los tanques destruidos, los equipos abandonados.
Al día siguiente Hussein se hizo fotografiar en un
tanque capturado. A Dayan le preguntaron para cuando era el almuerzo en
Amán, y él contestó que sólo el burro no cambia de opinión. A Levy Eshkol le
preguntaron que había sucedido, y él dijo que el que busca miel, debe
esperar algunas picaduras. Aquella picadura la hicimos nosotros, y nos
costó. Nos costó 90 muertos, que son muchos cuando sólo teníamos 500 hombres.
Pero Al Karameh cambió todo, fue un viraje decisivo. Les demostró a
todos los árabes que ellos podían derrotar al ejército israelí. Para
nosotros, el resultado fue tremendo. Hasta entonces, Al Fatah era una
organización estrictamente secreta, un puñado de hombres. La batalla de Al
Karameh demostró a las masas que éramos sinceros, que podíamos convertirnos en
el cuchillo y en la víctima como dice uno de nuestros documentos, “entrar en la
batalla para crearlo todo de la nada, que los palestinos podíamos cerrar el
puño sobre la brasa ardiente, como dice nuestro hermano Abu Ammar (Arafat)”
Después de la batalla de Al Karameh millares de
palestinos acudieron a incorporarse a Al Fatah, que aún no estaba preparado
para recibirlos, aunque tuvo que abrir las puertas. Otras organizaciones se
enriquecieron con ese flujo. Un año después la Resistencia
palestina se paseaba libremente por Siria, tenía una estación de radio en El
Cairo, dominaba prácticamente en Líbano Jordania.
Sobre ese transitorio triunfo iba a abatirse la
traición del rey Hussein. La esperanza palestina ardería en las calles de
Amán, en las montañas de Jordania, antes de renacer poco a poco como una llama
que no está destinada a apagarse.
“EL SIONISMO NO ES
SÓLO EL ENEMIGO DE LOS ÁRABES, ES EL ENEMIGO DE TODA LA HUMANIDAD” FATAH
En la oficina de Fatah en Beirut, Abu Hatem, miembro del Comité Central de
la Organización, refirió a Noticias las etapas posteriores a la batalla de
Karameh, que en 1968 demostró por primera vez que una fuerza árabe podía
enfrentar al ejército israelí.
En Karameh, la Revolución Palestina creó las circunstancias de su propio
crecimiento. Todo el mundo árabe se acercó a nosotros.Inversamente
nuestros enemigos redoblaron sus esfuerzos para destruirnos.Los israelíes
atacaron nuestras bases y nuestros campamentos, y los gobiernos árabes
reaccionarios también. Esas tentativas culminaron en Jordania, en
setiembre de 1970. El ejército de Hussein atacó nuestras bases y
nuestros pueblos, con tanques y aviones.No consiguió aplastarnos pero mató
a muchos miles de compañeros. La masacre se reanudó en julio de 1971. Tuvimos
que salir de Jordania.
Con la pérdida de nuestras bases jordanas, empieza la cuarta etapa de
nuestras luchas. Al principio nuestra actividad disminuyó. Tuvimos que adoptar
una nueva política, concentrar la fuerza de Fatah en los propios territorios
ocupados. El resultado se vio después de un año, con el aumento de las
operaciones. También aumentamos la acción política, la duplicamos. El
resultado es que actualmente la opinión pública mundial empieza a comprender
que no hay acuerdo estable en Medio Oriente sin el pueblo palestino, que no hay
paz sin Revolución Palestina. Actualmente la totalidad de los países
africanos, con excepción por supuesto de los residuos coloniales, reconocen a
la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino.
En la Conferencia de Países no Alineados de Argel, el
año pasado, 72 estados reconocieron a la OLP. O sea que las relaciones de la
Revolución Palestina con el resto del mundo crecen día a día, yparticularmente
con el bloque socialista encabezado por la Unión Soviética. Por
supuesto que no nos quedamos en eso. En la última guerra, la de Octubre, todo
el mundo sabe –y principalmente los israelíes- que no hubo dos frentes, sino
tres: el egipcio, el sirio y el palestino.
OLP Y CNP
Fatah es la fuerza hegemónica de la guerrilla
palestina. Su líder Abu Ammar (Arafat) preside la OLP y, desde comienzos de junio de
1974, el Consejo Nacional Palestino. Pero no es la única organización de la
Resistencia. En la OLP figuran, además de Fatah, el Frente Popular dirigido por
Habache, el Frente Democrático de Hawathme (escisión del FP) y Saika, organización
adiestrada por los sirios.
Después de Fatah, Saika es probablemente la de mayor capacidad militar, y
el FD, que se define como marxista-leninista, la de mayor capacidad política,
mientras que la estrella de Habache, inclinado al ultraizquierdismo, parece
declinar.
Fuera de la OLP se encuentra todavía el Comando General, escindido del FP y
dirigido por Ahmad Jibril, que saltó a la notoriedad a comienzos de este año
con la operación de Kyriat Shmonet. El Consejo Nacional Palestino, CNP, la
organización más amplia de la Revolución, incluye no sólo a las organizaciones
guerrilleras, sino a los frentes de masas, delegados de territorios ocupados y
de la emigración y de grupos financieros y religiosos.
A los dirigentes de Fatah no les gustan las fotografías ni las
autobiografías. Trazar su historia no es fácil. Un documento de la
Organización, fechado en 1969, admite que sus creadores fueron un grupo de
intelectuales que publicaban la revista Nuestra Palestina, antes de
optar por la lucha armada.
Cuando en 1965 decidieron lanzar la guerra, volvieron a suelo palestino.
Abu Ammar operó allí, en Cisjordania, viviendo como un pastor a medias ciego,
de gruesos anteojos negros. Su designación como vocero de Fatah fue una
decisión en la que no participó.
HABLA FATAH
¿Cuál es el objetivo último de Fatah? Sus dirigentes lo vienen repitiendo
desde hace años: la creación de un estado no religioso en Palestina. ¿Cuál
sería la situación de los judíos en ese Estado?
Fatah no toma las armas contra los judíos. Aceptamos a
los judíos como ciudadanos palestinos en absoluto pie de igualdad con los
árabes. Fatah toma las armas contra el sionismo y se propone liquidarlo, porque
el sionismo es el enemigo fascista y racista, el enemigo de toda la humanidad y
no solamente de los árabes.
Preguntó un periodista:
¿Qué harían ustedes frente a
un judío perseguido en cualquier lugar del mundo?
Contestó Fatah:
Le daríamos un fusil y
pelearíamos a su lado.
EL BOMBARDEO DE ALDEAS
LIBANESAS DESNUDA LA ESENCIA DE UN TERRORISMO QUE SE LLAMA REPRESALIA
Otra vez los rockets de los Phantom se han abatido sobre las aldeas del Líbano,
un país pequeño que no tiene ejército ni aviación y cuyo pecado es dar refugio
a 300.000 palestinos, una décima parte de los expulsados de su patria por los
israelíes.
Nuevamente los campamentos de refugiados son
descriptos como bases guerrilleras. Visité uno de esos campamentos, el
de Nabatiyeh, al día siguiente de su casi total destrucción por los aviones
israelíes, el 16 de mayo de este año. Vi las pequeñas casas arrasadas como por
una enorme topadora, los utensilios de cocina desparramados, ropa de mujer
colgando de los árboles calcinados. Eso no era una base.
Esto no significa que en Líbano, en Siria, en cualquier país árabe, no
existan bases de fedaín. Existen pero ni están a la vista, ni albergan una
población civil de millares de almas, ni están indefensas, ni son bombardeadas. Desde
hace 25 años Israel vive anticipando ataques, en perpetuo estado de represalia.
Una propaganda que empieza a volverse torpe describe cada acción de sus fuerzas
como respuesta a un acto de terrorismo.
En cada oportunidad se resucita la historia de ese terrorismo, se invoca
Maalot, Kyriat Shmoné, Lod, Munich. Entre esos actos y los campos nazis
de concentración se establece una continuidad, se retrocede a los pogroms
zaristas, a la intemporal persecución del judío. En este proceso se
ha perdido de vista toda la verdad: el palestino despojado de su patria se
ha convertido en agresor, la víctima en verdugo.
Se discute sobre los métodos. ¿Por qué los palestinos atacan escuelas? He
visto la escuela de Nabatiyeh, nivelada con la roca. ¿Por qué los palestinos
tiran granadas en un mercado?En Ain el Hue, la semana pasada, no quedó
siquiera el mercado, bajo las bombas israelíes de 250 kilos. La
discusión sobre los métodos es una de las formas de eludir la discusión sobre
el fondo, reemplazar el porqué por el cómo. Pero aún esa discusión secundaria
no debe ser rehuida.
¿DE QUIEN ES EL
TERROR?
§
Hablemos de Maalot, por ejemplo. Las cosas en Maalot no empezaron el 15 de
mayo de 1974, con la matanza de 22 estudiantes israelíes. Empezaron el 15 de
mayo de 1948, con el Estado de Israel. Porque Maalot no se llamaba Maalot, sino
Tarchiha, y no era un pueblo judío sino una aldea árabe. ¿Dónde está
Tarchiha? Arrasada, borrada del mapa.
§
Volvamos a Deir Yassin, otra aldea árabe hoy enterrada bajo Kfar Shaul, un
suburbio de Jerusalén. 9 de abril de 1948. Fuerzas de la Haganah y del Irgun
atacan la aldea,matan a 254 habitantes, descuartizan los cadáveres y los
tiran a un pozo.
Escuchemos el testimonio del coronel Meir Bail del ejército israelí,
que tardó 24 años en hablar:
Los soldados peinaron las casa, tirando explosivos en su interior y usando
todas las armas que tenían. Disparaban indiscriminadamente sobre todo
lo que había adentro, incluso mujeres y niños. Sus oficiales no
movieron un dedo para impedir las atrocidades que se estaban cometiendo. Junto
con otros residentes de Jerusalén, imploré que se ordenara a los soldados
detener el fuego. Fue inútil. 25 hombres fueron subidos a un camión,
paseados por Jerusalén en desfile de la victoria, llevados a una cantera y
fusilados a sangre fría.
§
Retrocedemos al 30 de enero de 1948. La aldea se llamaba Sheikh. El método
fue el mismo. Los muertos, 60.
§
Sa´sa. 14 de febrero de 1948. 20 casas dinamitadas con sus
habitantes adentro. 60 muertos.
§
Recordemos a Lydda. 11 de julio de 1948. La Haganah reprime un alzamiento
popular:250 muertos según fuente israelí, entre 500 y 1700 según fuentes
árabes.
§
14 de octubre de 1953. Bombardeo de aldeas jordanas, 75 muertos.
§
En Qibya se encierra a los vecinos en sus casas con fuego de
ametralladoras, luego se las dinamita.
§
Franja de Gaza. 8 de febrero de 1955. 38 muertos.
§
31 de agosto de 1955. Ataque a Khan Yunis en la Franja de Gaza, 46
muertos.
§
11 de diciembre de 1955. Ataque a aldeas sirias. 50 muertos.
§
Otra vez Khan Yunis, abril de 1956. 275 muertos.
§
10 de octubre de 1956. Ataque a aldeas jordanas. 48 muertos.
§
Octubre de 1956. Kafr Qasim. 51 aldeanos son asesinados por estar
fuera de su casa en un toque de queda del que no fueron avisados.
§
13 de noviembre de 1966. Ataque a las aldeas de Gaza y Jordania. 200
muertos.
§
Noviembre de 1967. Karameh, Jordania. Ataque con morteros a niños
que salían de una escuela.
La lista es interminable. Entre 1949 y 1964 los países árabes denunciaron 63000
actos de agresión, entre 1950 y 1966 las Naciones Unidas y la
Comisión de Armisticio condenaron 78 veces al Estado de Israel. Después
ya nadie llevó la cuenta, la “represalia” se convirtió en costumbre.
VUELTA AL ORIGEN
Si en el balance del terror en Medio Oriente, Israel lleva una ventaja
sobre todos sus adversarios, si el Estado mismo de Israel fue la obra
de organizaciones terroristas, si esas organizaciones inventaron o
reactualizaron la mayoría de los modernos métodos del terror -recordar el
asesinato de conde Bernadotte, la voladura del hotel Rey David, la ejecución de
rehenes ingleses, las cartas explosivas- en eso no se agota la discusión sobre
los métodos. Para restituir el cuadro disociado, es preciso volver a relacionar
los métodos con los objetivos.
El terror es un método de lucha que han usado todas
las revoluciones y también todas las reacciones. Hechas las reverencias
de práctica a la actitud que prefiere condenarlo en sí mismo (como si algo
existiera en sí mismo), su humanidad o su inhumanidad depende de sus fines.
Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu también. Con
estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las
barreras de una propaganda que –casualmente- es la del imperialismo occidental,
y decidir quién tiene la parte de razón que las circunstancias le permiten
tener.
El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la
patria de que fueron despojados los palestinos. En la más
discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad. El
terrorismo israelí se propuso dominar un pueblo, condenarlo a la miseria y al
exilio. En la más razonable de sus represalias, aparece ese pecado
original.
Rodolfo J. Walsh
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