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martes, 9 de enero de 2018

El bajo rendimiento del bono del tesoro norteamericano a 10 años, es más misterioso que el contenido ultrasecreto del fracasado y costosísimo satélite militar Zuma. Solo paga 2,4% cuando EEUU está creciendo al 3 %, y ya está subiendo la inflación y necesitarán vender 1 millón de millón de dólares en bonos para sus ciudadanos, pues del extranjero lo ven como una estafa y financiar el deficit fiscal de la reducción de impuestos de US$1,500,000,000,000

El bajo rendimiento del bono del tesoro norteamericano a 10 años, es más misterioso que el contenido ultrasecreto del fracasado y costosísimo satélite  militar Zuma. Solo paga 2,4% cuando EEUU está creciendo al 3 %, y ya está subiendo la inflación y necesitarán vender 1 millón de millón de dólares en bonos para sus ciudadanos, pues del extranjero lo ven como una estafa  y financiar el deficit fiscal de la reducción de impuestos de US$1,500,000,000,000

La rentabilidad del bono americano es estática pese a cinco subidas de tipos

http://www.eleconomista.es/mercados-cotizaciones/noticias/8851816/01/18/La-rentabilidad-del-bono-americano-es-estatica-pese-a-cinco-subidas-de-tipos-.html
JOSE LUIS DE HARO (NUEVA YORK)10:20 - 8/01/20181
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Contra todo pronóstico, referencia histórica, algoritmo, modelo financiero y demás herramientas en manos de expertos e inversores, el comportamiento de la curva del bono americano a 10 años se ha convertido en uno de los misterios por resolver entre las incognitas que esconde actualmente el mercado de la renta fija.

Con cinco subidas de tipos de interés desde diciembre de 2015, el adelgazamiento del balance de la Reserva Federal, una embriagadora a la par que efervescente renta variable empeñada en no apearse de los máximos históricos y una economía que el año pasado encadenó dos trimestres consecutivos creciendo por encima del 3%, a la espera de la lectura oficial de los tres últimos meses, la rentabilidad del Treasury cerraba 2017 en el 2,409. Un nivel que quedó incluso por debajo del 2,446% con el que despidió el año anterior.

Igualmente, su brecha con la nota a 2 años se ha estrechado a medida que la rentabilidad de esta última tocaba niveles no vistos desde 2008, cuando la crisis financiera azuzaba con toda su fuerza los pilares del sistema financiero y desató lo que ha llegado a bautizarse como Gran Recesión. Es por ello que este particular síntoma ha despertado las alarmas entre los más agoreros y algunos veteranos dado que una posible inversión de la curva suele aventurar una contracción en el horizonte.

Sin embargo, la Reserva Federal proyecta un crecimiento del PIB real del 2,5% tanto para el año que acabamos de dejar atrás como el presente ejercicio mientras que respalda la posibilidad de que el actual ciclo económico sople su décimo aniversario sin rastro alguno de una posible recesión. Todo ello a la espera de conocer el impacto real de una reforma fiscal por valor de 1,5 billones de dólares.

Aún así, la todavía presidenta de la Fed, Janet Yellen, reconoció en su rueda de prensa del pasado 13 de diciembre, la última de su periplo como máxima funcionaria del banco central, que los miembros del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC, por sus siglas en inglés) hablaron sobre este asunto e incluso descartó la posibilidad de que su equipo estuviera cometiendo un error al no estar prestando la suficiente atención a la curva de rendimientos.

Estas palabras quedaron respaldadas posteriormente en las actas de dicha reunión de política monetaria publicadas el miércoles donde los miembros del Comité "estuvieron de acuerdo en que el grado actual de aplanamiento de la curva de rendimientos no es inusual según los estándares históricos". De todas formas, varios participantes indicaron "que sería importante continuar monitoreando la pendiente de la curva". Algo que pone de manifiesto las diferencias dentro del seno del FOMC, donde el presidente de la Fed de Minneapolis, Neel Kashkari, y su homólogo en la Fed de Chicago, votaron en contra de subir los tipos de interés por tercera vez antes de acabar el año.

"No creemos que el aplanamiento de la curva de rendimiento deba ser una fuente de gran consternación, al menos de momento", estima Matthew Luzzetti, economista de Deutsche Bank en Nueva York, quien recalca que la curva sólo telegrafía una "modesta" ralentización económica. De hecho, insiste en que sus proyecciones observan un crecimiento para EEUU por encima de su potencial económico tanto para este año como 2019. Eso sí, para curarse en salud, advierte que su equipo "observa una desaceleración más significativa en 2020 desatada por un ciclo monetario más agresivo por parte de la Fed".

Desde Wells Fargo Securities, su economista global, Jay H. Bryson, pone de manifiesto que aunque las decisiones monetarias de los distintos bancos centrales suelen influenciar los tipos a corto plazo, su efecto en la curva de rendimientos a largo plazo es menor. "Pero las tasas de interés a largo plazo podrían verse negativamente afectadas por las dinámicas entre la oferta y la demanda en los mercados de bonos soberanos", aclara.

Al respecto, hace referencia al creciente déficit presupuestario a este lado del Atlántico, donde también pesa la reforma tributaria, y que obligará al Departamento del Tesoro a emitir un mayor número de bonos en los próximos años. Bryson estima que este año y el que viene, dicha emisión rondará el billón de dólares respectivamente, con una mezcla de notas y bonos.

La pregunta ahora es si habrá demanda para absorber estas emisiones. "Aunque la demanda extranjera se recuperó en 2017, no está claro que recupere la fortaleza de hace años o incluso de que se acelere", insiste apuntando, además, que la Fed reduce ya su tenencias de bonos y que la demanda de letras, notas y bonos del Tesoro entre los bancos estadounidenses se estaría debilitando.

Bajo este panorama, parece que son los inversores domésticos y no los grandes tenedores extranjeros tradicionales los que estarían sacando músculo, de ahí que la rentabilidad de los bonos, especialmente a largo plazo, no haya experimentado el repunte esperado. Recordemos que a comienzos del año pasado, el consenso situaba el yield del bono a 10 años en el 3%.

Una demanda creciente
Los datos que recopila el Departamento del Tesoro indican que entre los 1,87 billones de dólares en notas y bonos del Tesoro vendidos en las subastas convocadas hasta el pasado 30 de noviembre, fondos de inversión patrios, donde se incluyen fondos mutuos y otros vehículos de inversión que representan a inversores de a pie, compraron un récord de 917.000 millones de dólares, o alrededor del 49% de la deuda excluyendo las compras realizadas por la Fed. Este porcentaje ha ascendido significativamente desde el 20% en 2010.

Una demanda que no se vio enturbiada por primeras figuras de la renta fija, como "el rey", Bill Gross, u otros inversores de la talla de Jeff Gundlach, que en más de una ocasión han avisado sobre la inminente venta que se avecina en el mercado de bonos.

De todas formas, Jay Barry, director ejecutivo de estrategia de tipos de interés en J.P. Morgan considera que "la demanda presentará desafíos este año" ya que tanto "los inversores extranjeros, los bancos comerciales, así como los fondos de pensiones y las compañías de seguros necesitarán absorber una duración adicional". Esto, según su punto de vista, requerirá mayores rendimientos.

Aún así, de acuerdo a sus cálculos, la reserva de divisas debería respaldar la demanda oficial extranjera, mientras que la demanda privada debería moderarse. Por su parte, el reclamo de los bancos comerciales debería ser positivo ya que estas entidades buscan activos de alta calidad para reemplazar las reservas. En lo que se refiere a fondos de pensiones y aseguradoras, su demanda debería mantenerse sólida ya que la renta variable y el crédito continúan recuperándose, parcialmente compensados por el aplanamiento de la curva.

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