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jueves, 12 de mayo de 2016

Opinión: La oportunidad que fermenta con la crisis económica de Brasil.//Por MICHAEL HASENSTAB director de inversiones de Templeton Global Micro, una unidad de Franklin Templeton Investments encontrado en el WSJ

Opinión: La oportunidad que fermenta con la crisis económica de Brasil

http://lat.wsj.com/articles/SB12395380881288183678004582062880567770286?tesla=y




PHOTO: ANGELO CAVALLI/ROBERTHARDING/CORBIS

Por MICHAEL HASENSTAB, especial para Barron’s

jueves, 12 de mayo de 2016 19:08 EDT

La implosión política de Brasil podría ser un factor de desaliento para los inversionistas extranjeros pero, en realidad, es probable que esta crisis facilite una muy necesaria ruptura de la combinación tóxica del gasto sobredimensionado y una expansión excesiva del crédito financiada por el Estado que hemos visto en los últimos años.


Tras haber formado parte del cuarteto de países bautizados como BRIC que fue un motor del crecimiento global,
Brasil ha caído en su peor recesión desde los años 80.
 El desempleo se ubica en su nivel más alto desde 2009.
 La inflación se disparó a 10,7% a fines de 2015 tras haber llegado a 4,92% a mediados de 2012.
Los rendimientos de los bonos del gobierno pasaron de menos de 9% en 2012 a más de 16% mientras que el real se ha hundido frente al dólar desde 2011.


Las tribulaciones de Brasil no se pueden achacar exclusivamente al derrumbe de los precios de las materias primas. En lugar de ello son, en buena parte, el resultado de una política económica deficiente y exageradamente pro cíclica.

Los préstamos dirigidos por los entes del gobierno han sido excesivos y el crédito subsidiado por el Estado ha desplazado al sector privado y dominado en forma abrumadora la expansión neta de crédito desde fines de 2011 a fines de 2015. La política del banco central, asimismo, ha distado de ser expansiva.



La tasa de referencia real del banco central alcanzó un mínimo de 1% en 2013. El período anterior de prudencia fiscal, donde la relación deuda-PIB cayó de 79% en 2002 a 61% en 2011, fue abandonada.
La nueva deuda acumulada a partir de 2011 equivale a casi 10% del PIB y es muy poco lo que el país puede mostrar a cambio.

 Michael Hasenstab

Michael Hasenstab PHOTO: BARRON

La situación parece sombría, pero las estadísticas no cuentan toda la historia. La crisis representa una oportunidad para realizar las reformas difíciles que debieran allanar el camino para que la economía se recupere.

El regreso a una política fiscal y monetaria más responsable debiera permitirle a Brasil hacer realidad su enorme potencial.

Sobre la base de mejores políticas públicas, hemos advertido y seguimos advirtiendo una oportunidad atractiva de largo plazo en bonos en moneda local, que han sido uno de los activos de mejor desempeño en los mercados emergentes este año.


Antes de su implosión el año pasado, nos gustaban los bonos locales indexados a la inflación, pero después del derrumbe del real y de que se dispararan los rendimientos, hicimos inversiones importantes en bonos en moneda local a tasa fija en octubre de 2015. Consideramos que la crisis provocaría un cambio en la política del gobierno, lo que ahora se ha expandido para abarcar un probable cambio de régimen.

Para hallar evidencia de cómo decisiones drásticas pueden sacar a un país del borde del precipicio basta con mirar a Irlanda. En 2011, el consenso entre los inversionistas era que el país había caído en la insolvencia. Los rendimientos de los bonos soberanos estaban en la estratósfera, lo que reflejaba un temor real a una cesación de pagos.



Los mercados se equivocaron. El gobierno entendió que la recuperación era un objetivo alcanzable si adoptaba medidas difíciles para reducir el déficit como implementar las políticas de consolidación fiscal, la mantención de bajas tasas de impuestos para captar inversión extranjera directa, resistiendo la presión de muchos países europeos que pedían lo contrario, y permitir que la flexibilización del mercado laboral facilite la reducción necesaria de los salarios reales necesaria para recuperar la competitividad de las exportaciones y reactivar el crecimiento.



Fue una receta dolorosa en el corto plazo, pero sacó a relucir los sólidos fundamentos de Irlanda de largo plazo. El crecimiento de Irlanda ha vuelto a ser uno de los más altos de Europa. El empleo crece, las exportaciones están en auge y la inversión extranjera está llegando.


No es un caso aislado. Hungría es otro ejemplo. Durante la crisis de la zona euro, Hungría quedó al borde de la insolvencia y las calificadoras de riesgo rebajaron su deuda a la categoría de chatarra. El gobierno tomó decisiones impopulares que fueron la estrategia adecuada para apuntalar la economía y estimular el crecimiento. Entre las políticas figuraron obligar a los bancos a asumir parte del costo de los irresponsables créditos hipotecarios en francos suizos a reformar el sistema de seguro de desempleo y racionalizar los anticuados sistemas de salud, educación y transporte de la era soviética.


Los cambios surtieron efecto. Hoy, Hungría es junto a Irlanda una de las economías más boyantes de la UE, los rendimientos de los bonos del gobierno son de un dígito y la moneda es estable.


Brasil afronta sus propios problemas, al igual que lo hicieron Irlanda y Hungría, pero podemos divisar un sendero hacia la recuperación de la economía.


Si Brasil acepta una medicina amarga en el corto plazo para cosechar beneficios de largo plazo, hay buenas razones para creer que también se recuperará. Durante los próximos años, el país debería hacer realidad su potencial como una de las economías más ricas en recursos naturales si el banco central sigue una política monetaria lo suficientemente restrictiva para doblarle la mano a la inflación y el gobierno vuelve a registrar un déficit fiscal primario. Tales políticas también permitirán que la clase media vuelva a surgir como un motor de la demanda de los consumidores.


¿Puede Brasil mantener firme el volante mientras estas políticas se implementan y surten efecto? Creo que sí. El gobierno dispone de un nivel saludable de reservas en moneda extranjera, equivalente a más de un año de importaciones, y aunque la relación deuda-PIB ha aumentado, sigue siendo más baja que la de muchas economías desarrolladas, llegando a 70% a fines de 2015.

Más de 90% de esta deuda está denominada en moneda local, de modo que la devaluación del real no la dispara.


Además, la inversión extranjera bruta en Brasil se ha mantenido firme y representa 4,2% del PIB, más que suficiente para contrarrestar el déficit en cuenta corriente de 3,3% del PIB. La deuda es manejable y los bancos brasileños están relativamente bien capitalizados y han aprobado las pruebas de resistencia, lo que significa que Brasil tiene al tiempo de su lado.


Aunque las recientes políticas del gobierno han sido desastrosas, las cosas están cambiando. Una señal alentadora es que ya se aplicó el freno a la irresponsabilidad fiscal y hay un creciente consenso político acerca de la necesidad de hacer un serio esfuerzo de consolidación fiscal para enderezar el rumbo de la economía.



El banco central también ha dado pasos para recobrar su credibilidad y empezar a anclar las expectativas inflacionarias.

Las tasas de interés subieron de un excesivamente expansivo 7,25% a un más apropiado 14,25%. Una recesión auto inferida fue dolorosa, pero era la única manera de prevenir un desboque de la inflación que hubiese producido un enorme aumento de la pobreza y la inestabilidad social. Esta vigilancia debe seguir adelante.



Si se toma el toro por las astas, una crisis puede ser el catalizador necesario para un cambio positivo. Confiamos en que Brasil volverá a prosperar si no regresa a las políticas fracasadas del pasado y, en su lugar, tomas las decisiones necesarias para recobrar la salud fiscal y monetaria.

Es importante que en Estados Unidos no pasemos por alto las lecciones de Brasil, una política monetaria demasiado expansiva y el exceso de gasto fiscal sólo conducirán a un auge de corto plazo con nefastas consecuencias de largo plazo.


Michael Hasenstab es director de inversiones de Templeton Global Micro, una unidad de Franklin Templeton Investments. La columna fue publicada originalmente en Barron’s.

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