Portugal
podría estar cocinando una tormenta
http://online.wsj.com/article/SB10001424052702303759604579093053591352912.html?mod=WSJS_inicio_MiddleFirst
SPANISH September
24, 2013, 1:55 p.m. ET
Por SIMON NIXON
Ahora que
han pasado las elecciones alemanas, la eurozona debe volver a su lucha contra
la crisis. Y en uno de los primeros puestos de la lista de problemas urgentes
está qué hacer con Portugal.
En un caso
único entre los países en crisis, Portugal no ha obtenido beneficios de la
mejora de la confianza hacia la eurozona.
Pese a un
aumento del Producto Interior Bruto en el segundo trimestre del 1,1% --el mayor
en el bloque de divisa única-- la
rentabilidad de la deuda estatal lusa a 10 años ha aumentado y supera
ampliamente el 7%, frente al 5,23% que
registraba en mayo. La semana pasada, Standard
& Poors advirtió a Lisboa que su calificación crediticia podría ser
rebajada. Antes del verano, Portugal podía emitir deuda a cinco y 10 años. Pero
ahora el país vuelve a estar excluido de los mercados.
La culpa de
eso la tiene la crisis política de junio, cuando las luchas internas del
Gobierno por el presupuesto acabaron en la dimisión del bien considerado ministro de Finanzas, Vitor Gaspar. Durante dos
semanas, la supervivencia de la coalición de Gobierno estuvo en el aire,
mientras el líder del partido minoritario, Paulo Portas,
anunciaba su dimisión "irrevocable" y el presidente del país, Anibal Cavaco Silva, intentaba obligar a crear una
nueva coalición de Gobierno de unidad nacional.
Una protesta
en las calles de Lisboa
Finalmente, el Ejecutivo liderado por el primer ministro, Pedro Passos
Coelho, resurgió al frente de una coalición sin cambios, pero el daño a
la confianza de los inversionistas ha sido inmenso. De hecho, el momento no
podría haber sido peor. El programa de rescate a tres años de Portugal finaliza con el vencimiento de 14.000
millones de euros en bonos el próximo año, y en las próximas semanas la
eurozona debe encontrar el modo de que la financiación de Portugal vuelva a ser
estable si no quiere que la crisis vuelva a desatarse.
Hay dos
formas de plantearse la difícil
situación de Portugal.
Una es verla
como un tablero de ajedrez multidimensional en el que están presentes el
Gobierno, los mercados y la llamada troika --integrada
por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario
Internacional--. El objetivo es que Portugal recupere el acceso al
mercado mientras se evita a toda costa una solución que pase por obligar a los
bonistas del sector privado a asumir pérdidas, dado el daño a los bancos lusos
y el contagio al conjunto de la eurozona.
El éxito
depende de una serie de delicados juicios. En
Portugal, la atención se centra en si la troika relajará el objetivo de déficit
para 2014 acordado en junio, el problema que provocó la crisis política en
verano.
¿Es
realmente factible este objetivo, sobre todo si el Tribunal Constitucional
sigue bloqueando los recortes de los salarios y las pensiones en el sector
público?
¿Cómo
reaccionarían los mercados a una decisión de relajar la austeridad?
ç¿Qué señal
enviaría la relajación del objetivo a otros países de la eurozona como España o
Italia?
¿Cuáles
serían las consecuencias políticas en Portugal si no se relaja el objetivo?
Para los
inversionistas, la troika y los mercados, la cuestión más urgente es si la carga de deuda de Portugal --que está
previsto que este año llegue al 124% del PIB--
es sostenible. La respuesta depende en parte de lo rápido que se asuma que
puede crecer la economía.
El sector
privado luso puede haber recuperado cierta competitividad con los recortes de
empleo y las reformas estructurales, pero
¿puede una economía que logró un crecimiento
medio de tan sólo el 1% al año entre 2000 y 2010 volver realmente a crecer un
1,8% al año para 2016 y conseguir un superávit público primario --antes de
contabilizar los costos de los intereses-- de casi el 2% ese año y al alza a
partir de entonces para reducir la deuda hasta situarla en niveles más seguros?
Pero la
sostenibilidad de la deuda también depende del tipo de interés que debe pagar
Portugal. Conseguir que la rentabilidad de la deuda a 10 años vuelva al entorno
del 5% es crucial. Pero, ¿qué haría
falta para convencer a los mercados?
¿Bastaría un
respaldo oficial, como el acceso al programa de compra de bonos del BCE, o una
línea de crédito preventiva similar a la que se está debatiendo con Irlanda al término de su programa de rescate?
¿O exigirán
los inversionistas que los acreedores oficiales primero relajen el peso de la
deuda ampliando más el vencimiento y reduciendo los tipos de interés de sus
créditos?
¿Sería mejor solución mantener a Portugal
fuera de los mercados con un nuevo programa de rescate?
Claro que
hay cuestiones urgentes. Pero si los jugadores de ajedrez se centran demasiado
intensamente en el siguiente movimiento de Portugal, corren el riesgo de perder
de vista el fin del juego. Lo cierto es que lo que realmente importa en el caso
de Portugal --y de Europa-- a largo plazo no es si el objetivo de déficit es
del 4% o del 4,5% el próximo año, sino si Portugal logrará algún día
convertirse en una economía dinámica capaz de escapar a su nefasta historia de
crisis de deuda recurrentes y despejar toda duda sobre su lugar en la eurozona.
Este reto
podría ser mayor de lo que sugieren las cifras oficiales. Cierto es que algunas
industrias de exportación como la textil se han reestructurado y registrado
buena evolución durante la recesión, ayudando a cerrar un déficit por cuenta corriente del 10%
en dos años. Pero la sorpresa del crecimiento de Portugal en el
segundo trimestre se vio compensada por factores extraordinarios como el pago
de extras en el sector público reinstaurado por el Tribunal Constitucional, o
que el desempleo estaría bastante por encima del 17% si no fuera por la
emigración. El incremento total de la
productividad en las fábricas sigue siendo de los peores de la eurozona.
Coelho se ha
ganado el respeto internacional por sus decididos esfuerzos por aplicar el programa
de la troika y resolver los problemas estructurales de largo plazo del país.
Pero dichos problemas siguen siendo considerables y suponiendo un obstáculo
para la muy necesaria inversión. El sector público sigue siendo demasiado
grande y estando demasiado bien pagado en relación con el sector privado, es
demasiado ineficaz y tiende al clientelismo.
Es necesaria
una reforma profunda de los procesos y las estructuras. Actualmente, 40.000 líneas presupuestarias requieren su aprobación en
el Parlamento, y el sistema de justicia civil es un caos.
El Gobierno
ha facilitado la creación de empresas, pero sigue siendo muy difícil liquidar
una.
El mercado laboral sigue siendo
demasiado rígido, y las principales empresas destruyen empleo en lugar de bajar
sueldos.
Mientras, los niveles educativos son
de los más bajos de la eurozona y la asistencia a la universidad ha caído recientemente.
¿Pero es la
casta política lusa capaz de estar a la altura de los retos? Las salidas de
tono interesadas de Portas este verano podrían haberle garantizado el ascenso a
viceprimer ministro, pero al elevadísimo costo de la credibilidad del país.
El Partido Socialista incita a una
oposición populista a políticas que debe saber que tendrá que adoptar si llega
al Gobierno.
Los notorios dictámenes del Tribunal
Constitucional sugieren que está más interesado en proteger los privilegios de
los funcionarios que en ejercer responsabilidad hacia la economía o justicia
con las generaciones más jóvenes.
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