Las luces se apagan en Atenas
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Petros
Màrkaris
En
Grecia, además de nuestro Parlamento con sus siete partidos políticos, existe
un sistema no parlamentario que forman cuatro partidos: son los cuatro pedazos
en los que se ha quedado dividida nuestra sociedad después de 18 meses de
crisis económica. El creciente agravamiento de la crisis y la lucha diaria por
la supervivencia no han logrado acortar las distancias entre estas partes. Muy
al contrario, la brecha que las separa es cada vez mayor. Y, aunque se crean
coaliciones entre ellas, hay también guerra en las trincheras.
» En primer lugar,
encontramos el 'partido de los beneficiarios', al que pertenecen todos esos empresarios que se han
beneficiado del mercantilismo político durante los últimos treinta años,
especialmente las empresas de construcción. Éstas vivieron su apogeo en el
preludio de los Juegos Olímpicos de 2004, cuando se aprovecharon de un Estado
que se veía obligado a pagar a un precio inusitado cualquier encargo
urbanístico. También pertenecen al partido de los beneficiarios las empresas que
abastecían a los servicios públicos, por ejemplo, aquellas que suministraban
productos farmacéuticos y equipos médicos a los hospitales estatales. Hasta
hace muy poco tiempo los griegos no eran conscientes del volumen de dinero que
se ha despilfarrado en este sentido. Hasta ahora eran los hospitales los
encargados de comprar las medicinas y los equipos médicos. Ahora el
Ministerio de Sanidad ha establecido que la adquisición de productos se realice
a través de Internet y ha puesto a disposición de las instituciones 9.937.480 euros, una suma que se
adecua al volumen de gasto que se había venido generando hasta el momento.
Sin embargo, esta operación ha revelado que el precio real de los
medicamentos solo asciende a 616.505 euros, es decir, un 6,2% de la cantidad que se había invertido anteriormente. Sin
las nuevas medidas de contención del gasto todo habría continuado como antes,
puesto que precisamente estos beneficiarios, las empresas de construcción y los
proveedores de las clínicas, formaban una coalición con el partido del Gobierno
y con sus ministros que no funcionaba nada mal.
Todos
en el aparato del Estado sabían de la existencia de estos contactos y del coste
que suponían para la sociedad, pero todos callaban. No solo porque los partidos
se embolsaban así enormes donativos, sino porque estos sectores corruptos
financiaban campañas electorales a los diputados, quienes a su vez se
aseguraban buenos puestos de trabajo para sus familiares.
El
desolador paisaje de negocios vacíos comienza a ser un elemento común
Al
partido de los beneficiarios también se le podría denominar partido de los
defraudadores, pues todos ellos lo son sin excepción, especialmente los
trabajadores autónomos con ingresos elevados, como médicos o abogados. Cuando
un griego va a la consulta de un médico, éste le informa: “La visita son 80
euros, si quiere factura, entonces serán 110”. Y así, la mayoría de los
pacientes renuncian a la factura y se ahorran treinta euros. Debido al acuerdo
entre estos profesionales y el partido del Gobierno, las autoridades callan y
hacen la vista gorda.
Mientras
tanto, el conjunto de los ciudadanos sin recursos no deja de crecer. Muchos de
ellos no pueden ni siquiera costearse sus medicamentos. ¿Qué hacen entonces?
Recurren a la organización Médicos sin Fronteras,
que proporciona de forma gratuita algunas medicinas. Las dos clínicas de
Médicos sin Fronteras que existen en Atenas están pensadas para asistir a
inmigrantes sin recursos, que llegan a Grecia desde África en barcas de remos.
Pero cada vez son más los griegos que piden ayuda. Algunos días hay casi mil
personas haciendo cola en Médicos sin Fronteras.
Entre
ellos, por ejemplo, diabéticos que ya no pueden permitirse comprar insulina. La
miseria de los inmigrantes se extiende a los griegos. Hasta hace apenas medio
año, cuando me asomaba a la calle desde el balcón de mi casa, veía a
inmigrantes que revolvían entre los cubos de basura, en busca de algo para
comer. En las últimas semanas, se han unido
a ellos cada vez más griegos. No quieren revelar su miseria, por eso hacen su
ronda a primera hora de la mañana, cuando las calles están casi desiertas.
Está
claro que los beneficiarios y los defraudadores no tienen tales preocupaciones.
Apenas sienten que el país está en crisis. Antes de que Grecia entrase en esta
situación, ya habían trasladado su dinero al extranjero. Mientras que los
bancos griegos han perdido en los últimos 18 meses alrededor de 6.000 millones
de euros, los bancos extranjeros —especialmente los suizos— se frotan las
manos.
Y
también son los beneficiarios quienes, en evidente sintonía con el Partido
Comunista, abogan por el retorno del dracma. Cuentan con multiplicar su riqueza
y poder así comprar, con toda tranquilidad, una importante parte del patrimonio
del Estado, que —ya sea con euros o con dracmas— deberá ser privatizado
forzosamente, pues el Estado carece de recursos.
Una
tercera —y fatal— coalición la forman el Gobierno griego y los agricultores,
que también son a su vez miembros del partido de los beneficiarios. Desde la
entrada de Grecia en la Comunidad Económica Europea (CEE) en el año 1981 todos
los gobiernos griegos se han quejado del destino de sus “pobres
campesinos” y han proclamado que éstos
merecían una vida mejor. Hace tiempo que estos agricultores se han asegurado
una vida mucho mejor, gracias a las subvenciones agrícolas de la
Unión Europea.
En muchos bloques de
viviendas ya no se enciende la calefacción
Dichas
subvenciones se repartían de forma arbitraria, sin revisar y sin comprobar si
los subsidios solicitados se correspondían con la producción real. Los
agricultores enterraban sus productos, proporcionaban cifras falsas y se
llevaban el dinero. Además, el Banco Agrícola Griego les otorgaba generosos
créditos que, a día de hoy, todavía no han sido devueltos.
Mientras,
en el Gobierno, los amigos de los agricultores no ejercían presión alguna,
porque los votos del campo eran muy valiosos. En la actualidad el Banco
Agrícola está en quiebra y estos campesinos se pasean por su pueblo en sus Jeep
Cherokee.
» El segundo de los
cuatro partidos en los que Grecia se divide en la actualidad podría denominarse
el partido de los honrados, aunque yo
prefiero llamarlo el partido de los mártires. A este partido pertenecen los
dueños de pequeñas y medianas empresas, sus trabajadores y los pequeños
autónomos, por ejemplo los taxistas o los técnicos. Ellos rebaten la opinión,
tan extendida en Europa, de que los griegos son unos comodones y se zafan del
trabajo. Trabajan duro y pagan religiosamente sus impuestos. Sin embargo,
aunque el partido de los mártires es el mayor de los grupos no parlamentarios,
no es lo suficientemente fuerte para aliarse con nadie. Por eso lo explotan por
todas partes. Son los que mayores sacrificios realizan a causa de la crisis,
por eso me gusta llamarlos mártires.
Por
todas partes es posible ver largas colas de taxis a la espera de clientes
El
mayor golpe para la pequeña y mediana empresa es la recesión. El desolador
paisaje de las tiendas o negocios vacíos comienza a ser un elemento común en
todos los barrios de Atenas, incluso en las zonas comerciales más elegantes.
Por ejemplo, la calle Patission. La Patission,
como la llaman los atenienses, es la más antigua de las tres calles en las que
se divide el centro de la capital y se considera el bulevar de la clase media.
Como vivo por esa zona, conozco muy bien la calle. La Patission estaba siempre
muy mal iluminada, pero no importaba porque los escaparates brillaban con luz
propia. Estos días, por la noche la calle está oscura como boca de lobo: uno de
cada dos comercios ha cerrado y los que todavía siguen abiertos, intentan
sobrevivir a golpe de ofertas especiales.
En
la calle Aiolous, una vía también
situada en el centro y que siempre había constituido un destino comercial para
aquellos con menos ingresos, la situación es aún más terrible. Quedan todavía
algunas tiendas, pero están vacías, los clientes no acuden a comprar. Así que
la calle Aiolous se ha convertido en una zona peatonal sin peatones. “¿Cuánto
tiempo podré aguantar?”, me preguntaba la dueña de una pequeña tienda de ropa
de caballero en la que entré a comprar calcetines. “Pueden pasar días hasta que
aparece un cliente”. En los últimos tiempos, uno vacila mucho antes de entrar
en un comercio, porque, tan pronto como se ha cruzado el umbral, el dueño o los
dependientes le bombardean a uno con lúgubres noticias.
La
dueña de la tienda de ropa de caballero no aguantó mucho: cuando el sábado
pasado regresé a la calle Aiolous, su negocio también había cerrado. Una amiga
de mi hermana trabaja en una pequeña empresa especializada en la construcción
de viviendas. Es la única empleada: el dueño se ha visto obligado a despedir al
resto del personal.¿Quién quiere construir casas cuando por todas partes hay viviendas en
venta que tampoco compra nadie?Hace siete meses que
la amiga de mi hermana no cobra su sueldo, sin embargo, está feliz porque, al
menos, conserva su puesto de trabajo.
Un
sistema basado en su nepotismo tóxico ha destrozado al pueblo
Lo
peor para los miembros del partido de los mártires es el desánimo. Han perdido
la esperanza. Para ellos, tras la crisis no se esconde perspectiva alguna de
alcanzar un futuro mejor. Cuando uno habla con ellos, no es posible dejar de
pensar que solo están esperando a que llegue el final. Cuando una
gran parte de la sociedad no logra reunir el optimismo necesario, significa que
la vida es en verdad agobiante. En
muchos de los bloques de viviendas en los que viven ciudadanos con ingresos
escasos o moderados ya no se enciende la calefacción. Las familias carecen de
dinero para gasóleo, o prefieren utilizarlo para otras cosas. Yo no conduzco.
Tengo un taxista que me lleva o me recoge del aeropuerto. Su nombre es
Thodoros, no está casado y vive solo. (...) “Mire yo pago por el alquiler de
este taxi 350 euros a la semana. Trabajo los siete días, pero solo me llega
para pagar el alquiler. Muchas veces tengo que poner yo mismo dinero”.
A
los griegos les gusta ir en taxi, porque es muy barato. Por 3,20 euros se puede
llegar a cualquier lugar en el centro de Atenas y una carrera un poco más larga nunca cuesta
más de seis euros. Hasta hace medio año, en las horas centrales del día era
casi imposible encontrar un taxi libre. Ahora por todas partes
es posible ver largas colas de taxis a la espera de clientes, no solo al mediodía, sino también por la noche y
durante el fin de semana. Y esto no es lo peor.
La
recesión no es la única preocupación de los mártires. A pesar de que sus
negocios ya no rinden, están obligados a pagar sus tributos por partida triple:
primero, el Impuesto sobre la Renta, después diferentes impuestos adicionales
y, por último, un complemento de solidaridad. Un impuesto este, el de
solidaridad, que el año próximo deberán abonar en dos ocasiones, mientras que
otro impuesto indirecto, el IVA, se incrementó dos veces durante el año pasado.
Mientras que los defraudadores no pagan nada o casi nada de estos impuestos adicionales
o del complemento de solidaridad, porque muchos no presentan la declaración de
Hacienda o disfrazan una gran parte de sus ingresos, los
ciudadanos honrados no pueden casi ni respirar.
Vamos
a sacrificar a tres generaciones en nombre de la crisis
Al
grupo de los mártires pertenecen también los empleados y los trabajadores en
paro del sector privado. En la actualidad, son muy pocos los trabajadores
griegos a los que se les paga puntualmente su sueldo. La
mayoría lo cobra en pequeñas cantidades y con un retraso de varios meses. Y
todos pasan grandes dificultades y, sobre todo, viven angustiados, con el temor
de que la empresa donde trabajan se vaya a pique de un día para otro.
La
contención del consumo y la falta de créditos ha frenado el crecimiento
económico del país y, por este motivo, son muchas las pequeñas empresas que se
hunden estos días. Desaparecen, pero no se llevan consigo las numerosas deudas
contraídas. Mi cuñado, representante de moda infantil, me contaba entristecido
que solo la pasada semana había vivido tres casos semejantes. Es desesperante.
Ahora, delante de las oficinas de empleo, se ven largas colas de parados que
cada mes aguardan pacientemente la orden de pago con la que el banco debe
transferirles su subsidio. Sin embargo, nunca pueden tener la certeza de que el
pago llegue a principios de mes. A veces, tienen que esperar algo más para
cobrar sus 416,50 euros, pues el número de parados no deja de crecer y a las
oficinas de empleo se les termina el dinero.
Tras
el colapso del aparato estatal y, sobre todo, del sistema fiscal, el Ministerio de
Hacienda tuvo la brillante idea de cobrar impuestos a través de la factura de
la luz. A quien no paga sus impuestos, se
le corta la luz. He visto imágenes en la televisión griega de personas mayores
que hacían cola en las oficinas de la compañía eléctrica para pagar el primer
tramo de sus impuestos. Me entraban ganas de llorar. “El primer tramo asciende
a 250 euros”, decía un hombre de unos sesenta y tantos años a la cámara. “A mí
me dan una pensión de 400 euros, ¿cómo voy a vivir durante todo un mes con los
restantes 150?”.
La
contención del consumo y la falta de créditos han frenado el crecimiento del
país
En
ese momento, recordé mi regreso a Grecia en los años sesenta. Entonces me
recibió una de las más curiosas estampas que uno pueda imaginar: de los tejados
de alquitrán de muchas de las casas de una planta que poblaban los barrios obreros
sobresalían llamativas varas de hierro. Eran horribles, pero representaban una
promesa: el sueño de la segunda planta. El sueño del apartamento para el hijo o
la hija en el piso de arriba. Durante toda su vida esa gente había ahorrado
dinero para hacer realidad ese sueño, sacrificando cada céntimo. Y ahora se lo
están quitando. Un sistema político en ruinas basado en su nepotismo tóxico y
su falsa riqueza ha destrozado la dignidad de un pueblo.
» Otro partido es el
partido de los Moloch, cuyos miembros han sido reclutados entre las
filas del aparato estatal griego y sus empresas. El partido se divide en dos
grupos. Al primero de ellos pertenecen los funcionarios y los empleados de los
servicios públicos y las empresas estatales. En el segundo grupo se encuentran
los sindicatos. El partido de los Moloch es el brazo no parlamentario del
gobierno y el garante del sistema mercantil, pues está compuesto principalmente
por cuadros y funcionarios del partido. (...)
El
sistema tiene una historia muy larga, que se remonta al final de la guerra
civil, en los años cincuenta. Fue entonces cuando los nacionalistas, ganadores
en la contienda, llenaron la Administración de compañeros de trinchera y fieles
correligionarios. Era el premio por su lealtad a los ideales nacionalistas.
Todos
los Gobiernos griegos han comulgado con la política de enchufes
Después,
en 1981 —poco después de la entrada de Grecia en la CEE— llegó al poder el
primer gobierno del partido socialista, el Pasok. (...) Según este partido,
tras el largo dominio de los partidos de derechas, el aparato estatal estaba
condicionado para rechazar las fuerzas liberales y resultaba imposible gobernar
si su gente de confianza no ocupaba los puestos clave en la Administración. Sin
embargo, no se conformaron solo con los puestos clave, y muy pronto todo el
aparato estaba en manos de miembros del Pasok y sus contactos. Casi uno de cada
dos militantes del partido obtuvo durante estos años un puesto en la
Administración.
Desde
entonces, todos los gobiernos han comulgado con esta política de enchufes,
hasta los primeros meses de la crisis. Hasta entonces había suficiente dinero,
gracias a las subvenciones de la CEE y más tarde de la Unión Europea. Cuando el
dinero escaseaba, se cubrían los agujeros a golpe de crédito.
La mayoría de los
miembros del partido en la Administración no trabajan o hacen solo lo
indispensable. Una amiga, ingeniera en un organismo estatal, me
contaba su experiencia: hace un año llegó un nuevo compañero a la oficina. El
primer día anunció: “Queridos compañeros y compañeras, he olvidado todo lo que
aprendí en la universidad”. No trabajó ni un solo día y aquello no pareció
contrariar a ningún superior.
Pero
el partido de los Moloch está dividido. Una parte se sentiría mucho más cómoda
en el partido de los mártires. Se trata de esos funcionarios que no accedieron
a sus puestos a través de contactos en el partido, sino que tuvieron que
realizar una oposición. Son los únicos funcionarios que trabajan de verdad, en
ocasiones llevando la carga de dos o tres compañeros que son miembros del
partido. Son las víctimas del sistema. (...)
» El cuarto y último
partido de la sociedad griega es el que más me preocupa. Es el partido de los
desesperanzados: los jóvenes griegos, sentados todo el día frente
al ordenador, buscando en internet, desesperados, un trabajo, sea donde sea. No
son emigrantes como sus abuelos, que en los años sesenta llegaron a Alemania
desde Macedonia y Tracia para buscar trabajo. Estos jóvenes han ido a la
universidad, algunos incluso tienen un doctorado. Sin embargo, cuando terminan la
carrera se van directos al paro. (...)
Ya
sea a causa de la recesión, de las medidas de contención del gasto, del recorte
de la deuda o de las reformas, el caso es que vamos a sacrificar a tres
generaciones en nombre de la crisis. Hoy son los jóvenes los que más pierden;
mañana lo seremos nosotros, porque en algunos años nos faltarán las fuerzas
para seguir luchando. (...)
Las
generaciones nacidas después de 1981 no han crecido en una época de verdadera
miseria, sino de falsa riqueza y les entra un ataque de pánico cuando tan solo
se insinúa la palabra “renuncia”. La pobreza les resulta tan
ajena como el desierto.
La
espada de Damocles se publica en septiembre en español y está editado por
Tusquets.
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