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miércoles, 9 de noviembre de 2016

El triunfo de Donald Trump subraya la división en el orden económico global.// subirá la tasa de interés y bajara el precio del petróleo al destrabar las extracciones de crudo, denominadas reservas y dar el visto bueno al oleoducto Kleystone pipeline de las arenas bituminosas de Alberta en Canadá al golfo de México. //Por GREG IP encontrado en el WSJ


El triunfo de Donald Trump subraya la división en el orden económico global.// subirá la tasa de interés y bajara el precio del petróleo al destrabar las extracciones de crudo, denominadas reservas y dar el visto bueno al oleoducto Kleystone pipeline de las  arenas bituminosas de Alberta en Canadá al golfo de México.


El triunfo de Donald Trump subraya la división en el orden económico global

http://lat.wsj.com/articles/SB12607330055594714088304582426770595856792?tesla=y



PHOTO: PETER FOLEY/EUROPEAN PRESSPHOTO AGENCY

Por GREG IP

miércoles, 9 de noviembre de 2016 15:05 EDT

La victoria de Donald Trump puede ser la mayor sorpresa para el sistema económico mundial desde la crisis financiera. Representa, junto con el voto de Gran Bretaña en junio para abandonar la Unión Europea, un profundo rechazo del orden económico mundial de posguerra que podría dejar una nube de incertidumbre sobre las economías de los Estados Unidos y del mundo durante meses, si no más.

La victoria de Trump, como el ‘brexit’, es otra señal de que la división dominante en el mundo ya no es izquierda versus derecha, sino nacionalismo contra globalización, clase obrera versus elite, populismo versus políticos tradicionales.


Esto significa que Trump no es un presidente electo más. Aunque nominalmente republicano, hizo campaña en una plataforma que fusionó las tradicionales promesas republicanas de menos regulación y menos impuestos con un ataque populista a la globalización en todas sus formas: el libre comercio, la inmigración y las finanzas internacionales.


Cómo esa plataforma se transformará en políticas concretas sigue siendo un misterio. Las posiciones altamente elásticas de Trump, desde los impuestos y la inmigración hasta el salario mínimo y la regulación, hacen difícil saber qué priorizará. Su equipo de asesores económicos es pequeño y en gran parte desconocido para los inversionistas y responsables de la política exterior.


Esto genera múltiples preguntas sobre a dónde se dirigirá EE.UU. bajo la presidencia de Trump. Esa incertidumbre probablemente hará que los inversionistas, las empresas y los hogares posterguen grandes decisiones. Las acciones y los futuros de índices bursátiles fuera de los Estados Unidos cayeron el miércoles tras la victoria de Trump no necesariamente porque la perspectiva de la economía es más oscura, sino porque ahora hay muchos más escenarios alternativos.


La incertidumbre tiene dos caras: las cosas podrían ser peores de lo esperado, pero fácilmente podrían ser mejores, dado que las expectativas respecto del liderazgo de Trump son bajas. Una encuesta de economistas de negocios en agosto encontró que el 55% pensó que Hillary Clinton sería mejor administrando la economía; sólo 14% pensó que Trump lo haría mejor, por detrás del candidato de tercer partido Gary Johnson. Ese es un listón muy bajo para Trump.

Y por sí misma, la incertidumbre no apagará el crecimiento económico. La agitación política se ha convertido en una rutina desde 2008. Eventos como el choque de 2011 sobre el techo de la deuda de los Estados Unidos y el brexit no han desviado a las economías nacionales de su curso.

Aún así, “si sólo una fracción de los presidentes ejecutivos posterga sus planes de contratación, se podría ver una pausa del crecimiento del empleo mientras la gente digiere si el presidente va a ser un líder positivo o la persona errática que hemos visto en la campaña”, dice Marc Sumerlin, analista independiente de políticas y ex asesor del presidente George W. Bush.
Añade Andy Laperriere, analista de políticas para la correduría Cornerstone Macro: “La gran pregunta para los mercados es qué factor pesa más: si el riesgo de comercio internacional bajo Trump o un paquete económico potencialmente positivo. Eso es en lo que los inversionistas se centrarán”.

En el escenario optimista, la falta de anclaje ideológico de Trump es una virtud. “Hago tratos. Yo negocio”, dijo a principios de este año. Quiere un recorte de impuestos y estaría feliz con dejar que el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan lo diseñara.

 Los republicanos de la Cámara de Representantes han presentado propuestas de recortes de tasas individuales y corporativas que tendrían la mitad del impacto de la propuesta de Trump, que sumaría aproximadamente US$6 billones al déficit en 10 años.

Puede anotarse puntos con el sector privado si revierte las órdenes ejecutivas del presidente Barack Obama, como el Plan de Energía Limpia, que limita las emisiones de gases de efecto invernadero para las plantas de energía. Con el Congreso en manos republicanas, puede pasar a derogar las leyes de seguro de salud y regulación financiera de Obama.

En cuanto al comercio internacional, Trump trataría de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá antes de derogarlo. México probablemente reconocería que es mejor aceptar algunas restricciones en sus exportaciones que perder el acceso preferencial en conjunto. Del mismo modo, Trump puede calificar a China de manipulador de su moneda como catalizador de las negociaciones. En el pasado, la amenaza de acción por parte del Congreso a menudo ha llevado a China a actuar, favoreciendo por ejemplo la apreciación de su moneda.

¿Cuáles son los escenarios más pesimistas? Estos involucran un Trump que comete errores por su temperamento e inexperiencia política. Sus relaciones con Ryan, el republicano más poderoso del Congreso, están congeladas. Ellos podrían terminar en conflicto, por ejemplo, si Ryan quisiera acompañar el recorte de impuestos con una reducción de los pagos de seguridad social.

En el tema comercial, las objeciones de Trump son de fondo, no cosméticas. Quiere un menor déficit comercial y más empleos manufactureros para los estadounidenses, y es difícil pensar en cualquier concesión de México y China que pueda lograr ese objetivo. Ambos países enfrentarían internamente una reacción violenta si ceden ante un abusador estadounidense. Si las negociaciones no llegan a ninguna parte, Trump con casi toda seguridad recurrirá a medidas unilaterales tales como aranceles muy altos, que él ha dicho que puede hacer sin el consentimiento del Congreso. Los aranceles unilaterales de EE.UU. dejarían a sus socios comerciales con poca opción más allá de responder con sus propios aranceles.

La tendencia de Trump a personalizar las disputas políticas también es una carta incierta para el mundo de los negocios y los inversionistas, quienes de otra manera estarían felices de tener a un republicano a la cabeza del aparato administrativo federal. Ha prometido reemplazar a Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, a quien acusó de intentar ayudar a Obama con bajas tasas de interés, y de detener la fusión de AT&T Inc. con Time Warner Inc. porque se siente maltratado por CNN, que es propiedad de Time Warner.


¿Bajará Trump el tono de esa retórica porque es poco adecuada para un presidente, o lo aumentará porque es un potente uso del poder presidencial? Eso, también, es otro cuestionamiento para los próximos cuatro años.

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