Hace casi un año el movimiento Cinco Estrellas me invitó a una conferencia en Roma en la que se hablaba sobre la conveniencia para Italia de permanecer en la eurozona y cómo proceder, en su caso, a abandonarla. La mayoría de ponentes, servidor incluido, nos manifestamos a favor de políticas poco convencionales, pero no llegamos a defender la salida de la eurozona.
En primera fila se sentaba Luigi Di Maio, vocero parlamentario del Partido. Poco después de la conferencia, Di Maio rechazó la absurda propuesta de su partido de convocar un referéndum sobre la pertenencia a la eurozona. Estoy convencido de que es absurdo cuestionar la pertenencia de Italia a la eurozona como tal. Cualquier presidente que convocara una consulta similar crearía una crisis financiera de forma inmediata.
Tras el éxito de su partido en las elecciones generales del 4 de marzo, Di Maio tiene posibilidades de convertirse en el próximo primer ministro italiano. De momento se ha posicionado como un centrista en busca de un socio de coalición. ¿Cuál es su estrategia para el euro ahora? Afortunadamente, el referéndum sobre el euro no está sobre la mesa. Pero es posible que el próximo Ejecutivo italiano sea un obstáculo en las negociaciones franco-alemanas sobre la reforma de la eurozona. Esta semana hemos sabido que ocho pequeños países del norte de Europa, encabezados por Holanda, se oponen a esas reformas porque sus gobiernos rechazan la idea de las transferencias fiscales. Italia también tiene motivos para oponerse a las medidas. Las reformas reforzarían el papel del Mecanismo Europeo de Estabilidad, el fondo de rescate de 500,000 millones de euros creado en 2012. Como quid pro quo, Alemania y los países que lo defienden insisten en una reestructuración de la deuda semiautomática. Ningún gobierno italiano podría suscribir esta medida. Ahora mismo hay un claro riesgo de que el paquete de reformas propuesto por el presidente galo, Emmanuel Macron, no salga adelante. Antes, bastaba con un acuerdo franco-alemán para que las reformas de la UE se materializaran, pero esto ha dejado de ser así.
Otro riesgo es un exceso fiscal por parte de Italia, algo muy probable, con independencia de que el primer ministro sea Di Maio o Matteo Salvini, el líder de La Liga, contrario al euro. Los dos partidos fueron los grandes ganadores de las elecciones. El movimiento Cinco Estrellas quiere un ingreso básico universal, uno de los motivos de su éxito electoral, sobre todo entre los más jóvenes. Y La Liga está a favor de un impuesto plano. Dado que ninguno de los dos partidos defiende un recorte del gasto, sus propuestas fiscales no coinciden con la normativa de déficit de la UE. Las políticas fiscales podrían alimentar el debate sobre una moneda paralela como alternativa a la salida del euro.
El gobierno italiano podría transferir a cada ciudadano un dinero, digamos que 1,000 euros. Éstos los usarían para pagar impuestos, por ejemplo. El resto de la eurozona y el BCE se mostrarían contrarios a una idea que da al traste con la noción del euro como moneda única. El ex ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, propuso una idea parecida en 2015. Grecia acabó optando por un programa de rescate. De vuelta a Italia, incluso Silvio Berlusconi se mostró a favor de una moneda paralela antes de las elecciones. Vendrán momentos importantes en los próximos meses. Ni quién lo dude.
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