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lunes, 22 de abril de 2019

La oleada terrorista en Sri Lanka no tiene lógica , pues los nuevos protagonistas ni siquiera son antagonistas en el tablero nacional , sin embargo , golpea la convivencia entre etnias y turismo. Sri Lanka es una pieza codiciada en el tablero mundial, por las rutas navales y porque cuenta con el mejor puerto natural de Asia, en Trincomalee. Al que hay que añadir el que están levantando los chinos en el sur.

La oleada terrorista en Sri Lanka no tiene lógica , pues los nuevos protagonistas ni siquiera son antagonistas en el tablero nacional , sin embargo , golpea la convivencia entre etnias y turismo. Sri Lanka es una pieza codiciada en el tablero mundial, por las rutas navales y porque cuenta con el mejor puerto natural de Asia, en Trincomalee. Al que hay que añadir el que están levantando los chinos en el sur. 


La oleada terrorista en Sri Lanka golpea la convivencia entre etnias y turismo
https://www.lavanguardia.com/internacional/20190422/461770885482/atentados-terroristas-sri-lanka-ceilan.html
 0 La isla creía haber cerrado el capítulo de violencia extrema hace justo una década

JORDI JOAN BAÑOS | ESTAMBUL, ESTAMBUL. CORRESPONSAL
22/04/2019 01:11
Actualizado a
22/04/2019 14:05
Los terroristas suicidas no son ninguna novedad en Sri Lanka, país con el dudoso honor de haberlos empleado y padecido antes de que el yihadismo empezara a usar chaleco. Tampoco las matanzas sectarias e indiscriminadas le son ajenas.

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Sin embargo, la sangrienta cadena de atentados simultáneos de ayer provocó escalofríos, porque la isla creía haber cerrado aquel capítulo hace justamente una década. Y porque el perfil de víctimas y verdugos en nada se asemeja al acostumbrado durante la guerra civil que hundió al país durante décadas, con la mayoría cingalesa budista en un extremo y la minoría tamil -sobre todo hindú- en otro. Al menos 290 personas perdieron la vida ayer y la policía ya ha realizado 24 detenciones.


Las bombas acaban con la recuperación del turismo, que tanto ha contribuido a consolidar la paz

Este no es un nuevo capítulo de aquel libro, sino acaso la primera página de un drama que ya no es local, sino global. La prueba de que el guión no está escrito ni en cingalés ni en tamil y de que la caligrafía es otra, es que los nuevos protagonistas ni siquiera son antagonistas en el tablero nacional. Todo lo contrario.

Lo que hubo ayer fue un atentado contra la línea de flotación de un país que está saliendo de una larga guerra fratricida, convocando los demonios de un pasado de fractura étnica y religiosa. Una voladura de puentes -ese ha sido el papel tradicional de católicos y musulmanes en la isla- en toda regla. Y de paso, de la pasarela al futuro que es el turismo.

Sri Lanka, que hace diez años tenía al ejército en las calles, ha bajado la guardia y se ha vuelto un objetivo más fácil. Y en el caso de Estado Islámico, como antes de Al Qaeda, todo es nebuloso excepto la firma. Modus operandi. Ya no hay periferia. No lo es Colombo ni lo habría sido Sevilla. Como no lo fue Christchurch.

La confrontación entre cristianos y musulmanes es ajena a Sri Lanka, donde ejercen de puente

No está de más recordar que en Sri Lanka se hablan dos lenguas y se practican cuatro religiones. El nefasto sistema electoral ha propiciado que los cingaleses budistas, el 70% de la sociedad, pudieran imponer casi sin contrapartidas su visión del país. El otro 30% se divide entre católicos -herencia portuguesa- tanto cingaleses como tamiles; hindúes, que son tanto tamiles nativos -columna de los extintos Tigres Tamiles- como tamiles llegados recientemente a las plantaciones desde el sur de India. Y finalmente, musulmanes, que también hablan tamil pero que no se identifican como tales.


La proximidad a la India de Narendra Modi no podía dejar de envalentonar al matonismo del sector más recalcitrante del budismo local. En los últimos años se han multiplicado los incidentes a manos del chovinismo budista de grupos como Bodu Bala Sena, contra algunas mezquitas, algunos comercios musulmanes o, con rotundo éxito, contra los certificados halal.

Incidentes lamentables, pero casi anecdóticos en un país con decenas de miles de muertes por violencia étnica a la vuelta de la esquina. Sin embargo, lo suficientemente serios y lo suficientemente amplificados para hacer germinar, en el contexto de esta década, la maleza yihadista.

Las autoridades de Sri Lanka reconocían hace pocos años, que por lo menos treinta y cinco de sus jóvenes se habían desplazado al Estado Islámico, finalmente abortado entre Siria e Irak. A ellos hay que añadir los maldivos que cruzan la isla. Como en el caso de Bangladesh, los más proclives a ser seducidos por el yihadismo habrían sido jóvenes de las capas más acomodadas y con más estudios, entre los musulmanes locales. Algunos han muerto. Otros están volviendo.





El atentado vuela puentes y amenaza con reavivar los rencores entre comunidades, al hilo de las elecciones presidenciales previstas para este mismo año y las legislativas del 2020.

La cúpula terrorista ha escogido dos baluartes de mayoría católica, Negombo y la parte antigua de Batticaloa –sacudida por el tsunami del 2004– aunque en este último caso la iglesia fuera evangélica. En Colombo, para más inri, a la iglesia milagrera de San Antonio acudía gente de todas las fes. A esto se añade la elección de tres grandes y céntricos hoteles como objetivos secundarios. Hoteles con precios y ocupaciones que triplicaban ya a los de hace una década. Hasta ayer.

Sri Lanka es una pieza codiciada en el tablero mundial, por las rutas navales y porque cuenta con el mejor puerto natural de Asia, en Trincomalee. Al que hay que añadir el que están levantando los chinos en el sur. Solo pudo mantenerse no alineada a la sombra de India. El mundo ya es otro.


El hombre que derrotó a sangre y fuego a los Tigres Tamiles, Mahinda Rajapaksa, estuvo cerca de volver al poder por la puerta falsa -ahora como primer ministro- en noviembre, en una jugada invalidada por el Supremo. Rajapaksa, aunque valedor de China en la región, por su budismo desacomplejado solo puede ser admirado por Modi y sus acólitos, que vuelven a contar con un gobierno aliado en las Maldivas. Domingo de Resurrección de los fantasmas del pasado, bajo sábanas nuevas y de factura desconocida.

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