La solución económica
propuesta por el 1% de los más ricos por Paul Krugman extraído del diario El País.
http://economia.elpais.com/economia/2013/04/26/actualidad/1367001746_014083.html
PAUL KRUGMAN 28 ABR 2013 - 00:00 CET66
Paul Krugman
critica la austeridad fiscal de Kenneth Rogoff y sostiene que el 1% de los mas ricos desea
que la crisis económica continué porque les esta yendo muy bien.
Manifestantes del movimiento
Ocupa Wall Street en mayo de 2012 en Santa Mónica. / LUCY NICHOLSON (REUTERS)
Los debates económicos rara
vez terminan con un KO técnico.
Pero el gran debate político
de los últimos años entre los keynesianos, que abogan por mantener y, de hecho,
aumentar el gasto público durante una depresión, y los austerianos, que exigen
recortes inmediatos del gasto, se acerca a ello, al menos en el mundo de las
ideas.
En estos momentos, la postura austeriana ha caído por su
propio peso; no solo es que sus predicciones sobre el mundo real fuesen
completamente erróneas, sino que la investigación académica que se invocaba
para respaldar esa postura ha resultado estar plagada de equivocaciones,
omisiones y estadísticas dudosas.
Aun así, sigue habiendo dos
grandes preguntas.
La primera:
¿cómo llegó la doctrina de la austeridad a ser tan influyente en un primer
momento?
Y la segunda:
¿cambiarán en algo las políticas ahora que las principales afirmaciones
austerianas se han convertido en carnaza para los programas de humor de
madrugada?
Sobre la primera pregunta: la
preponderancia de los austerianos en los círculos influyentes debería inquietar
a cualquiera a quien le guste creer que la política se basa en hechos reales o,
incluso, que está muy influida por ellos.
Después de todo, los dos
principales estudios que ofrecen la supuesta justificación intelectual de la
austeridad —el de Alberto Alesina y Silvia Ardagna
sobre la “austeridad expansiva” y el de Carmen
Reinhart y Kenneth Rogoff sobre el peligroso “umbral” de la deuda, situado en
el 90% del PIB— tuvieron que enfrentarse a críticas devastadoras nada
más publicarse.
Y los estudios no resistieron
un análisis pormenorizado. Hacia finales de 2010, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) refundió el estudio de Alesina y Ardagna con datos mejores
e invalidó sus hallazgos, mientras que muchos economistas plantearon dudas
fundamentales sobre el de Reinhart y Rogoff mucho antes de que conociésemos el
famoso error de Excel.
Por otra parte, los
acontecimientos del mundo real —el estancamiento en Irlanda, que fue el primer
modelo de austeridad, la caída de los tipos de interés en Estados Unidos, que
se suponía que iba a enfrentarse a una crisis fiscal inminente— rápidamente
convirtieron las
predicciones austerianas en sandeces.
La postura austeriana ha
caído desmontada por la investigación
académica
Sin embargo, la austeridad
mantuvo e incluso reforzó su dominio sobre la opinión
de la élite. ¿Por qué?
Parte de la respuesta
seguramente resida en el deseo generalizado de ver la economía como una obra
que ensalza la moral y las virtudes, de convertirla en un cuento sobre el
exceso y sus consecuencias.
Hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades, cuenta la historia, y ahora estamos pagando el precio
inevitable.
Los economistas pueden
explicar hasta la saciedad que esto es un error, que la razón por la que tenemos
un paro tan elevado no es que gastásemos demasiado en el pasado, sino que
estamos gastando demasiado poco ahora y que este problema puede y debería
resolverse.
Da igual; muchas personas tienen el
sentimiento visceral de que hemos pecado y debemos buscar la redención mediante
el sufrimiento (y ni los argumentos económicos ni la observación de que la
gente que ahora sufre no es en absoluto la misma que pecó durante los años de
la burbuja sirven de mucho).
Pero no se trata solo del
enfrentamiento entre la emoción y la lógica. No es
posible entender la influencia de la doctrina de la austeridad sin hablar sobre
las clases y la desigualdad.
A fin de cuentas, ¿qué es lo
que quiere la gente de la política económica? Resulta que la respuesta depende
de a quién preguntemos, una cuestión documentada en un reciente artículo de
investigación de los politólogos Benjamin Page, Larry
Bartels y Jason Seawright. El artículo compara las preferencias
políticas de los estadounidenses corrientes con las de los muy ricos y los
resultados son reveladores.
Así, al estadounidense medio le preocupan un poco los déficits
presupuestarios, lo cual no es ninguna sorpresa dado el constante aluvión
de historias de miedo sobre el déficit en los medios de comunicación, pero los
ricos, en su inmensa mayoría, consideran que el déficit es el problema más
importante al que nos enfrentamos. ¿Y cómo debería
reducirse el déficit presupuestario? Los ricos están a favor de recortar el gasto federal en asistencia
sanitaria y la
Seguridad Social —es decir, en “derechos a
prestaciones”—, mientras que los ciudadanos en general quieren realmente que
aumente el gasto en esos programas.
El plan de austeridad parece
la expresión de la clase superior
Han captado la idea: el plan
de austeridad se parece mucho a la simple expresión de las preferencias de la
clase superior, oculta tras una fachada de rigor académico. Lo que quiere el
1% con los ingresos más altos se convierte en lo que las ciencias económicas
dicen que debemos hacer.
¿Realmente redunda en interés de los ricos una
depresión prolongada?
Es dudoso, dado que una
economía próspera suele ser buena para casi todo el mundo.
Lo que sí es cierto, sin
embargo, es que los años transcurridos
desde que tomamos el camino de la austeridad han sido pésimos para los
trabajadores, pero nada malos para los ricos, que se han beneficiado del
aumento de los rentdimientos y de los precios de las acciones aun cuando el
paro a largo plazo empeora.
Puede que el 1% no desee realmente una economía débil,
pero les está yendo lo bastante bien como para dejarse llevar por sus
perjuicios.
Y esto hace que uno se
pregunte hasta qué punto cambiará las cosas el hundimiento intelectual de la
postura austeriana. En la medida en que tengamos una política del 1%, por el 1
% y para el 1 %, ¿no seguiremos viendo únicamente nuevas justificaciones para
las viejas políticas de siempre?
Espero que no; me gustaría
creer que las ideas y los hechos importan, al menos un poco. De lo contrario,
¿qué estoy haciendo con mi vida? Pero supongo que veremos qué grado de cinismo
está justificado.
Paul Krugman es profesor de
Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
© New
York Times Service 2013
Traducción de News Clips.
No hay comentarios:
Publicar un comentario