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lunes, 30 de enero de 2017

El impacto del Nafta en EE.UU. es modesto. Según el artículo EEUU tiene un déficit comercial con México de US$60,000,000,000 y como eso es 8 % entonces tiene en general un déficit comercial con todo el mundo de US$ 750,000,000,000 . por Jacob M. Schlesinger, Andrew Tangel y Valerie Bauerlein encontrado en el WSJ

El impacto del Nafta en EE.UU. es modesto.  Según el artículo EEUU tiene un déficit comercial con México de US$60,000,000,000 y como eso es 8 % entonces tiene en general un  déficit comercial con todo el mundo  de US$ 750,000,000,000  




US$ 60,000 -------------------------------- 8%
X ------------------------------------------ 100%

entonces 
X = US$ 750,000,000,000





PHOTO: GETTY IMAGES


Jacob M. Schlesinger,

Andrew Tangel y

Valerie Bauerlein


lunes, 30 de enero de 2017 0:03 EDT

A pesar del acalorado debate en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá, la mayoría de los economistas dice que su impacto concreto sobre la economía estadounidense ha sido modesto: un ligero avance del crecimiento y la eficiencia con un leve retroceso en el empleo y salarios más bajos para ciertos trabajadores del sector manufacturero.

Como ocurre con la mayoría de los acuerdos de libre comercio, sin embargo, las ganancias a lo largo de 23 años han sido difusas y las pérdidas han sido más concentradas, lo que ha contribuido a desatar la intensa reacción política que catapultó a Donald Trump a la Casa Blanca y su decisión de hacer pedazos al pacto.

“Nafta produjo grandes cambios en los volúmenes comerciales, diminutas ganancias de eficiencia en general y algunos impactos muy significativos en las comunidades afectadas de forma adversa”, señaló hace unos días en su blog Dani Rodrick, economista de la Universidad de Harvard. Trump exageró el costo del acuerdo en los empleos manufactureros, pero “pudo capitalizar pérdidas muy reales… en algunas partes del país de una forma que los demócratas no pudieron”.


Todas las partes concuerdan en que el Nafta coincidió con un alza importante de la actividad económica en la frontera entre México y EE.UU.: más comercio, más inversión extranjera directa y un sistema regional de fabricación más integrado, en especial en el caso de la industria automotriz. Las discrepancias tienen que ver con las cifras que cada lado enfatiza.


En dos tuits enviados el jueves, Trump resaltó el desequilibrio de la balanza comercial. “EE.UU. tiene un déficit comercial de 60.000 millones de dólares con México”, escribió. “Ha sido un acuerdo que sólo ha beneficiado a un lado desde un inicio… con enormes números de empleos y empresas perdidos”.





Trump tiene razón al indicar que el Nafta ha coincidido con un cambio importante en los términos de comercio de EE.UU. con México, pasando de un superávit de US$1.700 millones en 1993, el año antes de que el tratado entrara en vigor, a un déficit de US$61.000 millones en 2016, aunque el intercambio bilateral ha aumentado de manera substancial.

Además del impacto atribuible a las reducciones de aranceles del Nafta, las oscilaciones cambiarias han exacerbado el déficit. El peso mexicano se derrumbó el año siguiente a la puesta en marcha del Nafta, abaratando las exportaciones del país y volviendo demasiado caros a los productos estadounidenses para el mercado mexicano.

Además, los números y tendencias detrás de las cifras principales pintan un panorama más complejo. Aunque México exporta más a EE.UU., no ha cerrado sus fronteras a los productos de su vecino del norte. Durante las dos primeras décadas del Nafta, las exportaciones de EE.UU. a México se dispararon de US$41.600 millones en 1993 a US$240.300 millones en 2014.
En proporción, las importaciones de EE.UU. desde México crecieron a un ritmo más vertiginoso, pasando de US$39.900 millones a US$294.200 millones.

Uno de los grupos de la economía estadounidense que se ha beneficiado del pacto son los productores de soya, cuyas ventas a México se quintuplicaron entre 1993 y 2015. “Seguimos las decisiones del gobierno muy de cerca y es justo decir que estamos nerviosos”, reconoció Ron Moore, presidente de la Asociación Estadounidense de Soya.

Caterpillar Inc. exportó el año pasado US$33 millones más en productos dirigidos a México que los que importó de ese país, señaló Chris Rogers, analista de la firma de análisis de comercio Panjiva, que subraya que los datos muestran que el fabricante de maquinaria pesada gestiona “una cadena de suministro y un negocio transfronterizo y flexible” que le permite “trasladar partes y vehículos completos a dónde están el costo óptimo de mano de obra y las destrezas, sin tener que sufrir obstáculos burocráticos o arancelarios significativos”.

Es difícil desglosar el impacto de las cifras comerciales puesto que las partes viajan de un lugar a otro dentro de sistemas de producción regional expandidos. “Cuando analizamos el comercio transfronterizo… cuando uno se sumerge a fondo, observa que… a mayor parte tiene valor agregado en ambos lados de la frontera y está íntimamente vinculado con nuestra economía”, dijo Lance Fritz, presidente ejecutivo de Union Pacific, en una reciente conferencia telefónica con inversionistas.

Esa clase de interdependencia proviene de un enorme aumento de la inversión extranjera directa de EE.UU. en México, que pasó de US$15.200 millones en 1993 a US$101.100 millones en 2013. En la práctica, los fabricantes estadounidenses, tanto de partes como de productos terminados como automóviles, han trasladado operaciones a México.

Nafta fue un factor influyente, por ejemplo, en la decisión del gigante de alimentos Mondelēz de eliminar 600 empleos fabriles en Chicago y mudar la producción de sus galletas a México. Mondelēz optó, en última instancia, por remodelar una planta en México en lugar de invertir US$130 millones para expandir su planta de Chicago en 2015. La decisión fue criticada por Trump durante la campaña electoral, cuando prometió en las redes sociales jamás volver a probar las galletas Oreo.

Una buena parte de los camiones comerciales que recorren las carreteras estadounidenses fueron fabricados en México. Hace una década, los modelos pesados de Navistar International Corp. eran fabricados en Ontario y Texas. La empresa de Illinois cerró ambas plantas y consolidó su producción en Escobedo, México, cerca de Monterrey. Aparte de los menores costos laborales, la empresa dijo que la decisión le permitió estar más cerca de algunos de sus principales proveedores que también se habían trasladado a México.

Los partidarios del Nafta, sin embargo, dicen que el acuerdo aumentó la eficiencia de las fábricas que siguieron operando en EE.UU. e impidió una pérdida mayor de empleos manufactureros. “Lo que parece haber ocurrido es que la industria automotriz de América del Norte se racionalizó como reacción al Nafta”, escribió recientemente en el sitio web Vox Brad DeLong, economista de la Universidad de California en Berkeley. “Mover las partes que podían ser hechas por mano de obra relativamente poco calificada a México y, por ende, obteniendo una ventaja de costos respecto a los fabricantes europeos y japoneses”.

La pregunta más candente es el efecto del Nafta sobre los trabajadores estadounidenses medido por pérdidas de empleos y una reducción de los salarios conforme la producción se trasladada a lugares donde la mano de obra era más barata.

Tanto los partidarios como los críticos del Nafta concuerdan en que el pacto ha reducido los empleos en EE.UU., pero sus estimaciones varían ampliamente, desde 100.000 a cerca de 700.000. Los defensores del Nafta acusan a los críticos de enfocarse exclusivamente en la caída constante de la fuerza laboral manufacturera estadounidense en las últimas décadas y atribuyéndola en su totalidad al tratado, dejando de lado otros factores como un descenso de largo plazo que comenzó antes del Nafta, el ascenso de la automatización y el aumento de las importaciones chinas tras el ingreso del país a la Organización Mundial del Comercio.

“Para el trabajador promedio, el impacto no es tan grande, pero para un grupo específico de trabajadores, la reducción de las barreras a la importación procedentes del Nafta parecen haber disminuido el crecimiento de los salarios muy por debajo de lo que debería haber sido”, señaló John McLaren, economista de la Universidad de Virginia, en una entrevista publicada en el portal de la entidad. “Esto es particularmente válido en el caso de la clase obrera”.

McLaren señaló que su estudio halló el mayor impacto “en partes de Georgia, Carolina del Norte e Indiana, con áreas como Washington, D.C., la parte del norte de Virginia y Maryland entre las menos vulnerables”. El análisis intentó documentar las repercusiones de los cierres de fábricas en las comunidades afectadas. “Una persona que no terminó la secundaria que reside en un pueblo chico que depende de la industria del calzado y del vestuario en Carolina del Sur sufriría una reducción substancial del crecimiento de su salario, aunque trabaje en un sector no transable que parecería estar inmune a los shocks del comercio como un restaurante”, enfatiza el estudio.

El colapso de la industria textil tuvo un efecto devastador en la parte central de Carolina del Norte en lugares como el Condado de Richmond. Su población es menos educada, más pobre y de mayor edad que el promedio de EE.UU. Apenas 13% tiene un título universitario, frente a un promedio nacional de 30%. “El Nafta destruyó este condado”, dice Robert Lee, dueño de una tienda de venta de armas. “Se llevó todos los empleos”.

La población del Condado de Richmond se está reduciendo y los empleos disponibles están en empresas de servicios que no ofrecen prestaciones como salud y pensiones. “La gente que atiende mesas y prepara hamburguesas no compra autos ni casas”, lamenta Lee. “Trabajan para ir a trabajar”.

Los defensores del Nafta dicen que el debate económico no toma en cuenta uno de los principales objetivos del acuerdo: disminuir las tensiones fronterizas y convertir a México en un firme aliado de EE.UU. Según ese parámetro, el Nafta ha sido un éxito rotundo al fomentar una mayor cooperación bilateral en temas que van desde la delincuencia al medio ambiente.

Ese es el avance que no se puede medir del cual Trump parece más escéptico y más dispuesto a poner en riesgo.

Annie Gasparro y

Jesse Newman contribuyeron a este artículo.


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