El
triunfo de Donald Trump subraya la división en el orden económico global.// subirá
la tasa de interés y bajara el precio del petróleo al destrabar las
extracciones de crudo, denominadas reservas y dar el visto bueno al oleoducto
Kleystone pipeline de las arenas
bituminosas de Alberta en Canadá al golfo de México.
El
triunfo de Donald Trump subraya la división en el orden económico global
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PHOTO: PETER
FOLEY/EUROPEAN PRESSPHOTO AGENCY
miércoles,
9 de noviembre de 2016
15:05 EDT
La victoria
de Donald Trump puede ser la mayor sorpresa para el sistema económico mundial
desde la crisis financiera. Representa, junto con el voto de Gran Bretaña en
junio para abandonar la Unión Europea, un profundo rechazo del orden económico
mundial de posguerra que podría dejar una nube de incertidumbre sobre las
economías de los Estados Unidos y del mundo durante meses, si no más.
La victoria
de Trump, como el ‘brexit’, es otra señal de que la división dominante en el
mundo ya no es izquierda versus derecha, sino nacionalismo contra
globalización, clase obrera versus elite, populismo versus políticos
tradicionales.
Esto
significa que Trump no es un presidente electo más. Aunque nominalmente
republicano, hizo campaña en una plataforma que fusionó las tradicionales
promesas republicanas de menos regulación y menos
impuestos con un ataque populista a la globalización en todas sus formas: el
libre comercio, la inmigración y las finanzas internacionales.
Cómo
esa plataforma se transformará en políticas concretas sigue siendo un misterio. Las posiciones altamente elásticas
de Trump, desde los impuestos y la inmigración hasta el salario mínimo y la
regulación, hacen difícil saber qué priorizará. Su equipo de asesores
económicos es pequeño y en gran parte desconocido para los inversionistas y
responsables de la política exterior.
Esto genera
múltiples preguntas sobre a dónde se dirigirá EE.UU. bajo la presidencia de
Trump. Esa incertidumbre probablemente hará que los inversionistas, las
empresas y los hogares posterguen grandes decisiones. Las
acciones y los futuros de índices bursátiles fuera de los Estados Unidos
cayeron el miércoles tras la victoria de Trump no necesariamente porque
la perspectiva de la economía es más oscura, sino porque ahora hay muchos más
escenarios alternativos.
La
incertidumbre tiene dos caras: las cosas
podrían ser peores de lo esperado, pero fácilmente podrían ser mejores,
dado que las expectativas respecto del liderazgo de Trump son bajas. Una
encuesta de economistas de negocios en agosto encontró que el 55% pensó que
Hillary Clinton sería mejor administrando la economía; sólo 14% pensó que Trump
lo haría mejor, por detrás del candidato de tercer partido Gary Johnson. Ese es
un listón muy bajo para Trump.
Y por sí
misma, la incertidumbre no apagará el crecimiento económico. La agitación
política se ha convertido en una rutina desde 2008. Eventos como el choque de
2011 sobre el techo de la deuda de los Estados Unidos y el brexit no han
desviado a las economías nacionales de su curso.
Aún así, “si
sólo una fracción de los presidentes ejecutivos posterga sus planes de
contratación, se podría ver una pausa del crecimiento del empleo mientras la
gente digiere si el presidente va a ser un líder positivo o la persona errática
que hemos visto en la campaña”, dice Marc Sumerlin, analista independiente de
políticas y ex asesor del presidente George W. Bush.
Añade Andy
Laperriere, analista de políticas para la correduría Cornerstone Macro: “La
gran pregunta para los mercados es qué factor pesa más: si el riesgo de
comercio internacional bajo Trump o un paquete económico potencialmente
positivo. Eso es en lo que los inversionistas se centrarán”.
En el
escenario optimista, la falta de anclaje ideológico de Trump es una virtud. “Hago tratos. Yo negocio”,
dijo a principios de este año. Quiere un recorte de impuestos y estaría feliz
con dejar que el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan lo
diseñara.
Los republicanos de la
Cámara de Representantes han presentado propuestas de recortes de tasas
individuales y corporativas que tendrían la mitad del impacto de la propuesta
de Trump, que sumaría aproximadamente US$6 billones al
déficit en 10 años.
Puede
anotarse puntos con el sector privado si revierte las órdenes ejecutivas del
presidente Barack Obama, como el Plan de Energía Limpia, que limita las
emisiones de gases de efecto invernadero para las plantas de energía. Con el
Congreso en manos republicanas, puede pasar a derogar las leyes de seguro de salud y regulación financiera de Obama.
En cuanto al
comercio internacional, Trump trataría de renegociar el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte con México y Canadá antes de derogarlo. México
probablemente reconocería que es mejor aceptar algunas restricciones en sus
exportaciones que perder el acceso preferencial en conjunto. Del mismo modo, Trump puede calificar a China de manipulador de su moneda
como catalizador de las negociaciones. En el pasado, la amenaza de acción por
parte del Congreso a menudo ha llevado a China a actuar, favoreciendo por
ejemplo la apreciación de su moneda.
¿Cuáles
son los escenarios más pesimistas? Estos involucran un Trump que comete errores por su
temperamento e inexperiencia política. Sus relaciones
con Ryan, el republicano más poderoso del Congreso, están congeladas.
Ellos podrían terminar en conflicto, por ejemplo, si Ryan quisiera acompañar el
recorte de impuestos con una reducción de los pagos de seguridad social.
En el tema
comercial, las objeciones de Trump son de fondo, no cosméticas. Quiere un menor
déficit comercial y más empleos manufactureros para los estadounidenses, y es
difícil pensar en cualquier concesión de México y China que pueda lograr ese
objetivo. Ambos países enfrentarían internamente una reacción violenta si ceden
ante un abusador estadounidense. Si las negociaciones no llegan a ninguna
parte, Trump con casi toda seguridad recurrirá a medidas unilaterales tales
como aranceles muy altos, que él ha dicho que puede hacer sin el consentimiento
del Congreso. Los aranceles unilaterales de EE.UU. dejarían a sus socios
comerciales con poca opción más allá de responder con sus propios aranceles.
La
tendencia de Trump a personalizar las disputas políticas también es una carta incierta para
el mundo de los negocios y los inversionistas, quienes de otra manera estarían
felices de tener a un republicano a la cabeza del aparato administrativo
federal. Ha prometido reemplazar a Janet Yellen,
presidenta de la Reserva Federal, a quien acusó de intentar ayudar a Obama con bajas tasas de interés, y de detener la
fusión de AT&T Inc. con Time Warner Inc. porque se siente maltratado por
CNN, que es propiedad de Time Warner.
¿Bajará Trump el tono
de esa retórica porque es poco adecuada para un presidente, o lo aumentará
porque es un potente uso del poder presidencial? Eso, también, es otro
cuestionamiento para los próximos cuatro años.
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