Sillicon Valley
descarrilara los planes del Sr Trump de devolver los empleos bien remunerados a
los blancos en EEUU pues las fábricas de EE.UU. se vuelven cada vez más inteligentes
y cada vez prescinden de la mano de obra humana.
Las fábricas de EE.UU. se vuelven inteligentes
http://lat.wsj.com/articles/SB10925335523072324909004582437161286727128?tesla=y
Con datos y
sensores, buscan reducir los costos y mejorar su productividad y confiabilidad
General
Electric apunta a transformar este año 75 de sus casi 500 fábricas en plantas
inteligentes y conectadas. PHOTO: LUKE SHARRETT/BLOOMBERG NEWS
Por CHRISTOPHER MIMS
lunes,
14 de noviembre de 2016
19:09 EDT
He aquí una
paradoja de la industria manufacturera altamente automatizada de Estados Unidos, cada vez más independiente de la mano de obra
humana: aunque es sofisticada, en
su mayor parte no es de muy alta tecnología. Imagine una máquina de
estampado de metales de una fábrica de autopartes, que puede llegar a tener una
vida útil de hasta 40 años.
Ahora piense
en la línea de ensamblaje que tiene Samsung Electronics
Co. en las afueras de Austin, Texas, donde fabrica procesadores para los
iPhones, de Apple Inc. Visité las instalaciones
a mediados del año pasado. Es un ambiente prístino, lleno de robots tipo WALL-E que transportan cajas llenas de obleas de silicio
de una estación a la siguiente. Cada detalle de la fábrica es medido por
sensores que vierten datos en un depósito centralizado, donde son procesados
para optimizar la producción. Los únicos humanos presentes están allí sólo para
arreglar las máquinas que hacen todo el trabajo.
No obstante,
eso significa que todavía hay una gran oportunidad para utilizar en la
industria manufacturera todo el aprendizaje que Silicon Valley ha aplicado, por
ejemplo, a la publicidad. “La gente está pensando en aplicar capital de riesgo e
innovación tecnológica a cosas que tienen 10 veces el tamaño del mercado
publicitario”, dice Jon Sobel, presidente ejecutivo de Sight Machine
Inc., que ayuda a las empresas a procesar todos los datos procedentes de sus
líneas de ensamblaje. El sector manufacturero mueve
anualmente US$12 billones a nivel mundial. El gasto
anual en publicidad en todo el mundo es un poco superior al medio billón de dólares.
Esta
transformación de la manera en que hacemos las cosas tiene muchos nombres —la cuarta
revolución industrial, internet de las cosas industrial, fábricas
inteligentes—, pero en el fondo se trata
de recoger tantos datos como sea posible de todas las máquinas de una fábrica,
enviarlos a la nube, analizarlos con inteligencia artificial y utilizar los
resultados para hacer esas fábricas más productivas, menos costosas de operar y
más confiables.
El objetivo
es extraer los datos de sus silos —la máquina, la
planta, el sistema de envío y logística— y agruparlos de manera que
permitan tomar decisiones en tiempo real.
Algunos
ejemplos de lo que esta “revolución” puede lograr: descifrar cómo la
temperatura ambiente afecta la productividad de una fábrica entera; acelerar o
desacelerar la producción para que reaccione mejor a las ventas; o evitar tiempos
de inactividad no planificados, como cuando una máquina crítica se avería
inesperadamente, lo que puede llegar a ser increíblemente costoso porque
retrasa una enorme línea de producción que se extiende desde las materias
primas hasta los bienes terminados.
Casos
pioneros de ese “mantenimiento
preventivo” se han visto en jets e incluso autos, donde una
combinación de sensores y software puede determinar por adelantado cuándo
fallará una pieza y alertar a los operadores para que la reemplacen de forma
preventiva.
Debido a
todo lo que se dice y circula en el mundo manufacturero sobre la “internet
industrial”, yo pensaba que estábamos bastante avanzados en este proceso. Sin
embargo, resulta que no es así.
Incluso General Electric Inc. —que junto con Siemens AG, International Business Machines Corp., Cisco
Systems Inc. y otros han sido importantes promotores de la internet
industrial en EE.UU.— se ha topado con desafíos para implementar el nuevo
proceso en sus propias fábricas.
“Honestamente,
una de las cosas en las que trabajamos es cómo podemos conectar nuestros
equipos antiguos”, dice Karen Kerr, directora gerente
sénior de GE Ventures. El conglomerado tiene cerca de 500 fábricas y su meta para este año es transformar 75
de ellas en fábricas inteligentes y conectadas.
Parte del
reto es utilizar de manera apropiada el hardware que las empresas ya tienen. La
nueva maquinaria está llena de sensores y puertos de datos que normalmente se
usan sólo cuando esas máquinas se están construyendo o reparando, explica
Dennis Hodges, director de informática de Inteva Products LLC, un importante
fabricante de autopartes. Pese a que estos sensores no fueron concebidos para
recolectar datos que sirvieran para analizar el desempeño en tiempo real de una
máquina, resulta que incluso las mediciones indirectas de la salud de un
dispositivo, como su temperatura, pueden combinarse con otros datos para
permitir a los ingenieros entender mejor
aspectos de una máquina que no pueden medir directamente, y qué hacer para
evitar que se averíe.
Otros están
trabajando en maneras de agregar sensores donde antes no los había, un esfuerzo
que crea nuevos retos, como la forma de alimentar con energía a esos sensores.
Recientemente
usé un reloj inteligente que podría ser un precursor de ese futuro con sensores
ubicuos. El Matrix PowerWatch no necesita recargarse. Su fuente de
energía es termoeléctrica, es decir que
convierte la diferencia de temperatura —que normalmente existe entre un
objeto sólido y el aire que lo rodea— en electricidad. Mientras miraba el
reloj, la barra de energía crecía despacio; finalmente, el reloj generó 200 microvatios de energía, cosechada directamente
de mi calor corporal. Es una cantidad relativamente pequeña, pero suficiente
para un reloj inteligente, o para los sensores y transmisores desplegados en
fábricas inteligentes.
Fuentes de
energía como esta, o los paneles solares o los
“piezoeléctricos” —que obtienen energía de las vibraciones—, son clave
para incorporar más sensores a nuestro entorno y evitar el costo y el gasto de
tiempo que implica tener que cambiar las baterías de los sensores.
“Uno quiere ser capaz de
ponerlo allí y olvidarlo”, dice Hodges, de Inteva. “El simple hecho de que uno no tenga que lidiar con
la gestión de electricidad o una caída de la red podría ser algo realmente
interesante”, añade, especialmente en fábricas de hasta 70.000 metros
cuadrados, como algunas de las de Inteva. Tales
dispositivos, que combinan un sensor, transmisión inalámbrica y la tecnología
de energía del Matrix, están siendo desarrollados por Civionics Inc., dice su
presidente ejecutivo, Gerry Roston.
La
aplicación de estas tecnologías a relojes y a la industria manufacturera es
sólo el comienzo. Los clientes de Civionics incluyen
una compañía que monitorea el estado de los puentes en
India y una minera multinacional que necesita colocar sensores en su maquinaria más grande y
cara. Los gigantes de estos campos han tomado nota: 3M
Co. es un inversionista estratégico en Matrix, y GE hace lo propio en Sight
Machine.
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