Presidente
electo Trump asusta a los mexicanos con eliminar el Nafta para que acepten
sumisos (sin dudas ni murmuraciones) pequeños
aranceles de buena gana y reducir el déficit fiscal norteamericano en algo. O eliminarlo de forma total en 6
meses (tiempo que demoraran los juicios) y volverlo a renegociar con ventaja.
En
lugar de aniquilar el Nafta, Trump apuntaría a negociar cambios radicales
http://lat.wsj.com/articles/SB10577818576597403674504582451203898707014?tesla=y
El presidente electo despotricó
contra el tratado comercial durante la campaña y amenazó con retirar a EE.UU.
Donald Trump
(derecha), durante su visita en agosto a México, donde se reunió con el
presidente Enrique Peña Nieto, en medio de la campaña presidencial. PHOTO:
JORGE NUNEZ/EUROPEAN PRESSPHOTO AGENCY
Por
William Mauldiny
David
Luhnow
Actualizado
lunes, 21 de noviembre de 2016 18:45 EDT
En lugar de
aniquilar el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), Donald Trump y sus asesores
parecen dispuestos a lograr cambios sustanciales en las normas que gobiernan el
intercambio comercial de Estados Unidos con México y Canadá. Se trata de un
esfuerzo que puede ser difícil de negociar y peligroso para la economía
regional.
El
presidente electo despotricó contra el Nafta durante la campaña y amenazó con
retirar a EE.UU. del pacto, pero solamente si México rechaza hacer
modificaciones sustanciales.
Trump no ha
publicado un documento que exprese su nueva visión del Nafta, pero sus comentarios y los de sus asesores sugieren que
quieren grandes cambios. Uno de los más probables es la imposición de
aranceles especiales u otras barreras con el fin de reducir el déficit comercial estadounidense con México y de nuevos impuestos que perjudicarían a las empresas de EE.UU.
que han trasladado producción al sur de la frontera. Su equipo también podría
tratar de eliminar una cláusula del Nafta que permite
que las compañías mexicanas y canadienses cuestionen las regulaciones
estadounidenses al margen de los tribunales.
Se espera
que, poco después de asumir la presidencia, Trump solicite al gobierno examinar
las ramificaciones de abandonar el Nafta, según un memorándum del equipo de
transición sobre el cual informó el canal de noticias CNN. El documento indicó
que disputas de larga data entre los signatarios, como los rótulos de
denominación de origen en el caso de la carne y exportaciones coníferas
canadienses, pueden ser abordadas en un Nafta revisado.
Hay mucho en
juego. EE.UU. importó y exportó un total de US$1,1
billones en mercancías desde y hacia Canadá y México el año pasado,
comparado con unos US$700.000 millones con la Unión
Europea y US$600.000 millones con China.
Canadá
y México están entrelazados con EE.UU. en un complejo sistema de cadenas de suministro y algunos
componentes cruzan la frontera más de una vez antes de que el producto final
llegue a los consumidores. Un desmantelamiento del Nafta trastornaría numerosos
sectores y la principal víctima sería México,
que se promueve como una plataforma que ofrece a los fabricantes globales
acceso exento de impuestos a EE.UU.
El gobierno mexicano ha manifestado su disposición a actualizar el
tratado firmado hace 22 años, incluyendo nuevos capítulos sobre el comercio
electrónico y otros aspectos que no existían a mediados de los años 90.
México también firmaría un compromiso para prevenir la manipulación de la
moneda puesto que tiene un tipo de cambio flotante.
Los funcionarios mexicanos, no
obstante, son renuentes a renegociar los aranceles y las cuotas a las
exportaciones.
“No nos podemos perder
en la discusión antigua sobre la política tradicional arancelaria (...) Es un
debate del siglo pasado”, dijo el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ante un
grupo de empresarios hace unos días. La
reapertura del Nafta crearía una larga fila de intereses especiales en los tres
países tratando de obtener protección, agregó.
Jaime Serra,
quien era el secretario de Comercio de México cuando se negoció el Nafta, dijo
que medidas como una restricción voluntaria de las exportaciones no debieran
formar parte de las negociaciones. Las
cuotas a las exportaciones, manifestó, serían el comienzo del proteccionismo
puro y sería un autogol para ambos países.
El Nafta,
cuya negociación concluyó durante el gobierno de George Bush padre y fue puesto
en marcha durante la gestión de Bill Clinton, eliminó
los aranceles entre Canadá, EE.UU. y México después de un cierto lapso
de tiempo y estableció las reglas del juego para la inversión, el empleo y el
medio ambiente.
Trump
advirtió en reiteradas ocasiones sobre la imposición de
aranceles de dos dígitos sobre las exportaciones de México a EE.UU. como
una forma de reducir el déficit comercial, al que el presidente electo atribuye
la pérdida de empleos del sector manufacturero. Aunque el
Congreso le otorga al presidente la facultad de imponer aranceles de
emergencia, estos pueden ser cuestionados ante la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
Las audaces advertencias de Trump a los socios comerciales podrían ser su
postura inicial en negociaciones que podrían terminar con aranceles y otras
barreras relativamente bajas al ingreso de productos mexicanos a EE.UU.
Trump y sus
asesores parecen tener una fijación con el déficit comercial estadounidense,
que el año pasado ascendió a US$61.000 millones
solamente con México, y las formas de disminuirlo.
Algunos
demócratas y grupos sindicalistas han acogido el uso de medidas más drásticas
para reducir el déficit comercial. Los demócratas de la Cámara de
Representantes que encabezaron la oposición al Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés),
defendido por el presidente Barack Obama, se han mostrado dispuestos a
colaborar con Trump para alcanzar lo que consideran una política comercial más
equilibrada.
El
representante demócrata Brad Sherman, de California,
sugiere negociar en el marco del Nafta la opción de imponer aranceles
especiales de hasta 4% sobre los bienes mexicanos
para reducir el déficit bilateral a US$25.000 millones,
excluyendo petróleo y productos agrícolas. “Los buenos vecinos tienen
relaciones comerciales equilibradas”, señala.
Aparte de
las barreras comerciales tradicionales, casos que llevarán a los tribunales y
aranceles, Trump y sus asesores han
analizado impuestos especiales sobre bienes manufacturados por empresas
estadounidenses que han trasladado su producción fuera de EE.UU.
Entre varios
planes tributarios, uno que cuenta con el respaldo de los republicanos de la
Cámara de Representantes recaudaría dinero de los
bienes importados a EE.UU., similar al impuesto al valor agregado que tienen
que pagar los productos estadounidenses en el exterior. La medida podría
ser desafiada ante la OMC, pero los asesores de Trump señalan que utilizarán la
influencia de Washington en el organismo para cambiar la forma en que se trata
el IVA y otros impuestos fronterizos.
Algunos
expertos que han seguido de cerca los planes de Trump dicen que es probable que
negocie la eliminación de algunas cláusulas del Nafta
que se han vuelto impopulares, como el sistema de arbitraje
internacional conocido como mecanismo de solución de disputas
inversionista-Estado.
El
arbitraje, codificado en el capítulo 11 del Nafta, permite que inversionistas de un país demanden a otro gobiernos y obtengan
compensación al margen del sistema judicial tradicional cuando sienten que sus
derechos han sido violados o su propiedad ha sido confiscada.
Si Trump no logra lo que pretende en las conversaciones, tiene la
autoridad como presidente de sacar a EE.UU. del Nafta en cuestión de meses y
podría advertir de ello en sus primeros días en la Casa Blanca, dicen
abogados. Si EE.UU. abandona el Nafta, el pacto podría ser reemplazado por
acuerdos bilaterales. Los asesores de Trump ya han dicho que prefieren estos
acuerdos a los multilaterales.
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