The
Economist: Los límites de un Gobierno tecnócrata (es sobre el actuar del presidente
de Perú en sus 100 primeros días de gobierno ) ofrece rescatar a Venezuela, pero Venezuela tiene
un PBI mucho más elevado que Perú teniendo igual número de habitantes.
The
Economist: Los límites de un Gobierno tecnócrata
http://gestion.pe/economia/the-economist-limites-gobierno-tecnocrata-2174451
Viernes,
11 de noviembre del 2016
El agradable
nuevo presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, carece de experiencia
política
Los peruanos
lo juzgarán por su promesa de crear un país moderno, más justo e igualitario en
sus cinco años de Gobierno.
Puede que no
se hayan dado cuenta, pero los peruanos obtuvieron tres presidentes por el
precio de uno cuando por poco margen eligieron a Pedro Pablo Kuczynski en las
elecciones el pasado mes de junio. Durante una larga carrera, Kuczynski ha sido
banquero de inversión, gerente de empresas multinacionales y funcionario
público. Ha mostrado cada uno de estos perfiles en sus primeros 100 días de
gobierno.
El banquero
de inversión es un liberal, quiere reducir impuestos.
El gerente ha mostrado energía y manejo al tratar de superar los obstáculos
burocráticos que tienen trabados proyectos de infraestructura valorizados en alrededor de US$ 19,000 millones.
El
funcionario público ha prometido instituciones democráticas más fuertes y una
“revolución social” en un país en el que, a pesar de su reciente progreso, está
aún marcado por deficientes servicios públicos que requieren de ingresos
tributarios más altos para solucionarlos. Aparentemente, al nuevo presidente le
falta la astucia política para conciliar estas contradicciones.
Kuczynski
aún está disfrutando una luna de miel. Después de su deslucido
antecesor, Ollanta Humala, es un cambio agradable. Hace bromas pesadas,
es transparentemente decente y bien intencionado, y a menudo, dice lo que
piensa.
Mientras que
otros presidentes latinoamericanos han sido
pusilánimes, Kuczynski, por ejemplo, ha condenado públicamente la “interrupción en el orden constitucional y democrático”
en Venezuela.
La próxima
semana será el anfitrión de los más importantes jefes de Estado, desde Xi Jinping de China hasta Barack Obama, en la
Cumbre del APEC a realizarse en Lima. Fluido en inglés, con una abultada agenda
de contactos en el ámbito internacional, Kuczynski
probablemente brillará en este evento.
Los peruanos
lo juzgarán por su promesa, el día que juramentó, de crear “un país moderno, más justo e igualitario”
en sus cinco años de Gobierno. Será una tarea difícil.
El Perú que heredó se caracteriza por tener una preocupación
pública por la corrupción y la creciente delincuencia,
y una economía cuyo lento crecimiento subyacente está sostenido por dos nuevas
y grandes minas de cobre.
Carente de
una mayoría en el Congreso, el Gobierno consiguió facultades para emitir leyes
por decreto en estos asuntos por el periodo de tres meses.
Con un déficit fiscal al 3.4% del PBI, Kuczynski ha
abandonado planes para una pronta reducción del Impuesto General a las Ventas
(IGV) y del Impuesto a la Renta.
En lugar de
eso, solo reducirá un punto porcentual el IGV y
confiará en aumentar los ingresos fiscales presionando a las empresas
informales para que se formalicen y paguen impuestos. Es algo que parece
optimista.
El Gobierno
apunta a mejorar la confianza empresarial con una simplificación de impuestos y
la reactivación de los grandes proyectos, como los de la segunda pista en el
congestionado aeropuerto de Lima, una línea de metro en
la capital y un gasoducto.
Pero más
allá de los impuestos, es la burocracia y un Estado
disfuncional lo que detiene su crecimiento. Por ejemplo, no hay señal de
que el Gobierno haya encontrado a los operadores políticos necesarios para
rescatar a los proyectos mineros estancados por la oposición local.
Un
manifestante fue asesinado el mes pasado cerca de Las Bambas, una mina de cobre
de propiedad china, durante una protesta contra el traslado del mineral en
camiones a través de las comunidades.
El Gobierno
ha empezado a reorganizar a la fuerza policial y planea crear una nueva unidad
para combatir al crimen organizado.
Inesperadamente,
Kuczynski ha tropezado con un escándalo. Carlos Moreno, su ex médico, a quien
había designado como asesor en asuntos de salud, fue grabado aparentemente
planeando el desvío de pacientes de un servicio de salud público a una clínica
privada de un amigo (aunque él niega el hecho).
En
respuesta, el presidente prometió excluir de por vida a los funcionarios
corruptos del servicio público. Días más tarde, él reveló que el Gobierno había
sido asesorado por alguien condenado por corrupción.
Estos
tropiezos han disminuido los índices de popularidad de Kuczynski, que estaba en
alrededor de 65 puntos a por debajo de 60. Eso importa.
Kuczynski
solo ganó la elección porque otros dos candidatos fueron retirados de las
elecciones y porque la campaña de Keiko Fujimori, la rival a quien venció, fue
golpeada por un escándalo de último minuto. Desde que el partido del presidente
solo tiene 18 de los 130 escaños en el Congreso, depende del respaldo de la
población para hacer las cosas.
Sorprendentemente,
Kuczynski escogió un gabinete a su imagen y semejanza,
con políticos de poca experiencia. El resultado es que el Gobierno ha
vacilado en su acercamiento al partido de la señora Fujimori, que tiene mayoría
en el Congreso.
Esta mayoría
concuerda ampliamente con Kuczynski en el aspecto económico, pero no en crear
las sólidas e independientes instituciones que el Perú necesita. El presidente hizo poco para evitar que el
Congreso realice nombramientos polémicos para defensor del Pueblo y para el
directorio del Banco Central de Reserva.
“Es un gobierno con una
crisis de identidad”, expresa Alberto Vergara, un politólogo peruano de Sciences Po, una
universidad de París. “Son tecnócratas modernos que creen que el país necesita más
que eso, pero no saben bien qué”. Cuando la luna de miel acabe, es
probable que sea un problema.
© The
Economist Newspaper Ltd,
London, 2016
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