La
escasez de mano de obra de inmigrantes poco calificada en EEUU hará recrudecer
la inflación de manera general y sobre
todo en los campos agrícolas, restaurantes, hoteles y el sector construcción. Además del impuso
fiscal del Sr Trump.
Las
empresas de EE.UU. sienten la escasez de mano de obra mexicana
http://lat.wsj.com/articles/SB11231015568937454866704582457150571971024?tesla=y
Los
inmigrantes indocumentados de México forman la columna vertebral de mano de
obra de sectores como el hotelero, el agrícola y el de
la construcción
Juan Ek, que
solía trabajar en una cadena de taquerías en el área de la bahía de San
Francisco, volvió a México en 2013 para cuidar de su madre enferma. PHOTO:
SANTIAGO PEREZ
Por
Miriam Jordan y
Santiago Pérez
jueves,
24 de noviembre de 2016
17:34 EDT
King
of Texas Roofing Co., de Dallas, dice que en los últimos dos años ha rechazado US$20 millones
en proyectos porque no tiene suficientes trabajadores.
En el área
de la bahía de San Francisco, Joe Hargrave está ampliando su exitosa cadena de
restaurantes Tacolicious, pero dice que
construye locales más pequeños debido a “una escasez
masiva de trabajadores de restaurantes”.
Y en
Florida, Steve Johnson, que cultiva
naranjas para la industria cítrica, dice: “En este momento, si tuviera 80 tipos, podría
darles trabajo a cada uno de ellos”.
A medida que
la contratación se acelera y el mercado laboral se
tensa gracias a una gradual recuperación económica de Estados Unidos, a
los empleadores que necesitan trabajadores poco calificados les está costando
cada vez más llenar vacantes. Una razón importante es la escasez de
trabajadores mexicanos, que forman la columna vertebral de mano de obra de
sectores como el hotelero, el agrícola y el de la
construcción.
El
presidente electo, Donald Trump, dijo en la campaña electoral que deportaría a
los inmigrantes indocumentados y que construiría un muro para evitar que otros
entren al país. Recientemente, suavizó su postura, diciendo que se concentraría
en expulsar a los delincuentes indocumentados, al menos al comienzo.
“Si bien hay
muchos inmigrantes ilegales en nuestro país que son buenas personas, esto no
cambia el hecho de que la mayoría de los inmigrantes ilegales son trabajadores
menos calificados con menos educación que compiten directamente contra trabajadores
estadounidenses vulnerables y que estos trabajadores ilegales sacan mucho más del sistema de lo
que jamás aportarán”, dijo Trump el 31 de agosto en Phoenix.
Muchos
dueños de negocios que dependen de mano de obra de baja calificación dicen que
el verdadero problema es que no hay suficientes mexicanos que cruzan la
frontera. “Sin la mano de obra mexicana, nuestra industria está paralizada”,
dice Nelson Braddy Jr., dueño de King of Texas Roofing, que participa en la
construcción de la nueva sede norteamericana de Toyota en un suburbio de
Dallas. Dice que contrataría a 60 techadores inmediatamente si pudiera
encontrarlos. “Es lo peor que he visto en mi carrera”, añade.
King of
Texas Roofing, una empresa de Dallas, dice que contrataría a 60 techadores de
inmediato si pudiera encontrarlos. PHOTO: MATTHEW BUSCH FOR THE WALL STREET
JOURNAL
Las entradas
anuales de inmigrantes indocumentados desde México se han desacelerado de
aproximadamente medio millón a finales de los años 90 a 350.000 a mediados de
la década de 2000 y alrededor de 100.000 desde 2009,
según estimaciones del Pew Research Center. Las aprehensiones por parte de la
Patrulla Fronteriza de mexicanos y otros extranjeros que entran ilegalmente al
país disminuyeron a 337.117 el año pasado, el menor número desde 1971.
“La migración masiva de
México ha terminado”, afirma Pia Orrenius, economista sénior del Banco de la Reserva Federal
de Dallas, que estudia la inmigración. “La mano de obra poco calificada nunca
volverá a ser tan abundante”.
Hay varios
factores detrás de la disminución. Las familias
mexicanas son más pequeñas y sus hijos tiene mayores niveles de educación;
algunos estados mexicanos han lanzado campañas que apuntan a desalentar a los
jóvenes de hacer el peligroso viaje al norte; y los contrabandistas están
cobrando más para cruzar migrantes a través de territorio a menudo controlado
por bandas de narcotraficantes y a lo largo de una frontera más segura que
nunca.
En
EE.UU., el envejecimiento de la población, la naturaleza físicamente exigente de muchos trabajos y la
tendencia a contratar personas con títulos universitarios agravan la escasez de
mano de obra. Al mismo tiempo, el Congreso no ha logrado acordar una ley de
reforma migratoria que atienda las necesidades de los empleadores de una mano
de obra estable y legal.
Muchos
empleadores estadounidenses reportan también que la
escasez de trabajadores está impulsando los salarios, lo que es una
buena noticia para las personas poco calificadas. No obstante, también aumenta
los costos, lo cual podría obstaculizar la inversión y elevar la inflación.
La evidencia
de la escasez de mano de obra se está acumulando. En mayo, el sector combinado
de restaurantes y alojamientos tenía 700.000 vacantes y una tasa interanual de
disponibilidad de empleos de 5,1%, la más alta desde 2001, según la Oficina de
Estadísticas Laborales.
Una encuesta
realizada el año pasado por la agrupación Contratistas Generales Asociados de
EE.UU. halló que 86% de las empresas de construcción
enfrentaban dificultades para llenar vacantes de carpinteros, electricistas y
otros oficios.
Trabajadores
de King of Texas Roofing en Garland, Texas. PHOTO: MATTHEW BUSCH FOR THE WALL
STREET JOURNAL
En el sector
de la atención de salud, el Departamento de Trabajo proyecta que la demanda de ayudantes de hogar se dispare 40% en la próxima
década, el mayor aumento entre todas las ocupaciones, impulsado por el
envejecimiento de los baby boomers. En estados como Minnesota
ya hay una crisis de cuidadores, un
trabajo agotador que implica bañar, vestir y alimentar a personas mayores.
Trump y
muchos de sus partidarios sostienen que todavía hay demasiada gente que entra
sin papeles a EE.UU. El senador por Alabama Jeff
Sessions, líder en la lucha
contra la inmigración ilegal y el nominado por Trump para el cargo de fiscal general,
cree que la llegada de trabajadores extranjeros está “minando los salarios y las
perspectivas de empleo” de los estadounidenses.
Cerca de seis de cada 10 inmigrantes indocumentados trabajan en
los sectores de servicios, construcción y producción,
el doble de la proporción de trabajadores nacidos en EE.UU., según el Pew
Research Center. Los empleadores dicen que los estadounidenses no quieren esos
empleos.
De
los 85 techadores en la nómina de King of Texas, dos son afroamericanos contratados en el último año y tres son blancos que han trabajado allí por más de 20
años, señala Braddy. El resto son hispanos, principalmente
de México. Braddy afirma que su oficina de recursos humanos exige el número de
Seguridad Social e identificación de cada empleado. No se le exige que
garantice la autenticidad de los documentos; de hecho, si cuestiona la buena fe
de un solicitante basado en su origen nacional o su raza, podría ser
investigado o acusado de discriminación por la Comisión para la Igualdad de
Oportunidades en el Empleo, según abogados de inmigración.
En una tarde
reciente, ocho obreros mexicanos con máscaras de tela que protegían su rostro
del sol abrasador se movían a lo largo del techo de un depósito, agachándose
cada pocos pasos con sus pistolas de tornillos para asegurar las planchas que
instalaban.
El mayor de
ellos, Román Martínez, de 47 años, se convirtió en residente legal de EE.UU.
cuando el presidente Ronald Reagan concedió amnistía a seis millones de
inmigrantes indocumentados en 1986. Sin embargo, otros de su equipo admitieron
que no tienen papeles.
El techador
blanco contratado más recientemente por la empresa, en 2014, duró cuatro meses
en el trabajo. Otro falló una prueba de drogas. Recientemente, un afroamericano
preguntó por las ofertas de trabajo pero no se postuló, cuenta Braddy.
En
2015, el salario promedio de los techadores era de US$17,65 por hora, según la Oficina de Estadísticas
Laborales. Braddy dice que este año ha aumentado los sueldos dos veces; la
mayoría de sus trabajadores gana más de US$20 la hora.
La compañía
también ofrece otros beneficios, como un curso de gestión para capataces,
clases de inglés y bonificaciones de US$250 por referir empleados. En una
reciente reunión mensual de seguridad, un gerente de proyecto interrumpió para
hacer un pedido, traducido al español. “Estoy aquí para recordarles sobre
nuestro programa de incentivos, en caso de que tengan amigos o familiares con
experiencia en techado”, dijo.
En el
pasado, trabajadores como Adrián Herrera, de Zacatecas, México, podían acudir
rápidamente a su red familiar para encontrar a alguien. Pero ahora, dice el
capataz de 32 años en el proyecto Toyota, “todos aquí ya tienen un trabajo, y muy
pocas personas están llegando de México”.
Braddy dice
que le gustaría que el próximo gobierno ayudara a resolver la escasez de mano
de obra. “Los empleadores como yo esperan algún tipo de programa de visas de
trabajo para dar a los inmigrantes un medio para trabajar legalmente y salir de
las sombras”, expresa. “Eso va a ayudar a la economía”.
Ante un
pedido de comentario, la vocera de Trump se remitió a su plan inmigratorio de
10 puntos, que no hace referencia a un programa de trabajadores temporales.
Durante los últimos 20 años, las
familias mexicanas han tenido un promedio de poco más de dos niños, en
comparación con casi siete a fines de los años 60. La reducción del tamaño de las
familias limita el conjunto de potenciales migrantes y facilita a las familias
cuidar a sus hijos y ofrecerles oportunidades en su hogar.
A medida que
la población de México envejece, la proporción de mexicanos de 15 a 29 años, el
principal grupo demográfico de posibles emigrantes, también ha caído: 25% en
2014, comparado con casi 30% en 1990.
Se estima
que 100.000 mexicanos cruzan la frontera anualmente, pero muchos también
regresan a México. Estos retornos voluntarios, combinados con un récord de tres millones de deportaciones por parte del
gobierno de Barack Obama desde 2009, han reducido el número de mexicanos
indocumentados de 6,9 millones en 2007 a 5,8 millones en 2014, según el Pew.
Uno de los
que volvieron fue Juan Ek, un nativo de la península de Yucatán de 26 años.
Hijo de campesinos mayas pobres, Ek dice que entró ilegalmente a EE.UU. en 2007
y que luego pasó de lavaplatos a asistente de chef de Tacolicious. Ek regresó a
su pueblo en 2013 para reunirse con sus parientes, incluida su madre enferma.
Desde entonces se casó y tiene dos hijos, y se gana la vida haciendo guayaberas
y atendiendo el ganado y la granja de abejas de la familia.
La madre de
Juan Ek, Lidia Vikab, de 62 años. PHOTO: SANTIAGO PEREZ
Ek dice que
cada tanto piensa en volver a EE.UU., pero que los riesgos de un cruce ilegal
son demasiado altos. “Eso importa ahora que tengo dos hijos”, manifiesta.
Hargrave, el
fundador de Tacolicious, atribuye su éxito a trabajadores como Ek. Tacolicious,
que comenzó como un puesto de tacos en el mercado frente al mar hace cinco
años, es ahora una popular cadena de cinco restaurantes en el área de la bahía
de San Francisco. De todos modos, dice que los trabajadores como Ek son mucho
más difíciles de conseguir.
“Nuestra industria no
puede sobrevivir sin trabajadores mexicanos”, dijo Hargrave durante una reciente
hora de almuerzo en un Tacolicious que atrajo a una multitud, muchos de ellos
trabajadores del sector tecnológico.
Giovanni
Peri, economista de la Universidad de California en Davis, dice que la falta de
inmigrantes para trabajos como lavaplatos también puede afectar a los
trabajadores estadounidenses. “Si no se puede contratar un lavaplatos, eso
frena el crecimiento del restaurante, y luego no se contratarán gerentes, que
suelen ser estadounidenses”, dice. “Los inmigrantes crean oportunidades para
los trabajadores estadounidenses”.
La
agricultura se ve especialmente afectada por la escasez de mano de obra. Alrededor de 70% de todos los trabajadores agrícolas son
indocumentados y en su abrumadora mayoría provienen de México, según
estimaciones de la Federación Agrícola de EE.UU. Los que se han establecido en
los Estados Unidos están envejeciendo y dejando la fuerza laboral.
Steve
Johnson, un productor de cítricos de cuarta generación en Wauchula, Florida, tiene
un negocio de recolección de fruta para unos 50 productores, principalmente de
la industria de cítricos, un sector que factura US$9.000 millones por año. El
reemplazo de los trabajadores por máquinas no es una opción, dice. Durante una
reciente inspección de sus arboledas en el oeste de Florida, Johnson señaló una
recolectora mecánica aparcada en un campo, por la que
pagó US$75.000 hace cuatro años en un momento de escasez de mano de
obra. Dice que la máquina no distingue
entre fruta madura y no madura.
Recoger
naranjas es un trabajo arduo que paga alrededor de US$11 por hora. Johnson, sin embargo, sostiene que
el problema no es la paga. Haciéndose eco de un comentario frecuente de los
agricultores, señaló que el estadounidense nativo que ocasionalmente aparece
pidiendo trabajo exige que se le pague en efectivo y sin declarar para poder
cobrar también las prestaciones del seguro de desempleo.
Al igual que
otros estadounidenses, los hijos de trabajadores rurales inmigrantes evitan el
trabajo o tienen mayores ambiciones. María Consuelo Rodríguez, de 58 años, y su
esposo trabajaron dos décadas recolectando fruta, siguiendo la cosecha de
Florida a las Carolinas, Michigan, Virginia y Pensilvania, con sus cuatro hijos
a cuestas.
“Yo les decía, si no van a
la escuela, saben dónde van a terminar”, cuenta Rodríguez, que actualmente trabaja de supervisora en
una tienda de ropa en Wauchula. Ninguno de sus hijos, ahora adultos, trabaja en
los campos.
Para
compensar la escasez de mano de obra, los agricultores de todo el país recurren
cada vez más al programa de trabajadores temporales agrícolas H-2A, que permite
contratar estacionalmente extranjeros si se demuestra que no hay locales
disponibles para tomar esos puestos. El programa proporciona alojamiento y
transporte.
El año
pasado, unos 250.000 trabajadores llegaron a EE.UU. con una visa H-2A, un salto de 420% desde 2006, el primer año del cual
hay datos disponibles. “No es un tributo a la viabilidad del
programa. Es un tributo a la inestabilidad en la fuerza laboral”, dice
Kristi Boswell, directora de relaciones de la Federación Agrícola.
Los
agricultores se quejan de que el programa, el cual involucra a tres agencias
federales —los departamentos de
Seguridad Nacional, Estado y Trabajo— así como a agencias estatales de
empleo, es burocrático, costoso e ineficiente.
Los
trabajadores a menudo se quedan varados en el lado mexicano de la frontera
durante varios días esperando las entrevistas para las visas mientras el
transporte pagado por el empleador espera al otro lado. En los campos, mientras
tanto, los cultivos perecen.
Una encuesta
realizada el año pasado por la Federación indicó que miembros de al menos 22 estados se vieron afectados por retrasos
administrativos que causaron que una variedad de cultivos se pudriera porque
los trabajadores no llegaron a tiempo.
“Aprecio
querer controlar el flujo” de inmigrantes, dice Johnson. “Pero tiene que ser
hecho de manera lógica y sin problemas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario