La
crisis de la globalización
http://www.laopinioncoruna.es/economia/2016/11/06/crisis-globalizacion/1122655.html
La
desafección nace como rechazo a la recesión y contra las políticas de ajuste,
cuyos efectos son análogos a los que propició la anterior era expansiva
J.
Cuartas | A Coruña
06.11.2016 | 01:48
El
cuestionamiento de la globalización y el ascenso de los sentimientos
proteccionistas es una reacción a la crisis de 2008.
Toda gran
crisis económica es la consumación por extenuación del modelo de crecimiento
que la precedió, y sus rasgos específicos responden a las vulnerabilidades y
desequilibrios gestados durante la fase del auge. Por lo tanto, la reacción
intuitiva contra la Gran Recesión y sus efectos destructivos es la reacción
contra los fundamentos conceptuales que inspiraron el periodo de acumulación
previa. Y el periodo precedente, que colapsó con el estallido
de las burbujas crediticia, inmobiliaria y de deuda, fue el ciclo de la
llamada hiperglobalización.
"Había un acuerdo
sobre la globalización y esto se ha perdido desde la crisis financiera", dijo en octubre el economista John Williamson, uno de los inspiradores
del Consenso de Washington sobre libre comercio y desregulación que sirvió de
guía a la gran fase de crecimiento global de los años 90 y 2000.
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El malestar
contra la mundialización de la economía se acrecentó aún más porque las recetas
adoptadas en muchos países contra la crisis se parecen mucho en sus efectos a
los síntomás más molestos de la internacionalización de las dos décadas
precedentes. Las políticas de reformas y
de austeridad reproducen la competencia global de los salarios, la devaluación
interna, la precarización del empleo, los recortes sociales y la sustitución de
capacidad adquisitiva por incentivos al endeudamiento.
Y la expansión monetaria (la otra gran apuesta
contra la crisis) remeda una de sus causas: la
prolongación excesiva de políticas monetarias laxas, con tipos de interés que,
como entonces, fueron en muchos casos negativos en términos reales y
contribuyeron a gestar una gran espiral de crédito y especulación inmobiliaria
como ahora alimentan una vertiginosa revalorización de bonos.
Ambas
políticas están profundizando el empobrecimiento de las clases medias y la
brecha de riqueza en la sociedades avanzadas, que fue una de las secuelas que
ya se constató en el último periodo de crecimiento mundial. Estudios como los
del profesor Branko Milanovic evidencian que entre 1998
y 2008 los ricos lograron ser más ricos y los pobres, menos pobres, pero que los estadios intermedios (las
amplias clases medias, sobre las que se fundamenta la cohesión social y la
moderación política) sufrieron un estancamiento e incluso retroceso.
Los ajustes
públicos y las reformas laborales agudizaron este fenómeno y agrandaron la
polarización social. Y los tipos de
interés ínfimos aún lo acrecentaron más porque generan una "represión
financiera" que, aunque alivia a los endeudados, empobrece a la clase
media ahorradora a la vez que acrecienta el valor de
los grandes patrimonios por la revalorización de activos a la que conduce la
ofensiva monetaria.
Algunos
organismos multilaterales vienen alertando sobre los efectos perversos de la
creciente brecha de riqueza: la desigualdad frena el crecimiento y genera
disidencia social. En su última asamblea, celebrada en Washington, el FMI
volvió a ligar la desigualdad creciente con la propagación de los populismos y
la deriva hacia el proteccionismo. El giro
proteccionista que se constata en muchos países apunta a su vez a un intento
rudo de corrección de los desequilibrios externos por cuenta corriente de las
economías deficitarias, cuya agudización y prolongación durante el largo
periodo de bonanza fue otra de las causas determinantes de la crisis de 2008.
La
coexistencia de países con fabulosos superávits en su saldo exterior con otros
lastrados por enormes déficits externos fue posible por la rauda liberalización
de los flujos de capitales que acompañó a la integración de los mercados
durante la etapa desreguladora. Los flujos de ahorro
acudieron de la periferia al centro del mundo, y los superávits de los países
excedentarios y eminentemente exportadores se reciclaron como inversión en los
países deficitarios, financiando sus déficits fiscales y por cuenta corriente.
La divergencia entre unos y otros se volvió insostenible y esa disparidad,
canalizada a través de los mercados de capitales y de deuda y del sistema
financiero, contribuyó (junto con la diseminación mundial de las titulizaciones
de "créditos basura" como activos supuestamente seguros) a convertir
la quiebra de un banco de inversión el 15 de septiembre de 2008 en un colapso
financiero supranacional.
La pulsión
proteccionista que ahora se constata propugna de forma impremeditada un cierre
de fronteras para detener (frenando importaciones e inmigración) la supuesta
fuga de riqueza. Pero el aislacionismo, lejos de ser la solución, puede ser el
problema
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