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lunes, 26 de agosto de 2019

La mala hora de los países de la UE

La mala hora de los países de la UE

Foto AFP
Crisis política en Italia, un Brexit que no se resuelve a dos meses de la fecha límite de salida y una posible recesión en Alemania, son algunos de los escenarios que amenazan la estabilidad del bloque, pese a que en las elecciones al Parlamento Europeo los euroescépticos no lograron mayorías
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MÁS DE 26 años han pasado desde que Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, firmara el tratado que oficializó la Unión Europea. Era 1993, cuando se configuró una comunidad de países cuyas bases se sobrepusieron a los poderes nacionales en temas como política exterior, seguridad, justicia y asuntos interiores. Hoy, estos pilares están en duda. No tanto por la política comunitaria -los europeístas dominan el Parlamento- sino por los numerosos problemas internos de los países europeos que erosionan la confianza en la comunidad.
La Unión Europea viene en crisis desde hace años. Todo empezó en 2008 cuando la crisis financiera afectó a varios países y puso en duda el modelo de estado Social de Derecho bajo el cual se erige. Desde entonces, han surgido movimientos euroescépticos, planes de salida del bloque europeo (Brexit) y un choque de principios frente a temas como la migración.
Este proceso ha tenido un desarrollo particular este año. Aunque en mayo los partidos a favor del bloque ganaron las elecciones al Parlamento Europeo, dando un mensaje tranquilizador, la crisis continúa.
Agosto, y lo que viene
La victoria de liberales y populares en mayo, dos grupos a favor del bloqueo europeo, no ha significado que en los países de la UE la visión euroescéptica se acabe. Las diferencias, por el contrario, siguen vigentes en temas como la apertura de fronteras a migrantes y las políticas de austeridad en economías con una deuda muy alta, como Italia.
Precisamente, este país pasa por una crisis política derivada, en parte de la insatisfacción de los ciudadanos con la UE, que los llevó a votar por un partido antisistema, Movimiento Cinco Estrellas, y por la Liga del Norte, aquel grupo liderado por el ultraderechistas Matteo Salvini, quien ha generado una crisis política al interior de una débil coalición de gobierno que se rompió con la renuncia el miércoles del primer ministro, Giusseppe Conte.
A partir del rompimiento de Conte con Salvini, Cinco Estrellas ha buscado al Partido Democrático para formar una nueva coalición de gobierno, ante la ausencia de mayorías en el Parlamento. Luigi Di Maio, presidente del partido, ha confirmado que ha tenido conversaciones “positivas” con los socialistas, pero  no teme “otras elecciones”. “No vamos a dejar que el barco se hunda”, dijo el viernes.
Para tomar  “las decisiones necesarias”, sea convocar elecciones o darle el visto bueno a una nueva coalición, el Presidente de Italia, Sergio Mattarella, ha dicho que el plazo para formar gobierno vence este martes, cuando se hagan “nuevas consultas”.
La nueva crisis demuestra, una vez más, la dualidad del sistema político italiano que permite crear fácilmente coaliciones de gobierno, pero romperlas inmediatamente cuando hay diferencias entre los partidos que lo conforman.
Italia, y este es el punto central, ha demostrado que la pugna por definir cuáles valores deben guiar a la Unión Europea está vigente y ha sido la principal causa para que Conte le dijera a Salvini que no podían seguir en coalición.
La posición de Roma frente a los migrantes, la política de austeridad impuesta por Bruselas y el nacionalismo, fueron temas que marcaron una línea divisoria que rompió la débil coalición. Como una parte del bloque europeo, Salvini cree firmemente en el cierre de fronteras, la autonomía absoluta frente a la UE y, por tanto, en un espíritu que algunos han llamado “nativista”.
Estas ideas, abordadas en diferentes contextos, también están pasando por un constante debate en casi todos los países del bloque. Aunque en el Parlamento la posición liberal es dominante, ¿qué va pasar al interior de los países?
El conteo del Brexit
Hace un tiempo, Reino Unido se preguntó lo mismo. Fue en 2016, en un referendo convocado por el entonces primer ministro, David Cameron, en el que la mayoría de británicos votaron por terminar la presencia de su país en la Unión Europea, en búsqueda de una independencia absoluta del bloque.
Entre escaramuzas, borradores y rompimientos, la salida oficial de Reino Unido de la UE (Brexit) no se ha hecho realidad. Luego de tres años, Boris Johnson, el recién estrenado primer ministro, ha prometido que el país dejará el bloque el 31 de octubre –fecha límite-, sea con un acuerdo o sin él.
En vísperas del G7, que finaliza hoy en Biarritz, Francia, Johnson se reunió con Macron para hablar sobre el Brexit, concluyendo que es viable lograr una salida con “acuerdo” antes de la fecha límite. “Lo que quieren hacer en dos o tres años, pueden hacerlo en 30 días [...] o más bien, se podría decir: pueden hacerlo antes del 31 de octubre”, declaró en la misma vía la canciller alemana, Angela Merkel.
A pesar de la buenas voluntad de las partes, el Brexit sigue teniendo el problema de la reinstauración de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, que la Unión Europea exige como precondición, pero Londres desestima.
Un grande, ¿en recesión?
Es raro ver a un gigante en problemas. Lo es, no tanto por sus decisiones políticas, sino sobre todo por las dinámicas económicas, muchas veces controlables. Aunque parezca la narrativa de un libro de Ken Follet, parcialmente esto representa lo que le está pasando a Alemania. Sí, la mayor economía de Europa pasa por un momento difícil a nivel económico, que puede derivar en una recesión inconcebible hace unos años.
¿Llegó el momento para preocuparse por Alemania?, tituló hace dos meses The Economist.  En esa misma línea, la reconocida revista alemana, Der Spiegel, ha anunciado una posible recesión.
Y, es así. La economía alemana viene desacelerándose, a tal punto que a finales de 2018 se tuvo episodios de recesión. La producción manufacturera aunada a estándares más estrictos para los automóviles, han llevado a que la principal economía de Europea deje de crecer, en medio de los patrones de cambio por la tecnología que también han afectado.
Aunque la política fiscal de Angela Merkel se ha destacado por la responsabilidad en el gasto público, factores comerciales e internacionales están obligando a Alemania a implementar políticas más agresivas de austeridad. Esto, sin duda, impacta directamente el funcionamiento del resto de la eurozona, ya que la economía alemana representa el 29% de todo el bloque.
A menos de dos años de que Merkel deje el poder, siendo la principal defensora de los principios de la UE, cuyos promotores, entre otros, fueron los alemanes Konrad Adaneur y Horst Köhler, el panorama empieza a ser preocupante.
Cerca de la recesión y con Merkel de salida, ¿Alemania seguirá siendo la líder del bloque? ¿Le cederá su espacio a la Francia de Macron, en problemas por su baja popularidad?
La Rusia de Putin
No es una cosa de este o el siglo anterior: Rusia siempre ha sido reacia a ser parte de Europa. Vladimir Putin lo sabe. Desde 2014, entonces, ha buscado la forma de impulsar un proceso nacionalista en sus áreas de influencia en Europa e incorporar territorios a la gran Federación Rusa, como Crimea, ubicada al sureste de Ucrania, que fue anexada en 2014 violando todas las normas del derecho internacional y generando la suspensión de Rusia del G7 y otras organizaciones multilaterales.
Consciente del poder de Putin, Europa le ha puesto límites a Moscú, no solo por la anexión ilegítima de Ucrania, sino por la intervención de hackers rusos en las elecciones al Parlamento europeo este año, afectando las relaciones comerciales entre el bloque y Rusia, uno de sus principales socios económicos.
Para mejorar las relaciones, Estados Unidos y Reino Unido han propuesto que Rusia vuelva al G7 (antes G8), en un gesto de “sensatez”, como lo ha calificado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La mayoría de países, sin embargo, se oponen.
En una declaración hecha el jueves, la canciller de Canadá, Chrystia Freeland, dijo que es imposible dar ese paso mientras Rusia no libere los territorios anexados de Crimea. “La violación de Rusia al derecho internacional al invadir Crimea y anexar el Donbass, y continuar apoyando la guerra (en esta región del este de Ucrania), no nos deja una opción”, dijo.
¿Para dónde va?
Las dificultades en países miembro no significan que la Unión Europea esté a punto de acabarse. Al contrario, son retos ideales para que las mayorías en el Parlamento europeo radiquen reformas que ayuden a superar los desafíos a nivel democrático, político y económico.
¿Qué hacer? Concienzudamente, Kemal Derviş, exadministrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en un artículo en Project Syndicate, propone que se debe fortalecer el concepto de “soberanía estratégica” para que la UE se convierta en el tercer superpoder con Estados Unidos y China.
Para lograrlo, dice que primero el bloque debe lograr un equilibrio entre participación y las mayorías calificadas. Es claro que todos los países miembro quieren participar, pero es imposible lograr unanimidad en las decisiones más importantes, como lo exige el Tratado de Lisboa. “Utilizar tratados intergubernamentales”, propone.
Pero este no es el punto más importante para darle vitalidad y fuerza al bloque. Europa, a diferencia de China y Estados Unidos, tiene la posibilidad de explotar el “poder blando”, “para cooperar con todos los actores que buscan promover un orden global basado en reglas, en áreas que incluyen el comercio y la competencia, el clima, la gobernanza de las tecnologías digitales, la edición de genes y el control de armas”.
Ahí está el poder de Europa.

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