Morena Profeta.
A pesar de su decepción con el sistema sanitario suizo, Morena Profeta sigue sonriendo.
(swissinfo.ch)
El sistema de salud suizo es complicado y, pese a su prestigio, puede llegar a ser un verdadero vía crucis. Esta es la elocuente experiencia de una mujer italiana que padece celiaquía.
Este artículo  forma parte de una serie de artículos sobre los problemas del sistema sanitario suizo. Descúbralos al final de la página.
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Hay un punto de timidez en esta mujer jovial de 32 años que, cuando nos presentamos nos tiende la mano y nos recibe con una gran sonrisa que ilumina sus ojos. Morena Profeta es enfermera. Hace tres años se mudó de Teramo (Italia) a Berna con su marido. Trabaja en un conocido servicio de atención y asistencia domiciliaria.
En la actualidad trabaja a tiempo parcial como asistente de cuidados, pues sigue aprendiendo alemán. Cuando tenga el nivel del idioma requerido podrá ejercer como enfermera, dado que está diplomada en Italia. “Todavía tengo mucho que hacer, se necesita paciencia, pero me siento afortunada de poder trabajar en mi área profesional”, cuenta.
Durante nuestra conversación, su afabilidad supera a su timidez. Y cuando le preguntamos sobre su enfermedad y las vicisitudes a las que se ha tenido que enfrentar al llegar a Berna, habla de ello muy abiertamente.
Las personas que padecen celiaquíatienen una intolerancia al gluten, una proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno. Es una enfermedad inflamatoria crónica que causa cambios típicos en la membrana mucosa del intestino delgado. Se estima que afecta a alrededor del 1% de la población en Suiza. El tratamiento es una dieta sin gluten.
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Durante cinco años, antes de llegar a la capital suiza, Morena Profeta recibió tratamiento para la enfermedad celíaca. Una enfermedad que le sobrevino cuando era estudiante en la universidad y hacía prácticas en el hospital.  

Toma de control

Siempre estaba muy cansada, perdió peso, sufría dolores abdominales, diarrea, debilidad en las piernas, dolores de cabeza y cada vez se veía más pálida. Así, durante tres o cuatro meses, por lo que al fin decidió ir al médico de cabecera. “Me hice pruebas exhaustivas y se descubrió que tenía intolerancia al gluten”, explica.
Tras los análisis de sangre que indicaron la presencia de anticuerpos relacionados con la enfermedad celíaca, el médico de familia la remitió a un gastroenterólogo para que le hiciera una gastroscopia y una biopsia de la mucosa del intestino delgado. Las pruebas confirmaron que existía esta enfermedad autoinmune.
En el sistema sanitario italiano, desde el mismo momento en que se les diagnostica esta enfermedad crónica de manera definitiva, los pacientes están exentos de pagar el “ticketEnlace externo” para contribuir a los gastos de los controles, análisis y medicamentos. Esta exención también da derecho a recibir vales para comprar alimentos especiales sin gluten. La cantidad se establece en función del grado de la enfermedad.
En el caso de Morena Profeta, ella tenía una “ligera” atrofia de las vellosidades intestinales. Lo cual le daba derecho a recibir vales por valor de 99 euros al mes. De este modo podía comprar productos sin gluten en farmacias y supermercados. Cada año debía hacerse una serie de controles, y el derecho a los vales se renovaba por otro año más.

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“Desde el principio, me sentí bien cuidada. El médico de familia ya me había explicado qué significaba la enfermedad, qué tenía que hacer, qué pruebas debía hacerme y por qué”, observa. Morena Profeta siempre estuvo controlada por el mismo médico: el responsable de todos los pacientes celíacos en el centro hospitalario de su ciudad. “He estado controlada paso a paso, informada, aconsejada, apoyada, tranquilizada. Vi que tenía experiencia y confié en él”.

Un mundo que se derrumba

Todo cambia cuando Morena Profeta se muda a Berna. El sistema de salud suizo es una mezcla muy compleja de lo público y lo privado, donde prevalece esto último. El seguro médico básico es obligatorio para todos, pero las cajas que lo gestionan son privadas. Elegir la caja, el tipo de seguro básico y tal vez –incluso– el seguro complementario son cuestiones que hay que analizar en medio de una vorágine de condiciones diversas.  
La mayoría de los médicos (sean de familia o especialistas) trabajan en el sector privado. Por lo general, cada persona elige el médico que prefiere y lo cambia en cualquier momento, a menos que, para reducir la prima a pagar, haya suscrito un seguro con ciertas restricciones.
Morena Profeta eligió un médico y una compañía de seguros de salud en Berna. Ninguno de los dos fue capaz de responder a sus preguntas, muy a su pesar. “Parecía que el mundo se desmoronaba a mi alrededor”, narra con calma, con un velo de tristeza en sus ojos.
No supieron, por ejemplo, indicarle qué pasos debía seguir para recibir una ayuda económica o las deducciones fiscales para compensar parcialmente los costos adicionales que conlleva la compra de alimentos sin gluten. El médico además se negó a hacerle los controles regulares a los que se hubiera sometido en Italia.  
“Él no entendía por qué yo quería hacerme esas pruebas”, expresa, y prosigue, “él no sabía que el cuerpo ya no puede asimilar ciertas sustancias, y que el valor nutricional de una dieta libre de gluten se reduce parcialmente, lo que puede conllevar deficiencias en ciertas vitaminas importantes y otros oligoelementos”. 
Desanimada y sin saber a quién acudir, Morena Profeta decide someterse a un chequeo anual completo allí donde siempre lo ha hecho: en Teramo. Pero como ya no reside en Italia, no tiene derecho a seguir recibiendo esta asistencia como parte de los servicios de salud pública. Y esto significa que todo tiene que pagarlo de su bolsillo.

Decepción, pero no resentimiento

Morena Profeta, sin embargo, no tiene la intención de hacer eternamente el trayecto entre Berna y Teramo para someterse a los exámenes que necesita. Así que ha cambiado de médico. La situación ha mejorado, pero no se han resuelto todos sus problemas. “Me ha hecho algunas pruebas, pero no todos los controles. Aunque este médico por lo menos sabe que tiene que darme vitaminas y controlar ciertas cosas”, manifiesta.  
Por el momento, la revisión anual de la osteoporosis se la sigue realizando en Teramo. En Berna se hace otras pruebas no prescritas por el médico. Morena Profeta está decepcionada. “Pienso que el médico podría haberme guiado, aconsejado qué hacer, adónde ir, como cuando estaba en Italia. En cambio, tuve que arreglármelas yo sola”.
Su naturaleza optimista le permite confiar en poder superar los interminables obstáculos del sistema de salud suizo. “Tal vez solo tuve mala suerte o ha sido un mal momento”, expresa para darse valor.
Si bien muchos rincones del laberinto del sistema sanitario suizo siguen siendo incomprensibles para ella, algo está claro. “He entendido que aquí se paga. Se paga aunque al final tal vez no se tenga derecho a nada…”. No soy la única que lo dice. Mis pacientes también me lo repiten”, añade sonriendo la joven enfermera.

Traducción del francés: Lupe Calvo