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miércoles, 26 de marzo de 2014

EEUU se va a Bruselas con el cuento de potenciar el rearme europeo contra el peligro Ruso y les ataranta para meter subrepticiamente el Acuerdo Transatlántico contra China y de paso vender su gas de esquisto y de alimentos transgénicos y diezmar a los sindicatos europeos para una mayor austeridad. Extraído del diario español El país y del diario Le Monde Diplomatique. Edición de marzo.

EEUU se va a Bruselas con el cuento de potenciar el  rearme europeo  contra el peligro Ruso  y les ataranta para meter subrepticiamente el Acuerdo Transatlántico  contra China y de paso vender su gas de esquisto y de alimentos transgénicos y diezmar a los sindicatos europeos para una  mayor austeridad. Extraído del diario español  El país y del diario Le Monde Diplomatique. Edición de marzo.




La OTAN enviará más tropas al Este

Washington reprocha en Bruselas la estrategia defensiva y energética de la Unión

http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/26/actualidad/1395848835_508134.html

CLAUDI PÉREZ Bruselas 26 MAR 2014 - 20:42 CET856



El presidente Barack Obama habla a los medios tras la cumbre entre EE UU y la UE, en Bruselas / REUTERS-LIVE!

Los límites están cada vez más claros: el estatus quo actual en Ucrania es tolerable, pero el territorio OTAN es intocable.

La Unión Europea y Estados Unidos volvieron a amenazar este miércoles con incrementar las sanciones si Rusia da un solo paso más en Ucrania, y sobre todo elevaron varios peldaños su apuesta si Moscú se atreve a ir incluso más allá. “Debemos asegurar una mayor presencia en los países más vulnerables”, dijo el presidente estadounidense, Barack Obama, tras la cumbre UE-EE UU en Bruselas.

Obama afeó a los socios europeos su estrategia de defensa y les conminó a incrementar el gasto militar para reforzar la Alianza Atlántica.

La OTAN recogió el guante de inmediato: su secretario general, el danés Anders Fogh Rasmussen, aseguró que habrá “medidas adicionales para reforzar la defensa colectiva”, incluyendo “planes de defensa actualizados y más desarrollados, ejercicios reforzados y despliegues apropiados” en la zona de tensión.

Sin decirlo con claridad, el comunicado divulgado por Rasmussen tras una corta entrevista con Obama revela la voluntad de activar una estrategia de disuasión para abortar los potenciales planes del presidente ruso, Vladímir Putin.

Con la habitual jerga imposible de la OTAN, Rasmussen aludió a los planes de cooperación militar en la zona más amenazada por el desafío ruso —Polonia, los países bálticos y Rumanía, básicamente— y a la posibilidad de realizar ejercicios militares más allá de los ya previstos.

La alianza envió hace un par de semanas dos aviones de vigilancia AWACS a las fronteras polaca y rumana con Ucrania.

 Y fuera del marco de la organización militar, EE UU reforzó su colaboración con Varsovia con el envío de 12 aviones de combate F-16.

Descartada la ofensiva militar, la forma que tiene la OTAN de mostrar su fuerza (nunca en Ucrania, que no forma parte de la organización, pero sí en los países cercanos) consiste en realizar esos ejercicios, una suerte de ensayos preparatorios para situaciones de emergencia.

Se trata de acciones de disuasión: la organización los programa periódicamente, pero intensificarlos ahora en el Este responde a la creciente preocupación por la amenaza rusa.

La visita de Obama a Bruselas deparó un par de sorpresas entre los aliados, más unidos que antaño por el desafío de Putin pero a su vez con las habituales rencillas de familia que han caracterizado las relaciones de EE UU y la Unión desde la guerra fría.

Los ataques terroristas del 11-S hicieron añicos la fantasía de que EE UU estaba protegido y sus ciudadanos eran inmunes a ataques dentro de su país;

las pesadillas de Irak y Afganistán revelaron los límites de su supremacía militar.

La crisis financiera y la Gran Recesión mostraron la fragilidad de la economía de EE UU, así como las costuras del proyecto europeo, cuya política exterior brilla por su ausencia desde Haití a las revoluciones árabes, con la sonora excepción de Irán.

Hace tiempo que el centro de gravedad del mundo se desplaza del Atlántico al Pacífico, y que la actitud de la Casa Blanca hacia la UE oscila entre la simpatía y la indiferencia.

Y sin embargo la irrupción de Rusia en Ucrania podría cambiar las cosas: la Unión y EE UU escenificaron en la cumbre su renovada concordia.

Tras las recientes —y coordinadas— sanciones a Rusia, quieren estrechar lazos económicos y comerciales, y mantener los viejos vínculos militares.

Pero ni siquiera un enemigo común consigue ocultar antiguas disputas: Obama reprochó abiertamente a la UE tanto su estrategia defensiva como su fragilidad energética, cuyos puntos débiles quedan al descubierto con el lío ucraniano.

“Es preocupante el bajo nivel del gasto en defensa en algunos países de la OTAN; la crisis ucrania nos recuerda que la libertad tiene un precio”, dijo Obama. EE UU viene alertando de eso mismo desde hace tiempo, pero la amenaza de Putin era una oportunidad inmejorable para poner una pica en Flandes.

Nada nuevo bajo el sol: el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger ya acusaba en su día a los europeos de querer convertirse en un contrapeso de EE UU sin poner los medios presupuestarios necesarios.

 Kissinger alertaba en un libro reciente que esa estrategia traería el peor de los resultados: “Perturbar los procedimientos de la OTAN y dañar la cooperación entre los aliados sin reforzar la capacidad militar de la organización ni conseguir una verdadera autonomía europea”.

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Imágenes del movimiento de tropas rusas en el mar Negro. / REUTERS-LIVE!
Obama repitió este miércoles ese discurso.

“Estoy preocupado por la reducción del gasto en defensa entre algunos socios en la OTAN. Es comprensible en medio de una crisis que obliga a reducir los presupuestos, pero la situación en Ucrania nos recuerda que tenemos que estar dispuestos a pagar por las fuerzas y el entrenamiento necesario para tener una OTAN creíble. Eso no puede ser solamente un ejercicio de Reino Unido y de EE UU”, advirtió.

Solo desde la fragmentación europea puede entenderse que Moscú pueda desafiar tan abiertamente a
la UE cuando esta supera a Rusia 3,5 veces en población,
10 veces en gasto militar y
15 veces en términos económicos.

Obama atacó este miércoles por ese flanco y aludió también a la discutible estrategia energética de la Unión con un dardo afilado.

Aseguró que pondrá gas en el mercado ante las eventuales dificultades de aprovisionamiento en algunos países europeos, pero con condiciones:
“La Unión debe examinar sus propias fuentes de energía además de ver cómo Estados Unidos le puede suministrar gas; no hay fuentes de energía perfectas y baratas, pero a la luz de lo que ha pasado Europa debe acelerar su independencia energética”.

El gas procedente del fracking estadounidense estará disponible
“una vez se firme el acuerdo comercial transatlántico con la UE”.
Traducción libre: Europa debe empezar a olvidarse de algunas de las reticencias a la firma de ese pacto, sobre todo en materia de protección del medio ambiente o de los datos de los consumidores, tras el escándalo sobre el espionaje desvelado por Edward Snowden. Cortesías de la geopolítica.

“No habrá una nueva guerra fría”

Una máquina de contar, con un dominio absoluto del tempo y de la escena, con un discurso a ratos cautivador.

Y un auditorio entregado: el presidente de EE UU, Barack Obama, cerró este miércoles su viaje a Europa con una conferencia en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas en la que trató de espantar viejos demonios y esbozó la situación real del conflicto ucranio, alejada de la posibilidad de un conflicto a gran escala. “No nos equivoquemos: ni EE UU ni Europa tienen interés por controlar Ucrania. Y no nos adentramos en ninguna nueva guerra fría: después de todo, a diferencia de la Unión Soviética, Rusia no lidera ningún bloque de naciones ni ninguna ideología internacional”. EE UU, sostiene Obama, “no busca ningún conflicto con Moscú”. Y Rusia, a pesar de los pesares, no va a ser desalojada de Crimea: “Estamos interesados en una Rusia fuerte; queremos que el pueblo ruso viva con seguridad, prosperidad y dignidad, como cualquier otro. Pero eso no significa que Rusia pueda pisotear a sus vecinos”.

Las debilidades de Rusia son profundas y variadas: su demografía languideciente, su extrema dependencia de los recursos energéticos, su modelo de “nihilismo legal” —en feliz definición de su primer ministro Dimitri Medvédev— en manos de una élite política que no ha logrado detener el declive, pero que a la vez ha conseguido mantener una clase media numerosa.

Los analistas recuerdan que la URSS se desmembró en 14 países, y que en la mitad de ellos hay bases de la OTAN; históricamente, las potencias en declive han sido siempre peligrosas. Con todo, los diplomáticos consideran probable que Ucrania se convierta en una especie de zona de seguridad, sin convertirse en socio de la OTAN —tal como explicó Obama— pero fuera ya del área de influencia rusa.
………………………
Nº: 221   Marzo  2014


¡Peligro! Acuerdo Transatlántico

http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=e76996f0-2f05-4b75-a811-74bd48af6868


Ignacio Ramonet
País:  Estados Unidos, Unión Europea
Tema:  Librecambio, Comercio, Comercio internacional

Dentro de dos meses, el 25 de mayo, los electores españoles elegirán a sus 54 diputados europeos.

Es importante que, esta vez, a la hora de votar se sepa con claridad lo que está en juego.

Hasta ahora, por razones históricas y psicológicas, la mayoría de los españoles –jubilosos de ser, por fin, “europeos”– no se molestaban en leer los programas y votaban a ciegas en las elecciones al Parlamento Europeo.
La brutalidad de la crisis y las despiadadas políticas de austeridad exigidas por la Unión Europea (UE) les han obligado a abrir los ojos.
 Ahora saben que es principalmente en Bruselas donde se decide su destino.

Entre los temas que, en esta ocasión, habrá que seguir con mayor atención está el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI) (1).

Este convenio se está negociando con la mayor discreción y sin ninguna transparencia democrática entre la Unión Europea y Estados Unidos (EEUU).

Su objetivo es crear la mayor zona de libre comercio del planeta, con cerca de 800 millones de consumidores, y que representará casi la mitad del Producto Interior Bruto (PIB) mundial y un tercio del comercio global.

La UE es la principal economía del mundo:

Sus quinientos millones de habitantes disponen, en promedio, de unos ingresos anuales per cápita de 25.000 euros.

Eso significa que la UE es el mayor mercado mundial y el principal importador de bienes manufacturados y de servicios, dispone del mayor volumen de inversión en el extranjero, y es el principal receptor planetario de inversiones extranjeras.

La UE es también el primer inversor en EEUU,
el segundo destino de las exportaciones de bienes estadounidenses y el mayor mercado para las exportaciones estadounidenses de servicios.

La balanza comercial de bienes arroja, para la UE, un superávit de 76.300 millones de euros; y la de servicios, un déficit de 3.400 millones.

La inversión directa de la UE en EEUU, y viceversa, ronda los 1,2 billones de euros.

Washington y Bruselas quisieran cerrar el tratado ATCI en menos de dos años, antes de que finalice el mandato del presidente Barack Obama. ¿Por qué tanta prisa? Porque, para Washington, este acuerdo tiene un carácter geoestratégico.

Constituye un arma decisiva frente a la irresistible subida en poderío de China; y, más allá de China, de las demás potencias emergentes del grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, Sudáfrica).

 Hay que precisar que, entre los años 2000 y 2008, el comercio internacional de China creció más de cuatro veces: sus exportaciones aumentaron un 474% y las importaciones un 403%.
¿Consecuencia? Estados Unidos perdió su liderato de primera potencia comercial del mundo que ostentaba desde hacía un siglo... Antes de la crisis financiera global de 2008, EEUU era el socio comercial más importante para 127 Estados del mundo; China sólo lo era para 70 países.

Ese balance se ha invertido. Hoy, China es el socio comercial más importante para 124 Estados; mientras que EEUU sólo lo es para 76.

¿Qué significa eso? Que Pekín, en un plazo máximo de diez años, podría hacer de su moneda, el yuan (2), la otra gran divisa de intercambio internacional (3), y amenazar la supremacía del dólar.

 También está cada vez más claro que las exportaciones chinas ya no sólo son productos de baja calidad a precios asequibles por su mano de obra barata.

El objetivo de Pekín es elevar el nivel tecnológico de su producción (y de sus servicios) para ser mañana líder también en sectores (informática, finanzas, aeronáutica, telefonía, ecología, etc.) que EEUU y otras potencias tecnológicas occidentales pensaban poder preservar.

Por todas estas razones, y esencialmente para evitar que China se convierta en la primera potencia mundial, Washington desea blindar grandes zonas de libre cambio a las que los productos de Pekín tendrían difícil acceso.

En este mismo momento, EEUU está negociando, con sus socios del Pacífico (4), un Acuerdo Transpacífico de Libre Cambio (Trans-Pacific Partnership, TPP, en inglés), gemelo asiático del Acuerdo Transatlántico (ATCI).

Aunque el ATCI empezó a gestarse en los años 1990, Washington ha presionado para acelerar las cosas.

Y las negociaciones concretas se iniciaron inmediatamente después de que, en el Parlamento Europeo, la derecha y la socialdemocracia aprobaran un mandato para negociar (aceptado también, en España, en la proposición presentada conjuntamente, en el Congreso de los Diputados, por el PP y el PSOE...). Un informe, elaborado por el Grupo de Trabajo de Alto Nivel sobre Empleo y Crecimiento, creado en noviembre de 2011 por la UE y EEUU, recomendó el inicio inmediato de las negociaciones.

La primera reunión tuvo lugar en julio de 2013 en Washington, seguida de otras dos en octubre y diciembre (5). Y aunque las negociaciones están actualmente suspendidas debido a desacuerdos en el seno de la mayoría demócrata en el Senado de Estados Unidos (6), las dos partes están decididas a firmar lo antes posible el ATCI. De todo esto, los grandes medios de comunicación dominantes han hablado poco, con la esperanza de que la opinión pública no tome conciencia de lo que está en juego, y de que los burócratas de Bruselas puedan decidir sobre nuestras vidas con toda tranquilidad y en plena opacidad democrática.

Mediante ese acuerdo de marcado carácter neoliberal, EEUU y la UE desean eliminar aranceles y abrir sus respectivos mercados a la inversión, los servicios y la contratación pública, pero sobre todo intentan homogeneizar los estándares, las normas y los requisitos para comercializar bienes y servicios.

Según los defensores de este proyecto librecambista, uno de sus objetivos será “acercarse lo más posible a una eliminación total de todos los aranceles del comercio transatlántico en bienes industriales y agrícolas”. En cuanto a los servicios, la idea es “abrir el sector servicios, como mínimo, tanto como se ha logrado en otros acuerdos comerciales hasta la fecha” y expandirlo a otras áreas, como el transporte. Sobre la inversión financiera, las dos partes aspiran a “alcanzar los niveles más altos de liberalización y protección de las inversiones”. Y sobre los contratos públicos, el acuerdo pretende que las empresas privadas tengan acceso a todos los sectores de la economía (incluso a las industrias de defensa), sin discriminación alguna.

Aunque los medios de comunicación dominantes apoyan sin restricción este acuerdo neoliberal, las críticas se han multiplicado sobre todo en el seno de algunos partidos políticos (7), de numerosas ONG y de organizaciones ecologistas o de defensa de los consumidores. Por ejemplo, Pia Eberhardt, miembro de la ONG Corporate Europe Observatory, denuncia que las negociaciones se han llevado a cabo sin transparencia democrática y sin que las organizaciones civiles hayan tenido conocimiento en detalle de lo que se ha acordado hasta ahora: “Hay documentos internos de la Comisión Europea –declara la activista– que indican que esta se reunió, en la fase más importante, exclusivamente con empresarios y sus lobbys. No hubo un solo encuentro con organizaciones ecologistas, con sindicatos, ni con organizaciones protectoras del consumidor” (8).
Eberhardt observa con inquietud una posible disminución de las exigencias para la industria alimentaria.

“El peligro –comenta– lo conforman los alimentos no seguros importados de EEUU que podrían contener más transgénicos, o los pollos desinfectados con cloro, procedimiento prohibido en Europa”.

Añade que la industria agrícola-ganadera estadounidense exige la supresión de los obstáculos europeos a ese tipo de exportaciones.

Otros críticos temen las consecuencias del ATCI en materia de educación y de conocimiento científico, pues podría extenderse a los derechos intelectuales. En este sentido, Francia, para proteger su importante sector audiovisual, ya impuso una “excepción cultural”. El ATCI no abarcará las industrias culturales.

Varias organizaciones sindicales denuncian que, sin ninguna duda, el Acuerdo Transatlántico ahondará en los recortes sociales, en la reducción de los salarios, y destruirá empleo en varios sectores industriales (electrónica, comunicación, equipos de transporte, metalúrgica, papel, servicios a las empresas) y agrarios (ganadería, agrocombustibles, azúcar).

Los ecologistas europeos y los defensores del comercio justo explican además que el ATCI, al suprimir el principio de precaución, podría facilitar la supresión de regulaciones medioambientales o de seguridad alimentaria y sanitaria, a la vez que puede suponer una merma de las libertades digitales.

 Algunas ONG ambientalistas temen que se comience también a introducir en Europa el fracking, o sea el uso de sustancias químicas peligrosas para los acuíferos, con el fin de explotar el gas y el petróleo de esquisto (9).

Pero uno de los principales peligros del ATCI es que incorpora un capítulo sobre “protección de las inversiones”, lo que podría abrir las puertas a demandas multimillonarias de empresas privadas en tribunales internacionales de arbitraje (al servicio de las grandes corporaciones multinacionales) contra los Estados por querer estos proteger el interés público, lo cual puede suponer una “limitación de los beneficios de los inversores extranjeros”. Aquí lo que está en juego es sencillamente la soberanía de los Estados y el derecho de estos para llevar a cabo políticas públicas en favor de sus ciudadanos.

Para el ATCI, los ciudadanos no existen; sólo hay consumidores, y estos pertenecen a las empresas privadas que controlan los mercados.
El desafío es inmenso. Y la voluntad cívica de parar el ATCI no debe ser menor.
(1) En inglés, Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP).

(2) El valor del yuan está alineado sobre el del dólar estadounidense.

(3) En abril de 2011, en el marco de la Cumbre de los BRICS en Sanya (isla de Hainan, China), se firmó un acuerdo de cooperación financiera entre las cinco potencias emergentes que prevé la apertura de líneas de crédito en sus monedas nacionales respectivas, con el fin de reducir la dependencia respecto al dólar. En 2008, ya Pekín había firmado este tipo de acuerdo con Argentina.

(4) Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Corea del Sur, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.

(5) Por parte europea, el jefe de los negociadores de la UE es el español Ignacio García Bercero.

(6) Léase Le Figaro, París, 4 de octubre de 2013.

(7) Léase, por ejemplo, la resolución sobre el ATCI adoptada por Izquierda Unida: http://www.izquierda-unida.es/sites/default/files/doc/RESOLUCION_TLC_UE_EEUU_ConferenciaEuropa_Junio2013.pdf; Y la posición de Jean-Luc Mélenchon, líder del 'Parti de Gauche' francés: http://europe.jean-luc-melenchon.fr/sujet/grand-marche-transatlantique/

(8) Léase Deutsche Welle en español, 17 de febrero de 2013, http://www.dw.de/tratado-ee-uu-ue-libertades-recortadas/a-17438697


(9) Léase “A Brave New Transatlantic Partnership”, 4 de octubre de 2013, http://corporateeurope.org/trade/2013/10/brave-new-transatlantic-partnership-social-environmental-consequences-proposed-eu-us.

Nota del autor del blog:

EEUU trata a los europeos como si fueran sus subordinados.

 EEUU (para frenar a Rusia) pone el dinero y quiere que Europa ponga  los muertos)
¿Por qué no al revés? que vayan las tropas norteamericanas a combatir a los rusos y Europa ponga el dinero.

Los gastos militares de Europa son 10 veces más que Rusia, y desea que gasten más, probablemente comprándoles armas a los norteamericanos.

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