En contra de la minería contaminante de plomo en
Perú: La contaminación por plomo en EEUU es una de las causas del bajo nivel intelectual
de los niños afroamericanos pobres, lo
que hace que sean propensos a ser delincuentes al no poder terminar sus
estudios , y está en las campañas políticas de Clinton y Trump.
Cuando
la ideología importa más que la salud
http://economia.elpais.com/economia/2016/09/02/actualidad/1472823278_918994.html
El
problema del plomo en millones de viviendas demuestra que el partidismo no es
solo simbólico
Un hombre
mide el pH del agua de su casa en Richfield
(Pennsylvania, EE UU) para descubrir si está contaminada
con plomo.
Un hombre
mide el pH del agua de su casa en Richfield (Pennsylvania, EE UU) para
descubrir si está contaminada con plomo. GARY CAMERON REUTERS
Paul
Krugman
PAUL
KRUGMAN
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SEP 2016 - 00:00 CEST
Donald Trump
sigue afirmando que "la delincuencia en las ciudades está alcanzando
niveles inauditos" y prometiendo salvar a los afroamericanos de la
"matanza". Lo cierto es que este apocalipsis urbano es producto de su
imaginación; la delincuencia urbana se mantiene de hecho en niveles
históricamente bajos. Pero Trump no es una de esas personas a las que les
preocupe otro veredicto de "completamente falso" de PolitiFact.
Pero,
naturalmente, hay cosas que distan de estar bien en nuestras ciudades, y hay
mucho que hacer para ayudar a nuestras comunidades negras. Podríamos, por ejemplo, dejar de bombear plomo en la sangre
de sus hijos.
Quizá
piensen que hablo de la crisis del agua en Flint,
Michigan, que provocó —con razón— la indignación nacional a principios
de este año, para enseguida desaparecer de los titulares. Pero Flint fue solo
un ejemplo extremo de un problema mucho mayor. Y es un problema que debería
formar parte del debate: nos guste o no, envenenar a niños es un tema político.
Sin duda,
hay mucha menos intoxicación por plomo en el Estados Unidos actual que en la
época que los partidarios de Trump consideran los buenos tiempos. De hecho,
algunos analistas creen que el descenso de la
contaminación con plomo ha sido un factor importante en el descenso de la
delincuencia.
Pero acabo
de leer un estudio publicado por un equipo de economistas y expertos en salud
que confirma el creciente consenso en que incluso niveles bajos de plomo en el torrente sanguíneo de
los niños tienen efectos perjudiciales significativos sobre su conducta
cognitiva. Y, aún hoy, hay una importante relación entre crecer
en el seno de una familia desfavorecida y la exposición al plomo.
¿Pero cómo
puede ocurrir esto en un país que afirma creer en la igualdad de oportunidades?
Por si no resulta obvio: los niños
intoxicados por su entorno no disfrutan de las mismas oportunidades que
aquellos que no lo están.
Para tener
una perspectiva más amplia he leído un libro publicado en 2013, Lead Wars: The Politics of Science and Fate of America's
Children [Las guerras del plomo: la política de la ciencia y el destino
de los niños estadounidenses]. Para ser sinceros, la historia que el libro
cuenta no sorprende tanto. Pero sigue siendo deprimente. Porque llevamos generaciones conociendo el daño que causa el plomo
y, sin embargo, las medidas solo se han tomado lentamente y aún hoy
están lejos de completarse.
“Llevamos generaciones
conociendo el daño que causa el plomo y, sin embargo, las medidas solo se han
tomado lentamente y aún hoy están lejos de completarse”
Pueden
ustedes imaginarse de qué va la cosa. La industria del plomo no quería que su
negocio se hundiese por culpa de unas normativas incómodas, de modo que quitó
importancia a la ciencia al tiempo que exageraba enormemente el coste de
proteger a la población (una estrategia que conocerán todos aquellos que hayan
seguido los debates sobre la lluvia ácida, el ozono o el cambio climático).
Sin embargo,
en el caso del plomo, se sumaba también el elemento adicional de culpar a las
víctimas: afirmar
que el envenenamiento por plomo era solo un problema de ignorantes
"familias negras y puertorriqueñas" que no arreglaban sus
viviendas y no cuidaban de sus hijos. Esta estrategia consiguió retrasar la
acción durante décadas; décadas que dejaron un legado literalmente tóxico en
forma de millones de hogares y viviendas saturadas de pintura con plomo.
Al final, la
pintura con plomo se retiró del mercado en 1978,
pero ahí es donde entró la ideología. Ronald Reagan insistía en que el Gobierno
era siempre el problema, nunca la solución. Si la ciencia apuntaba problemas
que necesitaban una solución pública, era el momento de negar la ciencia y
acosar a los científicos; o, al menos, asegurarse de que los grupos de expertos
que ayudaban a establecer la política oficial estuviesen colmados de promotores
favorables a la industria. Lo mismo hizo el Gobierno de George Bush padre.
Lo que nos
lleva a la actual situación política. Con toda la información que nos satura,
puede que resulte difícil centrarse en la intoxicación con plomo o en las
cuestiones medioambientales en general. Pero en dichos temas hay enormes
diferencias entre los candidatos y entre los partidos. Y son diferencias que
importan, independientemente de lo que pase con el Congreso: buena parte de la
política medioambiental consiste en decidir cómo aplicar las leyes existentes,
de modo que, si se convierte en presidenta, Hillary Clinton podrá influir de
manera sustancial, aunque se enfrente a la obstrucción de un Congreso
republicano.
Y la
división entre los partidos es exactamente la que sería de esperar. Clinton ha prometido "quitar el plomo de todas
partes" en un plazo de cinco años. Probablemente no lograría que el
Congreso pagase ese ambicioso programa, pero todo en la historia de la
candidata — sobre todo, las décadas que ha dedicado a políticas para las
familias— hace pensar que haría un serio esfuerzo.
Por
el contrario, Trump...
Bah, da igual. Despotrica contra las
normativas públicas de todo tipo y pueden imaginarse qué pensarían sus amigos
en el sector inmobiliario de la obligación de retirar el plomo de todos sus
edificios. Bueno, a lo mejor, las pruebas científicas logran convencerle de
que haga lo que debe. O también, a lo mejor, se le puede convencer de que se
convierta en monje budista, lo cual parece igual de probable.
La cuestión
es que las diferencias entre partidos acerca del plomo no solo deberían
considerarse algo importante en sí mismo, sino también un indicador de lo que
está en juego. Si piensan que la ciencia debería influir en la política y que
los niños deberían estar protegidos de los productos tóxicos, sepan que eso es
ser partidista.
Paul
Krugman es premio Nobel de Economía.
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