El agua como arma de la guerra climática del Califato de Iraq y el Levante.
Nota del autor del blog: La tecnología
actual puede desalinizar 1 metro cubico de agua por US$ 0,2 y agua hay en el Mediterráneo,
en el Tigris y en el Éufrates, un simple software de alumnos pueden repartir el
agua entre el sur Turquía en la Anatolia ,y el norte de Siria e Iraq sin que les falte a nadie ; si no
hay paz es porque los vendedores de armas no lo permiten por vender mas y mas .
para desalinizar no se necesita más que energía eléctrica del sol del desierto más
barata que las del carbón por eso están cerrando minas de carbón en EEUU
Estado
Islámico convierte el agua en un arma de guerra eficaz
http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/agua-medioambiente/noticias/7826302/09/16/Estado-Islamico-convierte-el-agua-en-una-eficaz-arma-de-guerra.html
MARÍA
LUISA ATARÉS
15/09/2016
Ha
perpetrado 20 ataques desde 2013 contra
infraestructuras hídricas
soldados-agua-770.jpg
Unos
soldados vigilando una zona de agua.
En
1962, el presidente Kennedy pronunció aquello de "aquél que pueda resolver los problemas del
agua, merecerá dos premios Nobel; uno por la paz y otro por la ciencia".
Y es que el empleo del agua como arma de guerra
es, más que probablemente, tan antiguo como la propia historia bélica de la
humanidad.
Ya en la
primera guerra documentada de la historia, en el 2500
antes de Cristo, el rey Urlama de la ciudad estado de Lagash, en Mesopotamia, cortó el suministro de agua
a la vecina Umma como parte de su estrategia militar.
Al igual que
en aquel primer enfrentamiento bélico, en las últimas décadas los conflictos vinculados con el agua han tenido -y
tienen- como principal escenario el Oriente Medio.
Esta
situación se explica fácilmente si se considera que, para muchos de los países de la región, el abastecimiento de
recursos hídricos depende de los países vecinos en cantidades que
frecuentemente superan el 50%.
En este
contexto, y junto a un complejo entramado de tensiones
fronterizas, étnicas, religiosas e ideológicas, las políticas hídricas
juegan un papel mayor en las tensas relaciones entre Turquía,
Siria e Irak.
La falta de cooperación y coordinación entre los Gobiernos
de estos países, incapaces de pactar una
regulación o coordinar el reparto del agua de estos ríos tan estratégicos para
la supervivencia de su población, ha generado un consumo excesivo de recursos y
los ha convertido en motivo de tensión entre los territorios y regiones que los
comparten.
Esa misma ausencia de regulación ha incrementado el clima de
inseguridad generada a lo largo de los ríos por distintos grupos
terroristas -incluyendo el Daesh o Estado Islámico- que
vienen utilizando el agua como objetivo y como arma de guerra.
La
aparición de ISIS
En 2012, en
el enmarañado mosaico de grupos opositores al presidente sirio Bashar el Assad,
hace su aparición en Aleppo una nueva organización
que, a diferencia del resto, posee una clara visión de sus objetivos y es capaz
de articular una estrategia, no sólo militar, para alcanzarlos. Es el conocido
como ISIS, Daesh y frecuente, e incorrectamente, Estado Islámico.
Su objetivo,
más allá del derrocamiento del régimen sirio, es la constitución
de un Califato Islámico que, junto a la aplicación más ortodoxa del Islam desde
su particular perspectiva, se reviste de las características propias de todo
Estado, como el control efectivo del
territorio, incluyendo la prestación de los servicios esenciales a la población.
Con esta
finalidad, si el dominio de los campos petrolíferos se
precisaba para sostener el esfuerzo bélico y proporcionaba una
sustancial fuente de financiación, el control de los
recursos hídricos era esencial para el mantenimiento las zonas ocupadas.
Las propias
manifestaciones de los dirigentes de la organización y la realidad de los
hechos ponen de manifiesto que el control de los recursos hídricos forma parte
sustancial de la estrategia del Daesh.
En efecto, a
partir de 2013 las fuerzas de esta organización se moverán rápidamente a través
de Siria, capturando las estratégicas ciudades de
Maskana, Raqqa, Deir el-Zour y Al-Bukamal, todas ellas en las orillas
del Éufrates.
Ya
en Irak, la toma de Rawah, Ramadi y Faluya, les facilitó el control de dos de los mayores lagos iraquíes, Haditta y Thartar. El
dominio de las aguas del otro gran río de la región, el
Tigris, era sin duda el objetivo de la ocupación de las ciudades
ribereñas de Mosul y Tikrit, siempre con Bagdad
como objetivo final.
Arma
de guerra
Más allá de
la consideración del agua como objetivo puesta de manifiesto por este plan de
campaña, las fuerzas del Daesh se han caracterizado por el empleo frecuente del
agua y de las infraestructuras relacionadas con ella como auténtica arma de guerra.
Como explica Ambika
Vishwanath, analista de Startford, "desde 2013, el Estado Islámico
ha realizado cerca de veinte ataques importantes -así como un sinnúmero de
asaltos más pequeños- contra infraestructuras de agua sirias e iraquíes,
inundando aldeas, amenazando con inundar Bagdad, cerrando
las compuertas de las presas de Faluya y Ramadi, cortando el suministro
de agua a Mosul... y, en algún caso, envenenando el suministro de alguna
pequeña ciudad siria, por nombrar sólo unos pocos".
Estas
acciones responden a diversos objetivos, todos ellos conducentes a permitir la
expansión territorial y el control del territorio conquistado. En lo que podría
denominarse empleo a nivel estratégico, la finalidad es
el control, real o virtual, de amplias zonas de terreno para satisfacer
la visión de soberanía, así como amenazar o destruir
instalaciones industriales u otras infraestructuras, poblaciones o,
simplemente, forzar el desplazamiento de sus habitantes.
Ejemplo de
acciones de este tipo llevadas a cabo por el Daesh son la captura de la presa aguas arriba de la ciudad de Mosul en
agosto de 2014, en clara amenaza a la ciudad, o el
desvío del cauce del río Khalis, afluente del Tigris, para inundar Mansouriya
en la provincia de Diyala en octubre del mismo año.
En otras ocasiones,
el empleo del agua como arma se lleva a cabo en apoyo directo a las operaciones
militares sobre el campo de batalla. Es lo que los expertos denominan empleo
táctico. En estos casos, el objetivo son las fuerzas e instalaciones del
enemigo o su libertad de movimientos, y las acciones suelen ser de menor
entidad. En septiembre del año 2014 el desvío de varios
ríos de la cuenca del Shirwain impidió el avance del ejército iraquí al
tiempo que provocaba la inundación de nueve pueblos como daño colateral.
Control
de los recursos hídricos
Y es que,
donde el Daesh utiliza sistemáticamente su capacidad de controlar los recursos
hídricos es como medio de influir en la población de las zonas ocupadas. En
efecto, el empleo del agua como arma ha causado muy pocas bajas entre las
fuerzas militares en el marco de los enfrentamientos en Siria e Irak, mientras que su impacto en la población civil está siendo muy elevado.
La negación del acceso al agua, la contaminación de las fuentes de suministro,
e incluso la simple amenaza de tales situaciones, se traduce en el
desplazamiento masivo de refugiados, cuyo sufrimiento se ve además aumentado
por extensión de enfermedades causadas por la contaminación de las aguas y la
falta de condiciones higiénicas básicas en los campos de refugiados.
En una
especie de política del palo y la zanahoria, el Daesh emplea también el agua
para investirse de credibilidad como organización capaz de establecer y
gestionar un auténtico Estado, así como para recompensar el apoyo de la
población afín e incentivar el reclutamiento de nuevos combatientes. Tras la
captura de Mosul por el Daesh en junio de 2014 se interrumpió el suministro de
agua provocando el éxodo de la población. Los terroristas restauraron el
suministro de agua potable a los residentes musulmanes suníes, en tanto que privaron indefinidamente de agua a los pueblos de los
alrededores en los que habitaban minorías cristianas.
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