El
futuro de las guerras de robots inteligentes.
Emplean aprendizaje profundo, las redes
neuronales, redes bayesiana o algoritmos genéticos para revivir la creatividad de los grandes
genios del arte plástico , musical y de
las letras del pasado; posteriormente se
pasará a la creatividad militar de Napoleón Bonaparte, Mijaíl Kutúzov, Adoft Hitler, Erwin Rommel ,
Sun Tzu , Mao Tse Tung, Stalin, Lenin y una vez hecho eso , el probable futuro presidente
de EEUU Donald Trump definirá el protocolo de la guerra de robots inteligentes
.
Cómo
se dan las nuevas batallas de la inteligencia artificial
http://www.lanacion.com.ar/1938769-como-se-dan-las-nuevas-batallas-de-la-inteligencia-artificial
Con el uso
de las tecnologías se pueden hoy reeditar grandes obras
de arte o composiciones musicales; los avances se dan a una velocidad
mayor que la prevista y el desafío es creciente
Sebastian Campanario
18
DE SEPTIEMBRE DE 2016
Foto: Javier
Joaquín
Qué cuadro pintaría Rembrandt si resucitara uno de estos días?
¿Qué canción
compondrían los Beatles si todos sus integrantes
estuvieran vivos y se juntaran en un estudio?
¿Qué libro
escribiría Hemingway si le fuera posible revivir por un tiempo?
Estas
preguntas, hasta hace poco tiempo imposibles de contestar, están recibiendo una
respuesta -por ahora tentativa, aproximada y errática por parte de la tecnología exponencial más explosiva de 2016: la
inteligencia artificial (IA) y sus distintas ramas derivadas.
Hace unos
días, la consultora Gartner posicionó al
"aprendizaje de máquinas" al tope de su célebre ciclo o "curva de jipeo" (hypecycle),
que muestra cuál es la tecnología que, por su potencial, está generando mayor
expectativa entre los inversores.
Si bien la "creatividad" es una habilidad inherentemente humana, los algoritmos están conquistando algunos campos aledaños, en pasos
que hubieran sonado a ciencia ficción hace solamente un año.
Una de las
acciones más premiadas en el último Festival de Cannes, "The Next Rembrandt",
de la agencia JWT Amsterdam para el banco ING, apeló a un programa para
analizar 168.000 fragmentos de pinturas del genio del
siglo XVII para crear una nueva usando la impresión 3D, en una réplica
sorprendente en estilo y texturas. "La inteligencia artificial fue sin duda la
gran protagonista del último evento de Cannes", dice Germán Yunes,
presidente de Ogilvy Argentina.
La
creatividad en la moda también fue tomada por asalto este año por la IA: en la gala del Metroplitan Museum, IBM y Marchesa
-una firma de alta costura- se asociaron para producir un vestido con luces led, que cambiaba de color de acuerdo al
"humor" que transmitían los tuits sobre el evento.
"El
software dio sugerencias, la decisión creativa final fue de los diseñadores de
Marchesa", cuenta a LA NACION Roberto Cruz,
un ingeniero que dirige Cognitiva, la empresa aliada
a IBM para comercializar Watson, el sistema de inteligencia cognitiva,
en español.
Cruz habla todo el tiempo de complementariedad,
y no de reemplazo. "Estamos viviendo un momento de mucha efervescencia y
expectativa en este campo, que incluye avenidas como el deep learning, las redes neuronales, redes bayesiana o algoritmos
genéticos sigue Cruz, este año hubo hitos impactantes y también algunos
fiascos. Es parte del aprendizaje."
En la
columna del haber, y más allá de las acciones más rimbombantes como la de
Rembrandt o la del vestido de Marchesa, sin duda "el" suceso del año
fue el triunfo de AlphaGo, un algoritmo, sobre
el campeón de Go Lee Sedol, el mejor profesional
del juego chino milenario.
Por su
complejidad, la victoria de la máquina estaba pronosticada recién para 2020: en lo que tal vez sea la metáfora más perfecta de 2016 sobre singularidad, el
resultado se adelantó cuatro años. En la columna del debe, Microsoft debió borrar en marzo un "chat-bot" -conversador artificial porque se
volvió nazi y adorador de Hitler.
"Por
ahora, los algoritmos no pueden detectar si una corriente de datos es verdadera
o falsa, siempre la base sobre la que operan es información provista por
humanos", indica Cruz. El primer choque -que derivó en la muerte de su
pasajero de un vehículo Tesla automanejado o el sesgo racista que tomó la
semana pasada un programa de IA que actuó como jurado en un concurso de belleza
(votó en contra de las candidatas con piel más oscura) son otros de los
traspiés con los que debió lidiar esta tecnología.
Aunque la inteligencia artificial viene siendo materia de
investigación profunda desde hace décadas, recién en el último año dejó de ser
una promesa con resultados prácticos frustrantes. "La clave son equipos y
algoritmos más baratos y flexibles, y la multiplicación exponencial de datos
disponibles sobre los cuales trabajar", resume Anthony Baker,
director tecnológico de la filial londinense de la
agencia R/GA. De acuerdo con IDC, en 2020 habrá
disponibles para analizar unos 44 zettabytes de información (un zettabyte es un 10 elevado a la 21 bytes). Baker cree
que la diferencia con el stock actual de información es que la explosión de
dispositivos conectados (Internet de las Cosas) permitirá una visión mucho más
holística del estilo de vida de las personas, y que habrá un océano de datos
basados en diálogos de plataformas conversacionales -Facebook,
Slack, Line, etcétera- que podrán ser aprovechados por sistemas de
inteligencia cognitiva como Watson.
El
físico y tecnólogo Andrei Vazhnov tiene una metáfora elegante para describir los ciclos de
difusión y aprovechamiento de nuevas tecnologías. Cuando se produce un
descubrimiento, pueden pasar años o décadas hasta que se popularice, por
distintos motivos (costos relativos,
resistencias, falta de conocimiento, etcétera).
Durante un
tiempo, estos cúmulos de valor potencial
permanecen sumergidos. Pero cuando el nivel de agua baja (la tecnología se abarata, acelera su uso y aparecen
externalidades de red) emergen a la superficie "islas de valor",
en una archipiélago visible y
aprovechable para empresas e individuos.
Cruz cree
que hoy por hoy estas "islas" son más evidentes para las áreas de
atención al cliente, y en lo que hace a sectores, para la salud y el segmento
financiero. La semana pasada, la revista Fast Company publicó
un artículo donde dio cuenta de la tendencia en IA de moverse de un
"océano de un metro de profundidad" -tipo la plataforma SIRI, que sabe un poco de todo pero mucho de nada a
algoritmos mucho más especializados, que puedan ayudar a un médico o a un
cliente bancario con dudas muy
específicas. Estos chat-bots especializados resuelven un problema de
escalabilidad cuya solución hasta ahora estaba bloqueada a menos que se
resignaba "personalización" en el servicio.
Es por esto
que los equipos creadores de chat-bots incluyen
programadores pero, en forma creciente, también psicólogos, porque es
indispensable que el bot genere empatía con el usuario, cuenta Sergio Serrano,
diseñador de experiencias de la filial porteña de R/GA. Por ejemplo, ya se sabe
que es usual que estos sistemas sean puestos a prueba por usuarios con
preguntas absurdas, y los bots deben
saber captar la ironía y responder con sentido del humor.
"Estamos en la
edad de piedra de esta tecnología, y las posibilidades son infinitas", dice Juan
Pablo Jurado, presidente de Wunderman, la mayor agencia de publicidad de
la Argentina, con base en lo digital y 500 empleados. Jurado está a la búsqueda
de doctores en IA para su unidad de innovación WIP (Wunderman Invention Platform). El
estado del arte de la IA podría
compararse al de las aplicaciones móviles en 2008: por entonces no se
preveía el impacto que causarían en hábitos y comportamiento.
El
entusiasmo que genera esta tecnología en inversores es directamente
proporcional a la preocupación que emerge ante dilemas éticos y morales. Dos
semanas atrás el departamento de Defensa de EE.UU. emitió un comunicado
pidiendo al Gobierno "acción inmediata" en esta agenda.
Se estima que el
próximo presidente estadounidense definirá el protocolo de la guerra de robots,
con efectos cruciales e impredecibles para el futuro de la humanidad. ¿Qué
pasaría si este decisor fuera Donald Trump? Hay todo un océano de especulaciones
en el "lado B" de este debate, un trasfondo mucho menos luminoso,
detrás del lienzo símil-Rembrandt creado por algoritmos.
sebacampanario@gmail.com
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