Contrariamente
a lo que se acordó el G 20 en Hangzhou -China de limitar la expansión monetaria, ahora esta
imperando una voluntad de imprimir billetes sin límites y quitarles a los
bancos centrales independencia.
La
independencia de los bancos centrales podría ser un obstáculo para combatir la
baja inflación
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PHOTO: RALPH
ORLOWSKI/REUTERS
Por TOM FAIRLESS
lunes,
12 de septiembre de 2016
20:04 EDT
FRÁNCFORT—En su batalla contra la alta
inflación, los gobiernos le dieron una considerable dosis de independencia a
los bancos centrales en las últimas décadas.
Ahora,
algunos economistas argumentan que esa misma independencia podría obstaculizar
su capacidad de combatir el problema de hoy en día: una inflación que es demasiado baja.
Para
salvaguardar su independencia, grandes bancos centrales podrían haber implementado
políticas “de segunda opción” que distorsionan
los mercados financieros y tienen un rendimiento decreciente, tales como tasas
de interés negativas y compras de bonos a gran escala, y evitado
herramientas potencialmente más efectivas, como el “dinero de helicóptero”,
argumenta Joachim Fels, asesor económico global de
Pimco.
El dinero de
helicóptero, que involucraría, por ejemplo, un aumento del gasto público o
recortes de impuestos financiados por el banco central, lleva a estas entidades
más allá de su ámbito tradicional de influir en los precios y el volumen de
crédito para determinar cómo se gastan los fondos públicos, una tarea que
corresponde a los políticos electos.
El
gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda,
ha advertido en reiteradas ocasiones que el dinero de helicóptero sería una mezcla inaceptable de las políticas
fiscal y monetaria. En julio, el banco central decepcionó a los que tenían
la esperanza de que pudiera embarcarse en un experimento con dinero de
helicóptero.
En Europa, el presidente del Bundesbank,
Jens Weidmann, ha mencionado preocupaciones similares sobre la
independencia del Banco Central Europeo como una razón para no utilizar dinero
de helicóptero. Su homólogo del BCE, Mario Draghi, dice que el tema ni siquiera
ha sido tratado en las reuniones de políticas.
El temor es
que si los gobiernos empezaran a financiar
sus déficits mediante la impresión de dinero, sucumbirían al deseo de los
políticos de gastar sin elevar los impuestos. Eso resultaría, con el tiempo, en un alza de la inflación.
“Que les digan que
aumenten el balance en x significaría que la independencia se perdió, y los
efectos sobre las expectativas inflacionarias podrían ser bastante dramáticos”, afirma Charles Goodhart, ex miembro
del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra.
Sin embargo,
los partidarios de una mayor cooperación dicen que tales riesgos son exagerados
en relación con los beneficios que podría generar una colaboración más estrecha
en las circunstancias actuales.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, la Reserva Federal ayudó a financiar el esfuerzo bélico estadounidense
al garantizar que las tasas de interés se mantuvieran
en 2,5%, sin importar cuán grande fuera el déficit fiscal. Cuando se
puso fin a esa política, en 1951, la Fed no revirtió esas compras, por lo que
“post facto, una considerable proporción de déficits fiscales de Estados Unidos
entre principios de los años 40 y 1951 fue financiado con dinero”, dijo Adair
Turner, ex regulador financiero británico, en una conferencia en 2013.
Todo ese
gasto estatal vino acompañado de un gran aumento de la producción económica
real, si bien también creó una enorme presión inflacionaria acumulada que
estalló cuando se levantaron los controles de precios y sueldos. Los precios se dispararon 34% entre 1945 y 1948, pero
luego la inflación volvió a quedar por debajo de 10%.
Una vez que
se quitó el tope a los rendimientos de los bonos del Tesoro, la Fed “se volvió
efectivamente más independiente”, señala Alex Cukierman, miembro del Comité
Monetario del Banco de Israel.
En la
práctica, tal vez haya poca diferencia entre el dinero helicóptero y políticas
actuales como la flexibilización cuantitativa, que cubren una gran porción de
los actuales déficits fiscales.
Las
políticas adoptadas durante la reciente crisis también han estado “sujetas a un
alto nivel de debates entre los bancos centrales y los gobiernos”, dice
Goodhart. “Los helicópteros ya han estado volando en enormes formaciones en
Japón”.
Lo más
importante es que las circunstancias de hoy son muy diferentes a las del
pasado: en momentos en que las tasas de interés en cero o incluso negativas,
los bancos centrales simplemente no pueden elevar el gasto o la inflación mucho
más por sí mismos. Draghi ha pedido, con creciente urgencia, ayuda de otras
autoridades, incluidos funcionarios electos.
En una
conferencia de prensa el jueves, Draghi
hizo una inusual súplica directa a Alemania para que gaste más e impulse la
economía de la región.
Al ser
consultada en junio sobre el dinero de helicóptero, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, dijo que en tiempos inusuales
cuando la preocupación es un crecimiento muy débil o una posible deflación, las autoridades fiscales y monetarias deberían “no estar
trabajando en fines contrapuestos (...) sino juntos”.
La
funcionaria continuó: “Ahora, ya sea tales circunstancias extremas
o no, podría haber un argumento a favor de, digamos, una coordinación, estrecha
coordinación, con el banco central jugando un papel en el financiamiento de la
política fiscal; esto es algo que (...) uno podría considerar de forma
legítima”.
La
dificultad está en encontrar el mecanismo adecuado. Ben Bernanke, ex presidente
de la Fed, propuso en abril que el banco central aportar fondos a una cuenta
especial del Tesoro si considerara que tal estímulo es necesario para lograr
sus metas de empleo e inflación. El gobierno estadounidense luego determinaría
cómo gastar los fondos o podría dejarlos sin usar.
En la zona
euro, la cooperación se complica por la necesidad de que los 19 gobiernos
lleguen primero a un acuerdo. Una solución parcial, sugiere Cukierman, podría ser modificar los estatutos del BCE para
que se enfoque menos en la inflación y más en la actividad económica,
como ocurre con la Fed.
Otra posibilidad es poner la responsabilidad sobre los gobiernos
en lugar del BCE. Christopher Sims, profesor de economía de la
Universidad de Princeton, sugiere una
moratoria en toda la zona euro sobre los límites de deuda del bloque, “que se
mantenga hasta que la inflación de toda el área alcance y sostenga el nivel
objetivo”.
Una mayor
cooperación con gobiernos ayudaría a abordar otra crítica: los bancos centrales
cada vez más están tomando decisiones que afectan la distribución de la riqueza
y los ingresos, decisiones que pertenecen a los gobiernos democráticamente
electos.
Athanasios
Orphanides, ex funcionario del BCE, señala la decisión de la Fed para apuntalar
el sector de la vivienda mediante la compra de grandes cantidades de deuda respaldada
por hipotecas y el apoyo “desigual” del BCE a diferentes gobiernos de la zona
euro.
Por lo
tanto, si los bancos centrales no pueden evitar medidas políticas
controvertidas, la pregunta es cómo maximizar los beneficios de dichas
acciones. Eso podría involucrar, irónicamente, menos
independencia, no más.
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