La economía mundial se desinfla: así es la crisis que viene
La inflación ha trastocado todos los planes. Las subidas en los tipos de interés traerán, como mínimo, una notable desaceleración en el ritmo de crecimiento
JORG GREUEL (GETTY IMAGES)
NEGOCIOS
Madrid / Washington / Londres / Pekín - 02 JUL 2022 - 03:45 UTC
El mundo ha vivido en los últimos meses una concatenación de acontecimientos que han cambiado de forma notable el panorama económico. En octubre pasado, durante la presentación de sus perspectivas de otoño, el Fondo Monetario Internacional (FMI) constataba que “la recuperación mundial está en marcha a pesar de los rebrotes de la pandemia”. Entonces, el organismo presidido por Kristalina Georgieva preveía un crecimiento global del 4,9% en 2022. En enero de este año, sin embargo, su proyección para el PIB mundial se rebajó al 4,4% y en abril se recortó aún más, dejándolo en el 3,6%. “La guerra de Ucrania ha desencadenado una crisis humanitaria que requiere de una solución pacífica. Al mismo tiempo, el daño económico infligido por el conflicto bélico provocará una significativa desaceleración del crecimiento”, reconocía el FMI en su outlook de primavera.
Como si de una de esas composiciones hechas con fichas de dominó se tratara, la decisión de Vladímir Putin de entrar a sangre y fuego en Ucrania ha desestabilizado el resto del tablero económico. La inflación —que ya había despertado a finales de 2021 por los cuellos de botella provocados por el despertar de la demanda tras las restricciones impuestas por la covid-19— se ha desbocado hasta niveles no vistos en cuatro décadas debido sobre todo al brusco repunte de los costes energéticos. Lo que en un principio se veía como una situación transitoria ha echado raíces a medida que el conflicto bélico se estanca y llegan las temidas ondas inflacionistas de segunda ronda.
Papel mojado
Caída la ficha de la inflación, la siguiente pieza en la fila fueron los tipos de interés. El pasado año, los principales bancos centrales dibujaron una hoja de ruta de retirada de estímulos después de dos años con tipos de interés negativos y compras de bonos públicos a mansalva para dar respiración asistida a las economías tras el shock pandémico. Esa estrategia basada en subidas graduales en el precio del dinero —primero en EE UU por estar en una fase del ciclo más avanzada— y acompañada de una paulatina reducción de sus abultados balances, quedó en papel mojado el pasado 24 de febrero cuando Putin apretó el botón rojo de la invasión. Tanto la Reserva Federal como el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo se han visto forzados a dar un giro brusco al timón para acelerar las subidas de tipos con las que intentar sofocar la inflación.
En un mundo adicto a la liquidez desde la Gran Recesión provocada por la crisis financiera de 2008, una política monetaria mucho más restrictiva de lo previsto hace tan solo unos meses es un mazazo para las perspectivas de crecimiento, sobre todo en un momento en el que el gran motor en los últimos años para el PIB mundial, China, se enfrenta a notables desequilibrios en su modelo económico, a los que ahora se añade una arriesgada política de covid cero. De momento, el consenso de los analistas solo habla de que nos enfrentamos a un importante frenazo en el ritmo de crecimiento —las últimas proyecciones de abril del FMI ya han quedado desfasadas—, pero pocos se aventuran a mentar la palabra maldita: recesión (técnicamente, dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo). Sin embargo, el material más miedoso que hay, el dinero, no las tiene todas consigo. Las Bolsas, que suelen ser el canario en la mina por su capacidad para anticipar tendencias, acumulan en los últimos dos meses notables caídas.
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La guerra de Ucrania ya ha derribado dos fichas (inflación y tipos de interés) y ahora apunta a la siguiente (crecimiento). Cada región tiene sus propias particularidades. En los siguientes textos analizamos las debilidades y fortalezas de las cuatro grandes zonas económicas.
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