Si
el presidente electo Donald Trump pone aranceles a los sofisticados productos electrónicos
fabricados en Shenzhen( China) para
empresas como Apple, podría más bien hacerlas desparecer (a las empresas
norteamericanas ) y a su vez serian reemplazadas por nuevas fabricas Chinas que
ya no solo se encargarían de ensamblar para otros, sino que producirían todo
made in China . En otras palabras podría quebrar Silicon Valley . Modelos que
requieren varias semanas para producir en EE.UU. pueden terminarse en un día en
Shenzhen y a una fracción del costo.
Shenzhen
no teme a las amenazas de Trump
http://lat.wsj.com/articles/SB12502088423881784283504582523480798072956?tesla=y
La ciudad china, símbolo de la
globalización, ha podido adaptarse a los cambios económicos
El distrito
de Luohu en Shenzhen, China. PHOTO: BLOOMBERG
Por JOHN LYONS
martes,
27 de diciembre de 2016
17:01 EDT
SHENZHEN,
China—La amenaza del
presidente electo Donald Trump de obligar a Apple Inc.
y otras empresas a fabricar más productos en Estados Unidos debería generar
temor en esta megaciudad china, donde se fabrican muchos de los dispositivos electrónicos del mundo.
Otrora un
pueblo aletargado, Shenzhen es hoy el epicentro de la industria de electrónicos
de consumo de China, el sector de mayor exportación del gigante asiático. En
dos fábricas de Foxconn Technology Group, cerca de
230.000 trabajadores ensamblan aparatos para Apple y rivales globales,
incluido el gigante de telecomunicaciones chino Huawei
Technologies Co., cuya sede se encuentra en la ciudad.
Sin embargo,
muchos ejecutivos dicen que no están preocupados por
Trump. Consideran que las fuerzas económicas que transformaron esta
pobre localidad en la provincia de Guangdong en un mar de rascacielos son demasiado
poderosas para ser revertidas. Incluso si Trump impusiera aranceles sobre
bienes fabricados en China, como ha amenazado, esta
región al sur de China es hoy es tan eficiente en ingeniería, producción y
transporte de electrónicos que podría superar a rivales estadounidenses, afirman.
“Estamos muy relajados
en cuanto a todos los rumores sobre los aranceles, si bien el ruido que genera
no es bueno”,
dice un alto ejecutivo de una firma global de electrónicos de consumo con
operaciones en Shenzhen, quien prefirió no ser identificado para no entrar en
el debate sobre las propuestas de Trump.
Más que el
próximo presidente de EE.UU., lo que preocupa a las empresas aquí es
simplemente sobrevivir a la competencia darwiniana del comercio global. Si bien Shenzhen es en gran parte un ganador de la
globalización, también se ve afectada por las mismas fuerzas
competitivas que Trump busca revertir, a las cuales ha atribuido la destrucción
del sector industrial y sus empleos en EE.UU.
Ante el alza
de los sueldos desde 2010, muchas
fábricas de ropa y juguetes de Shenzhen, se trasladaron a regiones de China de
menor costo y a países como Vietnam. Ahora, algunos fabricantes de
electrónicos de consumo también están haciendo las maletas. Otros están reduciendo sus costos al sustituir a empleados
con robots.
“Hay demasiada
competencia, demasiadas ofertas de bajo precio en Amazon”, dice Emily Wu, quien lucha para
mantener a flote su empresa, Shenzhen Wonda Tech Co.
Ltd., que ensambla 40.000 cámaras al mes para marcas vendidas en el sitio web
de Amazon.com Inc. y en otras partes. El aumento de los costos laborales
significa que está produciendo algunos pedidos a pérdida.
Trump ha recurrido a una combinación de amenazas e incentivos para
persuadir a las empresas a que fabriquen en EE.UU. Durante su campaña, prometió
hacer que Apple “construyera sus malditas computadoras y cosas” en el país. Este
mes, Foxconn, proveedora de Apple, informó que
podría expandir sus operaciones en EE.UU.
Sin embargo,
no se sabe con certeza qué operaciones o cuántos empleos generaría una medida
de esta naturaleza. La otra tendencia en marcha en
Foxconn es un cambio hacia plantas más automatizadas que emplean robots para
ahorrar costos.
La empresa
taiwanesa no quiso comentar sobre sus planes y clientes específicos.
“Si estos empleos
vuelven a EE.UU., van a ser para gente que maneje 1.000 robots en una fábrica
automatizada”,
asevera Christopher Balding, profesor de Finanzas de la Universidad de Pekín en
Shenzhen. “Serán trabajos para nerds informáticos, no para la gente que votó por
Trump”.
La
competitividad mundial de Shenzhen tiene sus límites. China restringe el acceso
a internet, lo que significa que los innovadores tienen menos acceso a software
de código abierto y a las ideas. Asimismo, las débiles protecciones de
propiedad intelectual hacen que los emprendedores estén en constante riesgo de
que les roben sus ideas.
Una foto de
Deng Xiaoping durante su visita a Shenzhen en 1992. PHOTO: AFP/GETTY IMAGES
Esta ciudad,
sin embargo, ya ha capeado cambios económicos. En 1979, el ex líder Deng
Xiaoping designó a Shenzhen como una zona económica especial en la que las
fuerzas del mercado tendrían más libertad, lo que
durante más de una década condujo a un crecimiento anual de 40% de la región
como un fabricante de bajo costo. Ante la preocupación de que las fábricas
textiles fueran un callejón sin salida, Shenzhen atrajo universidades
nacionales para que produjeran mano de obra de alta calificación. En los
últimos años, la economía de la ciudad ha registrado un crecimiento anual promedio de 13%, según cifras oficiales, muy por
encima de la tasa nacional.
La
ciudad encontró su ventaja comparativa ensamblando smartphones y dispositivos a partir de una cadena de suministro
de partes especializadas hechas en Japón, Taiwán y
Corea del Sur. El ejército de ingenieros con formación universitaria con
la que cuenta Shenzhen le permitió convertirse en un centro global para la
producción de prototipos.
Modelos
que requieren varias semanas para producir en EE.UU. pueden terminarse en un
día en Shenzhen y a una fracción del costo, explica Duncan Turner, un inversionista de capital de
riesgo que ayuda a dirigir Hax Accelerator, un espacio de trabajo que patrocina
a inventores de todo el mundo en la ciudad.
“Shenzhen
era conocida por hacer cosas de forma barata, luego era conocida por hacer
cosas bien”, dice Turner. “Ahora, cualquiera que quiera hacer un prototipo de
algo lo hace aquí”.
El
crecimiento de la industria manufacturera de Shenzhen se ha desacelerado
mientras que sectores como el de software y el de
investigación científica están en auge. La
industria se expandió a un ritmo anual de 8% entre 2012 y 2014, los
últimos datos disponibles, mientras que la investigación
lo hizo a un promedio de 16%.
La proporción de la economía de la ciudad
relacionada con industrias como la manufactura se redujo en 7 puntos
porcentuales durante ese lapso, mientras que la
vinculada con tecnología de la información e investigación creció en 3 puntos
porcentuales, según el Anuario Estadístico de Shenzhen de 2015.
Es un cambio
fácil de apreciar. En las zonas industriales en las afueras de la ciudad, más
fábricas están quedando vacantes. En los distritos tecnológicos, en cambio,
surgen barrios con relucientes edificios de oficinas.
Asimismo,
empresas competitivas a nivel mundial que priorizan el diseño y la marca se
están arraigando en la ciudad. Da-Jiang Innovations
Science & Technology Co., uno de los mayores fabricantes de drones
del mundo, ubicó su sede en Shenzhen para aprovechar el “acceso a los proveedores,
materias primas, y la fuente de talento joven y creativo necesaria para un
éxito sostenido”, según su sitio web.
La
automotriz alemana Daimler AG se asoció con la
china BYD Co. Ltd. en 2011 para desarrollar un
auto eléctrico en Shenzhen.
Apple inaugurará un centro de
investigación y desarrollo en la ciudad, donde cerca de 100.000 programadores
producirán software para su sistema operativo. Además, en un reconocimiento a
su sitial como un centro de innovación, los gigantes chinos de internet Baidu Inc. y Alibaba Group Holding Ltd. abrieron
grandes oficinas.
Vista de
Shenzhen desde la nueva sede de Tencent. PHOTO: BLOOMBERG
Algunos
pequeños fabricantes se están enfocando en el diseño y la marca. En dos años, Qiwo Smartlink Technology Ltd. ha pasado de ser un
fabricante de cámaras baratas y aparatos para otros a una casa de diseño con
ventas anuales de US$100 millones. “Todas las cadenas de suministro y empresas
relacionadas están aquí. No creo que se pueda mudar esto a EE.UU.”,
recalca James Guo, director de exportaciones de Qiwo.
En todo
caso, un aumento de los aranceles aceleraría las tendencias económicas que ya
están en marcha, advierten empresarios de Shenzhen. Las fábricas de la ciudad
podrían marcharse, pero a provincias de China con bajos
costos laborales, no a EE.UU. Mientras tanto, la ciudad añadirá empleos
de diseño, ingeniería y marketing.
Un reciente
jueves por la noche en el taller de inventores de Hax en Shenzhen, Junyi Song,
de 26 años, estaba trabajando en un brazo robótico que
espera vender desde US$7.000 por unidad. A ese
precio, incluso fábricas pequeñas podrían reemplazar la mano de obra mediante
la automatización.
“Es el futuro”, asegura
Song.
—Yifan Xie contribuyó a este artículo.
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